= XXIII =


El impío


Dixit insipiens in corde suo:
Non est Deus.
Ps. LXXXVIII




Se alzó del polvo en noche tenebrosa,
en medio del gentío,
orgulloso el impío
blasfemando de Dios: cual ponzoñosa
sierpe, letal veneno,
lanzó impiedades de su inicuo seno.


No hay Dios, dijo primero el arrogante;
que todo cuanto encierra
el universo y tierra
lo produjo el caos en un instante
de su seno profundo:
el padre fue del universo mundo.


Y levantando entonces el erguido
y viperino cuello,
erizado el cabello,
con corazón maligno y pervertido,
toda justicia hollando,
marchó seguido de ominoso bando.


El odio, la injusticia, la asechanza
astuta precedieron
sus pasos y nacieron,
de su infernal y tenebrosa alianza,
mil monstruos en su seno
de criminales apetitos lleno.


Se embriagó de maldades engreído,
sin temor el impío,
soltando a su albedrío
libre freno, y clamando fementido:
«No hay Dios no que me vea,
y juez supremo de mis obras sea».


Mas tú le oíste ¡Oh Dios! y tu tremenda
ira lanzaste luego,
y como paja al fuego
despareció el impío, que en horrenda
angustia, maldiciente
blasfemaba tu ser omnipotente.