Los capitalistas de Navarra (1915)
Parece que al encabezar un artículo con el título del actual, tiene necesariamente que ser un bombo para los expléndidos capitalistas navarros, siguiendo la costumbre de la prensa pamplonesa; pero como todas las reglas tienen sus excepciones, una de ellas es Akelarre, que solamente trata las cuestiones con arreglo a la más extricta justicia, basándose siempre en la realidad de los hechos.
Estos nos lo dicen bien a las claras, que los capitalistas navarros (salvo raras excepciones), solo viven para aumentar más y más sus capitales, zafándose bonitamente de las cargas provinciales y municipales, y explotando al obrero y al pequeño propietario.
Estos señorones que todos los días les veréis envueltos en sus gabanes de pieles camino de la Iglesia, que no dejan de oír la Santa Misa ni un solo día, ni de asistir a las procesiones y demás actos religiosos, piensan que con ello está su conciencia libre para hacer cuanto les viene en gana con relación a sus negocios, sin preocuparse para nada de la vida del obrero, y del pequeño contribuyente.
Los veréis en todas las sociedades industriales y en la redacción del Diario, pasando y repasando los libros de contabilidad, mirando hasta el último detalle para que aumente el tanto por ciento de sus capitales; pero nunca les veréis estudiar el problema obrero, y el modo de mejorar la situación del mismo y su porvenir en la vejez.
No les habléis de ese problema; y si alguien osare sacarlo a la luz poniendo el dedo en la llaga, ya tenéis al Diario, órgano de la burguesía, trinando contra los inductores y hasta pidiendo la cabeza de cualquier religioso.
¡¡FARISEOS!! Merecíais que como Cristo sacó del Templo a los mercaderes, os sacasen a vosotros todos los días, porque con seguridad, tenéis más motivos que aquellos para ese castigo.
Unos, se hallan en todas las sociedades industriales, pagando al obrero un mezquino jornal, con arreglo a las necesidades de la vida; y eso, a cambio de ser siempre sus esclavos, sin disponer ni de sus conciencias; porque al arrojarles los ochavos con la mano izquierda, levantan el látigo con la mano derecha, diciendo: Tú no tienes más voluntad que la mía; y si alguna vez te atreves a cumplir la tuya soberana, dejarás de llevar el pedazo de pan a tus hijos.
Eso lo vemos siempre que llegan las elecciones, en las que jamás pueden los obreros que piensan contrario a sus amos emitir su voto con libertad.
Y aquí debemos haber ver también el ridículo del socialismo, que con tanto desgañitarse por el bien del obrero, solo se preocupa de llenar la barriga y los bolsillos de los mangoneadores, dejando a un lado aquel asunto y convirtiéndose en los más activos agentes electorales de los odiosos burgueses.
Los capitalistas que lo son gracias a los bienes desamortizados, queriendo gozar tranquilamente de la vida, abandonan las poblaciones rurales, y se trasladan a las capitales, para desde allí censurar y poner el veto a todas las gestiones de los Municipios, si estos se atreven a imponerles un céntimo de contribución para los gastos de sus pueblos.
Quieren estos señores, que ya que ellos se apartan de sus vecinos sin preocuparse de sus necesidades, les dejen tranquilos, cobrando sus rentas cada vez más altas, pero nada de contribuir a las cargas; pues éstas deben sobrellevarlas los jornaleros, y los que por amor a sus pueblos hacen la vida en ellos, estableciendo impuestos y contribuciones indirectas, que a ellos no llegan.
Por eso se reúnen y protestan contra los reparos contributivos, trabajando lo indecible para que sus planes tengan efecto.
Y los que solamente viven del cupón, esos se frotan las manos al ver que el desgraciado que posee para su subsistencia un pedazo de tierra, paga las contribuciones de todo género, quitándose para ello parte del producto que obtuvo a fuerza de trabajo.
Esas tres clases de capitalistas, son las que padecemos en Navarra; y como hasta ahora el pueblo les conocía, los tenía abandonados y recluidos en sus sociedades, sin disponer de un puesto en las Corporaciones.
Pero desgraciadamente, no contentos con manejar las industrias se unen y luchan por apoderarse de las Corporaciones; y a fuerza de promesas, amenazas y borreguismo de los de abajo, logran algunos puestos, y querrán ocuparlos todos.
¡Pobre clase obrera y media si tal sucede! Todo sería poco para su ambición desmedida, y no se moverían sino para sus fines financieros, sin importarles un pito la miseria de los jornaleros, ni los trabajos que el pequeño propietario rural pasa, para sostener lo poco que con su sudor ha alcanzado.
V.