LO QUE ME AGRADA

M

E agrada, oyendo música,

estar callada y sola
para que el pensamiento,
a impulso de las notas,
vagando libremente
todo lo azul recorra.
Hallarme entre las plantas
cuando una que otra gota
me advierte que la lluvia
esté cercana, y pronta

a saciar de las flores
la sed que las agosta,
y a dar verdor al campo,
y a refrescar la atmósfera.
Y luego, cuando cesa
la lluvia, me alboroza
oir a los horneros
que ríen más que entonan
su canto, porque hay barro
para su nido en obra.
Y cuando ni sonido
ni ruido alguno roza
mi oído, me embelesa
percibir el aroma
de alguna flor que a mi alma
le dice: no estás sola...
Y por fin, en los días
que me traen congojas,
los versos ¡oh! los versos
me alientan y confortan,
más si dicen de un alma
las virtudes heroicas

o si pintan bellezas
que mis ojos ignoran.
Pero, más que la música
del piano y aves todas,
y más que los mensajes
de nubes y corolas,
más aun que todo eso
y —poeta: perdona—
más aun que los versos
que mi espíritu arroban,
deléitame una lengua
pueril cuando destroza
las fáciles palabras
de nuestro rico idioma,
porque esa lengua dice
con voz que suena a gloria,
que no es como mi senda
seca la tierra toda,
y que hay luz y rocío,
y que el rosal... da rosas.