Los condenados: 07


Escena V

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Dichos; GASTÓN y PATERNOY, por el fondo; poco después VICENTA y PRISCA.


FELICIANA.- ¡Gracias a Dios!

GASTÓN.- (Riendo.) ¡Oh, aquí está la viuda correntona, (Saludándola.) mi señora...!

PATERNOY.- (Saludándola.) ¡Está aquí mi señora doña Feliciana!

BARBUÉS.- (Incomodado.) ¡Y aquí está mi señor don yo, esperándoos hace un siglo!

GASTÓN.- (Rechazándole y volviéndole la espalda.) ¡Déjame en paz! (A VICENTA y PRISCA, que entran, la primera por la izquierda; la segunda por el fondo, con la herrada a la cabeza.) Oye tú... y tú... Ordeno y mando... (Deteniéndose para consultar con PATERNOY.) ¿Te parece que vistamos de gala a Salomé?

PATERNOY.- Me parece muy bien.

FELICIANA.- (Riendo.) Vamos, ni en cosas tan pequeñas se decide aquí nada sin consultar... (Por PATERNOY.) al Concilio de Trento.

PATERNOY.- Se empeñan en que he de tener aquí poder absoluto, así en lo espiritual como en lo temporal, y... ya ve usted... no me gusta mandar, pero me resigno... y mando... y me obedecen... y soy el tirano por fuerza...

GASTÓN.- (A sus sobrinas.) Ya lo habéis oído... La basquiña nueva y los manguitos bordados; las alhajas de su tía... Encargaos las dos de vestirla, y de ponérmela como un sol de guapa.

VICENTA.- Bien, señor. (Se retiran, y GASTÓN las detiene.)

GASTÓN.- ¡Ah!... y luego irá con nosotros a la plaza. (Consultando a PATERNOY.) ¿No es eso?

PATERNOY.- Sí, sí... a bailar un poquito. (Vanse VICENTA y PRISCA por la derecha.)

GASTÓN.- ¿Y usted, Feliciana?

FELICIANA.- (A PATERNOY, festivamente.) Dígame, señor Pontífice Máximo, ¿puede una viuda honesta dar un par de vueltas por el corro del baile?

PATERNOY.- En usted no mando yo.

GASTÓN.- Dile que sí. En honor al santo patrono, San Pedro, bailará conmigo.

PATERNOY.- En todo caso, cenará usted con nosotros.

FELICIANA.- ¡Oh, no, gracias! Al obscurecer me voy a mi granja del Temple, donde pasará la noche y el día de mañana.

GASTÓN.- ¿Tan lejos?

PATERNOY.- ¿Teniendo casa en el pueblo?

FELICIANA.- Voy para que mis niños corran y brinquen en la huerta, que es hermosísima.

BARBUÉS.- Mala vecindad tiene usted en las ruinas del castillo.

FELICIANA.- ¡Las ruinas! ¿Pues qué hay allí?

BARBUÉS.- Por temporadas se dan bandidos.

FELICIANA.- ¡Jesús!

GASTÓN.- ¡Cómo desbarras, Primitivo! (A PATERNOY.) Tú, mándale a este bruto que cierre la boca.

BARBUÉS.- Lo que has de mandarle a este tonto es que abra las orejas. ¡Pues no es poco urgente, en gracia de Dios...! (Queriendo llevarle aparte.) Con permiso...

GASTÓN.- (Resistiéndose.) ¡Al demonio con tus urgencias! La señora viudita me aguarda para firmarme las cuentas de administración.

FELICIANA.- Verdad. Ya no me acordaba. Entremos un momentito.

GASTÓN.- Por aquí. (Entran en la casa de la derecha.)