Los dos caminitos
de Fernán Caballero


Había una vez un hombre que tenía una mujer muy buena y dos hijitos, un niño y una niña. Murió su mujer, y se volvió a casar con otra que era muy mala, y aborrecía a sus pobrecitos entenados. Estos, que le tenían mucho miedo a su madrastra, siempre estaban juntos, recordando y llorando a su madre. Un día le dijo la madrastra a la niña que fuera a la tienda por un adarme de seda, y al niño que fuese por un cuarto de especia, y que le daría un confite al que volviese el primero. El primero que volvió fue el niño. La madrastra le cogió, le puso sobre la mesa, le mató y cortó en pedazos, que metió en una orza y guardó en la alacena.

Cuando volvió la niña había salido su madrastra, y se puso a buscar a su hermanito; pero por más que buscaba, no le encontraba, hasta que abrió la alacena y le vio cortado a pedazos. Entonces se puso a llorar amargamente, diciendo:

-¡Ay, hermanito de mi alma! ¡Que me le han matado y cortado a pedazos, para no enterrarlo en tierra en que descanse!

Y cogiendo uno de los huesecitos, fue al corral y lo enterró.

Al punto vio nacer una azucena, y de ella vio salir a su hermanito, sólo que estaba mucho más hermoso que antes, y tenía resplandores.

-¡Ay, hermanito! -le dijo- ¿No te había matado la madrastra?

-Sí -dijo el niño-; pero he resucitado y vengo por ti.

-¿Y por qué?

-Para recompensarte de que me enterraste y me lloraste.

-¿Y dónde vamos? -preguntó la niña.

A lo que su hermanito respondió:

-Por un caminito muy clarito, muy clarito, muy clarito, a la gloria.

-Y la madrastra, ¿dónde irá? -volvió a preguntar la niña.

Y el niño contestó:

-Por un camino muy oscurito, muy oscurito, muy oscurito, al infierno.