Las vidas paralelas de Plutarco/Alejandro

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

ALEJANDRO.


Habiéndonos propuesto escribir en este libro la vida de Alejandro y la de César, el que venció á Pompeyo, por la muchedumbre de hazañas de uno y otro una sola cosa advertimos y rogamos á los lectores, y es que si no las referimos todas, ni aun nos detenemos con demasiada prolijidad en cada una de las más celebradas, sino que cortamos y suprimimos una gran parte, no por esto nos censuren y reprendan. Porque no escribimos historias, sino vidas; ni es en las acciones más ruidosas en las que se manifiestan la virtud ó el vicio; sino que muchas veces un hecho de un momento, un dicho agudo y una niñería sirve más para probar las costumbres, que batallas en que mueren millares de hombres, numerosos ejércitos y sitios de ciudades.

Por tanto, así como los pintores toman para retratar las semejanzas del rostro, y aquellas facciones en que más se manifiesta la indole y el carácter, cuidándose poco de todo lo demas; de la misma manera debe á nosotros concedérsenos el que atendamos más á los indicios del ánimo, y que por ellos dibujemos la vida de cada uno: dejando á otros los hechos de grande aparato y los combates.

Que Alejandro era por parte de padre Heraclida, descendiendo de Carano, y que era Eacida por parte de madre, trayendo origen de Neoptolemo, son cosas en que generalmente convienen todos. Dícese que iniciado Filipo en Samotracia juntamente con Olimpiada, siendo todavía jovencito, se enamoró de esta, que era niña, huérfana de padre y madre; y que se concertó su matrimonio, tratándolo con el hermano de la misma llamado Arumba. Parecióle á la esposa que antes de la noche en que se reunieron en el tálamo nupcial, habiendo tronado, le cayó un rayo en el vientre, y que del golpe se encendió mucho fuego, el cual dividiéndose despues en llamas que se esparcieron por todas partes, se disipó. Filipo algun tiempo despues de celebrado el matrimonio tuvo un sueño, en el que le pareció que sellaba el vientre de su mujer, y que el sello tenía grabada la imágen de un leon. Los demas adivinos no creian que aquella vision significase otra cosa sino que Filipo necesitaba de una vigilancia más atenta en su matrimonio; pero Aristandro Telmiseo dijo que aquello significaba estar Olimpiada en cinta, pues lo que esta vacío no se sella; y que lo estaba de un niño valeroso y parecido en su indole á los leones. Vióse tambien un dragon, que estando dormida Olimpiada, se le enredó al cuerpo; de donde provino, dicen, que se amortiguase el amor y cariño de Filipo, que escaseaba el reposar con ella; bien fuera por temer que usara de algunos encantamientos y maleficios contra él, ó bien porque tuviera reparo en dormir con una mujer que se habia ayuntado con un sér de naturaleza superior. Todavía corre otra historia acerca de estas cosas, y es que todas las mujeres de aquel país, de tiempo muy antiguo estaban iniciadas en los misterios órficos y en las orgías de Baco, y siendo apellidadas Clodones y Mimalones, bacian cosas muy parecidas á las que ejecutan las Edonides y las Tracias habitantes del monte Hemo; de donde había provenido el que el verho triscar se aplicane á significar sacrificios abundantes y llevados al exceso. Pues ahora Olimpiada, que imitaba más T ALEJANDROque las otras este fanatismo, y las excedia en el entusiasmo de tales fiestas, llevaba en las juntas Báquicas unas serpientes grandes domesticadas por ella, las que saliéndose muchas veces de la hiedra y de la zaranda mistica, y enroscándose en los tirsos y en las coronas, asustaban á los concurrentes.

Dícese sin embargo que habiendo enviado Filipo á Queron Megalopolitano á Delfos despues del ensueño, le trajo del Dios un oráculo, por el que le prescribia que sacrificara á Amon, y le venerara con especialidad entre los Dioses; y es tambien fama que perdió un ojo, por haber visto, aplicándose á una rendija de la puerta, que el Dios se solazaba con su mujer en forma de dragon. De Olimpiada refiere Eratostenes que al despedir á Alejandro en ocasion de marchar al ejército le descubrió á él sólo el arcano de su nacimiento, y le encargó que se portara de un modo digno de su origen; pero otros aseguran que siempre miró con horror semejante fábula, diciendo: «¿Será posible que Alejandro no deje de calumniarme ante Juno?»» Nació, pues, Alejandro en el mes Hecatombeon, al que llaman los Macedonios Loon, en el dia sexto, el mismo en que se abrasó el templo de Diana Efesina; lo que dió ocasion á Hegesias Magnesio para usar de un chiste, que hubiera podido por su frialdad apagar aquel incendio: porque dijo que no era extraño haberse quemado el templo, estando Diana ocupada en asistir al nacimiento de Alejandro. Todos cuantos Magos se hallaron á la sazon en Efeso, teniendo el suc880 del templo por indicio de otro mal, corrian lastimándose los rostros, y diciendo á voces que aquel dia habia produ cido otra gran desventura para el Asia. Acababa Filipo de tomar á Potidea cuando á un tiempo recibió tres noticias:

que había vencido á los Ilirios en una gran batalla por medio de Parmenion; que en los juegos Olímpicos babia vencido con caballo de montar, y que habia nacido Alejandro. Estaba regocijado con ellas como era natural; y los adivinos acrecentaron todavía más su alegría, manifestándole que niño nacido entre tres victorias seria invencible.

Las estatuas que con más exactitud representan la imágen de su cuerpo son las de Lisipo, que era el único por quien queria ser retratado; porque este artista figuró con la mayor viveza aquella ligera inclinacion del cuello al lado izquierdo y aquella flexibilidad de ojos que con tanto cuidado procuraron imitar despues muchos de sus sucesores y de sus amigos. Apeles al pintarle con el rayo no imitó bien el color; porque lo hizo más moreno y encendido, siendo blanco, segun dicen, con una blancura sonrosada, principalmente en el pecho y en el rostro. Su cútis espiraba fragancia, y su boca y su carne toda despedianel mejor olor; el que penetraba su ropa, si hemos de creer lo que leemos en los Comentarios de Aristoxeno. La causa podia ser la complexion de su cuerpo, que era ardiente y fogosa, porque el buen olor nace de la coccion de los bumores por medio del calor, segun opinion de Teofrasto; por lo cual los lugares secos y ardientes de la tierra son los que producen en mayor cantidad los más suaves aromas; y es que el sol disipa la humedad de la superficie de los cuerpos, que es la materia de toda corrupcion; y á Alejandro lo ardiente de su complexion lo hizo, segun parece, bebedor y de grandes alientos. Siendo todavía muy jóven se manifestó ya su continencia: pues con ser para todo lo demas arrojado y vehemente, en cuanto á los placeres corporales era poco sensible, y los usaba con gran sobriedad; cuando su ambicion mostró desde luego una osadía y una magnanimidad superiores á sus años. Porque no toda gloria le agradaba, ni todos los principios de ella, como á Filipo, que cual si fuera un sofista, hacía gala de saber hablar elegantemente, y que grababa en sus monedas las victorias que en Olimpia habia alcanzado en carro; sino que á los de su familia, que le hicieron proposicion de si queria aspirar al premio en el estadio (porque era sumamente ligero para la carrera), les respondió que sólo en el caso de haber de tener reyes por contendores. En general parece que era muy indiferente á toda especie de combates atléticos; pues que costeando muchos certámenes de trágicos, de flautistas, de citaristas, y áun de los rapsodistas ó recitadores de las poesías de Homero, y dando simulacros de cacerías de todo género y juegos de esgrima, jamás de su voluntad propuso premio del pugilato ó del pancracio.

Tuvo que recibir y obsequiar, hallándose ausente Filipo, á unos embajadores que vinieron de parte del rey de Persia, y se les hizo tan amigo con su buen trato, y con no bacerles ninguna pregunta de muchacho, ó que pudiera parecer frívola, sino sobre la distancia de unos lugares á otros, sobre el modo de viajar, sobre el rey mismo, y cuál era su disposicion para con los enemigos, y cuál la fuerza y poder de los Persas, que se quedaron admirados, y no tuvieron en nada la celebrada sagacidad de Filipo, comparada con los conatos y pensamientos elevados del bijo.

Cuantas veces venía noticia de que Filipo habia tomado alguna ciudad ilustre ó habia vencido en alguna memorable batalla, no se mostraba alegre al oirla, sino que solia decir á los de su edad: Será posible, amigos, que mi padre se anticipe á tomarlo todo, y no nos deje á nosotros nada brillante y glorioso en que podamos acreditarnos? pues que no codiciando placeres ni riquezas, sino sólo virtud y gloria, le parecia que cuanto más le dejara ganado el padre, ménos le quedaria á él que vencer: y creyendo por lo mismo que en cuanto se aumentaba el Estado, en otro tanto decrecian sus hazañas, lo que deseaba era, no riquezas, ni regalos, ni placeres, sino un imperio que le ofreciera combates, guerras y acrecentamiento de gloria. Eran muchos, como se deja conocer, los destinados á su asistencia, con los nombres de nutricios, ayos y maestros; á todos los cuales presidia Leonidas, varon austero en sus costumbres y pariente de Olimpiada; pero como no gustase de la denominacion de ayo, sin embargo de significar una ocupacion honesta y recomendable, era llamado por todos los demas, á causa de su dignidad y parentesco, nutricio y director de Alejandro; y el que tenía todo el aire y aparato de ayo era Lisimaco, natural de Acarnania; el cual, sin embargo de que consistia toda su crianza en darse á sí mismo el nombre de Fénix, á Alejandro el de Aquiles, y á Filipo el de Peleo, agradaba mucho con esta simpleza, y tenia el segundo lugar.

Trajo un Tesaliano llamado Filoneico el caballo Bucéfalo para venderlo á Filipo en trece talentos; y habiendo bajado á un descampado para probarlo, pareció áspero y enteramente indómito, sin admitir jinete ui sufrir la voz de ninguno de los que acompañaban á Filipo; sino que á todos se les ponia de manos. Desagradóle á Filipo, y dió órden de que se le llevaran por ser fiero é indócil; pero Alejandro, que se hallaba presente: ¡qué caballo pierden, dijo, sólo por no tener conocimiento ni resolucion para manejarle!»» Filipo al principio calló; mas habiéndolo repetido, lastimándose de ello muchas veces: «increpas, le replicó, á los que tienen más años que tú, como si supieras ó pudieras manejar mejor el caballo;» á lo que contestó:

«Éste ya se ve que lo manejaré mejor que nadie.—«Si no salieres con tu intento, continuó el padre, ¿cuál ha de ser la pena de tu temeridad?—Pagaré, dijo, el precio del caballo.» Echáronse á reir, y convenidos en la cantidad, marchó al punto á donde estaba el caballo, tomóle por las ríendas, y volviéndole, le puso frente al sol, pensando, segun parece, que el caballo por ver su sombra que caia y se movía junto á sí era por lo que se inquietaba. Pasóle despues la mano y le halagó por un momento, y viendo que tenia fuego y bríos, se quitó poco á poco el manto, arrojándolo al suelo, y de un salto montó en él sin dificultad.

Tiró un poco al principio del freno, y sin castigarle ni áud tocarle le hizo estarse quedo. Cuando ya vió que no ofrecia riesgo, aunque hervia por correr, le dió rienda y le agitó, usando de voz fuerte y aplicándole los talones. Filipo y los que con él estaban tuvieron al principio mucho cuidado y se quedaron en silencio; pero cuando le dió la vuelta con facilidad y soltura, mostrándose contento y alegre, todos los demas prorumpieron en voces de aclamacion; mas del padre se refiere que lloró de gozo, y que besándole en la cabeza luego que se apeó: «busca, hijo mio, le dijo, un reino igual á tí, porque en la Macedonia no cabes.» Observando que era de carácter poco flexible, y de los que no pueden ser llevados por la fuerza; pero que con la razon y el discurso se le conducia fácilmente á lo que era decoroso y justo, por sí mismo procuró más bien persua dirle que mandarle; y no teniendo bastante confianza en los maestros de música y de las demas habilidades comunes para que pudieran instruirle y formarle, por exigir esto mayor inteligencia y ser, segun aquella expresion de Sófocles, Obra de mucho freno y mucha maña, envió á llamar el filósofo de más fama y más extensos conocimientos, que era Aristóteles, al que dió un honroso y conveniente premio de su enseñanza: porque reedificó de nuevo la ciudad de Estagira, de donde era natural Aristóteles, que el mismo Filipo habia asolado; y restituyó á ella á los antiguos ciudadanos, fugitivos ó esclavos. Concedióles para escuela y para sus ejercicios el bosque inmediato á Mieza, donde áun ahora muestran los asientos de piedra de Aristóteles, y sus paseos defendidos del sol. Parece que Alejandro no sólo aprendió la ética y la política, sino que tomó tambien conocimiento de aquellas enseñanzas graves reservadas, á las que los filósofos llaman coa nombres técticos acroamáticas y epopticas, y que no comunican á la muchedumbre. Porque habiendo entendido despues de baber pasado ya al Asia que Aristóteles habia publicado en sus libros algunas de estas doctrinas, le escribió, hablándole con desenfado sobre la maleria, una carta de que es copia la siguiente: «Alejandro á Aristóteles, felicidad. No »has hecho bien en publicar las doctrinas acroamáticas:

»porque ¿en qué nos diferenciamos de los demas, si las »ciencias en que nos has instruido han de ser comunes á todos? pues yo más quiero sobresalir en los conocimien»tos útiles y honestos que en el poder. Dios te guarde.» Aristóteles para acallar esta noble ambicion se defendió acerca de estas doctrinas, diciendo que no debia tenerlas por divulgadas, aunque las habia publicado: pues en realidad su Tratado de Metafisica no era útil para aprender é instruirse; habiéndolo escrito desde luego para servir como de índice ó recuerdo a los ya adoctrinados.

Tengo por cierto haber sido tambien Aristóteles quien principalmente inspiró á Alejandro su aficion á la medicina: pues no sólo se dedicó á la teórica, sino que asistia á sus amigos enfermos, y les prescribia el régimen y medicinas convenientes, como se puede inferir de sus cartas.

En general, era naturalmente inclinado á las letras, á aprender y á leer; y como tuviese á la Illada por guia de la doctrina militar, y aun le diese este nombre, tomó corregida de mano de Aristóteles la copia que se llamaba La Iliada de la caja; la que con la espada ponia siempre debajo de la cabecera, segun escribe Onesicrito. No abundaban los libros en Macedonia; por lo que dió órden á Harpalo para que se los enviase; y le envió los libros de Filisto; muchas copias de las tragedias de Euripides, de Sófocles y de Esquilo; y los ditirambos de Telestes y de Filoxeno. Al principio admiraba á Aristóteles, y le tenia, segun decia él mismo, no ménos amor que á su padre, pues si del uno había recibido el vivir, del otro el vivir bien; pero al cabo de tiempo se resfrió con él, no hasta el punto de ofenderle en nada, sino que el no tener ya sus obsequios el calor y viveza que antes, daba muestras de aquella indisposicion.

Sin embargo, el amor y deseo de la filosofia que aquél le infundió ya no se borró nunca de su alma, como lo alestiguan el honor que dispensó á Anaxarco, los cincuenta talentos enviados á Jenocrates, y el amparo que en él ballacon Dandamis y Calano.

