El cencerro de cristal
Los filosofantes​
 de Ricardo Güiraldes


¡Ahí vienen, ahí vienen!
¿No los veis?

Las piernas oscilando, rítmicamente, como metrónomo. Merecen ser una invención prusiana.

«Die Filosofen».

Aquí han venido observadores de rostro importante. Estudian los caracteres, mirando en los ojos y haciendo preguntas. Vienen del Norte.

En sus cerebros pensantes y rumipensantes, fabrican el bolo. Después... groserean y meten las cuatro, en imperativo categórico.

Marcha (composición pomposa).

Los filosofantes
elefantes,
andantes,
se llevan las paredes por delante.

¡No hay más que verlos! Lejos de ellos la frivolidad. Son anunciadores de lo grave, de lo abstracto, de lo especulativamente puro e intangible.

Clasifican las pasiones, profetizan porvenires, explican el por qué de lo sucedido, descubren la verdad, demuestran la belleza, todo en nombre de la venerable lógica.

Vienen del Norte
no bailan con corte.

¿La inconciencia? ¡oh!

¿La impulsividad? ¡oh! ¡oh!

Cigarras imbéciles, ellos son las hormigas.

Son graves doctores,
no son ruiseñores.

No ríen, no lloran, son la dignidad, el saber. ¡Oh, faros inconmovibles de la ignorancia humana!

Con ceño adusto, yerguen el busto.

Un, dos... un, dos... Sus cuerpos han metodizado el desorden natural del paso.

Orden, método, perseverancia, voluntad.

Todo principio es difícil.

Pero:

Rompiéndote la cabeza contra la piedra, brotará un chichón de orgullo.

Como vinieron, así van.

(Marcha pomposa, con pequeña variante).

LOS FILOSOFANTES
SON GENTE IMPORTANTE,
CON PASO ELEFANTE,
EN RITMO DE ANDANTE.

¡Ahí se van, ahí se van!...

TELÓN

Buenos Aires, 1914.