Las vidas paralelas de Plutarco/Demetrio
DEMETRIO.
Los primeros á quienes ocurrió la idea de comparar las artes á los sentidos, me parece que á lo que principalmente atendieron fué á la facultad de formar juicio; con la que nos es dado disceroir igualmente los contrarios en uno y otro gênero: porque en esto es en lo que convienen; mas diferéncianse en el referir á un fin lo juzgado y discernido.
Porque el sentido no es más bien facultad de percibir lo blanco que lo negro, lo dulce que lo amargo, lo blando y que cede, que lo duro y que resiste; sino que su ministerio es, tropezando con cada cosa, ser de todas movido y moverlas á todas, para trasladarlas á la inteligencia segun la impresion que le han hecho; pero las artes, dirigidas por la razon á la eleccion y consecucion de su objeto propio, y á la repulsion y fuga de su contrario, lo primero lo examinan por su misma institucion y de propósito, y lo segundo por accidente; porque si la medicina atiende á la enfermedad y la música á la disonancia, es para conseguir mejor la ejecucion de los contrarios. Las más perfectas de todas las artes, á saber, la templanza, la justicia y la prudencia, no solamente juzgan de lo honesto, de lo justo y de lo útil, sino tambien de lo perjudicial, de lo torpe y de lo injusto; ó y no celebran la simplicidad que se complace en no tener experiencia de los vicios, sino que la tienen por necedad y por ignorancia de aquellas cosas que importa sobre todo sean conocidas de los que se proponen vivir bien. Los antiguos Esparciatas hacian á los ilotas en sus festividades beber vino destempladamente, y despues los introducian en sus banquetes, para que los jóvenes vieran por sus ojos la deformidad de la embriaguez; mas nosotros no tenemos por muy bumano ni por muy político el procurar la correccion de unos por medio del desórden y la destemplanza de otros. Creemos, sí, que de los que más se abandonaron, y en un gran poder y grandes negocios manifestaron una insigue maldad, puede quizá convenir que introduzcamos una ó dos parejas para que tambien sus vidas sirvan de ejemplo; no á fe por el placer y diversion de variar nuestro cuadro, sino á la manera de lo que ejecutaba Ismenias de Tebas, que haciéndoles á sus discípulos oir á los que taflian bien la flauta y á los que la tañian mal, les decia despues: «así se ha de tocar;» y á la inversa, así no se ha de tocar.»» Antigenidas creia que los jóvenes oirian con más gusto á los buenos flautistas despues de haber oido á alguno malo; pues del mismo modo me parece á mí que nos dedicaremos con más ardor á observar é imitar las vidas ordenadas y buenas, si no carecemos del conocimiento de las viciosas y vituperadas. Contendrá, pues, este libro tas vidas de Demetrio Poliorcetes y de Antonio el Triunviro, muy propios ambos para confirmar la máxima de Platon, de que los caracteres extraordinarios así llevan los grandes vicios como las grandes virtudes. Siendo ambos igualmente dados al amor, bebedores, belioosos, dadivoBos, magaifleos é insolentes, fueron tambien semejantes en los sucesos de fortuna: pues no sólo en vida consiguieron grandes victorias y tuvieron grandes descalabros, hicieron dilatadas conquistas, y las perdieron, y habiendo enido de un modo inesperado, por otro inesperado se leHallo—abgegebe vantaron; sino que perecieron tambien, el uno hecho cautivo por sus enemigos, y el otro, estando muy próximo á que le sucediera lo mismo.
DEMETRIO.
Habiendo tenido Antigono dos hijos de Estratonice, hija de Correo, al uno por el hermano le puso el nombre de Demetrio, y al otro por el padre el de Filipo. Esta es la opinion más comun; pero otros dicen que Demetrio no era hijo, sino sobrino de Antigono; porque habiendo muerto su padre siendo todavía muy niño, y casádose inmediatamente con Antígono su madre, fué tenido por hijo de éste; y que Filipo, que era más jóven que Demetrio, murió de alli á pocos años. Era Demetrio en estatura más bajo que su padre, sin embargo de ser alto; pero de una figura y belleza extraordinaria y admirable: tanto, que ni escultor ni pintor alguno pudo sacarle semejante; porque reunia á un tiempo lo festivo y lo grave, lo fiero y lo bello, y con lo juvenil y osado se veia mezclada una inimitable apacibilidad y majestad heroica y régia. Pues por el mismo término Bus costumbres reunian tambien lo terrible y lo gracioso; porque siendo muy amable y el más jovial y voluptuoso de los reyes mientras estaba dado al regalo, á la bebida y á las francachelas, tenía por el contrario, cuando los negocios lo requerian, la mayor actividad, suma vehemencia infatigable constancia. Así, entre los Dioses, al que más se apreciaba de imitar era á Baco, diestro en la guerra y en alimentar con ella la paz, y al mismo tiempo dispuesto para la alegria y el regocijo.
Era sumamente amante de su padre, y con la atencion y euidado que prestaba á la madre daba seguras pruebas de que honraba al padre más bien por verdadero amor que por lisonjear á su poder. Estaba un dia Antígono ocupado en dar audiencia á unos embajadores, y llegando á este tiempo Demetrio de la caza, se acercó al padre y le beso armado como estaba, sentándose á su lado. Antigono entonces, saludando en voz alta á los embajadores, á quienes ya habia respondido: «Tambien podreis, les dijo, anunciar lo que en nosotros habeis visto en órden á la union en que vivimos:» queriendo significar que la concordia y confianza entre él y el hijo daba gran fuerza á su reinado y era una demostracion de su poder. Porque estando generalmente el imperio reñido con la comunicacion, y lleno de desconfianza y discordia, tenía á gran dicha el mayor y más anciano de los sucesores de Alejandro estar tan distante de temer á su bijo, que éste armado de lanza se llegaba muy cerca de su persona. Mas tambien puede asegurarse que sola esta casa se conservó por muchas generaciones exenta de estos males; ó por mejor decir, que solo uno de los descendientes de Antigono, que fué Filipo, dió muerte á su bjo; pero casi todas las demas familias cuentan muchas muertes de hijos, de madres y de niujeres; porque lo que es matar á los hermanos, á la manera de los axiomas de geometría, pasaba tambien por axioma recibido en las familias reales para la seguridad.
De que Demetrio era tambien al principio por carácter humano, y nacido para la amistad, se puede dar esta prueba. Mitridates, el hijo de Ariobarzanes, era por la edad su amigo y compañero, y prestaba á Antígono los respetos debidos, porque ni era malo ni lo parecia; mas por un ensueño se le hizo á Antígono sospechoso. Parecióle á éste que recorriendo un grande y hermoso campo, lo sembraba de poivos de oro; que al principio habia nacido uns miés de oro, y que volviendo de allí á poco ya no vió más que la caña cortada. Afligido y apesadumbrado con el suceso, pareciéle asimismo oir una voz que le decia que Mitridates marchaba al Ponto Euxino, despues de haber segado la miés de oro. Dióle mucho en qué pensar esta vision, y recibiendo juramento al hijo de que callaria, se la manifestó, y tambien la decidida resolucion en que estaba de deshacerse de Mitridates, dándole muerte. Al oirlo recibió gran pesar Demetrio, y yéndo'e á buscar aquel över para usar de recreacion, como lo tenía de costumbre, no se atrevió á hablarle palabra, ni dar indicio ninguno con la voz á causa del juramento; pero apartándole un poco de los otros amigos, leégo que estuvieron solos, escribió en la tierra, viéndolo él, con la punta de la lanza: «Huye, Mitridates..
Entendiólo éste, y habiendo partido en aquella misma noche para la Capadocia, el hado dió en breve cumplida á Antigono la vision que habia tenido acerca de él, porque se apoderó de una hermosa y dilatada region, y dió orígen á una nueva línea de reyes del Ponto, extinguida á la octava generacion por los Romanos. Estas son las pruebas que hay de la excelente disposicion de Demetrio á la humanidad y á la justicia.
Como en los elementos de Empedocles por la pugna y amistad hay contienda y guerra de unos con otros, y más entre los que están más cerca y que más se locan; de la misma manera la continua guerra que había entre los sucesores de Alejandro, la proximidad de intereses y ia vecindad de los lugares la hacia más manifiesta, y la acalo raba más en cuanto á algunos de ellos, como le sucedió en esta ocasion á Antigono con Tolomeo. Hallábase Antigono en la Frigia, y habiendo oido que Tolomeo, pasando desde Chipre talaba la Siria é iba atrayendo ó sujetando las ciudades, envió contra él á su hijo Demetrio, de edad de veinlidos años, que entonces por la primera vez se puso á mandar un ejército para una grande y peligrosa empresa. Sucedió lo que era natural, habiéndolas un joven inexperlo con un atleta de los ejercitados en la palestra de Alejandro, vencedor en muchos y muy grandes combates:
porque fué vencido junto á la ciudad de Gaza, leniendo ocho mil cautivos y cinco mil muertos. Perdió además la tienda, los caudales, y, en fin, hasta la servidumbre toda que cuidaba de su persona. Mas esto se lo devolvió Tolomeo juntamente con sus amigos, enviándole esle humano mensaje: que la guerra entre ellos no habia de ser po.
cuanto tenian, sino por la gloria y el mando. Recibiólo Demetrio; mas pidió á los Dioses no permitieran que fuese por largo tiempo deudor á Tolomeo de este beneficio, sino que le dieran poderio pagar cuanto antes; y conduciéndose más bien como un general firme y constante, acostumbrado á esperar la mudanza de la suerte, que como un jóven humillado al primer encuentro, se dedicó á reclular gente y prevenir armas, manteniendo en la fe a las ciudades y ejercitando las tropas.
Antigono, cuando tuvo noticia de esta batalla, dijo que Tolomeo habia vencido á unos mozos imberbes, pero que pronto combatiria con hombres; y no queriendo contener, ó quizá extinguir el ardor del bijo, no se le opuso cuando le pidió permiso para continuar la guerra solo, sino que se le concedió. Al cabo de poco tiempo se presentó con un grande ejército Quiles, general de Tolomeo, con ánimo de arrojar de toda la Síria á Demetrio, á quien por la anterior derrota miraba con desden; pero éste, cayendo de repente sobre él cuando menos lo esperaba, y llenándolo de pavor, le tomó el campamento con el general, le hizo siete mil cautivos, y se apoderó de inmenso hotin. Alegróse con la victoria; no por lo que iba á adquirir, sino por lo que iba á retornar; y no se complació tanto en la riqueza y gloria que de ser vencedor le resultaba, como con ver que iba á pagar el beneficio recibido, y á corresponder á la humanidad con que habia sido tratado. Sin embargo, no lo ejeculó por si, sino que escribió al padre; y permitiéndoselo éste, y áun exhortándole á que dispusiera de lodo como le pareciese, haciendo grandes presentes á Quiles, y entregándole sus amigos, los remitió á todos colmados do ríquezas. Este descalabro arrojó á Tolomeo de la Siria, é hizo venir á Antigono de Celainas, alegre con la victoria y deseoso de ver al hijo.
Enviado despues de esto Demetrio á sujetar los Arabes llamados Nabateos, estuvo en peligro, por haber ido á parar á terrenos faltos de agua; pero habiendo asombrado á los bárbaros con no baberse turbado ni asustado él mismo, recogiendo de ellos gran botin y setecientos camellos, dió término á aquella expedicion. Habia sido Seleuco arrojado primero de Babilonia por Antigono; pero despues la habia recobrado; y posesionado de ella, subia con un ejército á conquistar los pueblos confinantes con la India y las provincias del Caucaso; por lo que, esperando Demetrio encontrar desierta la Mesopotamia, y pasando súbitamente el Eufrates, se apresuró á caer sobre Babilonia; y lanzó de una de las ciudades, porque eran dos, la guarnicion de Seleuco, y apoderado de ella, puso alli siete mil hombres de los suyos; y mandando a los demas soldados que tomaran del país y recogieran lodo cuanto pudiesen traer consigo, regresó al mar: dejándole á Seleuco más afianzado su poder; porque con tratar tan mal la tierra daba á entender que se desistia de ella por no pertenecerle, Sitiaba Tolomeo á Halicarnaso, y yendo en auxilio de esta ciudad, se Ja quitó de entre las manos.