Hacia Filipe la guerra á los Bizantinos cuando Alejandro no tenía más que díez y seis años; y habiendo quedado en Macedonia con el Gobierno y con el sello de él, domó á los Medos que se habian revelado; tomóles la capital, de la que arrojó á los bárbaros, y repoblándola con gentes de diferentes países, le dió el nombre de Alejandrópolis. En Queronea concurrió á la batalla dada contra los Griegos, y se dice haber sido el primero que acometió á la cohorte sagrada de los Tebanos; y todavía en nuestro tiempo se muestra á orillas del Cefiso una encina antigua llamada de Alejandro, junto a la que tuvo su tienda; y allí cerca está el cementerio de los Macedonios. Filipo con estos hechos amaba extraordinariamente al hijo, tanto, que se alegraba de que los Macedoníos llamaran rey á Alejandro y general á Filipo; pero las inquietudes que sobrevinieron en la casa con motivo de los amores y los matrimonios de ésle, haciendo en cierta manera que enfermara el reino á la par de la union conyugal, produjeron muchas quejas y grandes desavenencias; las que hacía mayores el mal genio de Olimpiada, mujer suspicaz y colérica, que procuraba acalorar á Alejandro. Hizolas subir de punto Atalo en las bodas de Cleopatra, doncella con quien se casó Pilipo, enamorado de ella fuera de su edad. Era tio de ésta Atalo, y embriagado, en medio de los brindis exhortaba á los Macedonios á que pidieran á los Dioses les concedieran de Filipo y Cleopatra un sucesor legitimo del reino. Irritado con esto Alejandro: «¿Pues qué, le dijo, mala cabeza, te parece que yo soy bastardo?» y le tiró con la taza. Levantóso Filipo contra él desenvainando la espada; pero por fortuna de ambos con la cólera y el vino se le fué el pié y cayó; y entonces Alejandro exclamé con insulto: «¡Este es, ob Macedonios, el hombre que se preparaba para pasar de la Europa al Asia, y pasando ahora de un escaño á otro ha venido al suelo!» De resulta de esta indecente reyerta, tomando consigo á Olimpiada, y estableciéndola en el Epiro, él se fué á habitar en el Ilirio. En esto Demarato de Corinto, que era huésped de la casa y hombre franco, pasó á ver å Filipo; y como despues de los abrazos y primeros obsequios le preguntase éste cómo en punto á concordia se hallaban los Griegos unos con otros: apues es cierto, le contestó, que te está á tí bien, ob Filipo, el mostrar ese cuidado por la Grecia, cuando has llenado tu propia casa de turbacion y de males!» Vuelto en sí Filipo con esta advertencia, envió á llamar á Alejando, y consiguió atraerle por medio de las persuasiones de Demarato.

Sucedió á poco que Pexodoro, sátrapa de Caria, con la mira de ganarse la alianza de Filipo contrayendo deudo con él, pensó dar en matrimonio su hija mayor á Arrideo, bijo de Filipo; para lo que envió á Aristocrito á Macedonia; y con este motivo intervinieron nuevas hablillas y nuevas calumnias de los amigos y de la madre con Alejandro, achacando á Filipo que con estos brillantes enlaces y estos apoyos trataba de preparar para el trono á Arrideo. Incomodado Alejandro, envia á Caria por su parte á Tésalo, actor de tragedias, con el encargo de proponer á Pexodoro que dejando á un lado el del bastardo y no muy avisado, traslade el enlace al mismo Alejandro; lo que acomodó mucho más á Pexodoro que el primer proyecto; pero habiéndolo entendido Filipo, se fué á la habitacion de Alejandro, y haciendo convocar á Filotas el de Parmenion, uno de sus más intimos amigos, á presencia de éste le increpó violenP ALEJANDRO.

15 tamente, y le reconvino con aspereza sobre que se mostraba hombre ruin é indigno de los bienes que su condicion le ofrecia, si tenía por conveniencia ser yerno de un hombre de Caria, que en suma era un esclavo. Escribió, además, á los Corintios para que á Tósalo se le remitiesen con prisiones; y de los demas amigos de Alejandro desterro de Macedonia á Harpalo y á Nearco, á Frigio y á Tolomeo; á los cuales restituyó despues Alejandro, y los tuvo en el mayor honor y aprecio. Luego, cuando Pausanias, afrentado por disposicion de Atalo y Cleopatra, no pudo obtener justicia, y con este motivo dió muerte á Filipo, la culpa se cargó principalmente á Olimpiada, atribuyéndole que habia incitado y acalorado á aquel jóven herido de su ofensa; y áun alcanzó algo de esta acusacion á Alejandro: pues se dice que encontrándole Pausanias despues de la injuria, y lamentándose de ella, le recitó aquel yambo de la Medea, Al que la dió, al novio y á la novia.

Con todo, persiguiendo y buscando diligentemente á todos los socios de aquel erímen, los castigó; y porque Olimpiada, en ausencia suya, trató cruelmente á Cleopatra, se mostró ofendido y lo llevó muy á mal.

Tenía veinte años cuando se encargó del reino, combatido por todas partes de la envidia y de terribles odios y peligros, porque los bárbaros de las naciones vecinas no podian sufrir la esclavitud y suspiraban por sus antiguos reyes; y en cuanto á la Grecia, aunque Filipo la habia sojuzgado por las armas, apenas habia tenido tiempo para domaria y amansarla; sino que no habiendo hecho más que variar y alterar sus cosas, las habia dejado en gran inquietud y desórden por la novedad y falta de costumbre. Temian los Macedonios este estado de los negocios; y eran de opinion de que respecto de la Grecia debia levantarse enteramente la mano, sin tomar el menor empeño, y de que á los bárbaros que se habian rebelado se les atrajese con blandura, aplicando remedio á los principios de aquel trastorno; pero Alejandro, pensando de un modo enteramente opuesto, se decidió á adquirir la seguridad y la salud con la osadía y la entereza; pues que si se viese que decaia de ánimo en lo más mínimo, todos vendrían å cargar sobre él. Por tanto, á las rebeliones y guerras de los bárbaros les puso prontamente término, corriendo con su ejército hasta el Istro; y en una gran batalla venció á Sirmo, rey de los Tribalios. Como bubiose sabido que se habian sublevado los Tebanos, y que estaban de acuerdo con los Atenienses, queriendo acreditarse de hombre, al punto marchó con sus fuerzas por las Termópilas, diciendo que pues Demóstenes le habia llamado niño miéntras estuvo entre los llirios y Tribalios, y muchacho despues en Tesalia, queria hacerle ver ante los muros de Atenas que ya era hombre. Situado, pues, delante de Tebas, dándoles tiempo para arrepentirse de lo pasado, reclamó á Fénix y Prolites, y mandó echar pregon ofreciendo impunidad á los que mudaran de propósito; pero reclamando de él á su vez los Tebanos á Filotas y Antipatro, y echando el pregon de que los que quisieran la libertad de la Grecia se unieran con ellos, dispuso sus Macedonios á la guerra. Pelearon los Tebanos con un valor y un arrojo superiores á sus fuerzas, pues venian á ser uno para muchos enemigos; pero habiendo desamparado la ciudadela llamada Cadmea las tropas macedonias que la guarnecian, cayeron sobre ellos por la espalda, y envueltos perecieron los más en este último punto de la batalla. Tomó la ciudad, la entregó al saqueo y la asoló: principalmente por esperar que asombrados é intimidados los Griegos con semejante calamidad, no volvieran á rebullirse; pero tambien quiso dar á entender que en esto se habia prestado á las quejas de los aliados: porque los Focenses y Plateenses acusaban á los Tebanos. Hizo, pues, salir á los sacerdotes, á todos los huéspedes de los Macedonios, á los descendientes de Pindaro y á los que se habian opuesto á los que decretaron la sublevacion: á todos los demas los puso en venta, que fueron como unos treinta mil hombres, siendo más de seis mit los que murieron en el combate.

En medio de los muchos y terribles males que afligieron á aquella desgraciada ciudad, algunos Tracios quebrantaron la casa de Timoclea, mujer principal y de admirable conducta; y mientras los demas saqueaban los bienes, el comandante, despues de haber insultado y hecho violencia á la ama, le preguntó si habia ocultado plata ú oro en alguna parte. Confesóle que sí, y llevándole sólo al huerto, le mostró el pozo, diciendo que al tomarse la ciudad habia arrojado allí lo más precioso de su caudal. Acercóse el Tracio, y cuando se puso á reconocer el pozo, habiéndosele aquella puesto detras, le arrojó; y echándole encima muchas piedras, acabó con él. Lleváronla los Tracios atada ante Alejandro; y desde luego que se presentó pareció una persona respetable y animosa, pues seguía á los que la conducian sin dar la menor muestra de lemor ó sobresalto.

Despues, preguntándola el Rey quién era, respondió ser hermana de Teagenes, el que había peleado contra Filipo por la libertad de los Griegos, y habia muerto de general en la batalla de Queronea. Admirado, pues, Alejandro de su respuesta y de lo que habia ejecutado, la dejó en libertad á ella y á sus hijos.

A los Atenienses los admitió á reconciliacion, áun en medio de haber hecho grandes demostraciones de sentimiento por el infortunio de Tebas: pues teniendo entre manos la fiesta de los Misterios, la dejaron por aquel duelo, y á los que se refugiaron á Atenas les prestaron Lodos los oficios de humanidad; mas con todo, bien fuese por haber saciado ya su cólera como los leones, ó bien porque quisiese oponer un acto de clemencia á otro de suma crueldad y aspereza, no sólo los indultó de todo cargo, sino que los TOMO IV.

2 exhortó á que atendiesen al buen orden de la ciudad, como que habia de tomar el imperio de la Grecia, si á él le sobrevenia alguna desgracia; y de allí en adelante se dice que le causaba sumo disgusto aquella calamidad de los Tebanos; por lo que se mostró muy beniguo con los demas pueblos; y lo ocurrido con Clito entre los brindis de un festin, y la cobardia en la India de los Macedonios, por la que en cuanto estuvo de su parte dejaron incompleta su expedicion y su gloria, fueron cosas que las atribuyó siempre á ira y venganza de Baco. Por fio, de los Tebanos que quedaron con vida, ninguno se le acercó á pedirle alguna cosa que no saliera bien despachado; y esto es lo que hay que referir sobre la toma de Tebas.

Congregados los Griegos en el Istmo, decretaron marchar con Alejandro á la guerra contra la Persia, nombrándole general; y como fuesen muchos los hombres de Estado y los filósofos que le visitaban y le daban el parabien, esperaba que haría otro tanto Diógenes el de Sinope, que residia en Corinto. Mas éste ninguna cuenta hizo de Alejandro, sino que pasaba tranquilamente su vida en el barrio llamado Craneto; y así hubo de pasar Alejandro á verle.

Hallábase casualmente tendido al sol, y habiéndose incorporado un poco á la llegada de tantos personajes, fijó la vista en Alejandro. Saladóle éste, y preguntándole en seguida si se le ofrecia alguna cosa, «muy poco, le respondió; que te quites del sol.» Dieese que Alejandro con aquella especie de menosprecio quedó tan admirado de semejante elevacion y grandeza de ánimo, que cuando retirados de allí empezaron los que le acompañaban á reirse y burlarse, él les dijo: «Pues yo á no ser Alejandro, de buena gana fuera Diógenes.» Quiso prepararse para la expedicion con la aprobacion de Apolo; y habiendo pasado á Delfos, casualmente los dias en que llegó eran nefastos, en los que no es permitido dar respuestas; y con todo, lo primero que hizo fué llamar á la sacerdotisa; pero negándose ésta, y objetando la disposicion de la ley, subió donde se hallaba y por fuerza la trajo al templo. Ella entonces, mirándose como vencida por aquella determinacion, «eres invencible, ¡oh jóven!» expresó; lo que oido por Alejandro, dijo que ya no necesitaba otro vaticinio; sino que habia escuchado de su boca el oráculo que apetecia. Cuando ya estaba en marcha para la expedicion aparecieron diferentes prodigios y señales, y entre ellos el de que la estatua de Orfeo en Libetra, que era de cipres, despidió copioso sudor por aquellos dias. A muchos les inspiraba miedo este portento; pero Aristandro los exhortó á la confianza, «pues significa, dijo, que Alejandro ejecutará hazañas dignas de ser cantadas y aplaudidas; las que por tanto darán mucho que trabajar y que sudar a los poetas y músicos que hayan de celebrarlas.» Componíase su ejército, segun los que dicen ménos, de treinta mil hombres de infanteria y cinco mil de caballería; y los que más le dan hasta treinta y cuatro mil infantes y cuatro mil caballos; y para todo esto dice Aristobulo que no tenía más fondos que setenta talentos, y Duris que sólo contaba con víveres para treinta dias; mas Onesicrito refiere que habia tomado á crédito doscientos talentos. Pues con todo de haber empezado con tan pequeños y escasos medios, ántes de embarcarse se informó del estado que tenian las cosas de sus amigos, distribuyendo entre ellos á uno un campo, á otro un terreno y á otro la renta de un caserío ó de un puerto. Cuando ya babia gastado y aplicado se puede decir todos los bienes y rentas de la corona, le preguntó Perdicas: «¿Y para tí, oh Rey, qué es lo que dejas?» Como le conteslase que las esperanzas, «¿pues y nosotros, repuso, no participaremos tambien de ellas los que hemos de acompañarte en la guerra?»» Y renunciando Perdicas la parte que le habia asignado, algunos de los demas amigos hicieron otro tanto; pero á los que tomaron las suyas ó las reclamaron, se las entregó con largueza; y con este repartimiento concluyó con casi todo lo que tenía en Macedonia. Dispuesto y prevenido de esta manera, pasó el Helesponto, y bajando á tierra en Ilion, hizo sacrificio á Minerva y libaciones á los héroes. Ungió largamente la columna erigida á Aquiles, y corriendo desnudo con sus amigos alrededor de ella segun es costumbre, la coronó, llamando á éste bienaventurado, porque en vida tuvo un amigo fiel, y despues de su muerte un gran poela. Cuando andaba recorriendo la ciudad y viendo lo que habia de notable en ella, le preguntó uno si queria ver la lira de Páris, y él le respondió que ésta nada le importaba, y la que buscaba era la de Aquiles, con la que cantaba este héroe los grandes y gloriosos hechos de los varones esforzados.

En esto, los generales de Dario habian reunido muchas fuerzas, y como las tuviesen ordenadas para impedir el paso del Granico, debia lenerse por indispensable el dar una batalla para abrirse la puerta del Asia, si se habia de entrar y dominar en ella; pero los más temian la profundidad del rio y la desigualdad y aspereza de la orilla opuesta, a la que se habia de subir peleando; y a algunos los detenia tambien cierta supersticion relativa al mes, por cuanto en el Daisio era costumbre de los reyes de Macedonia no obrar con el ejército; pero á esto ocurrió Alejandro, mandando que se contara otra vez el Artemisio. Oponíase de otro lado Parmenion á que se trabara combate, por estar ya adelantada la tarde; pero diciendo Alejandro que se avergonzaria el Helesponto si babiéndole pasado temieran al Granico, se arrojó al agua con trece bileras de caballería, y marchando contra los dardos enemigos y contra sitios escarpados, defendidos con gente armada y con caballería, arrebatado y cubierto en cierla manera de la corriente, parecía que más era aquello arrojo de furor y locura, que resolucion de un buen caudillo. Mas él seguia empeñado en el paso, y llegando á hacer pié con trabajo y dificultad en lugares húmedos y resbaladizos por el barro, le fué preciso pelear al punto en desórden y cada uno separado contra los que les cargaban, ántes que pudieran tomar formacion los que iban pasando; porque les acometian con grande algazara, oponiendo caballos á caballos, y empleando las lanzas, y cuando éstas se rompian las espadas. Dirigiéronse muchos contra él mismo, porque se hacía notar en la adarga y en el penacho del morrion que caia por uno y otro lado, formando como dos alas maravillosas en su blancura y en su magnitud; y habiéndole arrojado un dardo que le acertó en el remate de la coraza, no quedó herido. Sobrevinieron á un tiempo los generales Resaces y Espitridates, y hurtando el cuerpo á éste, á Resaces armado de coraza le tiró un bote de lanza, y rota ésta, metió mano á la espada. Baliéndose los dos acercó por el flanco su caballo Espitridates, y poniéndose á punto, le alcanzó con la azcona de que usaban aquellos bárbaros; con la cual le destrozó el penacho, llevándose una de las alas; y el morrion resistió con dificullad al golpe, tanto que aun penetró la punta, y llegó á tocarle en el cabello. Disponíase Espilridates á segundar; pero le previno Clito el mayor, pasándole de medio á medio con la lanza; y al mismo tiempo cayó muerto Resaces herido de Alejandro. En este conflicto, y en lo más recio del combate de la caballería, pasó la falange de los Macedonios, y vinieron a las manos una y otra infantería; pero los enemigos no se sostuvieron con valor ni largo rato, sino que se dispersaron y huyeron, á excepcion de los Griegos estipendiarios; los cuales, retirados á un collado, imploraban la fe de Alejandro; pero éste, acometiéndolos el primero, llevado más de la cólera que gobernado por la razon, perdió el caballo pasado de una estocada por los ijares (era otro, no el Bucéfalo); y alll cayeron tambien la mayor parte de los que perecieron en aquella batalla, peleando con hombres desesperados y aguerridos. Dícese que murieron de los bárbaros 'veinte mil hombres de infanteria y dos mil de caballería. Por parte de Alejandro dice Aristóbulo que los muertos no fueron entre todos más que treinta y cuatro, de ellos nueve infantes. A estos mandó que se les erigiesen estatuas de bronce, las que trabajó Lisipo. Dió parte á los Griegos de esta victoria, enviando en particular á los Atenienses trescientos escudos de los que se cogieron; y haciendo un cúmulo de los demas despojos, hizo poner sobre él esta ambiciosa inscripcion: "ALEJANDRO, HUJO DE FILIPO, Y LOS GRIEGOS, Á EXCEPCION DE LOS LACEDEMONIOS, DE LOS BARBAROS QUE HABITAN EL ASIA. De los vasos preciosos, de las ropas de púrpura y de cuantas preseas ricas tomó de las de Persia, fuera de muy poco, todo lo demas lo remitió á la madre.

