Leyenda (Güiraldes)
El río dijo al sauce: «Yo soy la vida y, en mi incesante correr, renuevo emociones».
El sauce dijo al río: «Yo soy el poeta, ¿no ves como te embellezco, rezando sobre ti las estrofas de mis ramas?»
Dijo el río: «Pues ven conmigo, tú me darás la belleza de tu canto, yo el encanto de nuevas bellezas».
Y aceptó el sauce; pero en la primer caída, la frágil armazón de verdura se desgarró sobre las toscas.
Y dijo el sauce: «Déjame, que si bien soy un momento de alegría en tu carrera, no puedo, sin romperme, seguirte todo el tiempo».
Y el río, para quien el sauce empezaba a ser carga, le depositó en un rincón sereno.
El sauce ha reverdecido y sus hojas besan el agua.
El río sigue su brutal correr, mas al pasar frente al poeta, amansa su delirio, y las aguas, acariciando las raíces, han labrado el remanso.
Un encanto fatal, envuelve aquel sitio dormido. La doncella que pasa, no debe ceder al llamado tranquilo.
«La Porteña», 1913.