Habiendo adquirido fama con estos hechos, concibieron el maravilloso proyecto de libertar la Grecia toda, esclavizada por Casandro y Tolomeo, haciendo una guerra la más honesta y justa que jamás hiciera rey alguno: porque cuantas riquezas habian recogido quebrantando á los bárbaros, venian á consumirlas en bien de los Griegos, por sólo el deseo de gloria. Resolvieron dar principio por dirigirse con su armada á Alenas; y diciendo uno de sus amigos & Antigono que si tomaban esta ciudad debian guardarla, porque era la escala de la Grecia, desechó Antígono la proposicion, respondiéndole que la mejor escala y más segura era el amor de los pueblos, y que siendo Alenas la atalaya de toda la tierra, al punto haria ilustres sus hechos ante todos los hombres. Movió, pues, Demetrio para Alenas llevando en dinero cinco mil talentos y una armada de doscientas cincuenta naves, á tiempo que por Casandro ocuá paba el cuerpo de la ciudad Demetrio Falereo, teniendo guarnicion en Muniquia; y valiéndole á un tiempo su dicha y su prevision, se apareció en el Pireo el dia 25 del mes Targelion, sin haber sido sentido de nadie. Cuando se vió cerca la escuadra, entendieron todos que eran naves de Tolomeo, y se disponian á recibirlas; pero volviendo tarde de su engaño, aunque acudieron los generales, fué grande el desórden en que todo se puso, como era preciso, cuando habia que rechazar á los enemigos que ya saltaban en tierra. Porque hallando Demetrio abierta la boca del puerto, se introdujo en él: así, dándose ya á conocer a todos, pidió por señas tranquilidad y silencio. Hecho esto, mandó á un heraldo les significase que el padre le habia enviado (en buena hora fuese dicho) á libertar á los Atenienses, á echar fuera la guarnicion, y á restituirles sus leyes y su gobierno patrio.
Hecho este anuncio, los más arrojaron á los piés los escudos, y empezando á aplaudir y clamar, decian que Demetrio bajase á tierra, apellidándole su salvador y bienhechor. Falereo y los suyos eran todos de sentir que debía recibirse al vencedor, áun cuando nada cumpliera de lo que prometia; y al punto le enviaron mensajeros que intercediesen por su suerte. Recibiólos Demetrio con la mayor humanidad, y envió con ellos de su parte á Aristodemo de Mileto, uno de los amigos de su padre. El temor de Falereo más era de los Atenienses por la mudanza de gobierno que de los enemigos, y á esto ocurrió tambien Demetrio por consideracion á la gloria y á la virtud de Falereo, haciéndole acompañar con seguridad hasta Tebas, como lo deseaba; y por lo que hace á él mismo, dijo que no veria la ciudad á pesar del ánsia que por ello tenía hasta que del todo quedara libre, despedida la guarnicion.
Corrió, pues, por entonces un muro y un foso por delante de Muniquia, é hizo vela para Megara, guarnecida por Casandro. T. vo allí notícia de que Cratesipolis, mujer de Alejandro el bijo de Poliperconte, que residia en Patras, mujer celebrada por su belleza, tendria placer en verse en ´sus brazos, y dejando el ejército en las tierras de Megara, marchó allá, llevando consigo unos cuantos de los más esforzados; de los cuales áun se apartó despues, poniendo separado su pabellon para que no notaran que aquella mujer iba en su busca. Llegáronlo á entender algunos de los enemigos, que sin delenerse corrieron adonde estaba; y Leniéndoles miedo, disfrazado con una ropa vil pudo escaparse á carrera, habiendo estado en muy poco el que no cayese en una vergonzosa cautividad. Los enemigos fun cogieron la tienda y cuanto en ella habia, y se retiraron.
Tomó á Megara; y como los soldados se inclinasen al saqueo, intercedieron los Atenienses por aquellos ciudadanos; con lo que Demetrio, expeliendo la guarnicion, dió tambien á aquel pueblo la libertad. Cuando en esto estaba entendiendo, se acordó del filósofo Estilpon, de quien se decía haber preferido á la accion una vida sosegada y tranquila. Enviándole, pues, á llamar, le preguntó si alguno le había quitado algo, á lo que Estilpon respondió:
«Ninguno, porque no he visto á ninguno que se llevara la ciencia. Habian robado á los Megarenses puede decirse que todos los esclavos; y haciéndole en otra ocasion caricias Demetrio, le dijo al despedirse: «Os dejo, oh Estilpon, libre la ciudad;» á lo que él contestó: «Dices muy bien, porque no nos has dejado ningun esclavo.» Habiendo vuelto contra Muniquia, puso ante ella su campamento, destrozó la guarnicion, y demolió el fuerte; y con esto, llamándole y haciéndole un gran recibimiento los Atenienses, entró ya en la ciudad, y congregando el pueblo, dijo que les restituia su antiguo gobierno, ofreciéndo les en nombre de su padre que se les enviarian ciento cincuenta mil fanegas de trigo y toda la madera de construccion necesaria para cien galeras. Recobraron los Atenienses la democracia al cabo de quince años; habiendo sido entretanto su gobierno, desde los sucesos de Lamia y la batalla de Cranon (1), oligárquico en el nombre; pero en la realidad monárquico por el poder de Falereo; y habiendo sido Demetrio un bienhechor grande y magnifico, ellos los hicieron molesto y odioso con los desmedidos honores que le decretaron. Porque en primer lugar dieron el nombre de reyes á Demetrio y Antigono, nombre que hasta entonces habían repugnado, siendo de las insignias reales lo único que reservaban para los sucesores de Alejandro y Filipo, sin permitirlo ni comunicarlo á níngun otro. Ellos solos los Hamaron Dioses salvadores; y haciendo que cesara el Arconte patrio, que daba nombre al año, crearon un sacerdote de los salvadores anuo; y el nombre de éste era el que habia de servir para fijar la data de todos los decretos y escrituras. Decretaron que en el gran peplo ó velo se tejieran sus retratos con los de los Dioses; y consagrando el lugar donde primero echó pié á tierra, erigieron un altar que habia de llamarse de Demetrio Catabata (2). Añadieron a las tribus otras dos, la Demetriade y la Antigonide; y el consejo, que antes era de quinientos, lo hicieron de seiscientos, por cuanto cada tribu daba cincuenta.
El que más salió de tino en estas invenciones fué Estratocles: porque á él deben principalmente atribuirse tan exquisitos y excesivos modos de adular. Propuso que los que fuesen enviados por la república en virtud de decreto á Antígono y Demetrio, en lugar de llamarse embajadores, se llamaran Teoros, como los que por las ciudades conducen las víctimas á Delfos y Olimpia en las fiestas de la Grecia. Era en todo insolente este Estratocles; teniendo una vida disipada, é imitando en su desvergüenza é impudencia la falta de respeto al pueblo del antiguo Cleon. Había tomado una amiga llamada Filacio; y habiéndole ésta comprado un (1) De estos sucesos se habla con bastante extension en la Vida de Focion, cerca del fin.
(2) Calabasa es el que baja, el que echa pié á tierra.
día en la plaza sesos y cuellos: Calla, le dijo, me has comprado para comer aquellas cosas con que nosotros los que gobernamos al pueblo jugamos á la pelota! Cuando los Atenienses sufrieron aquella derrota en el combale naval de Amorgo, adelantándose á los que traian la noticia, pasó coronado por el Cerámico, y anunciando que babian vencido, propuso que se hiciera el sacrificio acostumbrado por ta buena nueva, y distribucion de carnes por tribus. A poco llegaron los que volvian con el resto de las naves que quedó de la balatla; é increpándole el pueblo con enfado, ealmó con la mayor insolencia el tumulto, diciendo: «¡Y qué ha habido de malo en que hayais tenido dos dias alegres? ¡Tal era la desvergüenza de Estratocles!
Pues áun hubo otros decretos más calientes que el fuego, para valerme de la expresion de Aristófanes. Porque escribió otro adulador, excediendo en impudencia á Estratocles, que se recibiese á Demetrio cuantas veces fuese á Atenas con las mismas ceremonias que á Céres y Baco; y al que se aventajara en brillantez y esplendor en este recibimiento se le diera dinero del Erario público para una ofrenda. Finalmente, que el mes Muniquion se llamara Demetrion; el último dia del mismo mes Demetridi, y que á las fiestas llamadas Bacanales se les mudara el nombre en el do De metrias. Contra las más de estas cosas hubo portentos de parte de los Dioses; porque el pepto en que, conforme al decreto, con Júpiter y Minerva habian sido tejidos Demetrio y Antígono, siendo llevado en procesion por el Cerámico, se rasgo por medio con una lluvia borrascosa que cayó.
Junto á sus aras nació en derredor mucha cicuta, siendo así que por lo comun no la leva aquel sitio. En el dia en que se celebraban los Bacanales tuvieron que suspender la pompa por haber sobrevenido grandes hielos fuera de tiempo; y habiendo caido una grande escarcha, no sólo quemó el frio todas las vides y las higueras, sino que bizo mucho daño en los trigos, que estaban aún en hierba; con ocasion de lo cual Filípides, que era enemigo de Estratocles, dijo en una comedia que él era Por quien las viñas abrasó la escarcha, Y por cuya impiedad se rasgó el peplo, Dados á hombres los divinos cultos:
Esto y no la comedia arruina al pueblo.
Era Filipides amigo de Lisimaco, y por él recibió el pueblo algunos beneficios de este monarca; para quien parece que era de buen agüero el que se le presentase Filipides, ó él le viese cuando habia de emprender alguna cosa de importancia en paz ó en guerra. Por otra parte, era hombre bien visto, nada entremetido, y que nada tenía de la oficiosidad palaciega. Haciale un dia agasajos 1.isimaco; y preguntándole: «¿Cuál de mis cosas te entregaré, oh Filipo?—Lo que quieras, oh Rey, le respondió, como no sea un secreto.» De intento, pues, hemos contrapuesto éste á aquél; al demagogo, y que lo lucía en la tribuna, este otro cómico y de la escena.
Pues áun se le decretó otro honor más desmedido y disonante, escrito por Dromoclides Esfecio, sobre que para la consagracion de los escudos en Delfos se tomará oráculo de Demetrio; pero será mejor copiar el tenor del decreto, que es como sigue: «A la buena hora: le ha pere»cido al pueblo nombrar un ciudadano de Alenas, que »constituyéndose cerca del Salvador, y haciendo las debidas libaciones, pregunte á Denetrio Salvador, cómo con »más piedad, con más decoro y con mayor prontitud ha de »hacer el pueblo la dedicacion de las ofrendas; y que »lo que respondiere, aquello haga el pueblo.» Con tales desalinos embaucaron á un hombre que ya de suyo no era de los más cuerdos.
Mientras reposaba entonces en Alenas, tomó por mujer á la viuda Euridice, que era descendiente del antiguo Milciades; y habiendo estado casada con Ofeltas, príncipe de Cirene, despues de su muerte se habia restituido á Atenas; y los Atenienses miraron este casamiento como una merced y un honor dispensados á su ciudad. Era naturalmente Demetrio muy fácil en concertar matrimonios, estando enlazado á un tiempo con muchas mujeres; entre las que tenía el primer lugar y dignidad File, ya por su padre Antipatro, y ya tambien por haber estado ánles casada con Cratero, que de los sucesores de Alejandro era el que mayor deseo de sí había dejado á los Macedonios. Parece que siendo todavia Demetrio muy jóven, le persuadió el padre que tomara á esta en matrimonio, aunque le excedia en edad; y como no se mostrase muy dispuesto á ejecutarlo, se dice haberle recitado al oido esta máxima de Eurípides:
Allí do está el provecho es de casarse, Aunque haya de ceder naturaleza.
Sustituyendo de repente una voz de la misma terminacion á aquella con que concluia el verso. A pesar de lo dicho, el honor y estimacion en que Demetrio tenta á File y á sus demas mujeres era de tal calidad, que con el mayor descaro trataba con rameras y con mujeres libres, siendo entre los reyes el que peor opinion tenía en punto á esta clase de placeres.
Llamóle el padre para hacer la guerra á Tolomeo por la isla de Chipre, y era preciso obedecer; pero incomodado de haber de dejar la guerra por la libertad de la Grecia, que era más ilustre y gloriosa, envió ántes mensajeros á Cleonides, general de Tolomeo, que tenía presidio en Sicione y Corinto, ofreciéndole grandes sumas porque dejase libres estas ciudades. No admitió éste la proposicion; por lo que tuvo que darse á la vela sin dilacion, y con su ejército se dirigió á Chipre; donde trabando ba talla con Menelao, hermano de Tolomeo, al punto le venció; pero sobreviniendo el mismo Tolomeo con grandes tuerzas de tierra y de mar, se amenazaron y hablaron muLuamente con arrogancia, intimando Tolumeo á Demetrio que se retirara ántes que reunidas todas sus fuerzas fuera hollado de ellas, y diciendo Demetrio que le dejaria ir en paz si convenia en retirar la guarnicion de Sicione y Corinto. No sólo para ellos era de grande expectacion esta contienda, sino que la duda é incertidumbre tenía pendientes á todos los príncipes; porque la victoria iba á dar al que quedara superior, no Chipre y la Siria, sino el ser inmediatamente el de mayor poder entre todos.