Produjo este combate una gran mudanza en los negocios, favorables á Alejandro: tanto que con la ciudad de Sardis se le entregó en cierta manera el imperio marítimo de los bárbaros, poniéndose á su disposicion los demas pueblos. Sólo le hicieron resistencia Halicarnaso y Mileto; las que tomó por asalto, y sujetando todo el país vecino á una y otra, quedó perplejo en su ánimo sobre lo que despues emprenderia: pensando unas veces que sería lo mejor ir desde luego en busca de Dario, y ponerlo todo á la suerte de una batalla; y otras que sería más conveniente dar su atencion á los negocios é intereses del mar, come para ejercitarse y cobrar fuerzas, y de este modo marchar contra aquél. Hay en la Licía, cerca de la ciudad de Janto, una fuente de la que se dice que entónces mudó su curso y salió de sus márgenes, arrojando sin causa conocida de su fondo una plancha de bronce, sobre la cual estaba grabado en caracteres antiguos, que cesaria el imperio de los Persas, destruido por los Griegos. Alentado con este prodigio, se apresuró á poner de su parte todo el país marítimo hasta la Fenicia y la Cilicia. Su incursion en la Panfilia sirvió á muchos historiadores de materia pintoresca para excitar la admiracion y el asombro; diciendo que como por una disposicion divina aquel mar habia lomado el partido de Alejandro, cuando siempre solia ser inquieto y borrascoso, y rara vez dejaba al descubierto los escondidos y resonantes escollos situados al pié de sus escarpadas y pedregosas orillas; á lo que alude Menandro, celebrando cómicamente lo extraordinario del mismo suceso:

Esto va á lo Alejandro, dicho y hecho:

Si á álguien buseo, comparece luego Sin que nadie le llame; si es preciso Dirigirme por mar á cierto punto, El mar se allana y facilita el paso.

Mas el mismo Alejandro en sus cartas, sin tener nada de esto á portento, dice sencillamente que anduvo á pié la montaña llamada Climax, y que la atravesó partiendo de la ciudad de Fasitide, en la cual se detuvo muchos días; y que en ellos, habiendo visto en la plaza la estatua de Teodecto, que era natural de la misma ciudad y habia muerto poco ántes, fué á festejarla bien bebido despues de la cena, y derramó sobre ella muchas coronas, tributando como por juego esta grata memoria al trato que con él habia tenido á causa de Aristóteles y de la filosofia.

Despues de esto sujetó á aquellos de los Pisidas que le hicieron oposicion, y puso bajo su obediencia la Frigia; y tomando la ciudad de Gordio, que se dice haber sido corte del antiguo Midas, vió aquel celebrado carro atado con corteza de serbal, y oyó la relacion allí creida por aquellos bárbaros; segun la cual el hado ofrecia al que desatase aquet nudo, el ser rey de toda la tierra. Los más refleren que este nudo tenía ciegos los cabos enredados unos con otros con muchas vuellas, y que desesperado Alejandro de desatarlo, lo cortó con la espada por medio, apareciendo muchos cabos despues de cortado; pero Aristóbulo dice que le fué muy fácil el desatarlo, porque quitó del timon la clavija que une con este el yugo, y despues fácilmente quitó el yugo mismo. Desde allí pasó á atraer a su dominacion á los Paflagonios y Capadocios; y habiendo tenido noticia de la muerte de Memnon, que siendo el jefe más acreditado de la armada naval de Dario, habia dado mucho en que entender y puesto en repetidos apuros al mismo Alejandro, se animó mucho más á llevar sus armas á las provincias superiores de la Persia. En esto ya Darío bajaba de Susa muy engreido con la muchedumbre de sus tropas, pues que traia seiscientos mil hombres, y confiado en un sueño que los Magos explicaban más bien segun lo que aquél deseaba, que segun lo que él indicaba en realidad. Porque le pareció que discurria gran resplandor por la falange de los Macedonios; que le servia Alejandro, adornado con la estola que llevaba el mismo Darío cuando era correo del Rey; y que despues habiendo entrado Alejandro al bosque del templo de Belo, desapareció; en lo cual, á lo que parece, significaba el Dios que brillarian y resplandecerian las empresas de los Macedonios, y que Alejandro dominaria en el Asia como habia dominado Darío, habiendo pasado de correo á rey; pero que en breve tendrian término su gloria y su vida.

Dióle todavía á Dario más confianza el graduar de timido á Alejandro al ver que se detenia mucho tiempo en la Cilicia; pero su detencion provenia de enfermedad, que unos decian habia contraido con las grandes fatigas, y otros que por haberse bañado en las aguas heladas del Cidno. De todos los demas médicos, ninguno confiaba en que podria curarse, sino que repulando el mal por superior á todo remedio, temían que, errada la cura, habian de ser calumniados por los Macedonios; pero Filipo de Acaraania, aunque se hizo cargo de lo penosa que era aquella situacion, llevado sin embargo de la amistad, y teniendo á afrenta el no peligrar con el que estaba de peligro, asistiéndole y cuidándole hasta no dejar nada por probar, se determinó á emplear las medicinas, y le persuadió al mismo Alejandro que tuviera sufrimiento y las tomara, procurando ponerse bueno para la guerra. En esto Parmenion le escribió desde el ejército, previniéndole que se guardara de Filipo, porque habia sido seducido por Darío con grandes dones y el matrimonio de su hija, para quitarle la vida. Leyó Alejandro la carta, y sin mostrarla á ninguno de los amigos, la puso bajo la almohada. Llegada la hora, entró Filipo con los amigos, trayendo la medicina en una taza: dióle Alejandro la carta, y al mismo tiempo lomó la medicina con grande ánimo y sin que mostrase ninguna sospecha: de manera que era un espectáculo verdaderamente teatral el ver al uno leer y al otro beber, y que despues se miraron uno á otro, aunque de muy diferente manera: porque Alejandro miraba á Filipo con semblante alegre y sereno, en el que estaban pintadas la benevolencia y la confianza; y éste, sorprendido con la calumnia, unas veces ponia por testigos á los dioses y levantaba las manos al cielo, y otras se reclinaba sobre el lecho, exhortando á Alejandro á que estuviera tranquilo y confiara en él. Porque el remedio al principio parecia haber cortado el cuerpo, postrando y abatiendo las fuerzas hasta hacerle perder el habla, y quedar muy apocados todos los sentidos, sobreviniéndole luégo una congoja; pero Filipo logró volverle pronto, y restituyéndole las fuerzas, hizo que se mostrase á los Macedoníos, que se mantuvieron siempre muy desconfiados é inquietos mientras que no vieron á Alejandro.

Hallábase en el ejército de Dario un fugitivo de Macedonia y natural de ella llamado Amintas, el que no dejaba de tener conocimiento del carácter de Alejandro. Éste, viendo que Darío iba á encerrarse entre desfiladeros en busca de Alejandro, le proponia que permaneciese donde se encontraba, en lugares llanos y abiertos, habiendo de pelear contra pocos con tan inmenso número de tropas; y como le respondiese Darío que temia no se anticiparan á huir los enemigos y se le escapara Alejandro: «por eso, oh Rey, le repuso, no paseis pena, porque él vendrá contra vos, ó quizá viene ya á estas horas.» Mas no cedió por esto Darío; sino que levantando el campo, marchó para la Cilicia, y al mismo tiempo Alejandro marchaba contra él á la Siria; pero habiendo en la noche apartadose por yerro unos de otros, retrocedieron. Alejandro, contento con que asi le favoreciese la suerte para salirle á aquél al encuentro entre montañas, y Darío para ver si podria recobrar su antiguo campamento y poner sus tropas fuera de gargantas: porque ya entonces reconoció que contra lo que le convenia se habia metido en lugares que por el mar, por las montañas y por el río Pindaro que corre en medio, eran poco á propósito para la caballería, y que le obligaban á tener divididas sus fuerzas: estando por tanto aquella posicion muy en favor de los enemigos, que eran en tan corto número.

La fortuna, pues, le preparó este lugar á Alejandro; pero él por su parte procuró tambien ayudar á la fortuna, disponiendo las cosas del modo mejor posible para el vencimiento; pues siendo muy inferior á tanto número de bárbaros, no sólo no se dejó envolver, sino que extendiendo su ala derecha sobre la izquierda de aquéllos, llegó á formar semicirculo, y obligó á la fuga á los que tenía al frente, peleando entre los primeros, tanto, que fué herido de una cuchillada en un musto; segun dice Cares, por Dario, habiendo venido ambos á las manos; pero el mismo Alejandro, escribiendo á Antipatro acerca de esta batalla, no dijo quién hubiese sido el que le hirió, sino que habia salido herido de una cuchillada en un muslo, sin que bubiese tenido la herida malas resultas. Habiendo conseguido una señalada victoria con muerte de más de ciento y diez mil hombres, no acabó con Darío, que se le habia adelantado en la fuga cuatro ó cinco estadios; por lo cual, habiendo tomado su carro y su arco, se volvió y halló á los Macedonios cargados de inmensa riqueza y botin que se llevaban del campo de los bárbaros, sin embargo de que éstos se habían aligerado para la batalla, y habian dejado en Damasco la mayor parte del bagaje. Habian reservado para el mismo Alejandro el pabellon de Darío, lleno de muchedumbre de sirvientes, de ricos enseres y de copia de oro y plata. Desnudándose, pues, al punto de las armas, se dirigió sin dilacion al baño, diciendo: «Vamos á lavarnos el sudor de la batalla en el baño de Darío;» sobre lo que uno de sus amigos repuso: «No á fe mia, sino de Alejandro; porque las cosas del vencido son y deben llamarse del vencedor.»» Cuando vió las cajas, los jarros, los enjugadores y los alabastros, todo guarnecido de oro y trabajado con primor, percibió al mismo tiempo el olor fragante que de la mirra y los aromas despedia la casa; y habiendo pasado desde allí á la tienda, que en su altura y capacidad y en todo el adorno de alfombras, de mesas y de aparadores era ciertamente digna de admiracion, vuelto á los amigos: «en esto consistia, les dijo, segun parece, el reinar.» Al tiempo de ir a la cena se le anunció que entre los cautivos habian sido conducidas la madre y la mujer de Darío y dos hijas doncellas; las cuales, habiendo visto el carro y el arco de éste, habian empezado á herirse el rostro, y á llorar teniéndole por muerto. Paróse por bastante rato Alejandro; y mereciéndole más cuidado los afectos de estas desgraciadas que los propios, envió á Leonato con órden de decirles que ni había muerto Dario ni debian temer de Alejandro: porque con Darío estaba en guerra por el imperio; pero á ellas nada les faltaria de lo que reinando aquél se entendia corresponderles. Si este lenguaje pareció afable y honesto á aquellas mujeres, todavía en las obras se acreditó más de humano con unas cautivas, porque les concedió dar sepultura á cuantos Persas quisieron, tomando las ropas y todo lo demas necesario para el ornato de los despojos de guerra; y de la asistencia y honores que disfrutaban nada se les disminuyó, y áun percibieron mayores rentas que ántes; pero el obsequio más loable y más régio que de él recibieron unas mujeres ingenuas y honestas, reducidas á la esclavitud, fué el no oir ni sospechar ni temer nada indecoroso; sino que les fué llcito llevar una vida apartada de todo trato y de la vista de los demas, como si estuvieran, no en un campamento de enemigos, sino guardadas en templos y relicarios de vírgenes; y eso que se dice que la mujer de Darto era la más bien parecida de toda la familia real, así como el mismo Dario era el más bello y gallardo de los hombres, y que las hijas se parecían á los padres. Pero Alejandro, teniendo, segun parece, por más digno de un rey el dominarse á sí mismo que vencer á los enemigos, ni tocó á éstas, ní ántes de casarse conoció á ninguna otra mujer fuera de Barsene; la cual, habiendo quedado viuda por la muerte de Memnon, habia sido cautivada en Damasco. Habia recibido una educacion griega, y siendo de indole suave é hija de Artabazo, tenida en hija del Rey, fué conocida por Alejandro, á instigacion, segun dice Aristóbulo, de Parmenion, que le propuso se acercase å una mujer bella, y que unia á la belleza el ser de esclarecido linaje. At ver Alejandro á las demas cautivas, que todas eran aventajadas en hermosura y gallardía, dijo por chiste:

«Gran dolor de ojos son estas Persianas!» Con todo, oponiendo á la belleza de estas mujeres la honestidad de su moderacion y continencia, pasaba por delante de ellas como por delante de imágenes sin alma de unas estaluas.

Escribióle en una ocasion Filoxeno, general de la armada naval, hallarse á sus órdenes un tarentino llamado Teodoro, que tenía de venta dos mozuelos de una belleza sobresaliente, preguntándole si los compraria; y se ofendió Lante, que exclamó muchas veces ante sus amigos en tono de pregunta: «¿Qué puede haber visto en mi Filoxeno de indecente é inhonesto para hacerse corredor de semejante mercaderia?» Reprendió ásperamente á Filoxeno en una carta, mandándole que enviara noramala á Teodoro con sus cargamentos. Mostróse tambien enojado al jóven Agnon, que le escribió tener intencion de comprar en Corinto á Crobilo, mozo allí de grande nombradía, para presentárselo; y habiendo sabido que Damon y Timoteo, macedonios de los que servian å las órdenes de Parmenion, habian hecho violencia á las mujeres de unos estipendiarios, escribió á Parmenion dándole órden de que si eran con vencidos, los castigara de muerte, como fieras corruptoras de los hombres; hablando de sí mismo en esta carta en las siguientes palabras: «Porque no se hallará que yo haya visto á la mujer de Darío ni que haya querido verla, ni dar siquiera oidos á los que han venido á hablarme de su belleza.»» Decia que en dos cosas echaba de ver que era mortal: en el sueño, y en el acceso á mujeres; pues de la misma debilidad de la naturaleza provenia el sentir el cansancio y las seducciones del placer. Era asimismo muy sobrio en cuanto al regalo del paladar; lo que manifestó de muchas maneras, y tambien en las respuestas que dió á Ada, á la que adoptó por madre y la declaró reina de Caria: porque como ésta, para agasajarle, le enviase diariamente muchos platos delicados y exquisitas pastas, y finalmente los más bábiles cocineros y pasteleros que pudo encontrar, le dijo que para él todo aquello estaba demas; porque tenía otros mejores cocineros puestos por su ayo Leonidas, que eran para el desayuno salir al campo ántes del alba, y para la cena comer muy poco entre dia. El mismo, decía, reconoce mis cofres y mis guardaropas para ver si la madre me ha puesto cosas de regalo y de lujo.» Aun respecto del vino era ménos desmandado de lo que comunmente se cree; y si parecia serlo, más bien que por largo beber era por el mucho tiempo que con cada taza se llevaba hablando; y aun este cuando estaba muy de vagar, pues cuando habia que hacer, ni vino, ni sueño, ni juego alguno,. ni bodas, ni espectáculo, nada habia que como á otros capitanes le detuviese; lo que pone de manifiesto su misma vida, pues que habiendo sido tan corta, está llena de muchas y grandes hazañas. Cuando no tenía que hacer se levantaba, y lo primero era sacrificar á los dioses y tomar el desayuro sentado: despues pasaba el dia en cazar, ó en ejercitar la tropa, ó en despachar los juicios militares, ó en leer. De viaje, si no habia de ser largo, sin detenerse se ejercitaba en tirar con el arco, ó en subir y bajar á un carro que fuese corriendo. Muchas veces se entretenia en cazar zorras y aves, como se puede ver en sus diarios. En el baño, y miéntras iba á él y á ungirse, examinaba á los encargados de las provisiones y de la cocina sobre si estaba en su punto todo lo relativo á la cena, yendo siempre á cenar tarde y despues de anochecido. Su cuidado y esmero en la mesa era extraordinario sobre que á todos se les sirviese con igualdad y diligencia.

