Los escarabajos
Un escarabajo que debía de ser todo un personaje, pues era muy grueso y todo dorado, escarbaba con ahínco en un montón de estiércol. Lo rodeaban una cantidad de escarabajos pequeños que respetuosamente le ayudaban en su trabajo, recibiendo en pago su parte de tesoro.
Pasó un bien-te-veo volando por encima, e incomodado por el olor que despedían las materias así removidas, interpeló indignado al escarabajo: -¡Si será puerco!, le gritó. ¡Si será puerco!
Pero éste apenas se dio vuelta, siguió su repugnante trabajo, protegido por todos los demás escarabajos entre quienes repartía de sus hallazgos lo que no quería para sí, y el bien-te-veo se fue deplorando que gente altamente colocada y que siquiera debería de ser decente, no tuviera vergüenza de buscar provechos tal mal olientes.