Tolomeo traia consigo ciento cincuenta naves, y habia dado orden á Menelao de que pasando de Salamina con otras sesenta, acometiera en lo más recio del combate para cortar las de Demetrio por la espalda y desordenar su línea. Demetrio á estas sesenta sólo opuso diez, porque eran las que bastaban para impedirles la salida del puerto, siendo la boca muy estrecha; y él, habiendo ordenado el ejército, distribuyéndole por los promontorios que dominaban el mar, movió con ciento ochenta naves. Fué la acometida con tal violencia é impetu, que de poder á poder destrozó á Tolomeo, haciéndole huir con solas ocho naves, que fueron las que de toda la armada se salvaron; pues de las demas, parte perecieron en el combate, y setenta fueron tomadas con sus tripulaciones. De la muchedumbre de esclavos, amigos y mujeres que navegaban en trasportes, y de armas, caudales y máquinas, nada absolutamente dejó de caer en manos de Demetrio, sino que se apodaró de todo y lo condujo al campamento. Era entre las mujeres muy celebrada Lamia, tenida al principio en precio por su arte, pues parece que tañia la flauta con primor, y famosa despues por sus ramerías. Estaba ya entónces en la declinacion de su belleza; y habiendo enredado á Demetrio, mucho más jóven que ella, de tal manera le atrajo y dominó con sus gracias, que de ella sola era amante, de las demas amado. Despues del combate naval ni Menelao hizo resistencia, sino que entregó á Demetrio la isla de Salamina, las naves y el ejército, compuesto de mil doscientos caballos y doce mil infantes.
Habiendo sido tan gloriosa y brillante esta victoria, para darle Demetrio mayor realce con su benignidad y mansedumbre, dió honrosa sepultura á los cadáveres de los enemigos y libertad á los caulivos; y á los Atenienes les hizo el presente de mil doscientas armaduras de las tomadas en el botin. Envió al padre de mensajeros de esta victoría á Aristodemo de Mileto, adulador el más consumado de todos los cortesanos, y que entonces se propuso llevar la adulacion hasta el último punto. Porque llegado al término de la navegacion desde Chipre, no dejó que el barco se aproximara á tierra, sino que mandó echar áncoras y que toda la gente permaneciera embarcada. El solo saltó en la lancha y se encaminó al palacio de Antigono, que con la expectacion de la batalla tenia el alma pendiente de un hilo, y estaba en la agitacion en que no pueden menos de estar los que tan grandes intereses aventuran. Entonces, oyendo que él llegaba, todavía se turbó más que ántes, y haciéndose violencia para no salir de palacio, envió á encontrarle algunos de sus ministros y amigos, que tomaran de Aristodemo noticia de lo sucedido. Mas él, sin responder nada á nadie, con pasos muy mesurados y con un semblante muy grave seguia su camino; con lo que asustado enteramente Antigono, y no siendo ya dueño de contenerse, se encaminó á las puertas á liempo que Aristodemo llegaba ya acompañado de gran tropel de gentes, hallándose no léjos del palacio. Cuando estuvo á conveniente distancia alargando la diestra, clamó en voz alta: «Salve, rey Antigono: hemos vencido en combate naval al rey Tolomeo: Chipre está en nuestro poder, con diez y seis mil ochocientos suldados que hemos hecho cautivos;» á lo que respondió Antígono: «Salve, tú tambien, que por Dios nos has atormentado cruelmente; mas tú la pagarás, porque has de tardar en recibir las albricias.» En seguida la muchedumbre aclamó por reyes á Antígono y Demetrio; y á Antígono al punto le ciñeron sus amigos la diadema. A Demetrio se la envió el padre con una carta, en que le daba el dictado de rey. Los Egipcios, luego que llegó allá esta voz, proclamaron tambien rey á Tolomeo, porque no pareciese que se tenian en menos á causa de la derrota. Así fué como lo ejecutado con Antigono y Demetrio excitó la emulacion de todos los sucesores de Alejandro; porque Lisimaco empezó asimismo á usar de diadema, y Seleuco áun en sus audiencias á los Griegos; pues ya ántes las habia dado con autoridad de rey á los bárbaros. Casandro, aunque todos de palabra y por escrito le llamaban rey, continuó escribiendo sus cartas como ántes. No se crea que terminó esto en la añadidura de un dictado y la mudanza de traje, sino que influyó en los ánimos, y los llenó de orgullo y altanería para el trato y para toda su conducta; mudando, como los representantes de tragedias, juntamente con las ropas el aire y continente del cuerpo, la voz y el modo de sentarse y saludar. Así es que desde este punto se hicieron más violentos en la administracion de la justicia; dando de mano al disimulo hipócrita que los hacía un poco más benignos y afables para con los súbditos. ¡Tanto pudo una sola palabra de un adulador, y tal mudanza produjo puede decirse que en toda la tierra!
Anlígono, engreido con los sucesos de Demetrio en Chipre, al punto partió contra Tolomeo, conduciendo por sí mismo el ejército de tierra, y haciendo que Demetrio le siguiera con una poderosa armada; pero acerca del modo de terminarse aquella expedicion, tuvo Medio, amigo de Antigono, una vision entre sueños: porque le pareció que el mismo Antígono contendia con su ejército en la carrera de ida y vuelta, llamada Diaulo, excelentemente y con mucha prontitud al principio, pero que despues poco a poco fué cediendo aquella fuerza; y al fin cansado hubo de aflojar, y falto de respiracion con dificultad bizo la vuelta. Fatigado, pues, por tierra con escaseces de toda especie, como Demetrio hubiese corrido una gran borrasca, habiendo estado expuesto á estrellarse en playas abiertas y dificiles y perdido muchas naves, tuvo que volverse sin haber hecho cosa alguna. Hallábase entonces en los ochenta años de edad ó poco ménos, y no estando en disposicion de conducir por sí los ejércitos, más por la gran mole y pesadez de su cuerpo, que por la vejez, se valia del hijo, que por su buena suerte y por su pericia administraba perfectamente los mayores negocios; no incomodándole su lujo, su profusion y sus festines: porque si bien en tiempo de paz se excedia en estos desahogos, entregándose en el ocio á los placeres sin cuenta ni reparo, en la guerra estaba tan vigilante y despierto como los más sobrios por carácter. Dícese que dominándole ya del todo Lamia, de vuelta de un viaje saludó Demetrio á Antígono besándole; y éste le dijo sonriéndose: «Parece, hijo, que besas á Lamia.» En otra ocasion habia pasado muchos días en francachelas, y dando por excusa que una fluxion era la que le habia impedido verle: «Lo sé, respondió Antigono; ¿pero esa fluxion era del de Taso, & del de Quio?» Habiendo sabido otra vez que se hallaba enfermo, fué á verle, y en la puerta se encontró con un jovencito muy lindo. Entró, y sentándose junto á él, le tomó la mano, y diciéndole Demetrio: «Ahora mismo se ha ido la calentura.
—Cierto, le contestó, hijo mio, en la puerta la he encontrado yo cuando entraba.» ¡Con tanta indulgencia llevaba estos extravíos del hijo por su conducta en lo demas! Porque los Escitas, mientras beben y se embriagan, tiran las cuerdas de los arcos, como para despertar el valor relajado por el placer; pero Demetrio entregándose del todo, ora al placer, y ora al cuidado, sin mezclar nunca estas cosas entre sí, no era por eso ménos activo en los preparativos de la guerra.
Con todo, áun parecia mejor general para preparar y disponer un ejército que para usar de él, queriendo que todo estuviera de sobra para el caso oportuno; y en las grandes obras de la construccion de naves y máquinas, su esmero llegaba hasta el extremo, teniendo un placer insaciable en su ejecucion, y en inventarias y trazarlas: porque estando adornado de ingenio y comprension, no empleó su aficion á las artes en niñerías ó en diversiones inútiles, como otros reyes, que tañian la flauta, pintaban ó torneaban. Eropo de Macedonia se entretenia cuando estaba de vagar en hacer mesas y lamparillas. Atalo, llamado Filometor, cultivaba hierbas venenosas, no sólo el beleño y el eléboro, sino tambien la cicuta, el acónito y el doriemo ó solano mánico, sembrándolos ó plantándolos en los jardínes reales, y poniendo cuidado en conocer sus jugos y su fruto, y cogerlos cuando era tiempo. Los reyes de los Partos hacian vanidad de su destreza en sacar y aguzar las puntas de los dardos. Mas en Demetrio aun lo mecánico era regio, y el uso de las artes tenía grandeza, presentando sus obras juntamente con lo esmerado y artístico cierta elevacion de ingenio y de ánimo, y pareciendo dignas de un rey, no solamente en la invencion y opulencia, sino hasta en la mano: porque con su grandeza pasmaban á los amigos, y con su belleza hasta á los enemigos agradaban.
Y esta relacion más tiene de verdadera que de exagerada; pues sus galeras de diez y seis y de quince remos; fueron vistas en el mar con admiracion por los enemigos que las miraban desde tierra, y sus helepalis eran un espectáculo para los mismos siliados, como los hechos lo confirman.
Porque Lisimaco, que era entre los reyes el mayor enemigo de Demetrio, y que fué á combatirle cuando sitiaba á Solos de Cilicia, le envió á rogar que le mostrara sus máquinas y sus naves en acto de bogar; y habiéndoselas mostrado, quedó admirado de ellas, y se retiró. Los Rodios, sitiados por él largo tiempo, cuando se hizo la paz le pidieron algunas de sus máquinas para tener una memoria de su habilidad y del propio valor de ellos.
Hacía guerra á los Rodios por ser aliados de Tolomeo, y arrimó á los muros la mayor de sus helepolis (1), cuya base era cuadrada, y cada lado tenia de latitud cuarenta y ocho codos; siendo toda su altura de sesenta y seis, y viniendo los lados á parar en un techado más angosto que la base. Por adentro estaba asegurada con diferentes enmaderados y repartida en. divisiones. El frente que miraba á los enemigos estaba abierto, habiendo en cada piso sus ventanas, por las que se lanzaban armas arrojadizas de toda especie: porque estaba llena de hombres ejercitados en toda suerte de combates; y con no bambalearse ni inclinarse con los sacudimientos, sino ser llevada siempre derecha y en equilibrio con gran ruido é impetu, en los espíritus causaba miedo, y al mismo tiempo hacía cierla gracia á los ojos de los que la miraban, Trajéronle de Chipre para esta misma guerra dos corazas de hierro de peso cada una de cuarenta libras; y queriendo su artífice Zoilo hacer ver la impenetrabilidad y resistencia de ellas, propuso que con una catapulta le lanzaran un dardo á veintiscis pasos; y hecho así, no fué pasado el hierro, y sólo recibió una ligera impresion como si se hubiera hecho con un punzon. Esta era la que él llevaba, y la otra Alcimo, natural del Epiro, varon el más belicoso y de mayores fuerzas de cuantos tenia consigo: como que él solo usaba de una armadura de dos talentos de peso, cuando las de (1) Esta voz significa máquina de tomar ciudades, y ya se ve que era una de las muchas especies de torres de que habla Lipsio en sus libros de las máquinas de guerra de los antiguos.
los demas eran de uno, y peleando en Rodas murió junto al teatro.
Defendiéronse con gran valor los Rodios, y aunque no ejecutó Demetrio cosa digna de referirse, les hacia, sin embargo, obstinadamente la guerra, porque enviándote File su mujer cartas, alfombras y ropas, apresaron el barco como estaba, y lo enviaron á Tolomeo, no imitando la humanidad en caso igual de los Atenienses; los cuales, esLando en guerra con Filipo, cogieron á unos portadores de cartas, y leyendo las demas, solamente no abrieron la de Olimpiada, sino que sellada como estaba la remitieron á Filipo. Mas áun á pesar de estar tan vivamente ofendido Demetrio de los Rodios, cuando tuvo ocasion oportuna no le sufrió el corazon vengarse de ellos. Porque hizo la casualidad que Protogenes de Cauno estaba pintando su cuadro de laliso; y cuando estaba ya casi para concluirse, lo ocupó Demetrio en uno de los arrabales. Enviáronle los Rodios un heraldo para pedirle que tuviera consideracion y no destruyera aquella obra; á lo que él respondió que ántes quemaria los retratos de su padre que un trabajo del arte como aquel: porque se dice que gastó Protogenes siete años en acabar aquella pintura. Dícese asimismo que al ver Apeles aquella obra se quedó tan pasmado, que le faltó la voz, y al cabo de rato expresó: «Gran trabajo!
¡admirable obra! pero no tiene aquellas gracias por las que mis pinturas tocan al cielo.» Colocado más adelante este euadro con otros muchos en Roma, fué abrasado en un incendio. Resistian fuertemente los Rodios en aquella guerra; y deseando Demetrio algun decente pretexto, los Atenienses que allá acudieron le proporcionaron hacer la paz, sin otra condicion que la de haber de dar los Rodios auxilios á Antígono y Demetrio, como no fuera contra Tolomeo.