La bebida se prolongaba, como hemos dicho, por la demasiada conversacion: porque siendo para el trato en todas las demas dotes el más amable de los reyes, sin que hubiese gracia que le faltase, entonces se hacía fastidioso con sus jactancias y de sobra militar, llegando á dar ya en fanfarron y å ser en cierto modo presa de los aduladores, que echaban á perder áun á los más modestos convidados:

porque ni querían confundirse con los aduladores, ni quedarse más cortos en las alabanzas; siendo lo primero bajo é indecoroso, y no careciendo de riesgo lo segundo. Despues de haber bebido se lavaba y se iba á recoger, durmiendo muchas veces hasta el medio dia; y áun alguna se llevó el dia entero durmiendo. En cuanto á manjares era muy templado: de manera que cuando por mar le traian frutas ó pescados exquisitos, distribuyéndolos entre sus amigos, era muy frecuente no dejar nada para sí. Su cena, sin embargo, era siempre opipara; y habiéndose aumentado el gasto en proporcion de sus prósperos sucesos, llegó por fin á diez mil dracmas; pero aquí paró, y esta era la suma prefljada para darse á los que hospedaban á Alejandro.

Despues de esta batalla de Iso envió tropas á Damasco, y se apoderó del caudal, de los equipajes, y de los hijos y de las mujeres de los Persas; de todo lo que tomaron la mayor parte los soldados de la caballerta tesaliana; porque como se hubiesen distinguido en la accion por su valor, de intento los envió con ánimo de que tuvieran esta mayor utilidad. Sin embargo, áun pudo satisfacerse de botin y riqueza todo el resto del ejército; y habiendo empezado allí los Macedonios á tomar el gusto del oro, de la plata, de las mujeres y del modo de vivir asiático, se aflcionaron á la manera de los perros á ir como por el rastro en busca y persecucion de la riqueza de los Persas. Parecióle con todo á Alejandro que su primer cuidado debia ser asegurar toda la parte maritima; y espontáneamente vinieron los reyes á entregarle á Chipre y la Fenicia, á excepcion de Tiro. Al sétimo mes de tener sitiada á Tiro con trincheras, con máquinas y con doscientas naves, tuvo un sueño, en el que vió que Hércules le alargaba desde el muro la mano, y le llamaba. A muchos de los Tirios les pareció asimismo entre sueños que Apolo les decia se pasaba á Alejandro, pues no le era agradable lo que se hacía en la ciudad; pero ellos, mirando al Dios como á un hombre que á su antojo se pasase á los enemigos, echaron cadenas á su estatua, y la clavaron al pedestal, llamándole Alejandrista. Tuvo Alejandro otra vision entre sueños, y fué aparecérsele un sátiro, que de léjos se puso como á juguetear con él, y queriendo asirle, se le huia; pero al fin á fuerza de ruegos y carreras se le vino á la mano. Los adivinos, partiendo así el nombre sá—tiros, le dijeron con cierta apariencia de verosimilitud: «tuya será Tiro» (1); y todavía muestran la fuente junto a la que le pació haber visto en sueños al sátiro. En medio del sitio, haciendo la guerra á los Arabes que hahitan el Antilibano, se vió en gran peligro á causa de su segundo ayo Lisimaco; porque se empeñó en seguirle, diciendo que no se tenía en ménos, ni era más viejo que Fénix. Acereáronse á la montaña, y dejando los caballos, caminaban á pié: los demas se adelantaron mucho, y él, no sufriéndole el corazon dejar á Lisimaco, cansado ya, y que andaba con trabajo, porque cargaba la noche y los enemigos se hallaban cerca, no echó de ver que estaba muy separado de sus tropas con sólo unos pocos, y que iba á lener que pasar en un sitio muy expuesto aquella noche, que era sumamente oscura y fra. Vió, pues, á lo léjos encendidas con separacion muchas hogueras de los enemigos; y confiado en su agilidad y en estar hecho á continuas fatigas, para consolar en su incomodidad á los Macedonios, corrió á la hoguera más próxima, y pasando con la espada á dos bárbaros que se calentaban á ella, cogió un tizon y volvió con él á los suyos. Encendieron tambien una gran lumbrada, con lo que asustaron á los enemigos; de manera que unos se entregaron á la fuga, y á otros que acudieron los rechazaron, y pasaron la noche sin peligro: así es como lo refirió Cares.

El éxito que tuvo el sitio fué el siguiente: daba descanso Alejandro de los muchos combales anteriores á la mayor parte de sus tropas; y aproximaba sólo unos cuantos hombres á las murallas para no dejar del todo reposar á los enemigos. En una de estas ocasiones hacia el agorero Aristandro un sacrificio, y al observar las señales aseguró con la mayor confianza ante los que se hallaban presentes, que en aquel mes sin falta habia de tomarse la ciudad. Echáronlo á burla y á risa, porque aquél era el último (1) Esto mismo dice la voz griega érupoc, partida como se ha dicho.

día del mes; y viéndole perplejo Alejandro, que daba grande importancia á las profecías, mandó que no se contara aquel por dia treinta, sino por dia tercero del término del mes: y haciendo señal con la trompeta, acometió á los muros con más ardor de lo que al principio habia pensado.

Fué violento el ataque, y como no se estuviesen ya quedos los del campamento, sino que acudiesen prontos á dar auxilio, desmayaron los Tírios, y tomó la ciudad en aquel mismo dia. Sitiaba despues á Gaza, ciudad la más populosa de la Siria, y le dió un yeson en el hombro, dejado caer desde lo alto por una ave, la cual, posándose sobre una de las máquinas, se enredó sin poderlo evitar en una de las redes de nervios que servían de cabos para el manejo de las cuerdas; y esta señal tuvo el término que predijo Aristandro: porque fué berido Alejandro en un hombro, y tomó la ciudad. Envió gran parte de los despojos á Olimpiada, y á Cleopatra y á sus amigos, y remitió al mismo tiempo á su ayo Leonidas quinientos talentos de incienso y ciento de mirra en recuerdo de una esperanza que le hizo concebir en su puericia; porque, segun parece, como en un sacrificio hubiese cogido Alejandro y echado en el ara una almorzada de perfumes, le dijo Leonidas: «Cuando domines la tierra que lleva los aromas, entonces sahumarás con profusion: ahora es menester conducirse con parsimonia.»» Escribióle, pues, Alejandro: «Te envio incienso y mirra en grande abundancia para que en adelante no andes escaso con los dioses.» Habiéndole presentado una cajita, que pareció la cosa más preciosa y rara de todas á los que recibian las joyas y demas equipajes de Darío, preguntó á sus amigos qué sería lo más preciado y curioso que podria guardarse en ella. Respondieron unos una cosa y otros otra, y él dijo que en aquella caja iba á colocar y tener defendida la Illada; de lo que dan testimonio muchos escritores fidedignos. Y si es verdad lo que dicen los de Alejandría sobro TOMO IV.

3 la fe de Heraclides, no le fué Homero un consejero ocioso é inútil en sus expediciones: poes refieren que apoderado del Egipto, quiso edificar en él una ciudad griega, capaz y populosa, a la que impusiera su nombre; y que ya casi tenia medido y círcunvalado el sitio segun la idea de los arquitectos, cuando quedándose dormido á la noche siguiente, tuvo una vision maravillosa: parecióle que un varon de cabello cano y venerable aspecto, puesto á su lado le recitó estos versos:

En el undoso y resonante Ponto Hay una isla á Egipto contrapuesta De Faro con el nombre distinguida.

Levantándose, pues, marchó al punto á Faro, que entónces era isla, situada un poco más arriba de la boca del Nilo, llamada Canobica, y ahora por la calzada está unida al continente. Cuando vió aquel lugar tan ventajosamente situado (porque es una faja que á manera de istmo con un terreno llano separa ligeramente de una parte el gran lago y de otra el mar que remata en el anchuroso puerto), nopudo menos de exclamar que Homero, tan admirable en todo lo demas, era al propio tiempo un habilisimo arquitecto; y mandó que le diseñaran la forma de la ciudad acomodada al sitio. Carecian de tierra blanca; pero con harina en el terreno, que era negro, describieron un seno, cuya circunferencia en forma de manto guarnecido comprendieron dentro de dos curvas que corrian con igualdad, apoyadas en una base recta. Cuando el Rey estaba sumamente complacido con este disueño, aves en inmenso número y de toda especie acudieron repentinamente á aquel sitio á manera de nube, y no dejaron ni señal siquiera de la harina, de manera que Alejandro concibió pesadumbre con este agüero; pero los adivinos le calmaron, diciéndole que la ciudad que trataba de fundar abundaria de todo, y daria el sustento á hombres de diferentes naciones; con lo que dió órden á sus encargados para que pusieran mano á la obra, y él emprendió viaje al templo de Amon, Era este viaje largo, y además de serle inseparables otras muchas incomodidades, ofrecia dos peligros:

el uno de la falta de agua en un terreno desierto de muchas jornadas; y el otro de que estando de camino, soplara un recio ábrego en unos arenales profundos é interminables, como se dice haber sucedido ántes con el ejército de Cambises, que levantando un gran monton de arena, y formando remolinos, fueron envueltos y perecieron cincuenta mil hombres. Todos discurrian de esta manera; pero era muy difícil apartar á Alejandro de lo que una vez empredia: porque favoreciendo la fortuna sus conalos, le afirmaba en su propósito; y su grandeza de ánimo llevaba su obstinacion nunca vencida á loda especie de negocios, atropellando en cierta manera no sólo con los enemigos, sino con los lugares, y áun con los temporales.

Los favores que en los apuros y dificultades de este viaje recibió del Dios le ganaron á éste más confianza que los oráculos dados despues; ó por mejor decir, por ellos se tuvo despues en cierta manera más fe en los oráculos.

Porque, en primer lugar, el rocio del cielo y las abundantes lluvias que entonces cayeron, disiparon el miedo de la sed; y haciendo desaparecer la sequedad, porque con ellas se humedeció la arena y quedó apelmazada, dieron al aire las calidades de más respirable y más puro. En segundo lugar, como confundidos los términos por donde se gobernaban los guias, hubiesen empezado á andar perdidos y errantes, por no saber el camino, unos cuervos que se les aparecieron, fueron sus conductores, volando delante y acelerando la marcha cuando los seguian, y parándose y aguardando cuando se retrasaban. Pero lo maravilloso era, segun dice Calistenes, que con sus voces y graznidos llamaban á los que se perdian por la noche, trayéndolos á las huellas del camino. Cuando pasado el desierto llegó á la ciudad, el profeta de Amon le anunció que le saludaba de parte del Dios, como de su padre; á lo que él le preguntó si se habia quedado sin castigo alguno de los matadores de su padre. Repúsole el profeta que mirara lo que decia, porque no habia tenido un padre mortal; y entonces él, mudando de lenguaje, preguntó si habia castigado á todos los matadores de Filipo; y en seguida, acerca del imperio, si le concederia el dominar á todos los hombres.

Habiéndole tambien dado el Dios favorable respuesta, y asegurádole que Filipo estaba completamente vengado, le hizo las más magnificas ofrendas, y á los hombres alli destinados los más ricos presentes. Esto es lo que en cuanto á los oráculos refieren los más de los historiadores; y se dice que el mismo Alejandro en una carta á su madre le significó haberle sido hechos ciertos vaticinios arcanos, los que á ella sola revelaria á su vuelta. Algunos han escrito que queriendo el profeta saludarle en griego con cierto cariño diciéndole «hijo mio,» se equivocó por barbarismo en una letra, poniendo una s por una n; y que á Alejandro le fué muy grato este error, por cuanto se dió motivo á que pareciera le habia llamado hijo de Júpiter, porque esto era lo que resultaba de la equivocacion (1). Dicese asimismo que habiendo oido en el Egipto al filósofo Psamon, lo que principalmente coligió de sus discursos fué que todos los hombres son regidos por Dios, á causa de que la parte que en cada uno manda é impera es divina; y que él todavia opinaba más filosóficamente acerca de estas cosas, diciendo que Dios es padre comun de todos los hombres; pero adopta especialmente por hijos suyos á los buenos.

(1) Si el profeta hubiera empleado la voz paidion acabada en , le hubiera llamado á Alejandro hijito; pero empleó la voz pzádios acabada en s, que es hijo de Júpiter.

En general, con los bárbaros se mostraba arrogante, y como quien estaba muy persuadido de su generacion y origen divino; pero con los Griegos se iba con más tiento en divinizarse: sólo una vez escribiendo á los Atenienses cerca de Samos les dijo: «No soy yo quien os entregó esta ciudad libre y gloriosa; sino que la teneis habiéndola recibido del que entonces se decia mi señor y padre;» queriendo indicar á Filipo. En una ocasion, habiendo venido al suelo herido de un golpe de saeta, y sintiendo demasiado el dolor: cesto que corre, amigos, dijo, es sangre, y no licor sutil, Como el que fluye de los almos dioses;» y otra vez, como habiendo dado un gran trueno se hubiesen asustado todos, el sofista Anarxaco, que se hallaba presente, le preguntó:» Y tú, hijo de Júpiter, no haces algo de esto?» Y él riéndose:» No quiero, le dijo, infundir terror á mis amigos, como me lo propones tú, el que desdeñas mi cena porque ves en las mesas pescados, y no cabezas de sátrapas. Y era así la verdad, que Anaxarco, segun se cuenta, habiendo enviado el Rey á Hefestion unos peces, prorumpió en la frase que se deja expresada, como teniendo en poco y escarneciendo á los que con grandes trabajos y peligros van en pos de las cosas brillantes, sin que por eso en el goce de los placeres y de las comodidades excedan á los demas ni en lo más minimo. Se ve, pues por lo que dejamos dicho, que Alejandro dentro de s mismo no fué seducido ni se engrió con la idea de su orígen divino; sino que solamente quiso subyugar con la opinion de él á los demas.

Vuelto del Egipto á la Fenicia, hizo sacrificios y procesiones a los dioses, y certámenes de coros de música y baile y de tragedias, que fueron brillantes, no sólo por la magnificencia con que se hicieron, sino tambien por el con curso; porque condujeron estos coros los reyes de Chipre, al modo que en Atenas aquellos á quienes cabe la suerte en sus tribus, y contendieron con maravilloso empeño unos con otros: sin embargo, la contienda más ardiente fué la de Nicocreon de Salamina y Pasicrates de Solos: porque á éstos les tocó presidír á los actores más célebres, Pasicrates á Atenodoro y Nicocreon á Tésalo, por quien estaba el mismo Alejandro. Con todo, se abstuvo de manifestar su pasion hasta que los votos declararon vencedor á Atenodoro; mas entóneos al retirarse dijo, segun parcce, que alababa la imparcialidad de los jueces, pero que habria dado de buena gana parte de su reino per no haber visto vencido á Tésalo. Fué más adelante multado Atenodoro por los Atenienses con motivo de no haberse presentado al combate de las fiestas Bacanales; y como hubiese suplicado al Rey escribiese en su favor, esto no luvo á bien ejecutarlo; pero de su orario le pagó la multa. Representaba en el teatro Licon Escarfeo mereciendo aplauso; y babiendo intercalado con los de la comedia un verso que contenia la peticion de diez talentos, se echó á reir y se los dió. Envióle Darío una carla y personajes de su corte que intercediesen con él, para que recibiendo diez mil talentos por los cautivos, conservando todo el terreno de la parte acá del Eufrates, y tomando en matrimonio una de sus hijas, hubiese entre ambos amistad y alianza; lo que consultó con sus amigos; y habiéndole dicho Parmenion: «Pues yo si fuera Alejandro, admitiria este partido.—Yo tambien, le respondió, si fuera Parmenion;» pero á Darío le escribió que sería tratado con la mayor humanidad si viuiese á él; mas si no venía, que iba al momento á marchar en su busca.

