Libertad perdida
de Leopoldo Alas


 Una sultana del remoto Oriente
 vio en los bosques, un día que cazaba,
 una llama que rápida esquivaba
 de jauría fiera el aguzado diente.
 

 Rendida, al fin, la reina no consiente
 que la muerte le den, que ya esperaba,
 y a su palacio la conduce esclava
 donde la cuida tierna y diligente.
 

 Si antes huraña, al cabo agradecida,
 fue olvidando la llama la honda pena
 con que lloró su libertad perdida.
 

 Amor, que la existencia me envenena,
 quiero que pase mi doliente vida,
 besando el hierro de fatal cadena.