Llamaron á Demetrio los Atenienses con motivo de tenerles sitiada Casandro la ciudad; y acudiendo aquél con trescientas treinta naves y numerosa infanteria, no sólo arrojó á Casandro del Atica, sino que persiguiéndole en su fuga hasta las Termópilas, consiguió de él una señalada victoria, y tomó á Heraclea, que voluntariamente se le entregó; habiéndosele asimismo pasado seis mil Macedonios.
A la vuelta dió libertad á los Griegos de la parte acá de las Termopilas; hizo alianza con los Beocios, y tomó á Cencris; y habiendo reducido á File y á Panacto, presidios del Atica, guarnecidos entonces por Casandro, las restituyó á los Atenienses, los cuales aunque habian estado ántes excesivos con él, y parecia haber agolado todos los medios de obsequiarle y honrarle, todavía encontraron como parecer nuevos y recientes en sus adulaciones. Porque le señalaron para alojamiento el edilicio que está á espaldas del templo de Minerva, llamado Partenon, y allí estuvo habitando: díciéndose que era la Diosa la que daba hospedaje á un huésped, á fe no muy modesto, ni de una conducta muy propia para que lo alojara una virgen; siendo asi que su padre, habiendo sabido que Filipo el hermano del mismo Demetrio estaba en una ocasion alojado en una casa en que habia tres mocitas, á él no le habló palabra; pero habiendo llamado al aposentador, le dijo en su presencia:
«Oyes, ¿no sacarás á mi hijo de tan estrecho alojamiento?» Correspondíale en verdad á Demetrio respetar á Minerva, á lo menos por ser su hermana mayor, segun él decia; y sin embargo, fueron tales las indecencias y abominaciones con que manchó el alcázar, violentando á jóvenes libres y ciudadanas honestas, que parecia estar aquel lugar sumamente acatado y limpio cuando sólo se divertia con las rameras Crisis, Lamia, Damo y Anticira. No conviene por honor a la ciudad referir menudamente tales insolencias; pero al mismo tiempo es justo no pasar en silencio la virtud y modestia de Democles. Era éste todavía muchachito, y tuvo de él noticia Demetrio, siendo su sobrenombre el que le acusaba, porque le llamaban Democles el Hermoso. Hiciéronsele muchos presentes, se le solicitó, se le hizo miedo, y á nadie cedió nunca. Por fin, retirándose de las palestras y del gimnasio, se iba á bañar á un baño privado; y habiendo espiado Demetrio la ocasion, se entró en él cuando aquél estaba solo; mas el muchacho cuando se vió en aquel desamparo y en aquel estrecho, quitando la tapa á la caldera en que estaba el agua hirviendo, se arrojó en ella y pereció, sufriendo lo que él no merecia, pero pensando de un modo digno de su patria y de la hermosura, y no como Cleaineto, hijo de Cleomedonte, que habiendo dado pasos para librar al padre de la multa de cincuenta talentos, y presentando al efecto al pueblo cartas de Demetrio, no sólo se cubrió á sí mismo de oprobio, sino que fué causa de turbaciones en la ciudad. Porque á Cleomedonte le perdonó la multa; pero hizo un decreto para que nadie presentara cartas de Demetrio; mas como habiéndolo éste entendído, lejos de tolerarlo se hubiese mostrado muy ofendido, intimidados nuevamente, no sólo anularon el decreto, sino que de los que lo propusieron y apoyaron, á unos les quitaron la vida y á otros los desterraron. Hicieron además otro decreto por el que declararon que todo cuanto el rey Demetrio mandara, habia de ser santo ante los Dioses y justo ante los hombres; y diciendo uno de los ciudadanos más prudentes que Estratocles no podia ménos de estar loco para proponer tales cosas, Democares Leuconec le replicó: «estarialo si no lo estuviese;» porque realmente Estratocles sirvió mucho á la ciudad con estas adulaciones; y sin embargo, delatado Democares con tan leve motivo, fué desterrado. ¡Por estas humillaciones pasaban los Atenienses mientras se daban por alíviados de la guarnicion, y creían que estaban en el pleno goce de su libertad!
Pasó Demetrio al Peloponeso, y no haciéndole frente ninguno de los enemigos, porque todos huian y abandonaban las ciudades, puso á su obediencia la région llamada Acte y la Arcadia, á excepcion de Mantinea y Argos, y rescató á Sicione y Corinto, dando cien talentos á los que las tenian en custodia. Celebrándose en Argos las fiestas de Juno, presidió á los combates y á toda la solemnidad, y se casó con Deidamia, hija de Eacida, rey de los Molosos, y hermana de Pirro. Decia que los Sicionios habitaban fuera de la ciudad, y les persuadió á que la trasladaran al sitio que ahora ocupa; y ellos con el sitio le mudaron tambien el nombre, llamándola Demetriada en vez de Sicione. Habiéndose tenido en el Istmo una junta general, que fué sumamente concurrida, se le nombró generalisimo de la Grecia, como antes se habia hecho con Filipo y Alejandro, á quienes él pensaba hacer grandes ventajas, deslumbrado con la presente fortuna, y con el gran poder á que por ella había llegado. Y Alejandro á ninguno de los otros reyes los rebajó de este dictado, ni á sí mismo se dió el título de rey de reyes, sin embargo de que muchos le debian la dignidad y el nombre; pero Demetrio hacía mofa y escarnio de los que llamaban rey á cualquiera otro fuera de él y su padre; y en los banquetes oia con gusto á los que brindaban por el rey Demetrio, por el jefe de los elefantes Seleuco, por el general de la armada Tolomeo, por el tesorero Lisimaco, por el siciliano Agalocles, gobernador de las islas.
Instruidos aquellos reyes de estas puerilidades, todos las tomaron á risa, á excepeion de Lisimaco que se mostró muy enfadado, diciendo: «¿Si me babrá tenido por castrado Demetrio?»» porque comunmente para tesorero se echa mano de los eunucos.. Era siempre Lisimaco el que más le odiaba, y para motejarle por sus amores con Lamia, dijo:
«Ahora por la primera vez, se ha visto una ramera salida de la escena trágica:» á lo que replicó Demetrio, ser más honesta y recatada esta ramera que su Penélope.
Pasando entonces otra vez á Atenas, escribió anticipadamente que queria al punto de su llegada iniciarse en los misterios, y hacer de una vez toda la ceremonia, desde la primera iniciacion hasta la inspeccion intima. Mas esto no era legítimo ni se habia hecho nunca, porque los pequeños misterios se celebraban en el mes Antigerion, y los grandes en el Boedromion; y á la inspeccion no se pasaba sino mediando un año cuando menos desde los grandes misterios. Leida la carta, sólo se atrevió á oponerse el portaantorcha Pitodoro; pero no adelantó nada, porque abrió Estratocles dictámen para que se decretara que el mes Muniquion se entendiera y llamara Antisterion; y admitieron á Demetrio á la iniciacion que se hacía en Agra. Despues de esto, el mes Muniquion de Antisterion se hizo Boedromion, y se perfeccionó lo que restaba de la iniciacion, recibiendo Demetrio el último grado de la inspeccion intima; por lo que satirizando Filipides á Estratocles hizo este verso:
El que á un mes sólo ha reducido el año; así como dijo en cuanto a su alojamiento en el Partenon:
El que por un meson tuvo al alcázar, Y de una virgen al sagrado templo Introdujo á las torpes ramerillas.
Siendo así que entonces en la ciudad se cometieron mil excesos é injusticias, se dice que lo que más mortificó á los Atenienses fué que habiéndoseles mandado pagar y entregar sin dilacion doscientos cincuenta talentos, cuya exaccion se hizo de una sola vez y sin excusa, cuando Demetrió vió todo el dinero junto, dió órden de que para jabon se entregara á Lamia y á las otras mozuelas que tenía consigo; porque sintieron más la vergüenza que la multa, y la expresion de desprecio más que la violencia de hecho.
Algunos dicen que no fué con los Atenienses con quienes esto se ejecutó, sino con los Tesalianos. Fuera de esto, queriendo Lamia dar un banquete al Rey, exigió por su propia autoridad dinero á muchos; y fué tan celebrado por su suntuosidad este convite, que Linceo de Samos escribió una historia de él. Con este motivo hubo un poeta cómico que llamó á Lamia con tanto dopaire como verdad Helepolis (1). Democares de Solos llamaba á Demetrio cuento, porque decia que tenía como los cuentos su Lamia ó Hada. Daba esta mujer celos y envidia, con ser tan querida y obsequiada, no sólo á las mujeres legítimas de Demetrio, sino áun á sus amigos. Fueron en una ocasion embajadores de parte de Demetrio á Lisimaco, á quienes éste en un momento de ocio mostró en los muslos y en los brazos cicatrices profundas de las uñas de un leon, y les refirió la lucha que habia tenido con aquella fiera por haberle encerrado con ella el rey Alejandro; y ellos.ecbándose á reir, le dijeron que tambien su Rey llevaba en el cuello mordiscos de otra fiera eruel, que era Lamia. Era cosa de admirar que habiendo andado con reparos al principio para casarse con File por razon de la edad, se hubiera dejado vencer de Lamia, y la hubiera amado por tanto tiempo, pasada ya y muy pasada su flor. Asi es que Demo, llamada tambien Mania, habiendo tañido la flauta Lamia sobre cena, como le preguntase Demetrio: «¿Qué te parece?—Vicja, señor,» le respondió. Y en otra ocasion, habiéndose puesto en la mesa grande abundancia de postres, y diciéndole el mismo Demetrio: «¿Ves qué de cosas me envia Lamia?—Muchas más te enviaría mi madre, le respondió, si quisieras dormir con ella.» Consérvase finalmente en memoria la objecion de Lamia contra la sentencia llamada de Bocoris. Se habia enamorado uno en Egipto de la cortesana Tonis, á la que habia ofrecido una gran suma; pero habiéndole parecido despues entre sueños que yacía con ella, se resfrió en su deseo; y ella le puso pleito (1) Se deja dicho en esta misma Vida que la Helepolis era una máquina de sitio, y su nombre mismo significaba tomadora de ciudades.
sobre el precio convenido. Dióse cuenta á Bocoris, y mandó que el amador trajera á su presencia en un talego todo el dinero prometido, y que con la mano lo sacudiera á uno y otro lado, y la cortesana se contentara con la sombra; teniendo á la opinion por sombra de la verdad; pero Lamia repuso que esta sentencia no era justa, porque la sombra no satisfizo en la cortesana la codicia del dinero, como el sueño había borrado el amor en el mancebo. Mas baste lo dicho acerca de Lamia.
La fortuna y los sucesos de este Rey, de quien escribimos, exigen que la narracion se convierta ahora de la escena cómica á la trágica. Porque todos los otros reyes se coligaron contra Antigono; y como hubiesen reunido en un punto todas sus fuerzas, tuvo Demetrio que acudir desde la Grecia; y como hubiese juntado asimismo sus tropas con las del padre, más codicioso de gloria militar que lo que su edad llevaba, él tambien adquirió más osadía y cobró más ánimo. Y en verdad parece que si Antígono hubiera cedido en cosas bien pequeñas, y hubiera rebajado algo de su desmedida ambicion y deseo de mando, habria conservado para sf y dejado al hijo la preeminencia de ser el primero entre todos ellos; pero siendo altivo y orgulloso por carácter, y tan insolente como en las obras en las palabras, habia ofendido é irritado á muchos de los jóvenes y de los poderosos. Entonces mismo decia de aquella liga y confederacion que como una bandada de pájaros la dispersaria con tirar una piedra y hacer un poco de ruido.