Mas á poco tuvo motivo de disgusto, por haber muerto de parto la mujer de Dario: dando bien claras pruebas del sentimiento que le causaba el que se le quitase la ocasion de manifestar su buen corazon. Hizo, pues, quo se le diera sepultura, sin excusar nada de lo que pudiera contribuir á la magnificencia y al decoro. En esto uno de los euaucos de la cámara, que habia sido cautivado con la Reina y demas mujeres, llamado Tireo, marcha corriendo en posta del campamento, y llegado ante Darío le refiere la muerte de su esposa. Despues de haberse lastimado la cabeza y desahogádose con el llanto: «¡Estamos buenos, exclamó, con el Genio de la Persia, si la mujer y hermana del Rey no sólo ha vivido en la servidumbre, sino que ha sido tambien privada de un entierro régio!» á lo que replicando el camarero: «Por lo que hace al entierro, dijo, oh Roy, y á todo honor y respeto, no tienes en qué culpar al Genio malo de la Persia: porque mientras vivió mi amada Estatira, ni á la misma, ni á tu madre, ni á tus hijos les faltó nada de los bienes y honores que les eran debidos; á excepcion del de ver tu luz; que otra vez volverá á hacer que resplandezca el supremo Oromasdes; ni despues de muerta aquélla ha dejado de participar de todo decoro, siendo honrada con las lágrimas de los enemigos: porque Alejandro es tan benigno en la victoria como terrible en el combate.» Al oir Darío esta relacion, la turbacion y el amor lo condujeron á infundadas sospechas; é introduciendo al eunuco á lo más retirado de su tienda: «Si es que tú, le dijo, no te has hecho tambien Macedonio con la fortuna de los Persas, y todavia soy tu amo Darío, dime, reverenciando la resplandeciente luz de Mitra y la diestra del Rey, si acaso son ligeros los males que lloro de Estalira, en comparacion de otros más terribles que me hayan acaecido mientras vivia, por haber caido en manos de un enemigo cruel é inhumano. Porque ¿quó motivo decente puedo baber para que un joven llegue hasta ese exceso de honor con la mujer de un enemigo?» Todavia no había concluido, cuando arrojándose á sus piés Tireo, empezó á rogarle que mirara bien lo que decia, y no calumniara á Alejandro, ni cubriera de ignominia á su hermana y mujer muerta, quitándose á sí mismo el mayor consuelo en sus grandes infortunios, que era el que pareciese haber sido vencido por un hombre superior á la humana naturaleza; sino que más bien admirara en Alejandro el haber dado mayores muestras de continencia y moderacion con las mujeres de los Persas, que de valor con sus maridos. Continuaba el camarero protiriendo terribles juramentos en confirmacion de lo que había dicho, y celebrando la moderacion y grandeza de ánimo de Alejandro, cuando saliendo Darío á donde estaban sus amigos, y levantando las manos al cielo: «Dioses patrios, exclamó, tutelares del reino, dadme ante todas cosas el que vuelva á ver en pié la fortuna de los Persas, y que la deje fortalecida con los bienes que la recibí, para que vencedor, pueda retornar á Alejandro los favores que en tal adversidad ha dispensado á los objetos que me son más caros; y si es que se acerca el tiempo que la venganza del cielo tiene prefinido para el trastorno de las cosas de Persia, que ninguno otro hombre que Alejandro se siente en el trono de Ciro.» Los más de los historiadores convienen en que estas cosas sucedieron y se dijeron como aquí van referidas.

Alejandro, despues de haber puesto á su obediencia todo el país de la parte acá del Eufrates, movió contra Darío, que bajaba con un millon de combatientes. Refirióle uno de sus amigos una ocurrencia digna de risa, y fué que los asistentes y bagajeros del ejército por juego se habian dividido en dos bandos, cada uno de los cuales tenía su caudillo y general, al que los unos llamaban Alejandro, y los otros Darío. Empezaron á combatirse de léjos tírándose terrones unos á otros; despues vinieron á las puñadas, y acalorada la contienda, llegaron hasta las piedras y los palos, habiendo costado mucho trabajo el separarlos. Enterado de ello, mandó que los caudillos se balieran en duelo, armando él por sí mismo á Alejandro, y Filotas á Dario; y el ejército fué espectador de aquet desafío, tomando lo que en él sucediese por agüero del futuro éxito de la guerra. Fué refida la pelea, en la que venció el que se llamaba Alejandro, y recibió por premio doce aldeas, y poder usar de la estola persiana: así es como Erastótenes nos lo ha dejado escrito; pero la grande batalla contra Dario no fué en Arbelas, como dicen muchos, sino en Gaugamelos; nombre que en el dialecto persa dicen significa la casa del Camello, á causa de que en lo antiguo un rey, huyendo de los enemigos en un dromedario, le edificó allí casa, señalando algunas aldeas y ciertas rentas para su cuidado. La luna del mes boedromion padeció eclipse al principio de los misterios que se celebran en Atenas; y en la noche undécima, despues del eclipse, estando ambos ejércitos á la vista, Darío tuvo sus tropas sobre las armas, recorriendo con antorchas las filas; pero Alejandro, mientras descansaban los Macedonios, pasó la noche delante de su pabellon con el agorero Aristandro, haciendo ciertas ceremonias arcanas, y sacrificando al miedo. Los más ancianos de sus amigos, y con especialidad Parmenion, viendo todo el país que média entre el Nifates y los montes de Gordiena iluminado con las hachas de los bárbaros, y que desde el campamento se difundia y resonaba una voz confusa con turbacion y miedo como de un inmenso piélago, admirados de semejante muchedumbre, y diciéndose unos á otros que habia de ser grande empresa el acometer al descubierto y repeler lan furiosa tormenta, se dirigieron al Rey concluido que hubo los sacrificios, y le propusieron que se acometiera de nocho á los enemigos, y se ocullara entre las sombras lo terrible del combate en que iban á entrar. Mas él, diciendo aquella tan celebrada sentencia «yo no hurto la victoria,» á unos les pareció que habia dado una respuesta pueril y vana, tratando de burlería tan grave peligro; pero otros creyeron que había hecho bien en manifestar confianza en lo presente, y acertado para lo futuro en no dar ocasion á Dario, si fuere vencido, para querer todavía hacer otra prueba, achacando esta derrota á la noche y á las tinieblas, como la primera á los montes, á los desfiladeros y al mar: porque Dario con tan inmensas fuerzas no desistiria de combatir por falta de armas & de hombres, sino cuando perdiera el ánimo y la esperanza, convencido de haber sido deshecho en batalla dada á vista de todo el mundo de poder a poder.

Dícese que encerrándose en su pabellon luego que éstos se retiraron, durmió con un profundo sueño la parte que restaba de la noche, fuera de su costumbre; en términos que se maravillaron los jefes, habiendo ido á hablarle de madrugada; y tuvieron que dar por sí la primera órden, que fué la de que los soldados comieran los ranchos. Despues, cuando ya el tiempo estrechaba, entró Parmenion, y poniéndose al lado de la cama, le fué preciso llamarle dos ó tres veces por su nombre: desperlóse, y preguntándole éste en qué consistia que durmiese el sueño de un vencedor, cuando no faltaba nada para entrar en el más reñido de todos los combates, se añade haberle respondido sonriéndose: «¿Pues te parece que no hemos vencido ya, libres de tener que andar errantes en persecucion de Dario, que nos hacia la guerra huyendo por un país extenso y gastado?» Y no sólo ántes de la batalla, sino que en medio del peligro se mostró grande é inalterable para tomar disposiciones y dar pruebas de confianza: porque aquella accion tuvo momentos de flaqueza y de algun desórden en la ala izquierda mandada por Parmenion, por haber cargado la caballería Bactriana con gran impelu y violencia á los Ma cedonios, y haber enviado Maceo otra division de caballería fuera de la línea de batalla para acometer á los que guardaban los equipajes. Así es que turbado Parmenion con estos dos incidentes, envió ayudantes que informaran á Alejandro de que iban á perderse el campamento y el bagaje, si sin dilacion alguna no enviaba desde vanguardia un considerable refuerzo á los de reserva; y esto fué en el momento en que justamente estaba dando a los que por sí mandaba la orden y señal de embestir. Luego que se enteró del aviso de Parmenion, dijo que sin duda estaba lelo y fuera de su acuerdo, pues con la turbacion no reparaba que si vencian, serían dueños de cuanto tenian los enemi gos, y si eran vencidos, no estarian para pensar en caudales ni en esclavos, sino en morir peleando denodada y valerosamente; y esto mismo fué la respuesta que mandó á Parmenion. Calóse entonces el casco, porque ya ántes habia tomado en su tienda el resto del armamento, que consistia en una copa á la Siciliana ceñida, y encima una sobrevesta de lino doble, de los despojos tomados en 1so. El casco era de acero, pero resplandecia como la más bruñida plata, obra de Teófilo. Guardaba conformidad con él un collar así mismo de acero guarnecido con piedras. La espada era admirada por el temple y la ligereza, dádiva que le habia hecho el rey de los Citicnses; y se la habia ceñido, porque ordinariamente usaba de la espada en las batallas.

El broche de la cota era de un trabajo y de un primor muy superior al resto de la armadura: porque era obra de Helicon el mayor, y obsequio de la ciudad de Rodas, que le había hecho aquel presente: solía tambien llevarle en los combates. Mientras que anduvo disponiendo la formacion, ó dando órdenes, ó comunicando instrucciones, ó haciendo reconocimientos, tuvo otro caballo, no queriendo cansar á Bucéfalo, que estaba viejo; pero cuando ya se iba á entrar en la accion, le trajeron éste; y en el momento mismo de montarle habia principiado el combate.

Entonces habiendo hablado con alguna detencion á los Tesalianos y á los demas Griegos, luego que éstos le dieron ánimo gritando que los llevara contra los bárbaros, pasó la lanza á la mano izquierda, y tendiendo la diestra, invocaba á los dioses, pidiéndoles, segun dice Calistenes, que si verdaderamente era hijo de Júpiter, defendicran y protegieran á los Griegos. El agorero Aristantno que le acompañaba á caballo, llevando una especie de bio.yuna corona de oro, les mostró una fáguila, que puesta sobre la cabeza de Alejandro se encaminaba recta á los enemigos; lo que infundió grande aliento á los que la vieron, y con este motivo, exhortándose unos á otros, la falange aceleró el paso para seguir á la caballeria, que de carrera marchaba al combate. Antes de trabarse éste entre los de la primera línea ciaron los bárbaros, y se les perseguia con ardor, procurando Alejandro impeler los vencidos bácia el centro, donde se hallaba Darío; porque le habia visto de léjos, haciéndose observar por entre los de vanguardia colocado en el fondo de la tropa real, de bella presencia y estatura, conducido en un carro alto, y defendido por numerosa y brillante caballería, muy bien distribuida alrededor del carro, y dispuesta á recibir ásperamente á los enemigos; pero pareciéndoles Alejandro terrible de cerca, é impeliendo éste los fugitivos sobre los que se mantenian en su puesto, llenó de terror y dispersó á la mayor parte. Los esforzados y valientes, muriendo al lado del Rey, y cayendo unos sobre otros, eran estorbo para el alcance, aferrándose aún en esta disposicion á los bombres y á los caballos. Darío, viendo ante sus ojos toda especie de peligros, y que venian sobre él todas las tropas que tenía delante, como no le fuese fácil hacer cejar ó salir por algun lado el carro, sino que las ruedas estaban atascadas con tantos caidos, y los caballos, detenidos y casi cubiertos con tal muchedumbre de cadáveres, tenian en agitacion y despedian al que los gobernaba, abandonó el carro y las armas, y montando, segun dicen, en una yegua recien parida, dió á huir; y es probable que no babria escapado, á no haber venido otros ayudantes de parte de Parmenion implorando el auxilio de Alejandro, per mantenerse alli todavía considerables fuerzas y no acabar de ceder los enemigos. Generalmente se tacha á ParmeLion der andado desidioso é inactivo en esta batalla, bien r "que la edad le hubiese disminuido los brios, ó bien porque, como dice Calistenes, le causase disgusto y envidia el alto grado de violencia y entonamiento á que habia llegado el poder de Alejandro; el cual, aunque se incomodó con aquella llamada, no manifestó lo cierto á los soldados, sino que como si se contuviera de la matanza por ser ya de noche, hizo la señal de retirada; y marchando adonde se decia que habia riesgo, recibió aviso en el camino de que enteramente habian sido vencidos y buian los enemigos.

Habiendo tenido este éxito aquella batalla, parecia estar del todo destruido el imperio de los Persas; y aclamado Alejandro rey del Asia, sacrificó espléndidamente á los dioses; y á sus amigos les repartió haciendas, casas y gobiernos. Escribió además con cierta ambicion á los Griegos, que se destruyeran todas las tiranías, y se gobernara cada pueblo por sus propias leyes; y en particular dió órden á los Plateenses para que restablecieran su ciudad, pues que sus padres habian dado territorio á los Griegos en el que peleasen por la libertad comun. Envió asimismo á los de Crotona en Italia parte de los despojos, para honrar con ellos la buena voluntad y la virtud del atleta Faulo, que en la guerra Pérsica, cuando todos los demas de Italia daban por perdidos á los Griegos, marchó á Salamina con una nave armada que tenía propia para tomar parte en aquellos peligros. ¡Tan inclinado era á toda virtud, y hasta tal punto conservaba la memoria de las acciones loables, y las miraba como hechas en su bien!

Recorriendo la provincia de Babilonia, que ya toda le estaba sujeta, lo que más le maravilló fué la sima que hay en Ecbatana de fuego perenne, como si fuera una fuente, y el raudal de nafta que viene á formar un estanque no léjos de la sima. Parécese la nafta en las más de sus calidades al betun, y tiene tal atraccion con el fuego que antes de tocarle la llama, con la más mínima parte que le llegue del resplandor, inflama muchas veces el aire contiguo.

Para hacer, pues, los bárbaros ver al Rey su fuerza y su virtud, no derramaron más que unas gotitas de esta maleria por el corredor que conducia al baño, y despues desde lėjos alargaron las hachas con que le alumbraban, porque ya era do noche, bácia los puntos que se habian rociado; é inflamados los primeros, la propagacion no tuvo tiempo sensible, sino que como el pensamiento pasó el fuego de uno al otro extremo, quedando inflamado todo el corredor.

Hallábase en el servicio de Alejandro un Ateniense llamado Atenofanes, destinado con otros al ministerio de ungirle y bañarle, y tambien al de procurarle desahogo y diversion.

Este, pues, como á la sazon estuviese en el baño un mozuelo del todo despreciable y ridículo por su figura, pero que cantaba con gracia, llamado Estefano, «¿quereis, le dijo, oh Rey, que hagamos en Estefano experiencia de este betun? porque si con tocarle no se apaga, es preciso cou fesar que su virtud es insuperable y terrible.» Prestábase tambien el mozuelo de buena gana al experimento; y en el momento de untarle y tocarie, levantó su cuerpo tal llamarada, y se encendió todo de manera que Alejandro se vió en el mayor conflicto, y concibió temor; y á no ser que por fortuna se tuvieron á mano muchas vasijas de agua para el baño, un auxilio más tardío no hubiera alcanzado á que no se abrasase: aun así se apagó con mucha dificultad el fuego que ya se habia extendido por todo el cuerpo, y de resultas quedó bien maltratado. Con razon, pues, acomodando algunos la fábula á la verdad, dicen haber sido éste el ingrediente con que untó Medea la corona y la ropa de que se habla en las tragedias: porque no ardieron éstas por sí mismas, ni se encoudió aquel fuego sin causa, sino que habiéndose puesto cerca alguna luz, tuvo lugar una atraccion é inflamacion repentina, imperceptible á los sentidos. Porque los rayos y emanaciones del fuego que parten de cierta distancia, sobre algunos cuerpos no derraman más que luz y calor; pero en otros, que tienen una sequedad espirituosa, ó una humedad grasienta y no disipable, amontonándose y acumulando fuego en ellos, producen mudanza y destruccion en su materia. Ofrecia, pues, dificultad el concebir la formacion de la nafta: si es sólo un betun liquido que se considere como depositado allí, ó si es un humor encendido que mana de una tierra grasienta por sí, y como si dijésemos pirogena. Porque la de Babilonia es de suyo sumamente fogosa, tanto que muchas veces levanta y hace saltar las pajas que hay por el suelo, como si aquel lugar por demasiado ardor tuviera pulsos (1); de modo que los naturales en el tiempo del calor duermen sobre odres llenos de agua. Harpalo, que quedó por administrador del país, y que se propuso adornar las plazas de palacio y los paseos con árboles y plantas griegas, las demas hizo que se diesen en aquella region, y sólo no lo consiguió con la hiedra, que siempre se secó, por no poder llevar aquella temperatura, que es muy cálida, cuando ella es planta de terrenos frios. Esperamos que estas digresiones no incurrirán en la reprension, áun de los más delicados, siempre que guarden cierla medida.

Hecho dueño Alejandro de Susa, ocupó en el palacio cuarenta mil talentos en moneda acuñada, y en lo demas preciosidades y riquezas incalculables. Dícese que sólo en púrpura de Herminoe se encontraron cinco mil talentos, la cual, con estar allí guardada ciento noventa años habia, se conservaba fresca y brillante, como si acabara de ponerse; atribuyéndose esto á que el tinte del color purpúreo se daba con miel, y el color blanco con aceite blanco: porque se veian otros paños que teniendo el mismo tiempo conservaban todo su lustre y toda la viveza de colores. Refiere Dinon que los reyes de Persia hacian llevar hasta agua del Nilo y del Istro, y depositarla en el tesoro con las (1) Véase cómo observaron los antiguos este fenómeno de la electricidad, y sospecharon algo sobre la causa; pero nada más que sospechar.

demas cosas que le componian, para hacer así patente la grandeza de su imperio, y que dominaban la tierra.

