Los celos de un hombre pacífico
Amaba uno estraordinariamente á su mujer y no cesaba de ponderar el esceso de su dolor si llegaba á hacerlo desgraciado.
— Me volverla loco, decia, y la mataría á ella y me mntaria yo, y mataría á todo el mundo si á tal estremo llegase mi desventura.
En tal situacion ocurrió que aquel buen hombre necesitó viajar con su mujer, y al pasar por un bosque un caballero sobradamente atrevido se apoderó de la mujer, mandó al marido que le cuidase el caballo y la capa, y delante de sus barbas se entretuvo con ella endulces coloquios.
Cuando los dos esposos quedaron solos, le dijo la mujer:
— Pero hombre, ¿cómo es posible que hayas podido consentir lo que acaba de suceder? ¿En dónde están aquellas bravatas tan estemporáneas con que me aturdías los oidos?
— Calla mujer, y no seas tonta: tú no sabes que mientras vosotros hablabais, yo le he llenado la capa de cuchilladas.