Tenía para esta guerra más de setenta mil infantes, diez mil caballos y setenta y cinco elefantes: siendo las fuerzas de los contrarios sesenta y cuatro mil infantes, quinientos caballos más que aquél, cuatrocientos elefantes y ciento veinte carros. Cuando ya estos se acercaron, hubo variacion en su ánimo, más bien en cuanto á las esperanzas que en cuanto a la determinacion. Porque siendo así que en los momentos de los combates solia ser altanero y jactancioso, hablando en voz alta y usando de expresiones arrogantes, hasta emplear los chistes en el momento de acometer y cuando se habia venido á las manos con los enemigos para mostrar gran serenidad y desprecio de éstos, en aquella ocasion se le vió casi siempre pensativo y taciturno; y ante el pueblo designó y les presentó al hijo por su sucesor. Pero lo que más admiraron todos fué que en su tienda habló con éste á solas, cuando no acostumbraba á tener ni áun con él estas confianzas; sino que despues de haber resuelto por si, le daba públicamente las órdenes para la ejecucion de sus planes. Dícese que siendo todavía mocito Demetrio, le preguntó en una ocasion cuándo se tocaria á retirada; y que le respondió enfadado:
«¿Pues qué has de ser tú solo quien no oiga la trompeta?» Agregósele entonces haber tambien señales contrarias, que cortaron los vuelos á su espíritu, porque á Demetrio le pareció que entre sueños le preguntaba Alejandro, magníficamente armado, qué señal era la que iban å dar para aquella batalla; y que habiéndole él respondido que Júpiter y la victoria, le habia contestado: «Pues voyme ahora á los enemigos porque ellos me recibirán; y Antígono al salir, cuando ya estaba ordenada la hueste, tropezó y cayó de bruces, habiéndose becho bastante daño; y levantándose, tendídas las palmas al cielo, pidió á los Dioses la victoria ó una muerte imprevista antes de la derrota. En el acto de embestir, Demetrio, que mandaba la mayor y mejor parte de la caballería, vino á caer al frente de Antioco, hijo de Seleuco, y habiendo peleado valerosamente hasta haber rochazado á los enemigos, en el alcance, que fué seguido con más calor y arrojo del que la oportunidad sufria, malogró la victoria: porque al retirarse, no le fué dado volver a incorporarse con la infanteria á causa de haberse interpuesto los elefantes; y viendo Seleuco el cuerpo del ejército privado de la proteccion de la caballería, con hacer como que cargaba para envolverlo, se propuso dar ocasion á que los soldados mudaran de ánimo y se le pasasen, lo que así sucedió: porque un grandísimo número, que estaba cortado, al punto fué á incorporarse en sus filas, y los demas huyeron. Corrían muchos hácia Antígono, y diciéndole ano: «Contra ti vienen éstos, ob Rey.—¡Pues contra quién han de venir sino contra mí? respondió; mas ya volverá Demetrio en mi auxilio;» y miéntras estaba con esta esperanza mirando si vendria el hijo, siendo muchos á tirarle saetas á un tiempo, cayó muerto.
Todos los demas sirvientes y amigos al punto le abandonaron, quedando solamente en custodia del cadáver Torax de Larisa.
Terminada de este modo la batalla, repartiéndose los reyes vencedores, como si fuera un cuerpo muerto, todo el imperio de Antígono y Demetrio, tomaron cada uno su parte, y se repusieron de las provincias de éstos en las que cada uno habia tenido ántes. Demetrio huyó con cinco mil infantes y cuatro mil caballos, dirigiéndose con precipitacion á Efeso, y cuando todos creian que falto de recursos no se abstendria del templo, temeroso de que lo ejecutasen los soldados, dió al punto la vela, haciendo rumbo á la Grecia, por tener en los Atenienses sus principales esperanzas: porque hacía tambien la casualidad que allí había dejado naves, fondos y á su mujer Deidamia, y pensaba que no podia encontrar refugio más seguro en el estado en que se veia que el amor de los Atenienses. Por tanto, cuando navegando la vuelta de las Cicladas le salieron al encuentro embajadores de Atenas, intimándole que no tocase en aquella ciudad, porque habia decretado el pueblo que no se diera entrada á ninguno de los reyes, y á Deidamia la condujeron á Megara con el honor y acompañamiento conveniente, no fué dueño de sí mismo de cólera, sin embargo de que habia llevado hasta allí resignadamente su desgracia, y no se habia mostrado en semejante mudanza abatido ó humillado; pero el verse frustrado a3 de las esperanzas que sobre el amor de los Atenienses babía fundado, y que éste le había salido vano y falaz, esto era lo que sobre todo le desconsolaba: y es que para los reyes y poderosos el ménos cierto indicio de amor de parte de la muchedumbre es el exceso en las sumisiones y los bonores; pues consistiendo el precio de éstos en la voluntad y la eleccion, el miedo les quita el crédito y la fe, porque unos mismos son los decretos de los que temen y de los que aman. Así, los hombres prudentes y de juicio, no mirando á las estatuas, ni á las pinturas, ni á las apo teosis, sino más bien á sus propios hechos y sus propias obras, segun son éstas, ó los tienen por verdaderos honores, ó por resoluciones de la necesidad; como que los puablos muchas veces cuantos más honores decretan, más aborrecen á los que los reciben sin medida, y con desden y ceño, de los que los decretan muy de mala gana.
Teniéndose Demetrio por malhadado en aquella situacion, y no pudiendo tomar venganza de los Atenienses, no hizo más que darles quejas con cierta moderacion, al mismo tiempo que trataba de recobrar sus naves, entre las que habia una de trece órdenes de remos. Habiéndolas recibido, navegó al Istmo, y ballando que sus cosas no estaban allí en mejor estado, porque las guarniciones de una en una se le habian ido separando y pasando á los enemigos, dejó á Pirro en observacion de la Grecia, y haciéndose á la vela, se dirigió al Quersoneso; desde donde empezó á talar las tierras de Lisimaco para fomentar y man, tener su ejército, que ya iba reponiéndose y siendo de no pequeña entidad. Por lo que hace á Lisimaco, se veía abandonado de los demas reyes, por no parecerles ser de mejor intencion que aquél, y ántes si más temible, por lo mismo que tenía mayor poder. De allí á poco Seleuco envió a pedir en casamiento á Estratonice, hija de Demetrio y File, sin embargo de tener ya un hijo llamado Antioco de Apama, natural de Persia: creyendo por una parte que, ser 3.
TONO V.
gun la extension de su mando, tenía para muchos sucesores; y por otra que necesitaba enlazarse con aquél, por cuanto habia visto que de las hijas de Tolomeo Lisimaco habia tomado una para sí y otra para su hijo Agatocles.
Era para Demetrio una felicidad inesperada ser suegro de Seleuco; y dando la vela con aquella doncella, marchó con todas las naves á la Siria, arribando por necesidad á diferentes puntos, y tocando en la Cilicia, donde dominaba Plistarco despues de la batalla con Antigono, por haberie sido entregada por los reyes esta provincia como un don especial. Era Plistarco hermano de Casandro; y juzgando violado injustamente su territorio por Demetrio en las arribadas, con ánimo de quejarse á Seleuco de que había hecho la paz con el enemigo comun sin el consentimiento de los otros reyes, se embarcó para ir en su busca.
Habiéndolo entendido Demetrio, se encaminó desde el mar á Cuindos, donde encontró que áun habian quedado mil doscientos talentos; los que recogió: y dándose priesa á embarcarse, se hizo sin detencion al mar. Reuniósele á este tiempo su mujer File, y en Roso le salió á recibir Seleuco. Fué esta primera entrevista sencilla, franca y régia, habiendo tenido primero Seleuco convidado en su tienda en el campamento á Demetrio, y recibido despues Demetrio á aquél en su galera. Habia entre ellos flestas, conferencias y pasatiempos, sin guardias y sin armas, hasta que, desposándose con grande aparato Seleuco con Estratonice, se restituyó á Antioquía. Demetrio recobró la Cilicia, y envió á su mujer File á la corte de Casandro su hermano, con el objeto de desvanecer las acusaciones de Plistarco. En esto Deidamia, que habia venido de la Grecia á réunirse con él, al cabo de poco tiempo murió de una enfermedad. Hizo amistad con Tolomeo por medio de Seleuco, entrando en el tratado que tomaria á Tolemaida, hija de Tolomeo, por mujer. Hasta aquí la conducta de Seleuco habia sido muy urbana y civil; pero habiendo pretendido que Demetrio le entregara la Cilicia por cierta suma, porque éste no se prestó á ello, le pidió con grande enojo la restitucion de Sidon y de Tiro, dando muestras de obrar con la mayor violencia y propasarse á los mayores excesos: porque habiendo hecho suyo cuanto hay desde el mar de la India hasta la Siria, todavía era tan menesteroso y pobre, que por solas dos ciudades le era preciso no dejar vivir á un hombre que, sobre ser su suegro, habia experimentado tales mudanzas de fortuna: dando en esto el más relevante testimonio á la sentencia de Platon, que exhorta al que quiera ser verdaderamente rico á que en lugar de aumentar la riqueza disminuya el deseo insaciable de tener; pues el que no sabe acallar la avaricia, jamás se verá libre ni de pobreza ni de miseria.
Mas no se acobardó Demetrio, sino que, diciendo que aunque en otras diez mil batallas fuese vencido no sufriría el que Seleuco comprara de él por precio el ser su yerno, aseguró con guarniciones aquellas ciudades; y con noticia que tuvo de que estando alterada Atenas, trataba Lacares de tiranizarla, se prometió que con aparecerse tomaria fácilmente la ciudad; y lo que es la travesía, la hizo en toda seguridad con una grande armada; pero costeando el Atica, sufrió una fuerte tormenta, en la que perdió la mayor parte de las naves, y tuvo un no pequeño número de muertos. Habiendo él salido á salvo, áun hizo alguna guerra á los Atenienses; pero viendo que nada adelantaba, envió comisionados que juntaran nueva escuatra; y pasando al Peloponeso, puso sitio á Mesena, donde combatiendo los muros, estuvo en grande peligro, babiendo sido herido de un dardo lanzado con catapulta, que le lastimó la cara y la boca, pasándole la mejilla. Luego que se hubo recobrado, y que redujo á su obediencia algunas ciudades sublevadas, volvió de nuevo á invadir el Alica. Apoderóse de Eleusine y Ramnunte, taló el país, y habiendo apresado una nave con trigo que se dirigia á proveer á los Atenienses, ahorcó al comerciante y al piloto: de manera que ahuyentados de miedo todos los demas, se padeció en la ciudad una terrible hambre, y con ella una absoluta escasez de todos los demas objetos. Así, la fanega de sal les costaba treinta dracmas, y un modio de trigo trescientas (1). Proporcionaron algun respiro á los Atenienses ciento cincuenta naves que se aparecieron por la parte de Egina, enviadas en su socorro por Tolomeo; pero habiéndole llegado á. Demetrio muchas del Peloponeso y muchas de Chipre, hasta componer trescientas entre todas, levaron anclas las de Tolomeo y huyeron; y el tirano Lacares dió tambien á huir, abandonando la ciudad.
Los Atenienses, aunque habian impuesto pena de muerte al que hablara de paz ó de reconciliacion con Demetrio, al punto le abrieron las puertas que estaban inmediatas, y le enviaron embajadores: no con csperanza de alcanzar de él nada favorable, sino estrechados del hambre, en la que sucedieron cosas muy lastimosas, contándose entre otras la siguiente. Estaban retirados en una habitacion desesperados de todo socorro padre é hijo, y habiendo caido del Lecho un raton muerto, luego que le vieron, corrieron los dos á cogerle, y se le disputaron á golpes. Refiérese tambien que el filósofo Epicuro mantuvo en aquella ocasion á sus discipulos, repartiendo con elles cierta porcion de ha bas por cuenta. Siendo esta la situacion de la ciudad, entró en ella Demetrio, y dando órden de que se juntaran todos en el teatro, guarneció con hombres armados la escena, cercó de lanceros el lugar de la representacion, y bajando, como los actores trágicos, de los corredores altos, faé todavía mayor el susto de los Atenienses; pero (1) El modio griego era de cabida de dos celemines, y como la dracma, segun se ha dicho otras veces, venía á valer dos reales de nuestra moneda, los dos calemines de trigo las costaban seisdientos reales.
con el principio de su discurso tuvo fin el miedo de éstos:
porque quitando del tono de la voz y de las expresiones toda acrimonia, se quejó de ellos blanda y amistosamente, y se dió por desenojado, haciéndoles entregar cien mil fanegas de trigo y restableciendo los magistrados que les eran más agradables. Observó el orador Dromoclides que el pueblo con el gozo prorumpia en diferentes aclamaciones, tratando de sobrepujar las alabanzas que los demagogos pronunciaban desde la tribuna, y propuso ley para que al rey Demetrio se le entregara el Pireo y Muniquia.
Decretose así; pero Demetrio puso por sí mismo guarnicion en el Museo, no fuera que sacudiendo otra vez el freno el pueblo, le diera causa á iguales detenciones.
Reducida Atenas, asestó sus tiros contra Lacedemonia, y venciendo y rechazando en batalla al rey Arquidamo que le salió al encuentro junto á Mantinea, invadió la Laconia.
Hizo en otro encuentro quinientos cautivos, y le mató doscientos á la vista de la misma ciudad de Esparta; y casi nada fallaba para hacerse dueño de ella, no habiendo sido nunca tomada hasta entonces; pero la fortuna parece que no usó jamas con rey ninguno de tan grandes y súbitas mudanzas, ni con nadie fué tantas veces pequeña y grande; humilde de ensalzada, y poderosa otra vez de pobre y abatida: ast se dice que el mismo Demetrio en una de las más notables entre estas vicisitudes empleó, exclamando contra la fortuna, este verso de Esquilo:
Tú me alentaste, y tú quieres perderme.
