Los Césares de la Patagonia (Leyenda áurea del Nuevo Mundo) (1913)
de Ciro Bayo
Capítulo VIII


CAPITULO VIII
La Región de Nahuelhuapí.


La región de Nahuelhuapí que tanto suena en la historia de los Césares chilenos, forma parte de la altiplanicie patagónica: es el cordón central ó eje de rotación del vasto territorio que se extiende del Pacífico al Atlántico, hacia el Estrecho. Al Este un inmenso praderío de pendiente suave, regado por caudalosas corrientes; al Oeste la costa de Chiloé, con un portentoso archipiélago de "fjords', ventisqueres, lagos y volcanes encumbrados, y en medio, la cordillera nevada, con bosques de hayas y lagos alpinos.

Por su lago y por su isla es famoso Nahuelhuapí, cuyo nombre indio significa tigre blanco, aunque éste no sea el jaguar, que no le hay en la Patagonia, sino la nutría ó tigre de agua. La laguna tiene en el centro una graciosa isla con picos, aislados de forma cónica que, vistos de lejos, dan á ésta el aspecto de un gigantesco tigre de agua á flote. De ahí su nombre indígena.

Dos caminos había antiguamente para Nahuelhuapí: uno por las lagunas y otro por Buriloche, y por ellos salían indistintamente al otro lado de la cordillera los colonos de las ciudades australes de Chile. A orillas de la laguna, los franciscanos de Villarrica habían fundado una misión; pero con la ruina de las ciudades de Chiloé, esta misión quedó abandonada y olvidados los caminos. El boquete de Buriloche, por donde se podía salir á caballo á Nahuelhuapí, quedó convertido en guarida de antropófagos serranos, los buriloches: que montando ó desmontando sus canoas de tres tablas, según hubieran de pasar por las lagunas ó andar por la sierra, caían en el gran lago Llanquihue y sorprendían á los pacíficos chilotes y chonos, comiéndose á los cautivos.

La aspereza y fragosidad de la serranía donde los buriloches tenían su guarida, dejaban impunes sus "malosas" ó correrías; más cuando la dominación española se consolidó en Chiloé, se ocurrió á combatirlas. A este fin, el capitán Diego Flores de León, natural de Madrid y maestre de campo de la frontera, organizó una expedición en 1621, Detalle notable es que entre los 46 soldados que formaban la columna expedicionaria iba disfrazada de hombre, Catalina Erauso, conocida en la historia con el nombre de "La monja alférez"

Flores de León llegó, efectivamente, á Nahuelhuapí, surcó el lago por más de ocho leguas, y como no encontrara por ninguna parte la encantada ciudad que allí ubicaba la leyenda, dió media vuelta.

El resultado práctico de este paseo militar fué que los españoles del Sur de Chile (Chiloé) tomaron desde entonces la ofensiva contra los maloqueros de la sierra. Los pasos ó boquetes andinos de esta parte los forman unos desfiladeros estrechos entre altos murallones ó tajos de roca. Los loros bullangueros anidan en bandadas en los agujeros de estas paredes, y por esto los naturales llaman á estos sitios rucachoroi, casa de loros. En estos rucachoroi se encastillaban los indios; pero aunque ellos fueran tigres, los españoles eran leones, y dábanles terribles asaltos. Si por acaso los indios se escondían en cuevas, entonces se les cazaba más fácilmente, encendiendo hogueras á la entrada y obligándoles á salir con el humo. Con tan dura persecución, los indómitos buriloches fueron exterminados ú repartidos en encomiendas, quedando libres los pasos de ultracordillera, y como una real cédula de Felipe III expedida en 1608, mandaba que los indios de Chile cogidos en guerra fuesen esclavos, en castigo de su tenaz rebeldía, aprovechábanse de ella algunos cabos de frontera para extender sus correrías hasta Nahuelhuapí y aun más allá, á fin de cautivar indios puelches y pehuenches.

Una de las veces, los indios de Nahuelhuapí, capitaneados por un negro y dos holandeses desertores de un buque pirata que había estado en Valdivia, presentaron combate naval en una laguna á los españoles, quienes con su natural arrojo improvisaron balsas y embarcándose en ellas atacaron resueltamente al enemigo, venciéndole y cautivando como 300 piezas ó esclavos de guerra que luego fueron vendidos á alto precio en las ciudades. Empero los holandeses y el negro lograron escaparse, y al través de las pampas salieron á Buenos Aires.

Consecuencia de estas cacerías de indios fué que la región de Nahuelhuapí quedase despoblada y cesando las comunicaciones se olvidaran las rutas que desde Chiloé conducían al lago y al interior de la Patagonia. El velo del misterio volvió á ocultar las soledades de esta región y la imaginación popular á poblarlas con el fantasma errante de los Cesares.

Por esta época los misioneros empezaron á interesarse también por la leyenda, eligiendo como centro de sus operaciones el lago Nahuelhuapí. Los jesuitas, fieles á su tradición, se apresuraron á incluir este lugar en el círculo de sus grandes empresas. Dos varones insignes, el P. Luis Valdivia y el P. Diego Rosales, famoso el uno por su defensa de los indios ante la Corte de Madrid, y el otro por su Historia general del Reino de Chile, dieron los primeros pasos para la ejecución de aquella idea; Valdivia fundando la "misión andante" de Chiloé; Rosales enviando al P. Mascardi, en 1670, á que estableciera la misión de Nahuelhuapí, sufragánea del colegio de Castro (Chiloé).

Lo que este P. Mascardi hizo, va á verlo el lector á continuación

La figura de este personaje es tan grande, que ella de por sí llena toda la Patagonia. Su plan grandioso de extender los dominios de la cristiandad y del Rey de España desde su misión hasta el Atlántico y el Estrecho, por toda la península austral, coloca su nombre en primera línea, no ya en la historia particular de una orden religiosa, si que también en la general de los viajes y las misiones.