Como la entrada en Persia fuese dificil por la aspereza del terreno, y estuviese defendida por los más alentados y fieles de sus naturales, pues Darío se habia acogido á ella, tuvo por guía, para dar cierto rodeo, que no fué tampoco muy largo, á un hombre instruido en ambas lenguas; por cuanto su padre era Licio y su madre Persiana. Dícese que siendo todavía niño Alejandro, la Pitia profetizó que un Licio le serviria de guia en su expedicion contra los Persas.

Fué grande la mortandad que se dice haber tenido allf lugar de los que cayeron cautivos; porque escribe el mismo que creyendo hallar en esto ventaja habia dado órden de que se diera muerte á los enemigos; que en dinero encontró tanta cantidad como en Susa, y todos los demas efectos y riquezas fueron carga de diez mil yuntas de mulas y de cinco mil camellos. Habiendo visto una estatua colosal de Jerges, derribada sin reparar al suelo por la multitud que habia penetrado al palacio, se paró, y saludándola como si estuviese animada: «¿A qué me determinaré, le dijo, á dejarte en tierra por tu expedicion contra los Griegos, ó á levantarte por tu grandeza de ánimo y otras virtudes?» Y al cabo, habiendo estado por un rato pensando entre si, pasó de largo sin hablar más palabra. Queriendo que el ejército se repusiese, pues era entonces la estacion de invierno, se detuvo allí cuatro meses; y se dice que estando sentado por la primera vez en el trono régio bajo un dosel de oro, Demarato de Corinto, hombre que le amaba, continuándole la amistad que babia tenido con su padre, se echó á llorar, como sucede á los ancianos, y exclamó en esta forma: «¡De qué placer tan grande se han privado aquellos Griegos que han muerto ántes de haber visto á Alejandro sentado en el trono de Dario!» De allí á poco, estando ya para mover contra Darfo, sucedió que, condescendiendo con sus amigos en un banquete y francachela, llegó hasta el punto de permitir que concurriesen mujerzuelas á comer y beber con sus amantes. Sobresalia entre éstas Tais, amiga de Tolomeo, que más adelante vino á ser rey, natural del Atica; la cual ya celebrando cuidadosamente las dotes de Alejandro, y ya haciéndole graciosas añagazas, con el calor de la bebida llegó á pronunciar una expresion que, si bien no desdecia de las costumbres de su patria, parecia, sin embargo, que no podia provenir de ella. Porque dijo que en aquel dia recibia la recompensa de cuanto habia padecido en sus marchas y peregrinaciones por el Asia, pudiendo tratar con el último desprecio á la orgullosa corte de los Persas; y que su mayor gusto sería quemar en medio de aquel regocijo el palacio de Jerges, que habia incendiado á Alenas, siendo ella quien le diera fuego en presencia del Rey, para que corriera por todas partes la voz de que mayor venganza habian tomado de los Persas en nombre de la Grecia unas mujerzuelas, que tantas tropas de mar y de tierra y lantos generales con el mismo Alejandro. Dicho esto, se levantó al punto grande algazara y aplauso, exhortándola y acalorándola sus amigos, tanto, que inflamado el Rey se levantó y echó á andar el primero, poniéndose una corona y tomando una antorcha. Siguiéronle todos los del festin con gritería y estruendo, distribuyéndose alrededor del palacio; y los demas Macedonios que lo entendieron acudieron tambien con antorchas sumamente contentos; porque echaban la cuenta de que el abrasar y destruir el palacio era de un hombre que volvia los ojos hácia su domicilio, y no tenía pensamiento de habitar en aquel país bárbaro.

Unos dicen que por este término se dispuso aquel incendio, y otros que muy de propósito é intento; mas en lo que convienen todos es en que se arrepintió muy en brøve, y dió órden para que se apagase.

Siendo por naturaleza dadivoso, creció en él la liberalidad á proporcion que creció su poder; y ésta iba siemTOMO IV.

4 y pre acompañada de afabilidad y benevolencia, que es como los beneficios inspiran una verdadera gratitud. Haremos memoria de algunas de sus dádivas. Ariston, general de los Peones, habia dado muerte á un enemigo; y mostrándole la cabeza, «entre nosotros, oh Rey, le dijo, este presente se recompensa con vaso de oro;» y Alejandro sonriéndose, «vacío, le contestó, y yo te lo doy lleno de buen vino, bebiendo antes á la salud.» Guiaba uno de tantos Macedonios una acémila cargada de oro del que se habia ocupado al Rey; y como ésta se cansase, tomó él la carga y la llevaba á cuestas. Vióle Alejandro sumamente fatigado, y enterado de lo que era, cuando iba á dejarla caer, «no hagas tal, le dijo, sino sigue tu camino llevándola hasta Lu tienda para tf.» En general, más se incomodaba con los que no recibian sus beneficios, que con los que le pedian; á Focion te escribió una carta, en que le decia que no le tendria en adelante por amigo si desechaba sus favores.

A Serapion, uno de los mozos que jugaban con él á la pelota, no le dió nunca nado, porque no pedia; y en una ocasion, puesto éste en el juego, alargaba la pelota á los demas: y diciéndole el Rey: «¿Y á mí no me la alargas?—Si no la pides,» le respondió; con lo que se echó á reir, y le hizo un gran regalo. Pareció que se habia enojado con Protea, uno de los decidores y bufones, que no carecia de gracia: rogábante por él los amigos, y el mismo Protea se presentó llorando, y les dijo que estaba aplacado; mas como éste repusiose, «y no empezarás, oh Rey, á darme de ello alguna prenda?» mandó que le dieran cinco talentos. Cuánta hubiese sido su profusion en repartir dones y gracias a sus amigos y á los de su guardia, lo manifestó Olimpiada en una carta que le escribió. «De otro modo, le decia, sería de aprobar que hicieses bien á tus amigos, y que te portases con esplendor; pero abora, haciéndolos otros tantoa reyes, á ellos les proporcionas que tengan amigos, y á tí el quedarte solo. Escribíale frecuentemente Olimpiada por este mismo término, y estas cartas tenía cuidado de reservarlas; sólo una vez, leyendo juntamente con él Hefestion, pues solía tener esta confianza, una de estas cartas que acababa de abrir, no se lo prohibió, sino que se quitó el anillo, y le puso á aquél el sello en la boca. Al hijo de Maceo, aquél que gozaba de la mayor privanza con Dario, teniendo una satrapía, le dió con ella otra mayor; mas éste la rehusó diciendo: «Antes, oh Rey, no habia más de un Darío, pero tú ahora has hecho muchos Alejandros.» A Parmenion, pues, le dió la casa de Bagoas, en la que se dice haberse encontrado en muebles de Susa hasta mil talentos. Escribió á Antipatro que se rodeara de guardias, pues habia quien le armaba asechanzas. A la madre le dió y envió muchos presentes; pero nunca le permitió mezclarse en el gobierno ni en las cosas del ejércilo; y siendo de ella reprendido, llevó blandamente la dureza de su genio; y una vez habiendo leído una larga carta de Antipatro, on que trataba de ponerle mal con ella, no sabe Antipatro, dijo, que una sola lágrima de una madre borra miles de cartas.» Habiendo visto que cuantos tenía á su lado se habian entregado enteramente al lujo y al regalo, haciendo excesivos gastos en todo lo relativo á sus personas, tanto que Agnon de Teyo llevaba clavos de plata en los zapatos; Leonato se hacía traer del Egipto con camellos muchas cargas de polvo para los gimnasios; Filotas habia hecho para la caza toldos que se extendian hasta cien estadios; y que eran más los que para ungirse y para el baño usaban de mirra que de aceite, llegando hasta el extremo de tener mozos únicamente destinados á que les rascasen y conciliasen ol sueño, los reprendió suave y filosóficamente, diciendo maravillarse de que hombres que habian sostenido tantos y tan reñidos combates, se hubieran olvidado de que duermen con más gusto los que trabajan que los que están ociosos; y de que no vieran, comparando su método de vida con el de los Persas, que el darse al regalo es lo más servil y abatido, y el trabajar lo más régio y más propio de los que han de mandar: ««fuera de que ¿cómo cuidará por sí un caballo ó acicalará la lanza y el morrion, el que rehusa poner mano en la cosa más preciada que tiene, que es su propio cuerpo? ¿no sabeis que el fin que en vencer nos proponemos es el no hacer lo que hacen los vencidos?»» Tomó, pues, desde entonces con más empeño el atarearse y darse malos ratos en la milicia y en la caza: de manera que un embajador de Lacedemonia, que se halló presente cuando dió fin de un terrible leon, «muy bien, oh Alejandro, le dijo, lidiar con un leon sobre el reino.»» Esta cacería la dedicó Cratero en Delfos, haciendo esculpir en bronce la imágen del leon, la de los perros, la del Rey en actitud de haber postrado al leon, y la del mismo Cratero que le asistia; de las cuales unas fueron obra de Lisipo y otras de Leocares.

á Alejandro, pues, ejercitándose y excitando al mismo tiempo á los demas á la virtud, se exponia á todo riesgo; pero sus amigos, queriendo ya gozar y regalarse por la riqueza y el lujo, llevaban mal las marchas y las expediciones, y poco a poco llegaron hasta murmurar y hablar mal de él. Sufríalo al principio benigna y suavemente, diciendo que era muy de reyes el que se hablara mal de ellos cuando hacian bien. Y en verdad que áun los menores favores que dispensaba á sus amigos eran siempre indicio de lo que los apreciaba y queria honrarlos; de lo que añadiremos algunos ejemplos. Escribió á Peucestas, quejándose de que maltratado por un oso, habia escrito á otros, y á él no se lo habia participado; «pero ahora, le decia, dime cómo te hallas, y si es que te abandonaron algunos de los que te acompañaban en la caza, para que lleven su merecido.» A Hefestion, que se hallaba ausente con motivo de ciertas comisiones, le escribió que estando entreteniéndose con un Igneumon, Cratero habia caido sobre la lanza de Perdicas, y se habia lastimado los muslos. Habiendo sanado Peucestas de cierta enfermedad, escribió al médico Alexipo, dándole las gracias. Hallábase Cratero enfermo, y habiendo tenido una vision entre sueños, hizo sacrificios por él, y le mandó que los hiciese. Al médico Pausanias, que queria dar eléboro á Cratero, le escribió, ya oponiéndose y ya dándole reglas sobre el modo de administrar aquella medicina. A los primeros que le dieron parte de la desercion y fuga de Harpalo, que fueron Efialtes y Ciso, los hizo aprisionar, como que le levantaban una calumnia. Empezó á dar licencia para retirarse á su casa á los inválidos y ancianos; y habiéndose Euruloco de Egea puesto á sí mismo en la lista de los enfermos, como despues se descubriese que ningun mal tenía, y confesase que amaba á Telesipa, y se habia propuesto acompañarla en su regreso por mar, preguntó qué clase de mujer era ésta; y habiéndole informado que era una cortesana de condicion libre, «pues me tendrás, oh Euruloco, le dijo, por amador contigo: mira si podremos persuadirla con dones ó con palabras, puesto que es mujer libre.» Es ciertamente de admirar que tuviese tiempo para escribir las carlas que escribió en obsequio de los amigos:

como por ejempla, cuando un mozo de Seleuco se escapó á la Cilícia, dando orden de que le buscasen; tributando alabanzas á Peucestas, por haber recogido á Nicon, esclavo de Cratero; y prescribiendo á Megabizo, con motivo de habérsele huido un esclavo al templo, que si podia lo aprehendiese fuera, procurando atraerle, pero en el templo no le tocara. Dícese que al principio, cuando juzgaba las causas capitales, se tapaba con la mano el un oido mientras hablaba el acusador, á fin de conservar el otro para el reo, puro y libre de. toda prevencion; pero más adelante lo exasperaron las muchas calumnias, que envueltas con verdades conciliaban crédito á la mentira. Lo que sobre todo le sacaba de tino, y le hacía duro é inexorable, era el que se le desacreditase: como que era hombre que preferia la gloria á la vida y al reino. Marchó entónces contra Darío para combatir segunda vez; pero habiendo llegado á sus oidos que Beso le habia apresado, licenció á los Tesalianos, añadiendo á sus soldados dos mil talentos de regalo.

Con la marcha y persecucion, que fué penosa y larga, habiende andado á caballo en once dias tres mil trescientos estadios, llegaron á flaquear y desalentarse la mayor parte, principalmente por la falta de agua. Allí se encontró con algunos Macedonios que en acémilas llevaban odres llenos de ella, y viéndole éstos mortificado de la sed, porque venía á ser entonces la hora del medio dia, llenaron sin dilacion el morrion, y se le presentaron; mas habiendo preguntado para quiénes conducian aquella agua, como respondiesen: «para nuestros propios hijos; pero viviendo tú otros tendremos si perdiéremos éstos; al oirlo tomó et morrion en las manos; pero volviendo la vista, y observando que los soldados de á caballo que le acompañaban todos tenian inclinada la cabeza y fijos los ojos en la bebida, volvió á entregar el morrion sin haber bebido, y dán doles las gracias les dijo: «Si yo solo bebiere, éstos desfalecerán todavía más;» y ellos, viendo su templanza y su grandeza de ánimo, gritaron que los condujese con toda confianza, y aguijaron los caballos: porque ni se cansarian, ni tendrian sed, ni se acordarían que eran mortales miéntras tuviesen un Rey como él.

La decision en todos era igual, y se dice que sin embargo sólo fueron unos sesenta los que pudieron llegar basta el campamento de los enemigos; en el que no hicieron cuenta del mucho oro y mucha plata que estaban amontonados, pasando tambien de largo por muchos carros de niños y de mujeres que andaban errantes sin conductor; sino que fueron siempre en persecucion de los primeros, porque entre ellos habia de estar Dario. Encontrósele coa dificultad, traspasado el cuerpo de dardos, tendido en un carro, y muy próximo á fallecer: con todo, pidió agua, y habiendo bebido agua fria, dijo á Polistrato que se la habia dado: «Este es, amigo, el último término de mí desgracia, recibir beneficios, y no poder pagarlos; pero Alejandro te lo premiará; y los Dioses á Alejandro el trato lleno de bondad que mi madre, mi mujer y mis hijos recibieron de él, á quien por tu medio doy esta diestra.» Y al decir esto, asido de la mano de Polistrato, espiró. Cuando llegó Alejandro, se echó de ver cuánto lo sentia; y quitándose su manto, te arrojó sobre el cadáver, y lo envolvió en él.

Más adelante, habiendo podido aprehender á Beso, le hizo pedazos, de este modo: doblando hácia adentro dos árboles derechos, bizo atar á cada uno un muslo, y despues dejándolos libres, con la fuerza con que se enderezaron cada uno se llevó su parte; pero por entonces el cadáver de Darfo, adornado como á la dignidad real correspondia, lo remitió á la madre; y al hermano de aquél, Oxatres, lo admitió en el número de sus amigos.

Bajó despues á la Hircanía con lo más florido de sus tropas; y viendo un golfo de mar no menor que el Ponto Euxino, aunque de agua más dulce que los otros mares, nada pudo averiguar de cierto acerca de él; y lo más que conjeturó fué que vendría á ser una filtracion de la laguna Meotis.

Con todo, á los ejercitados en las investigacionens fisicas no se les ocultó la verdad; sino que muchos años antes de la expedicion de Alejandro nos dejaron escrito que siendo cuatro los golfos que del mar exterior se entran en el continente, el más boreal es este, que se llama mar de Hircania, y tambien mar Caspio. Allí unos bábaros, que por casualidad se encontraron con los palafreneros que conducian el caballo Bucéfalo de Alejandro, se le robaron, lo que le irritó sobremanera; y babiendo enviado un heraldo, les intimó la amenaza de que los pasaria á todos á cuchillo con sus hijos y sus mujeres sino le volvian el caballo; pero luego que vinieron á restituírsele, haciendo además entrega de sus ciudades, los trató á todos con mucha humanidad, y dió el rescate del caballo á los que lo habian robado.

Pasó desde alli á la region Pártica, y deteniéndose en ella, empezó á vestirse la estola, ropaje usual de aquellos bárbaros, bien porque quisiese acomodarse á las leyes del pals, por cuanto sirve mucho para ganar los hombres el imitar sus costumbres patrias; ó bien porque se propusiese bacer una tentativa para la adoracion con los Macedonios, á fin de irlos acostumbrando poco a poco á llevar el tránsito y mudanza que pensaba hacer en el método de vida.