Porque entonces, yendo con tanta prosperidad sus negocios hácia el imperio y el poder, se le dió aviso primero de que Lisimaco le había tomado las ciudades del Asia; y en seguida de que Tolomeo se habia apoderado de toda Chipre, á excepcion de sola la ciudad de Salamina, y esta la tenía sitiada, hallándose envueltos en el sitio sus hijos y su madre. Mas al mismo tiempo la fortuna, que como aquella mujer de los versos de Arquíloco, Engañosa y falaz, en la una mano Agua llevaba, y en la otra fuego, habiéndole apartado con tan desagradables y terribles nuevas de Lacedemonia, le presentó otras esperanzas de nuevos y grandes sucesos con la ocasion siguiente.
Muerto Casandro, su hijo mayor llamado Filipo falleció asimismo, habiendo sido muy poco el tiempo que reinó sobre los Macedonios; y los otros dos se pusieron entre sí en discordia y en abierta disension. El uno de éstos, Antipatro, dió muerte á Tesalónica su madre; por lo que el otro llamó en su auxilio del Epiro á Pirro y del Pelopopeso á Demetrio. Adelantóse Pirro, y tomándose una gran parte de la Macedonia como premio del socorro, era ya un vecino temible para Alejandro. Demetrio luégo que recibió la carta se habia puesto en movimiento con su ejército; y como aquel jóven temiese todavía más á éste por su grande dignidad y fama, bien le salió al encuentro en Dion, y lo saludo y recibió con las mayores muestras de aprecio; pero ya nada le dijo sobre tener necesidad de su presencia. Levantáronsa, pues, sospechas de uno á otro; y yendo Demetrio á un banquete para el que aquel jóven le habia convidado, hubo quien le advirtió en el camino de que se le armaban asechanzas, teniendo dispuesto darle muerte entre los brindis. Nada se inmutó con esta denuncia, y sólo se detuvo un poco para dar órden á sus caudillos de que la tropa estuviese sobre las armas; y á los criados y demas personas de su comitiva, que eran muchos más que los de Alejandro les mandó que entraran al comedor y permanecieran alli hasta que se levantase de la mesa. Temieron con esto los que Alejandro tenía prevenidos, y no se atrevieron á poner por obra su designio, Demetrio, excusándose con que no se sentia bien dispuesto para beber, se retiró cuanto antes; y al dia siguiente ordenó la partida, diciendo que te habian ocurrido nuevos negocios, y que Alejandro le disculpara de que se retirase tan pronto; pues se detendría más con él en otra ocasion en que estuviese desocupado. Alegróse, pues, Alejandro, creyendo que aquella retirada no nacía de enemistad, sino que era voluntaria, y le acompañó hasta la Tesalia. Llegados á Larisa, volvieron á hacerse mutuos convites, con intencion uno y otro de armarse celadas; y cabalmente esto fué lo que más contribuyó á que Alejandro se pusiera en manos de Demetrio; porque rehusando tener guardias para no enseñar á éste á precaverse, sufrió con antelacion lo mismo que pensaba ejecutar, que era no dar lugar á que Demetrio se le huyese. Convidado, pues, por éste, pasó á su hospedaje, y habiéndose levantado Demetrio en medio de la cena, como con cibiese temor Alejandro, se levantó tambien, y á su mismo paso lo siguió hasta la puerta. Incorporado en ella Demetrio con sus guardias, no les dijo sino estas solas palabras: «Acabad con el que me sigue;» y saliéndose á la parte afuera, dieron éstos muerte á Alejandro y á aquellos de sus amigos que acudieron en su socorro; refiriéndose baber dicho uno de ellos cuando le herian que un solo dia se les habia anticipado Demetrio.
La noche, como era natural, se pasó en inquietud; pero á la mañana, aunque los Macedonios estaban alborotados y recelaban del poder de Demetrio, como nadie se presentase que les inspirara temor, y Demetrio les enviase á decir que queria hablarles y sincerarse de lo sucedido, ya esto les inspiró confianza, y le recibieron apaciblemente. Luego que se presentó, no necesitó de largos discursos; sino que como aborreciesen á Antipatro por matador de su madre, y no tuviesen cosa mejor de que hechar mano, le proclamaron rey; y tomándole por caudillo, le condujeron á Macedonia. A los naturales que habian quedado en el país no les era tampoco sensible esta mudanza, porque tenian en memoria y detestaban lo mal que Casandro se había portado con Alejandro despues de su muerte; y si áun quedaba algun recuerdo del antiguo Antipatro, disfratábale Demetrio por estar casado con File, y tener de esta un hijo sucesor del reino, que ya era mocito y militaba con el padre.
Habiéndole sido tan favorable la fortuna, supo que los hijos y la madre habian logrado caer libres, recibiendo todavía dones y honores de parte de Tolomeo; y supo asimismo de su hija casada con Seleuco, que lo estaba con Antioco, hijo de éste, y que habia sido proclamada reina de las provincias allas. Porque sucedió, segun es fama, que Antioco se enamoró de Estratónica, que era jóven; mas tenía ya un hijo de Seleuco, por lo que vivia en la mayor afliccion y congoja, luchando con el mayor esfuerzo contra esta pasion; tanto, que considerando lo desordenado de sus deseos y lo insufrible de su mal, andaba meditando el modo de librarse de la vida; y pensó salir de ella poco a poco con no cuidarse de remedios, y con acortar la comida, fingiendo en tanto que se hallaba enfermo. El médico Erasistrato comprendió sin dificultad que estaba enamorado; pero deseando descubrir de quién, lo que no era tan fácil, se quedó á habitar en su propia cámara; y si entraba algun mancebo ó alguna joven de agraciada figura, miraba á Antioco al rostro, y observaba los miembros y movimientos del cuerpo que naturalmente son afectados cuando el ánimo sufre una vehemente impresion. Viendo, pues, que cuando entraban los demas ninguna novedad tenía, y que cuando entraba Estratónica, que iba muchas veces, ó sola ó acompañada de Seleuco, se notaban en él todas aquellas señales de Safo: apocamiento de la voz, encendimiento del color, caimiento de los ojos, repentinos sudores, alteracion é intercadencia del pulso, y finalmente que tenía desmayos, dudas, temores, y poco a poco se iba quedando pálido, conjeturó Erasistrato por todos estos in dicios que el hijo del Rey no estaba enamorado de otra sino de ésta, y que había hecho ánimo de callarlo hasta morir.
Miraba por tanto como muy expuesto el manifestar y referir estas observaciones; mas flado sin embargo en el grande amor de Seleuco á su hijo, áun se resolvió un dia á decirle que aquel jóven estaba enfermo de amores, pero de amores imposibles é insanables. Admirado al oirlo:
«¿Cómo insanables? repuso.—Porque está enamorado de mi mujer», le respondió entónces Erasistrato; á lo que continuó Seleuco: «¡Pues cómo, no cederías, oh Erasistrato, á mi hijo este casamiento siendo tan su amigo, mayormente viendo hasta qué punto nos tiene á todos sin sosiego?—Porque ni tú con ser su padre, le replicó Erasistrato, tendrias semejante condescendencia, si sus deseos se dirigieran á Estratónica;» y entonces Seleuco: «¡Ojalá entre los Dioses ó los hombres hubiera, amigo mio, quien pudiera hacer repentinamente esta mudanza en la enfermedad! que yo tendria á dicha hasta ceder el reino por ver recobrado á mi bijo.» Pronunció Seleuco estas palabras con grande agitacion y derramando lágrimas; y Erasistrato, tomándole la diestra: «Todo está remediado, le dijo, porque siendo padre, marido y rey, serás tambien el mejor médico de tu casa.» En consecuencia de esto, convocando Seleuco el pueblo á junta general, le dijo ser su voluntad y tener de terminado declarar rey de todas las provincias altas á Antioco, y reina á Estratónica; enlazándose ambos en matrimonio; que en cuanto á su hijo, creia que habiéndole sido siempre sumiso y obediente, no se opondria á este casamiento; mas que si la esposa tuviese alguna dificultad por ser cosa desusada, se llamase á las personas más de su conflanza para que la instruyesen y persuadiesen que debia reputar por bueno y justo lo que el Rey resolvia para el bien comun. Tal se dice haber sido la ocasion y el motivo del matrimonio de Antioco y Estratónica.
Habiendo tomado Demetrio la Macedonia y la Tesalia, y siendo dueño de la mayor parte del Peloponeso, y fuera del Istmo de Megara y de Atenas, se dirigió contra los Beocios. Hicieron éstos desde luego la paz con condiciones tolerables; pero pasando despues á Tebas con ejército el esparciata Cleonumo, volvieron å ensoberbecerse; y como al mismo tiempo Pisis de Tespias, que en gloria y en poder era el primero, concurriese tambien á inflamarlos, se le rebelaron. Mas apenas acudiendo Demetrio con sus máquinas de guerra puso sitio á Tebas, y por temor salió de ella Cleonumo, asustados los Beocios se rindieron á discrecion. Puso Demetrio guarnicion en las ciudades, exigió crecidas contribuciones, y dejándoles por procurador y presidente á Jerónimo el historiador pareció haber andado demasiado benigno, especialmente en cuanto á Pisis; porque habiéndose apoderado de su persona, no le hizo ningun mal, sino que le saludó y trató afablemente y le nombró comandante de la armada de Tespias. Fué de allí á poco cautivado Lisimaco por Dromicaites, y marchando inmediatamente Demetrio con esta nueva á la Tracia, con esperanza de ocuparla como país desierto, se rebelaron de nuevo los Beocios, y le llegó aviso de que Lisimaco se ballaba libre. Retrocediendo, pues, sin dilacion lleno de cólera, se encontró con que ya los Beocios habian sido vencidos en batalla por su hijo Antigono, y puso de nuevo sitio á Tebas.
Talaba en tanto Pirro la Tesalia, hallándose ya en las Termopilas; por lo que, encargando á Antígono la proseeucion del sitio, marchó contra aquél, que se retiró precipitadamente. Dejando, pues, en la Tesalia diez mil infantes y mil caballos, volvió sobre Tebas, habiendo traer la máquina llamada helépolis, de tanta mole y peso que era preciso conducirla muy poco a poco; así en dos meses apénas se hizo con ella el camino de dos estadios. Defendianse esforzadamente los Beocios; y como Demetrio por obstinacion y empeño pusiese muchas veces á los soldados en precision de pelear y exponerse, viendo Antigono que eran muchos los que morian, y doliéndose de ello:
por qué dejamos, padre mio, le dijo, que estos perezcan sin necesidad?» á lo que irritado: uy tú, le contestó, por qué le incomodas de eso? ¿acaso has de pagar su haber å los que mueren?» Mas con todo, queriendo no dar ocasion á que so dijera que sólo sus amigos no le dolian, sino correr la misma suerte que los que peleaban, en uno de estos encuentros una veloz saeta le atravesó el cuello. Estuvo bien malo de la herida; mas con todo, lejos de aflojar tomó segunda vez á Tebas. Al entrar, su aspecto fué para inspirar el mayor terror y sobresalto, como si hubiera de cometer atrocidades; pero con haber dado muerte á trece, y desterrado á algunos, perdonó á los demas. Así sucedió que no haciendo diez años que Tebas había sido reedificada, dos veces fué tomada en este corto tiempo. Llegaba el de celebrar los juegos Piticos, y Demetrio hizo una cosa enteramente nueva: porque teniendo los Etolios ocupadas las gargantas, celebró en Atenas los juegos y toda la festividad; dando por razon que allí correspondia fuese principalmente venerado un Dios que era tenido por patricio, y se decia ser el primer autor de aquel pueblo.
Volvió de allí á la Macedonia; y como de suyo fuese poco inclinado al sosiego, y viese que los súbditos le tenían más consideracion en el ejército, siendo en casa turbulentos é inquietos, marchó contra los Etolios. Talóles el país, y dejando en él á Pantauco con no pequeña parte del ejército, se dirigió contra Pirro y Pirro contra él; pero habiendo errado ambos el camino, el uno talaba el Epiro, y el otro dando sobre Pantauco, y trabando batalla, como hubiesen venido á las manos hasta darse y recibir mutuamente heridas, al fin le rechazó con muerte de mucha genta, y tomándole cinco mil cautivos; y esto fué lo que sobre todo perjudícó á Demetrio: porque no tanto se concilió odio Pirro por el mal que les causó, como admiracion por ser hombre que las más cosas las acababa por su propia mano, habiendo adquirido gran renombre y fama en aquella batalla; y áun entre muchos de los Macedonios corria la voz de que de todos los reyes, en este solo veian una semejanza del ardimiento de Alejandro, cuando los demas, y especialmente Demetrio, sólo remedaban como en un teatro su gravedad y su lujo. Y por lo que hace á Demetrio, estaba en verdad hecho un representante de tragedia, pues no sólo llevaba cubierta la cabeza con un sombrerillo ceñido de dobles diademas, é iba vestido de una tela rica de oro y púrpura, sino que usaba además por calzado unos coturnos dorados, cuyas suelas eran de púrpura puesta en muchos dobles. Estábanle tejiendo largo tiempo habia un manto, obra soberbia, remedo del mundo y de los astros del cielo; el cual quedó á medio acabar cuando ocurrió el trastorno de sus cosas; y ninguno despues se atrevió a usarlo, sin embargo de que de allí á bien poco hubo en Macedonia reyes sobrado orgullosos.
