Los condenados: 09


Escena VII

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Dichos; SANTAMONA, por el foro, trayendo en ambas manos malas de diferentes plantas. Al mismo tiempo, FELICIANA y GASTÓN, por la derecha; al fin de la escena, VICENTA.


SANTAMONA.- (Risueña, avanzando con lentitud.) La paz de Dios sea con todos.

GASTÓN.- (Recibiéndola con alegría.) ¡Oh, la santita del pueblo!

FELICIANA.- ¡Santamona!

BARBUÉS.- Ya tenemos aquí toda la corte celestial.

GASTÓN.- ¡Anda, anda! Cargadita de hierbas olorosas, para engalanar las viviendas.

FELICIANA.- Para sanearlas y espantar los pecados, ¿verdad? (Apártase con PATERNOY a la derecha del proscenio.)

SANTAMONA.- (Dejando las ramas sobre la mesa, y escogiendo matitas que distribuye.) Esto no es más que un recreo de los ojos y el olfato. Suele pegarse algo a la voluntad. (Da un ramito a GASTÓN.) Toma, Vejete, harto de goces. Tomillo. Es muy bueno contra la gula y el empacho de felicidades y riquezas.

GASTÓN.- (Poniéndoselo en el pecho.) Dame acá.

SANTAMONA.- (A BARBUÉS.) Toma tú, cascarrabias. Mejorana. Excelente contra la ira y los berrinches.

BARBUÉS.- Venga. (Como todos los demás, se lo pone en un ojal.)

FELICIANA.- (Aparte, a PATERNOY, a la derecha del proscenio.) Nada le falta a mi querido Ansó para ser un pueblo medieval. (Marcando bien la palabra, con pedantería.) Trajes medievales, costumbres medievales, rudeza y pasiones de lo más primitivo. Completan el carácter unas miajas de bandidos; y en fin, para que resulte Edad Media completísima y perfectísima, también tiene su santa.

PATERNOY.- (Pasando al centro de la escena para saludar a SANTAMONA, a quien besa la mano.) La inocente y angelical ancianita, en quien Dios mora.

GASTÓN.- Santa, sí, orgullo y alegría de Ansó.

SANTAMONA.- Santiaguillo, chico... espejo de los ángeles, Dios te bendiga. (Le pone las manos sobre el pecho.) Y a ti, Feliciana, Dios te guarde.

FELICIANA.- (Con ligera inflexión festiva.) Amén... ¿Y para mí, no hay un ramito?

SANTAMONA.- (Sigue escogiendo matas.) Ahora. (A PATERNOY.) Toma tú. Enebro. Preciosísimo contra la soberbia.

PATERNOY.- ¡Soberbio yo! (Ríen todos.)

SANTAMONA.- Contra el flujo de mando y el querer gobernará todo el mundo.

PATERNOY.- ¡Qué cosas tienes! (Risas.)

FELICIANA.- ¿Y yo?...

SANTAMONA.- Para ti... torongil y ruda mezclados. Cosa buena contra la presunción.

FELICIANA.- (Riendo con todos, y poniéndose el ramo en el seno.) ¡Qué graciosa! ¡Si yo no presumo! (Rumor lejano de bandurrias.)

GASTÓN.- ¡Ea, a la plaza!

FELICIANA.- Animada está la gente.

SANTAMONA.- Corred a la fiesta, bailad, divertíos sin ofender a Dios.

GASTÓN.- -Vamos. (A VICENTA que ha salido por la derecha.) ¿Y Salomé? ¿Todavía componiéndose?

VICENTA.- Sí, señor.

GASTÓN.- Tú, Mónica, dale prisa, y échala para allá.

SANTAMONA.- Sí, sí. (Se sienta fatigada. Salen primero FELICIANA y GASTÓN, PATERNOY y BARBUÉS les siguen.)

PATERNOY.- (Con tristeza.) Urge informar a Jerónimo...

BARBUÉS.- (Vivamente, queriendo adelantarse.) Ahora mismo.

PATERNOY.- (Deteniéndole.) No... al regreso del baile.

SANTAMONA.- (Después de aguardar a que se alejen.) ¿Pero qué hace?

VICENTA.- Ya está vestida. Pero dice que no va a la plaza, como no la lleven muerta. ¡Pobrecilla! Tan pronto llora, como se pone de rodillas, con las manos así, rezando... Da pena verla y oírla.

SANTAMONA.- Dile que estoy aquí. Puede bajar sin miedo.

VICENTA.- (Mirando por la puerta de la derecha.) Ya viene.

SANTAMONA.- Vete tú a tus quehaceres. (Vase VICENTA por la derecha.)