Con todo, no adoptó enteramente el traje de los Medos, que era más distante del propio y más extraño: porque no se puso los calzones largos, ni la ropa talar oi la tiara; sino que hizo una mezcla del persiano y medo, tomando un vestido medio, no de tanto lajo como éste, pero más brillante que aquél. Al principio no lo usaba sino para recibir á los bárbaros, y en casa con los amigos; pero despues ya le vieron muchos salir y despachar con él. Espectáculo era este muy desagradable á los Macedonios; perp admirando en lo demas sus virtudes, creian que era preciso contemporizar algun tanto en obsequio de su gloria y de su gusto: pues sobre todo lo demas, habiendo recibido recientemente un flechazo en la pierna, del que cayó al suelo berido en el hueso de la rodilla, y sido lastimado segunda vez de una pedrada en el cuello hasta el punto de haber perdido por largo rato la lumbre de los ojos, con todo no dejaba de exponerse sin reserva á los peligros: así es que habiendo pasado el rio Orexartes, que él creia ser el Tanaís, y derrotado á los Escitas, los persiguió cien estadios, sin embargo de estar molestado de diarrea.

Aquí fué donde vino á presentársele la Amazona, segun dicen los más de los escritores, de cuyo número son Clitarco, Policrito, Onesicrito, Antigenes é Istro; pero Aristóbulo, Cares Teageleo, Tolomeo, Anticlides, Filon Tebano, .

Filipo Teageleo, y además de estos Hecateo Eretrio, Filipo Calcidense y Duris Samio, dicen que todo esto fué una invencion, confirmando al parecer su opinion el mismo Alejandro; porque escribiendo á Antipatro con la mayor puntualidad cuanto ocurria, bien le comunicó que el Escita le habia ofrecido su hija en matrimonio; pero de la Amazona no hizo ninguna mencion. Dícese además que leyendo Onesicrito más adelante á Lisimaco, cuando ya reinaba, el libro cuarto de su Historia, donde se refiere lo de la Amazona, Lisimaco se echó á reir, y le preguntó: «¿Pues dónde estaba yo entonces?» Pero el que esto se crea ó se deje de creer nada puede influir para que se admire á Alejandro ni más ni ménos.

Temiendo que los Macedonios desmayasen para lo que restaba de la expedicion, ya de antemano había dejado en cuarteles la mayor parte de las tropas; y teniendo consigo en la Hircania lo más escogido de ellas, que eran veinte mil infantes y tres mil caballos, se anticipó á decirles que hasta entonces los bárbaros no los habian visto sino como un sueño; y si se retirasen sin haber hecho más que po ner en movimiento el Asia, cargarian al punto sobre ellos como sobre unas mujeres: con todo, que les prevenia podrian marcharse los que quisiesen; protestando empero,cuando adquiria la tierra entera para los Macedonios, sobre verse abandonado con sus amigos y con los que tenian voluntad de continuar la guerra. Casi con estas mismas palabras se halla escrito en una carta á Antipatro, en la cual se añade que no bien lo hubo pronunciado, cuando todos gritaron que los llevase al punto de la tierra que quisiese. Habiendo salido bien la tentativa con éstos, ya no hubo tropiezo en bacer ir adelante á la muchedumbre; y ántes bien siguió sin la menor dificultad. En seguida de esto todavía se acercó más en el modo de vivir á los naturales, aunque juntándolo con las costumbres macedónicas; por creer que establecería mejor su imperio con esta mezcla y comunicacion usando de afabilidad, que no con la fuerza, cuando pensaba pasar tan adelante. Por esta misma razon eligió trenta mil jévenes, y dispuso que aprendieran las letras griegas, y se ejercitasen en las armas macedónicas, poniéndoles muchos superintendentes y celadores. Su enlace con Rojana, bella y en edad núbil, fué efecto del amor, habiéndola visto y prendádose de ella en Coroana (1) en un festin, lo que estando muy en armonía con el método que habia adoptado, dió más confianza á los bárbaros por el deudo que habia contraido con ellos, é inflamó más su amor al ver que habiendo usado siempre de moderacion y continencia, la babia llevado entonces hasta el extremo de no querer tocar ni áun á esta mujer única que le habia rendido, sin autorizacion de la ley. Allí vió que de sus mayores amigos, Hefestion celebraba su sistema, y le imitaba, pero Cratero se mantenia en los usos patrios; y así es que por medio de aquél despachaba los negocios de los bárbaros, y por medio de éste los de los Griegos y Macedonios: finalmente, si al uno le amaba más por este motivo, al otro le estimaba y honraba: pensando y diciendo continuamente que Hefestion era amigo de Alejandro, y Cratero amigo del Rey. De aquí es que teniendo celos el uno del otro, allercaron muchas veces; y una sola en la India vinieron á las manos, llegando hasta sacar las espadas; y cuando sus respectivos amigos apadrinaban á uno y á otro, presentándose Alejandro á Hefestion, le reprendió abiertamente llamándote arrebatado y loco, si no veia que si alguno le privaba de la sombra de Alejandro, no era nada; y á Cratero le riñó tambien, aunque en particular, ásperamente. Llamólos despues á su presencia, é hizo que se reconciliasen, jurando por Amon y los demas (1) En el original dice en cierto tiempo lo que no cuadra con la sentencia, Lo que se quiso designar parece que fué el lugar donde Rojana fué vista, y este pudo ser el de Coroana, que era una region de la Partia, segun Tolomeo.

dioses que los amaba sobre todos los hombres; pero si volvia á entender que habia contiendas entre ellos, daria muerte á entrambos ó á lo ménos al que hubiese dado principio á la disension; por lo que en adelante ya no se dice que ni por juego hubiesen hablado ó hecho nada el uno contra el otro.

Filotas, hijo de Parmenion, era el de mayor autoridad y dignidad entre los Macedonios, porque habia dado pruebas de valor y sufrimiento; y en cuanto á dadivoso y amigo de sus amigos, ninguno más que él despues de Alejandro.

Dícese que pidiéndole en una ocasion dinero uno de sus amigos, mandó que se le diera; y respondiendo el mayordomo que no tenía, «¿qué dices? le replicó; no tienes tampoco un vaso ó una ropa?» Su engreimiento de ánimo, la ostentacion de su riqueza, y el servicio y aparato relativo á su persona eran de más boato de lo que á un particular correspondia; y entonces, imitando la grandeza y majestad de un rey con mucho cuidado, pero sin ninguna gracia, en solo lo extravagante y que más daba en ojos, no le granjeaba este porte más que sospechas y envidia; tanto, que el padre le dijo en una ocasion: «Dáme, hijo, el gusto de valor ménos.» Para con Alejandro ya hacía tiempo que había empezado á caer en descrédito: porque cuando se tomaron tantas riquezas en Damasco, despues de conseguida la victoria contra Darío en la Cilicia, entre los muchos cautivos conducidos al campamento, se encontró una jóven, natural de Pidna y de bella figura, llamada Antigone. Apropiósela Filotas; y lo que es natural con una nueva amiga, entre el vino y los placeres tuvo confianzas con ella sobre cosas políticas y de la guerra, y atribuyóndose á sí mismo y á su padre los hechos más señalados, llamaba á Alejandro muchachuelo, y decia que por ellos había adquirido nombre su reinado. Comunicó Antigone estas conversaciones á uno de sus amigos; y éste, como está en el órden, å otro, de manera que llegaron á los oidos de Cratero; quien tomando á la mujer consigo, la condujo secretamente ante Alejandro. Luego que éste la hubo escuchado, le previno que continuara en la amistad de Filotas, y todo cuanto le oyera viniese y se lo revelara.

Ignoraba Filotas lo que se tramaba contra él, y continuaba su trato con Antigone, permitiéndose, ya por encono y ya por jactancia y vanagloria, palabras y expresio nes contumeliosas contra el Rey, Alejandro, aunque se le habian hecho denuncias vehementes contra Filotas, no se daba por entendido ni hacía uso de ellas, ó por demasiada confianza en el amor que Parmenion le tenia, ó por temor de la opinion y del poder del padre y del hijo. Mas en aquella misma sazon un Macedonio llamado Dimno, Datural de Calastra, que armaba asechanzas á Alejandro con la más maligna intencion, como tuviese amores con el jóven Nicomaco, le solicitó para que concurriese con él á la ejecusion. No admitió éste la propuesta, y dando parte de aquel intento á su hermano Baleno, éste se dirigió con él á Filotas, rogándole que los presentase á Alejandro, porque tenían que hablarle de cosas muy importantes y muy urgentes; pero Filotas sin saber por qué causa, pues nunca se averiguó, no se prestó á ello, por decir que el Rey estaba ocupado en cosas mayores; lo que les sucedió por dos veces. Entraron con esto ep sospechas contra Filotas, y como valiéndose de otro, éste los condujese ante Alejandro, habláronte lo primero de lo relativo á Dimno, y despues tocaron ligaramente en lo ocurrido con Filotas, y cómo dos veces le habian hablado, y las dos veces los habia desatendido; que fué lo que sobremanera irritó á Alejandro. Ocurrió tambien que el que fué enviado contra Dimno, como éste se defendiese, le quitó la vida; con lo que todavía se sobresaltó más Alojandro, por creer que con esto se desvanecian los indicios de la traicion. Como ya no estaba bien con Filotas, con esto cobraron osadía los que de antemano le odiaban, y decian ya sin rebozo que sería grande necedad en el Rey el creer que un hombre de Calastra como Dimno habia de haber tenido por sí semejante arrojo: por tanto, que no era sino ejecutor, ó más bien instrumento manejado por una fuerza superior; por lo que la asechanza se habia de buscar en aquellos á quienes más importaba que estuviese oculta. Con estos discursos y sospechas abrieron los oidos del Rey para que Begasen á ellos otras diez mil calumnias contra Filotas.

Hizole, pues, prender y le puso en juicio, asistiendo á la cuestion de tormento los amigos de Alejandro, y esca chando él mismo desde afuera sin que mediase más que uma cortina: así se refiere que profiriendo Filotas expresiones de abatimiento y compasion, y dirigiendo ruegos á Hefestion, dijo aquél: Pues si tan débil eras y de tan poco valor, oh Filotas. ¿por qué emprendias hechos tan arriesgados? Muerto Filotas, envió inmediatamente á la Media órden de que se quitara tambien la vida á Parmenion, anciano compañero de Filipo en las más de sus empresas; de los antiguos amigos de Alejandro el único ó el que más le habia incitado á la expedicion contra el Asia; y que de tres hijos que tenía en el ejército, de dos habia visto la muerte ántes, muriendo con el tercero. Estos hechos hicieron terrible á Alejandro para muchos de sus amigos, y especialmente para Antipatro; el cual nogoció reservadamente con los Etolios, comprometiéndose con ellos, y ellos con él recíprocamente: porque los Etolios temian á Alejandro por la ruina y mortandad de los Oiniadas: pues al saberia habia dicho Alejandro que no serian los hijos de los Oiriadas, sino él mismo quien tomase venganza.

De alli á breve tiempo ocurrió el lastimoso acontecimiento de Clito: para los que meramente lo oyen, más cruel que el de Filotas; pero para los que reflexionan sobre el tiempo y la ocasion, efecto más bien de desgracia det Rey, que de su voluntad y su intencion, siendo la mala suerte de Chito la que en la ira y en la embriaguez proper.

cionó la causa; y sucedis de esta manera. Llegaron algunos trayendo al Rey por mar frutas de la Grecia; y éste maravillado de su frescura y belleza, llamó á Clito con ánimo de mostrárselas y de partir con él. Hallábase Clito haciendo un sacrificio, y dejándolo marchó allá al punto, y tres de las reses, sobre las que habia hecho libacion, le siguieron. Entendió esto el Rey y comunicó el caso con los adivinos Aristandro y Cleomantes de Lacedemonia; los cuales dijeron ser aquella mala señal; y el Rey mandó que inmediatamente se sacrificara por Clito: porque hacía tres dias que él mismo habia tenido entre sueños una vision extraña: pues le había parecido que veia á Clito sentado con vestido negro entre los hijos de Parmenion, que todos eran muertos. Clito no se habia prevenido con el sacrificio, sino que sin dilacion marchó á cenar con el Rey, que habia sacrificado á los Dióscuros. Bebióse largamente, y se empezaron a cantar los versos de un tal Pranico, ó segun dicen otros de Pierion, compuestos para escarnio y burla de los generales vencidos poco ántes por los bárbaros.

Lleváronlo á mal los ancianos, y profirieron denuestos contra el poeta y contra el cantor; pero Alejandro le oia con gusto, y mandaba que continuase. Clito, ya demasiado caliente con el vino, y que de suyo era pronto é insolente, se incomodó, diciendo no ser del caso que entre bárbaros y enemigos se tratara de afrentar á unos Macedonios que valian harto más que los que de ellos se burlaban, aunque hubiesen sido desgraciados. Repuso Alejandro que Clito hacía bien, y sentia con él en llamar desgracia á la cobardía; á lo que puesto ya en pié Clito: «Pues esta cobardía, le dijo, te salvó á u, descendiente de los dioses, cuando ya tenias encima la espada de Espitridates; y á la sangre de los Macedonios y á estas heridas debes el haberte elevado á tal altura, que te das por bijo de Amon, renunciando á Filipo.» Irritado, pues, Alejandro: «Te parece, mala cabeza, le dijo, que hablando de mí continuamente de este modo y alborotándome á los Macedonios, le has de ir riendo?—Ni áun ahora nos reímos, ob Alejandro, le contestó, siendo este el premio que recibimos de nuestros trabajos; sino que tenemos por muy dichosos á los que murieron ántes de ver que los Macedonios somos azotados con las varas de los Medos, y buscamos la intercesion de los Persas para acercarnos al Rey.» Miéntras Clito hablaba con este desenfado, y mientras Alejandro se le oponía y proferia contra él injurias, procuraban los más ancianos sosegar aquel alboroto; y Alejandro, vuelto entónces á Jenodoco de Cardia y Artemio de Colofon: «¡No os parece, les dijo, que los Griegos se hallan entre los Macedonios como los semidioses entre las fieras?» Pero Clito no cedia, sino que continuaba gritando que Alejandro dijese públicamente qué era lo que queria, y no llamara á su mesa á hombres libres que sabian hablar con franqueza; sino que viviera entre bárbaros y entre esclavos, que adorasen su ceñidor persiano y su túnica blanca. Entonces Alejandro, no pudiendo ya reprimir la ira, le tiró una de las manzanas que habia en la mesa, y fué á echar mano de la espada; pero Aristófanes, uno de los de la guardia, con prevision ia habia retirado; y sin embargo de que los demas le rodeaban y suplicaban, salió, y en lengua macedonia llamó á los mozos de armas, lo que era indicio de gran rebato, y al trompeta le mandó hacer señal, y porque se detenia y no cumplia lo mandado, le dió una puñada. Despues se reconoció que había hecho muy bien, y habia sido muy principal causa para que no se pusiera en armas y en confusion todo el campamento. A Clito, que nunca se apaciguaba, le sacaron los amigos no sin gran dificultad del cenador; pero volvió å entrar por otra puerta, recitando con desprecio é insolencia aquellos yambos de Eurípides en la Andrómaca:

ALEJANDRO.

¡Qué injusticia, ay de mí, se hace á la Grecia! (1) Quitó entonces Alejandro un dardo á uno de los de la guardía, y atravesó con él á Clito que acertó á parecer cerca, levantando la cortina que habia delante de la puerta; y dando un suspiro y un quejido, cayó muerto. En aquel mismo punto se acabó en Alejandro la ira, y vuelto en sí, al ver á su lado á todos los amigos sin aliento y sin voz, se apresuró á sacar el dardo del cadáver, yendo á clavárselo en el cuello; pero los de la guardia le cogieron las manos, y á fuerza lo condujeron á su dormitorio.

Pasó toda aquella noche en lamentos; y como al dia siguiente, cansado de gritar y llorar, estuviese callado, dando solamente profundos suspiros, recelando sus amigos de aquel silencio, entraron por fuerza; y á las expresiones de los demas no atendió; pero habiéndole recordado el agorero Aristandro la vision que habia tenido acerca de Glito y la señal de la reses, para darle á entender que lo sucedido babia sido disposicion del hado, pareció que recibia algun alivio; por lo cual introdujeron tambien al filósofo Calistenes, que era deado de Aristóteles, y á Anaxarco de Abdera. De éstos, Calistenes se fué introduciendo con dulzura y suavidad, procurando desvanecer con sus razones el disgusto y la pesadumbre; pero Anaxarco, que desde luego habia tomado un camino en la filosoffa enteramente nuevo, mirando con cierta altivez y desden a los de su profesion, entró gritando sin otro preludio: «¡Este es aquel Alejandro en quien el orbe tiene ahora fija la vista, y se está tendido haciendo exclamaciones (1) Con este verso solo, tomado de la Andrómara de Euripides, no se comprende bien cuánto debieron picar á Alejandro los versos que recitó Clito: porque la sentencia de todos ellos es que injustamente se atribuyen al general todos los hechos de armas de los que sirven á sus órdenes. Plutarco no puso más que el primer verso, porque el pasaje entero era entonces sabido de todos.

como un miserable esclavo, temiendo el juicio y reprension de los hombres, para quienes correspondia que él fuese la ley y norma de lo justo, si es que venció para imperar y dominar, y no para servir dominado de una gloria vana? ¿No sabes que Júpiter tiene por asesores á la justicia y á Temis, para que todo cuanto es ejecutado por el que manda sea legítimo y justo?»» Empleando Anaxarco estos y otros semejantes discursos aligeró el pesar del Rey; pero pervirtió su moral, haciéndole más precipitado y violento; y al paso que él se ganó maravillosamente su ánimo, desquició el valimiento y trato de Calistenes, que ya no era muy agradable por la severidad de sus principios.