Ni sólo con este aparato disgustaba á unos hombres que no estaban hechos á él; sino que los incomodaba además con su lujo y con toda su conducta; y principalmente con no dejarse ver nithablar; porque ó absolutamente no habia tiempo para que diera audiencia, ó si la daba, era desabrido y usaba de malos modos con los que se le llegaban.
De los Atenienses, á los que distinguia entre los demas Griegos, detuvo dos faños una embajada; y habiendo llegado de Lacedemonia un embajador, se inquietó sobremanera, pareciéndole que aquello era desprecio; pero el embajador se condujo con gracia y propiamente á la espar tana: porque diciéndole Demetrio: ¿Qué quieres? ¿conque los Lacedemonios no me envian más que un embajador?
—Cierto, oh Rey, le respondió, porque es á uno solo.»» Pareció que un dia se presentaba más popular y recibia sin ceño; por lo que acudieron algunos y le entregaron mamoriales. Como los recibiese todos y los recogiese en el manto, se alegraron los interesados é iban siguiéndole; pero cuando llegó al puente del Axio, sacudió el manto y los arrojó todos al rio. Esto mortificó con extremo á los Macedonios, parecióndoles que aquello más era escarnecerlos que reinar; mayormente acordándose ellos mismos, ó habiendo oido á los que se acordaban, de cuánta era en este punto la bondad y afabilidad de Filipo. Sucedióle una vez que una pobre anciana le salió al encuentro, y le rogó é instó várias veces que la oyese: respondióle que no es taba de vagar; y como ella le dijese en voz alta: «pues no reines,»» le hizo esto Lanta impresion, que parándose á meditar sobre ello, se volvió á casa, y dando de mano á todos los demas negocios, se dedicó, empezando por aquella anciana, á dar audiencia á cuantos quisieron muchos dias seguidos: pues nada es tan propio de un rey como el cuídar de la administracion de justicia. Porque Marte es tirano, como decia Timoteo; y la ley reina de todos, segun expresion de Pindaro; y á los reyes no les da Júpiter en depósito, dice Homero, máquinas de guerra ó naves bronceadas, sino leyes para que las tengan en custodia y las guarden: llamando alumno y discípulo del mismo Júpiter, no al más belicoso de los reyes, ni al más violento, ni al más matador, sino al más justo; pero Demetrio se complacia en un sobrenombre muy desemejante de los que se dan al Rey de los Dioses; porque éste se denomina protector y conservador de ciudades; y Demetrio tomó para el título de Poliorcetes, que es expugnador de ellas. ¡Hasta tal punto confundió un poder necio los términos de lo honesto y de lo torpe, y quiso hacer habitar en uno la gloria y la injusticia!
DEMETRIO.
Habiendo estado Demetrio enfermo de peligro en Pela, faltó muy poco para que perdiese la Macedonia, acudiendo al punto Pirro y llegando hasta Edesa; pero apénas estuvo aliviado cuando le rechazó fácilmente, é hizo con él un tratado, no queriendo que por haber de lidiar cada dia en esta guerra de conquistar y reconquistar pueblos le sirviera de estorbo, y le quitara ponerse en el pié conveniente para lo que meditaba; y esto no era nada menos que recobrar todo el imperio que habia tenido su padre.
A esta esperanza y á este proyecto correspondian los preparativos; pues tenía ya reunido un ejército de noventa y ocho mil infantes, y además pocos ménos de doce mil caballos. Trataba tambien de juntar una armada de quinientas naves, habiendo hecho poner para unas las quillas en el Pireo, y para otras en Corinto, en Calcis y en Pela, y yendo él mismo de una parte á otra previniendo lo que convenia, y áun poniendo mano en la obra; con lo que excitaba la admiracion de todos, que veian con asombro el número y la grandeza de tales trabajos. Porque hasta entónces nadie habia visto galeras de quince y diez y seis órdenes de remos; pero más adelante Tolomeo Filopator construyó una de cuarenta órdenes, que tenia de largo doscientos ochenta codos, y de alto hasta el remate de la popa cuarenta y ocho. Acomodábanse en ella, fuera de los remeros, cuatrocientos hombres de tripulacion, remeros cuatro mil; y cabia además de estos en los entrepuentes y sobrecubierta poco ménos de otros tres mil; pero esta no sirvió más que de espectáculo, pudiendo ser mirada como un edificio fijo destinado á la vista y no al uso, por ser muy dificil de mover, y aun esto no sin peligro.
No así las naves de Demetrio, pues ni su belleza les quitaba el servir para el combate, ni el esmero en la construccion las hacía inútiles; sino que más bien que por su grandor eran admirables por su buen movimiento y su buen servicio.
Mientras se disponian contra el Asia tantas fuerzas cuantas no reunió nunca ninguno despues de Alejandro, se confederaron contra Demetrio Seleuco, Tolomeo y Lisimaco; y despues escribieron junlos una carta á Pirro, excitándole á invadir la Macedonia, sin tener consideracion á una paz que Demetrio no le habia dado á él para estarse en quietud, sino que la habia tomado para sí con el objeto de hacer la guerra á aquellos á quienes ya tenía intencion de hacerla. Habiendo admitido Pirro la invitacion, tuvo sobre si Demetrio una formidable guerra, cuando todavía estaba tomando disposiciones: porque á un tiempo Tolomeo hizo que se le separara la Grecia, navegando á ella con una grande armada; é invadian la Macedonia, Lisimaco partiendo de la Tracia, y Pirro entrando en ella por donde confinaba con su reino. Dejó Demetrio al bijo para que sostuviera la Greeía, y corriendo él en socorro de la Macedonia, primero se dirigió contra Lisimaco; pero dándosele aviso de que Pirro habia tomado la ciudad de Beroe, y extendiéndose la noticia entre los Macedonios, ya todo fué confusion en su campo con lamentos y lloros, y áun con quejas é imprecaciones contra él; no queriendo éstos permanecer en el ejército, sino marcharse, segun decian, á sus casas; pero en realidad al campo de Lisimaco. Resolvió, pues, Demetrio apartarse de éste lo más léjos que pudiera, y volver sus armas contra Pirro; porque Lisimaco era compatriota de ellos, y áun amigo de muchos por Alejandro; cuando Pirro era extranjero, y no era regular que le tuvieran más inclinacion que á él los Macedonios. Mas saliéronle muy fallidos estos discursos: pues luégo que se aproximó y puso su campo cerca del de Pirro, como hubiesen admirado šiempra el esplendor y fama de éste en las armas, acostumbrados como estaban de anliguo á tener por el más digno del reino al que era en la guerra más poderoso, y oyesen entonces que habia tratado con humanidad á los cautivos, resolvieron todos pasarse, ó al otro, ó á ésle, abandonando á Demetrio, y empezaron á marcharse, al principio á escondidas y en partidas pequeñas; pero despues el movimiento y el tumulto se hizo general en el campamento. Por fin, algunos se atrevieron á acercarse á Demetrio, y prevenirlo que huyera y se pusiera en salvo, por cuanto ya estaban cansados los Macedonios de hacer la guerra por su lujo y sus delicias. Pareciéronle á Demetrio estas palabras muy moderadas en comparacion de las de la muchedumbre; y entrando en su pabellon, no como rey, sino como comediante, se puso un vestido negro en lugar de aquel trágico de que usaba, y con el mayor secrelo que le fué posible se puso en fuga. Corria ya el mayor número al saqueo, altercando entre sí y despedazando la lienda, cuando llegó Pirro y al punto los reprimió y ocupó el campamento. Partió en seguida con Lisimaco toda la Macedonia, dominada siete años sin contradiccion por Demetrio.
Decaido de esta manera Demetrio de su alto estado, buyó á Casandrea, donde File, su mujer, llena de pesadumbre, no tuvo valor para ver á Demetrio, el más miserable de los reyes, otra vez reducido á la clase de particular y fugitivo: así, perdiendo toda esperanza y maldiciendo su fortuna, más firme en los males que en los bienes, tomó un veneno, y murió. Demetrio, con el designio de recoger todavía los restos de aquel naufragio, navegó á la Grecia y reunió los generales y amigos que allí tenía. La comparacion que el Menelao de Sófocles hace con su fortuna, cuando dice:
El bado mio en la inconstante rueda De fortuna se vuelve de contino, Cambiando siempre su presente estado:
Como el aspecto de la vária luna, Que dos noches no puede ser el mismo; Sino que hoy de lo oscuro, nueva sale, Embelleciendo y redondeando el rostro, Y cuando mayor luz y brillo ostenta, Otra vez cae, y toda desparece:
esta comparacion parece que cuadraria mejor con las cosas de Demetrio, con sus crecientes y sus menguantes, sus brillanteces y sus oscuridades; pues pareciendo que entonces desfallecia y se apagaba del todo, volvió otra vez á resplandecer su poder; y juntó aún algunas fuerzas, com las que recobró algun tanto su esperanza. Mas ello es que entonces por la primera vez anduvo recorriendo las ciudades como simple particular, despojado de las insignias reales; y viéndole uno en Tebas en esta situacion, le aplicó, no sin gracia, estos versos de Eurípides:
De Dios mudada la esplendente forma En la de hombre mortal, á nuestra vista Cabe el cristal de Dirce se presenta, Y del Ismeno en la apacible orilla.
— Una vez que ya tomó la esperanza como un camino real, y volvió á tener cerea de sí un cuerpo y forma de mando, restituyó á los Tebanos su propio gobierno, miéntras que los Atenienses se le rebelaron; y borrando de entre los que daban nombre al año á Diflo, que era sacerdote de los Soteres ó salvadores, le quitaron la vida, decretando que se eligieran otra vez Arcontes conforme á las leyes patrias. Llamaron además á Pirro de la Macedonia, viendo á Demetrio con mayor poder del que habian esperado; el cual marchó contra ellos con grande enojo, y puso estrecho sitio á la ciudad. Mas habiendo el pueblo enviado cerca de él al filósofo Crates, varon de grande crédito y autoridad; ya persuadido de éste acerca de lo que los Atenienses deseaban, y ya tambien meditando sobre lo que él mismole manifestó convenirle, levantó el sitio, y reuniendo cuantas naves tenia, embarcó en ellas sus soldados, que eran once mil con los de caballería, y se dirigió al Asia con designio de hacer que la Caria y la Lidia se rebelaran á Lisimaco; pero en Mileto le salió al encuentre Euridice, hermana de File, trayéndole á Tolemaida, hija de Tolomeo, que le estaba prometida en matrimonio por medio de Se leuco. Casóse, pues, con ella, tomándola de mano de Euridice; é inmediatamente despues de celebrado este enlace, marchó á las ciudades; de las cuales muchas voluntariamente se le sometieron, y otras muchas redujo por fuerza.
Tomó tambien á Sardis; y algunos de los caudillos de Lisimaco se le pasaron, llevándole caudales y tropas; pero sobreviniendo con un ejército Agatocles, hijo de Lisimaco, se retiró á la Frigía, con ánimo, si llegaba á tomar la Armenia, de sublevar la Media y apoderarse de las provincias altas, que para el caso de verse acosado tenian muchos puntos de ocultacion y de refugio. Perseguido de Agatocles, bien era superior en los encuentros; pero retirado de donde habia víveres y pastos, además de hallarse falto de todo, se hacía sospechoso á los soldados de que queria llevarlos á ser habitantes de la Armenia y la Media. En cruelecíase en tanto el hambre, y babiendo errado el vado para el paso del rio Luco, pereció una gran partida, que fué arrebatada de la corriente; y sin embargo, áun tenian humor para la sátira y la burla; porque hubo quien escribió delante de su tienda el principio de la tragedia de Edipo, con una ligera variacion:
Hijo de Antígono, el sobrado en años, Y de ojos falto, ¿qué region es esta?
