Los hombres de piedra
Una vez, allá en tiempo remoto, cruzaba este sitio salvaje un cortejo nupcial venido de lejanas tierras. El ruido del taf y del tambor, el clamoreo de los cantos y de los címbalos se extendían por las llanuras, á lo lejos, como también el brillo de las armaduras y la blancura de los trajes femeninos. La desposada ocultaba su belleza tras espesos velos.
De súbito hinchó su corazón el loco deseo de descubrir su rostro y mostrar sus encantos á estos lugares desconocidos, con una voluptuosidad salvaje. Arrojó sus velos y presentó su faz al sol. La Naturaleza, irritada por su audacia y su belleza, la maldijo y la petrificó con su cortejo, y todos fueron rocas, mudos e inmóviles para siempre.
Ahora están allí, esperando eternamente. En ellas se distinguen rasgos deformes de niños, de viejas y de adolescentes; vense ojos feroces que siguen abiertos en furiosa fijeza; figuras crispadas que parece quieren llorar y que no lloran. En ellas se revela un dolor, un antiguo dolor que los torturó á todos; amontonadas unas sobre otras estas rocas son ciertamente extraños seres que, aparte de la leyenda, tienen vagas apariencias de figuras humanas. Al sol de la mañana, al reflejo moribundo del crepúsculo vespertino resplandecerán allá arriba eternamente.
En la historia lamentable de estas rocas la leyenda engarzó una creencia consoladora. Y ahora son lugar de peregrinación á donde van los enfermos y los que sufren, sobre todo mujeres, á verter sus penas al pie de estas piedras frias con suprema esperanza : encienden ingenuamente allí sus cirios y se vuelven. Y las rocas, arrogantes siempre y altaneras yerguen sus cabezas en el espacio. A veces, en primavera, blancos flecos de nubes detiénense en sus cumbres y las festonean de blancas espumillas; verdeantes arbustos é higueras salvajes crecen en las grietas allá arriba; á veces, el rayo las azota y les arranca fragmentos. En los días sombríos, cuando llueve, los cuervos lanzan allí gritos agudos, las lluvias arrastrándose descienden de lo alto y los vientos pasan bramando por encima.
- ↑ Este cuento, turnado de una tradición popular armenia, fué escrito por el joven poeta Rupen Zartarian, natural de Kharpout, capital de una provincia armenia de la Turquía asiática. Las rocas que han dado origen á esta leyenda existen realmente cerca de Kharpout. Nos complacemos en publicar este trabajillo y otros dos que daremos en números siguientes, porque en estos cuentos se refleja algo de la Naturaleza áspera y montañosa de la Armenia.