Finalmente, con el hambre se juntó la peste, como suele suceder cuando en extrema necesidad se toman cualesquiera alimentos; y habiendo perdido unos ocho mil hombres, retrocedió con los que le restaban. Bajaba hácia Tarso con ánimo de no tocar en aquella provincia, que entónces pertenecia á Seleuco, para no dar á éste motivo ninguno de ofensa; mas siéndole imposible, por estar los soldados reducidos á la más estrecha necesidad, y porque Agatocles tenía tomadas todas las gargantas del monte Tauro, escribe á Seleuco una carta llena de quejas contra su fortuna, y concebida con las más encarecidas expresiones de ruego y de súplica, para que tuviera lástima de un deudo suyo, sujeto á tales desgracias, que debian alcanzar compasion áun de los enemigos. Hablase conmovido Seleuco, y escribió á los generales que allí mandaban, dándoles órden de que á Demetrio se le hiciera en todo un tratamiento regio, y á sus tropas se las proveyera abundantemente de viveres; pero representóle Patrocles, hombre que pasaba por muy juicioso, y era amigo fiel del mismo Seleuco, que aun cuando se prescindiera del gasto que habia de hacerse con los soldados de Demetrio, el que éste hubiera de permanecer y detenerse en sus estados, era negocio en que debia mirarse mucho: pues que siendo por si Demetrio el más violento y emprendedor de todos los reyes, ahora habia caido en tales infortunios, que aun á los que son por naturaleza moderados los impelen å la violencia y á la injusticia. Como hubiesen hecho fuerza á Seleuco estas reflexiones, movió para la Cilicia con un grande ejército; y Demetrio, que se sorprendió de esta repentina mudanza de Seleuco, concibiendo temor, se retiró á los puntos más inaccesibles del monte Tauro, desde donde le envió á rogar que le dejara tomar el país de alguno de aquellos reyes bárbaros que eran independientes, donde pasaria su vida en quietud, sin tener que andar errante y fugitivo; y cuando no, le diera con qué sostener sus tropas aquel invierno, y no lo despidiera desnudo y falto de todo, arrojándole asi en las manos de sus enemigos.
Oyo Seleuco todas estas cosas con sospecha, y le propuso que podria invernar si queria en la Cataonia; entregando en rehenes los que más estimara de sus amigos; y al mismo tiempo fortificó las entradas de la Siria. Viéndose con esto Demetrio cercado y encerrado por todas partes como una fiera, no le quedó más arbitrio que valerse de los puños; por lo que taló el país, y trabando combate con Seleuco, que fué el que acometió, llevó siempre to mejor. Como en una ocasion quisiesen acosarle con los carros falcados, logró rechazarlos, y haciendo retirar á los que guarnecian las gargantas de la Siria, se apoderó de ellas. Cobró ya espíritu; y viendo tambien alentados á los soldados, se dispuso á combatir echando el resto contra todo el poder de Seleuco, que ya tambien empezaba á vacilar; porque había desechado los socorros de Lisimaco por lemor y desconfianza, y no se resolvia á entrar solo en lid contra Demetrio, recelándolo todo de su precipitacion y de aquella continua mudanza que de la última miseria lo elevaba á las mayores prosperidades. Mas en esto una gravísima enfermedad que acometió á Demetrio lo puso en su persona muy á los últimos, y destruyó de todo punto sus negocios: porque de sus tropas unos se pasaron á los enemigos, y otros se desertaron. A los cuarenta dias, convalecido apenas, recogió lo que le habia quedado, é bizo algun esfuerzo, cuanto mostrarse y dar á entender á los enemigos que se dirigia á la Cilicia; pero levantando á la noche el campo sin hacer señal alguna, tomó la direccion opuesta, y pasando el Amano, taló todo el país bajo hasta la Cirristica.
Sobrevino Seleuco, y habiendo puesto cerca su campamento, levantando el suyo Demetno, marchaba de noche contra él, que estaba distante de sospecharlo, entregado al sueño; pero advertido por algunos que se pasaron del peligro que le amenazaba, se levantó asustado, y mando que se diera la señal, calzándose y gritando á un tiempo á sus amigos que tenía sobre sí una terrible fiera. Conoció Demetrio por el alboroto que percibia en el campo enemigo que se le habia hecho traicion, y se retiró precipitadamente. Vióse á la mañana acometido de Seleuco, y enviando á uno de los de su confianza para mandar la otra ala, logró en parte rechazar á los enemigos que tenía al frente. Mas apeóse en esto Seleuco, quitóse el casco, y tomando la adarga, se dirigió y presentó en persona á los estipendiarios, exhortándolos á venirse á él, y haciéndoles entender que por consideracion á ellos y no á Demetrio había dado largas por tanto tiempo. Con esto, saludándole todos y proclamándole rey, se le pasaron. Percibió Demetrio que de tantas mudanzas aquella era la última, y para evitar algun tanto el peligro, huyó hácia las llamadas puertas Amanidas; y metiéndose en una selva espesa con algunos amigos y sirvientes, entre todos muy pocos, esperó la noche con ánimo de tomar el camino de Cauno si podia, y caer de allí á aquel mar, donde esperaba encontrar su armada; pero cuando se informó de que no tenia raciones ni medios algunos áun para aquel dia, tuvo que mudar de resolucion. Presentôsele en este punto su amigo Sosigenes, llevando consigo cuatrocientos áureos (1); y esperando con este socorro poder llegar hasta el mar, se encaminaban ocultos hácia las cumbres; pero descubriéndose en ellas hogueras enemigas, abandonaron aquel camino y se volvieron al mismo lugar; no ya todos, porque algunos habían huido, ni con la misma disposicion los que quedaron. Atrevióse uno de ellos á manifestar la idea de que era preciso entregarse á Seleuco; y al oirlo Demetrio hizo movimiento de desenvainar la espada para pasarse con ella; pero cercándole los amigos y procurando consolarle, le persuadieron á que ejecutara lo propuesto. Envió, pues, mensajeros á Seleuco, entregándosele å discrecion.
Al oirlo Seleuco dijo que no se habia salvado Demetrio por su fortuna, sino por la del mismo Seleuco, á quien entre otros muchos bienes queria concederle el de que pudiera hacer muestra de su compasion y benignidad. Lla(1) El áureo, segun la más comun opinion, valia cuatro duros de nuestra moneda.
mando, pues, á sus mayordomos, les dió órden de que dispusieran un pabellon régio, y todos los demas muebles y preparativos para recibirle y hospedarle magníficamente.
Resídia cerca de Seleuco un tal Apolónides, que era amigo de Demetrio, y le envió inmediatamente para que se holgara con su vista, y entrara en la confianza de que iba a ser recibido como correspondia de un deudo y un yerno. Conocida que fué la voluntad de Seleuco, aunque al principio fueron pocos á ver á Demetrio, despues lo ejecutaron los más de los amigos del Rey, compitiendo y queriendo adelantarse unos á otros: porque se esperó que iba á ser el de mayor autoridad cerca de Seleuco, y esto fué lo que convirtió en envidia la compasion, dando motivo á los malévolos y de dañada intencion para pervertir y envenenar la humanidad del Rey; á quién inspiraban recelos y descon flanzas, diciéndole que no se pasaria tiempo, sino que inmediatamente que se presentara Demetrio se verian grandes novedades en el ejército. Así es que no bien Apolónides se habia congratulado con Demetrio, y los demas amigos habían principiado á comunicarle las más lisonjeras noticias acerca de las disposiciones de Seleuco, en virtud de las cuales el mismo Demetrio, despues de tanto infortunio y desgracia, si ántes miraba como afrentosa la entrega de su persona, mudaba ya de parecer y empezaba alentado á abrir su corazon á la esperanza; cuando en aquel mismo punto llegó Pausanias con mil soldados entre infantes y caballos y cercando con ellos repentinamente á Demetrio, dió órden á los demas de retirarse, y á él sin presentarlo á Seleuco lo condujo al Quersoneso de Siria. Allí, fuera de haberle puesto una fuerte guardia, en lo demas la asistencia, la comida y cuanto podia necesitar para su comodidad, le iba diariamente de parte de Seleuco; quien le hizo sefialar además sitios amenos para recrearse y pasearse, y áun parques para la caza. Era tambien permitido á sus amigos y camaradas ir á verle; y de parte de Seleuco le visitaban igualmente algunos, llevándole mensajes halagueños que le dieran conflanza, haciéndole entender que todo se arreglaria entre ellos á satisfaccion tan pronto como llegara Antioco con Estratónica.
DEMETRIO.
Demetrio, constituido en tan infeliz estado, escribió al hijo y á sus caudillos y amigos residentes en Atenas y en Corinto que no dieran crédito ni á sus cartas, ni á su sello, sino que como si hubiera muerto, tuvieran en custodia las ciudades y cuanto le pertenecia para Antígono. Este, cuando supo la cautividad del padre, la sintió con el mayor dolor, se vistió de luto, y escribió á los demas reyes y al mismo Seleuco, haciéndoles ruegos, ofreciendo darles cuanto le quedaba, y mostrándose pronto á entregarse en rebenes por la libertad del padre; y á estas súplicas acompañaban las de muchas ciudades y personas poderosas, á excepcion de Lisimaco; el cual envió quien ofreciera crecidas sumas á Seleuco porque diera la muerte á Demetrio.
Mas Seleuco, que ya lo miraba mal, con esto áun lo tuvo por más abominable y bárbaro; pero reservando á Demetrio para su hijo Antioco y para Estratónica, á fin de que la gracia fuera de éstos, iba prolongando el tiempo.
Demetrio, además de haberse resignado desde luego con tranquilidad á aquella malaventura, se acostumbró fácilmente despues á la vida que se le precisaba llevar; y aunque al principio hacía algun ligero ejercicio corporal, cazando ó paseando, poco a poco se fastidió y cansó de él, y se entregó del todo á banquetear y jugar, pasando en esto la mayor parte del tiempo; bien fuese por buir de las reflexiones que hacía sobre su suerte en los ratos de cordura y vigilia, tratando de ofuscar de intento sus pensamientos con la beodez; ó bien por haberse convencido de que, siendo aquella la vida á la que le llamaba su carácter, y la que ya ántes habia deseado y seguido, neciamente y por una gloria vana se habia desviado de ella para causarse á sí mismo y causar á otros las mayores inquietudes y pesadumbres, mientras buscaba en las armas, en las escuadras y en los ejércitos el bien, que ahora sin esperarlo habia encontrado en el ocio, en la quietud y en el descanso. Porque al cabo, ¿cuál otro puede ser el término de la guerra para los miserables reyes, torpe y malamente engañados, no sólo por ir en pos del regalo y del deleite, en lugar de seguir la virtud y la honestidad, sino porque ni siquiera saben gozar verdaderamente de los placeres y de las delicias? Demetrio, pues, al cabo de tres años de estar en aquel encierro, con la desidia, con la plenitud de humores y con el desarreglo en la bebida llegó á enfermar, y murió á la edad de cincuenta y cuatro años; y Seleuco, demas de haber sido muy censurado, él mismo tuvo grande disgusto y arrepentimiento de haber entrado en sospechas contra Demetrio, y no haber sabido imitar á Dromicaibe, que con ser Tracio y bárbaro, trató tan humana y régiamente á su cautivo Lisimaco.
Su entierro vino á tener tambien un aparato propiamente trágico y teatral, porque su hijo Antigono; luego que tuvo noticia de que se le enviaban las cenizas, movió con todas sus naves, y salió hasta las islas á recibirlas; y cuando le fueron entregadas, puso en la galera eapitana la urna, que era toda de oro. Las ciudades á donde arribaron ciñeron de eoronas la urna, y dispusieron que ciertos ciudadanos vėstidos de luto acompañaran la pompa fúnebre. Dirigióse la escuadra á Corinto, y desde luego se descubria en la popa la urna adornada con la púrpura y diadema reales, y custodiada por una guardia de jóvenes armados. Jenofanto, que era entonces el flautista de más crédito, estaba sentado allí junto, y lañia el aire más lúgubre y sagrado; y moviéndose á su compas los remos, resultaba un ruido con cierta modulacion semejante al que hay en los duelos cuando en los intervalos de la música se oyen los lamentos y gemidos; pero sobre todo el ver á Antigono tan afligido y lloroso, fué lo que más contristó y movió á compasion y lástima á todo el inmenso gentío que habia acudido á la orilla del mar. Hechas que le fueron en Corinto magnificas exequias, poniendo nuevas coronas en la urna, llevó Antigono á depositar aquellos despojos á Demetriade, ciudad que tomaba de él su nombre, y que había sido fundada de muchas aldeas á las orillas del seno llamado Yolquico. La familia que dejó Demetrio fueron Antígono y Estratónica de File; dos Demetrios, el uno á quien llamaron el Flaco, de una mujer del Ilirio, y el otro que quedó reinando en Cirene, de Tolemaida; y de Deidamia Alejandro, que pasó su vida en el Egipto: diciéndose que tuvo además de Eurfdiee otro hijo llamado Corrabo. Descendió por sucesiones, reinando su linaje hasta Perseo, que fué el último, bajo el cual los Romanos subyugaron la Macedonia. Concluido ya el drama trágico del Macedonio, tiempo es de que pasemos á la representacion del Romano.