Cuéntase que habiendo recaido una vez la conversacion entre cena sobre las estaciones y la temperatura del ambiente, Calistenes adoptó la opinion de los que sostenian que allí hacía más frio y era más duro el invierno que en Grecia, y que tomando Anaxarco con empeño la opinion contraria, «pues tú, le repuso aquél, es preciso confieses que esta region es mucho más fria: porque tú pasabas allá el invierno en ropilla, y aquí duermes abrigado con tres cobertores;»» lo que picó sobremanera á Anaxarco.

ALEJANDRO.

Incomodaba asimismo Calistenes á los demas sofistas y aduladores con ser buscado de los jóvenes por su elocuencía, y merecer al mismo tiempo la aprobacion de los ancianos por su tenor de vida, arreglado, decoroso y sobrio, con el que confirmaba el que se suponia pretexto de su viaje: pues le daba la importancia de decir que para volver sus ciudadanos á la patria y repoblarla otra vez habia ido en busca de Alejandro. Sobre tenérsele envidia por su fama, daba tambien márgen á que le calumniaran con negarse á los convites, y con no dar alabanzas cuando á ellos concurría, atribuyéndose su silencio á afectacion y displicencia; tanto, que Alejandro recitó en su mortificacion aquella sentencia:

TOMO IV.

5 S 66 PLUTARCO. LAS VIDAS PARALELAS.

No debe hacerse caso del sofista Que áun en provecho propio nada sabe.

Dícese que en cierta ocasion, habiendo sido muchos los convidados á la cena, se encargó á Calistenes entre los brindis que alabase á los Macedonios, y que desempeñó el encargo con tanta elocuencia, que levantándose le aplaudieron y arrojaron sobre él coronas de flores; á lo que Alejandre habia dicho que; segun Eurípides, al que loma para su discurso Digno asunto, le es fácil ser facundo; añadiendo: «Mucho mejor podrás mostrar la habilidad acusando a los Macedonios, para que se hagan mejores advertidos de aquello en que yerran;» con lo cual, cantando Calistenes la palinodia, habia dicho mil cosas contra los Macedonios, y haciendo ver que la discordia y desunion de los Griegos fué la verdadera causa del incremento y poder de Filipo, habia cerrado de este modo el discurso:

En las revuellas de los pueblos suele El más rüin alzarse con el mando.

De resultas de esto añaden que fué muy amargo y pesado el odio que contra él concibieron los Macedonios, diciendo Alejandro que Calistenes no había dado á éstos pruebas de su habilidad, sino de su ojeriza.

Hermipo escribe que Estroibo, lector de Calistenes, fué quien refirió estas cosas á Aristóteles, añadiendo que Calistenes, habiendo conocido la aversion de Alejandro, dijo por dos o tres veces contra él al retirarse:

Murió tambien en juventud Patrocio, Que en virtud harto más que tú valia.

Parece, pues, que no le faltó razon á Aristóteles para decir que Calistenes era diestro y grande en la oratoria; pero no tenía juicio. En fin, con haber resistido vigorosa y filosóficamente la adoracion, siendo el único que decia en público lo que en secreto incomodaba á todos los principales y más ancianos de los Macedonios, él bien redimió á los Griegos de una gran vergüenza, y de una mucho mayor todavía á Alejandro, evitando así la tal adoracion; pero se perdió á sí mismo: pues á lo que se ve, hizo fuerza á Alejandro; mas no le persuadió. Cares de Mitilene dice que bebiendo en un banquete Alejandro en una copa, la alargó á uno de los amigos, y tomándola éste, se levantó y acercó al ara, bebió y adoró primero, despues besó á Alejandro en el banquete, y se volvió å sentar; y que lo mismo ejecutaron todos por orden; pero Calistenes, tomando la copa á tiempo que Alejandro no atendia, sino que estaba en conversacion con Hefestion, bebió y se acercó para besarle; pero diciéndole Demetrio, denominado Feidon: «oh Rey, no beses, porque este sólo no ha adorado,» Alejandro huyó el rostro al ósculo; y Calistenes dijo en voz alta: «Bien, me iré con un beso ménos.» Indispuesto ya de esta manera Alejandro, la primera cosa á que dió crédito fué la relacion de Hefesion, que le comunicó haber convenido con él Calistenés en que adoraria, y haber desmentido luégo este convenio. Despues los Lisimacos y los Agnones denunciaron á Alejandro que el sofista se andaba jactando de la destruccion de la tiranía, poniendo de su parte á los jóvenes, y esparciendo la voz de que él sólo era libre entre tantos millares de hombres.

Por este motivo, cuando llegó el caso de la conjuracion de Hermolao, y se tuvieron las pruebas de ella, pareció verosímil la acusacion que contra él se hacia, de que preguntándole Hermolao cómo se haria hombre célebre, le habia respondido: «dando muerte al más célebre:» atribuyéndosele además que excitando á Hermolao å la ejecucion, le habia dicho que no lemiese al lecho de oro, sino que se acordara de que iba a tener ante si á un hombre enfermo y herido.

Sin embargo, ninguno de la conjuracion de Hermolao profirió ni la más leve expresion contra Calistenes, áun en medio de los mayores tormentos y angustias. El mismo Alejandro, escribiendo en los primeros momentos á Cratero, á Atalo y á Alcetas, les decía que los jóvenes puestos á tormento habian confesado haber sido ellos los autores de todo, sin que ninguno otro tuviese noticia; mas escribiendo despues á Antipatro, ya culpó á Calistenes, diciendo: «Los jóvenes han sido apedreados por los Macedonios; pero al sofista yo lo castigaré, y á los que acá le enviaron, y á los que dan acogida en las ciudades á los traidores contra mí;» en lo que aludia maniflestamente á Aristóteles:

porque Calistenes se habia criado á su lado, á causa del parentesco, siendo hijo de Hero, prima de Aristóteles.

En cuanto á su muerte, unos dicen que fué ahorcado de órden de Alejandro, y otros que falleció de enfermedad en la prision; pero Cares escribe que despues de su prision estuvo siete meses aherrojado en la cárcel para ser juzgado en concilio, presente Aristóteles; y en los dias en que Alejandro fué herido peleando en la India con los Malios Oxidracas, murió de obesidad y comido de piojos.

Sucedieron estos acontecimientos más adelante. Anbelaba Demarato de Corinto, siendo ya muy anciano, el subir á los países donde se hallaba Alejandro; y habiendo conseguido verle, exclamó que se habian privado del mayor placer aquellos Griegos que habian muerto ántes de ver å Alejandro sentado en el trono de Darlo; pero fué bien corto el tiempo que tuvo para gozar del favor del Rey, porque murió luego de enfermedad. Hiciéronsele ostentosas exequias, habiéndole levantado el ejército un túmulo de grande longitud y de ochenta codos de elevacion; y sus despojos fueron conducidos hasta el mar en carro de cuatro caballos magníficamente adornado.

Cuando iba á invadir la India, como viese que el ejército arrastraba grande carga en pos de sí, y era difícil de mover por la gran riqueza de los despojos, al mismo amanecer, estando ya listos los carros, quemó primero los suyos y los de sus amigos, y despues mandó que se pusiera fuego á los de los Macedonios: órden que pareció más dura y terrible en si que no en su ejecucion; porque mortificó á muy pocos, y ántes bien los más, recibiéndola con entusiasmo y con demostraciones de aclamacion y júbilo, repartieron las cosas que son más precisas entre los que las pidieron; y las restantes las quemaron ó destrozaron; encendiendo con esto en el ánimo de Alejandro mayor arrojo y confianza. Era ya entonces fiero é inexorable en el castigo de los culpados: de manera que habiendo constituido á Menandro, uno de sus amigos, gobernador de un fuerte, porque no queria quedarse le quitó la vida; y habiéndose revelado los bárbaros, por sí mismo atravesó con una saeta á Orsodates. Sucedió por entonces que una oveja parió un cordero que tenía en la cabeza la figura y color de una tiara, y la forma tambien de unos testículos á uno y otro lado; lo que abominó Alejandro como mala señal, y se hizo purificar por unos Babilonios que al efecto acostumbraba á llevar consigo; sobre lo cual dijo á sus amigos que no era por sí mismo por quien se habia sobresaltado, sino por ellos, no fuera que un mal Genio, faltando él, trasladara el poder á un hombre cobarde y oscuro. Mas otra señal buena que sobrevino luégo borró esta mala impresion de desaliento; y fué que un Macedonio, jefe de la tapicería, llamado Proxeno, allanando el sitio en que habia de ponerse la tienda del Rey junto al rio Oxo, descubrió una fuente de un licor continuo y untoso; y á lo primero que sacó se encontró con que era un aceite limpio y claro, sin diferenciarse de esta sustancia ni en el olor ni en el sabor; conviniendo además con ella en el color brillante y en la suntuosidad; y esto en país que no producia aceite. Dícese, pues, que el agua del Oxo es tambien muy blanda, y que pone crasa la piel de los que en él se bañan. Ello es que Alejandro se alegró extraordinariamente con esta señal, como se demuestra por lo que escribió á Antípatro, poniéndola entre los mayores favores que del Dios habia recibi do. Los adivinos teníanla por pronóstico de una expedicion gloriosa, pero trabajosa y difícil: porque el aceite ha sido dado á los hombres por Dios para remedio de sus fatigas.

Fueron, pues, muchos los peligros que corrió en aquellos encuentros, y graves las heridas que recibió; pero el mayor mal le vino á su expedicion de la falta de los objetos de necesidad y de la destemplanza de la atmósfera. Por lo que á él respecta, hacía empeño en contrarestar á la fortuna con la osadía, y al poder con el valor; pues nada le parecia ser inaccesible para los osados, ni fuerte y defendido para los cobardes (1). Dícese, por tanto, que teniendo sitiado el castillo de Sisimetres, que era una roca muy elevada é inaccesible, como ya los soldados desconfiasen, preguntó á Oxuartes qué hombre era en cuanto al ánimo Sisimetres; y respondiéndole éste que era el más tímido de los mortales: «Eso es decirme, le repuso, que puedo tomar la roca, pues que el que manda en ella no es fuerte:» tomóla, pues, con sólo intimidar á Sisimetres.

Mando contra otra igualmente escarpada á los más jóvenes de los Macedonios, y saludando á uno que se llamaba Alejandro: «A ti te toca, le dijo, el ser valiente, aunque no sea más que por el nombre.» Peleó efectivamente aquel jóven con gran denuedo; pero pereció en la accion; lo que causó á Alejandro gran pesadumbre. Ponian los Macedonios dificultad en acometer á la fortaleza llamada Misa, por estar bañiada de un rio profundo; y estando presente, pues (1) La sentencia de este pasaje es que el valor viene al cabo de todo; y para la cobardía no hay puesto ninguno bastante fuerte y seguro.

iniserable de mí, dijo, no he aprendido yo á nadar y teniendo ya el escudo embrazado se disponia á pasar. Detuvo la accion, por venir á él con ruegos embajadores de Ja ciudad sitiada; los cuales ya desde luego se maravillaron, viéndole sobre las armas sin ningun acompañamiento.

Trajéronle despues un almohadon, y tomándole, mandó que se sentara en él el más anciano de aquellos, que se llamaba Acufis. Admirado más éste todavía con tales muestras de benignidad y humanidad, le preguntó qué harian para que los tuviese por amigos y como respondiese que lo primero nombrarle á él mismo por caudillo y príncipe de todos, y lo segundo enviarle en rehenes ciento de los mejores, echándose á reir Acufis: «mucho mejor mandaré, le repuso, enviándote los más malos que los mejores.»» Dícese de Taxiles que posera en la India una porcion no menor que el Egipto en extension, y abundante y fértil como la que más; y que siendo hombre de gran seso, 82ludó á Alejandro y le dijo: «¿Qué necesidad tenemos, oh Alejandro, de guerras ni de batallas entre nosotros, si no vienes á quitarnos ni el agua ni el alimento necesario, que son las únicas cosas por las que á los hombres les es forzoso pelear? Por lo que hace á los demas que se llaman bienes y riquezas, si soy mejor que tú, estoy pronto á hacerte bien, y si valgo ménos, no rehuso mostrarme agradecido, recibiéndole de ti.» Complacido Alejandro y alargándole la diestra: «Pues qué, piensas, le dijo, que con tales expresiones y tal bondad nuestro encuentro ha de ser sin contienda? Ten entendido que nada adelantas: porque yo contenderé y pelearé contigo á fuerza de beneficios, á fin de que no parezcas mejor que yo.» Recibiendo, pues, muchos dones y dando muchos más, por fin le hizo et presente de mil talentos en dinero; con lo que disgustó en gran manera á los amigos; pero hizo que muchos de los bárbaros se le mostraran ménos desafectos. Los más belicosos entre los de la India pasaban por soldada á defender con ardor las ciudades, y le causaban grandes daños. Habiendo, pues, hecho treguas con ellos en una de estas, cogiéndolos despues en el camino cuando se retiraban, les dió muerte á todos; y entre sus hechos de guerra, en los que siempre se condujo justa y régiamente, este es el único que puede tenerse por una mancha. No le dieron los filósofos menos en que entender que éstos, indisponiendo contra él á los reyes que se le habian unido, y haciendo que se rebelaran los pueblos libres; por lo que le fué preciso ahorcar á muchos.

Lo relativo á Poro el mismo Alejandro escribió en sus cartas cómo habia pasado: porque dice que corriendo el Hidaspes en medio de los dos campamentos, tenía Poro colocados al frente los elefantes para guardar el paso; y que él por su parte movia todos los dias mucha bulla y alboroto en su campo, á fin de acostumbrar á los bárbaros á no hacer alto en ello ni temerlo; y en una noche de las propias de invierno, en que no lucía la luna, tomando algunas tropas de las de á pié y lo más florido de la cabaliería, se alejó mucho de los enemigos, y pasó hasta una isleta de no grande extension; que allí le cogió una grande lluvia, y siendo muchos los relámpagos y rayos que parecian dirigirse al campamento, aun en medio de ver que muchos eran abrasados y consumidos de ellos, movió de la islela para pasar á la opuesta orilla; mas yendo crecido y fuera de madre el Hidaspes á causa de la tempestad, habia hecho una gran rotura é inundacion, corriendo por ella las aguas en notable cantidad, y que pudo ponerse en el terreno intermedio con poca seguridad, por ser éste resbaladizo y estar mojado. Cuéntase haber prorumpido alli en esta expresion: «¡Ahora creeriais, oh Atenienses, cuántos trabajos aguanto por ser celebrado entre vosotros!» Pero esto quien lo refiere es Onesicrito: el mismo Alejandro dice que dejando las lanchas, pasaron armados la inundacion con agua hasta el pecho. Pasado que hubo, se adelantó con la caballería unos veinte estadios, haciendo cuenta que si los enemigos acometiesen con esta arma, mejor los venceria; y si quisiesen mover su batalla, tambien le llegaria á él con anticipacion su infantería, y sucedió lo primero: porque habiendo cargado á mil caballos y sesenta carros, los puso en huida, habiendo tomado todos los carros, y muerto trescientos hombres. Entendió con esto Poro que el mismo Alejandro estaba ya de aquel lado; por lo que movió con todo su ejército, á excepcion de algunas tropas que fué preciso dejar para que estorbaran el paso á los Macedonios. Alejandro por temor de los elefantes y del gran número de los enemigos dice que cargó oblicuamente por el ala izquierda, dando órden á Coino de que acometiese por la derecha; que por una y otra fueron los enemigos rechazados, y retirándose siempre hacia los elefantes, los que iban de vencida, allí se embarazaban y confundian; y que trabado el combate al salir el sol, con dificultad á la bora octava cedieron los enemigos. Esto es lo que el mismo ordenador de esta batalla refirió en sus cartas. Los más de los historiadores convienen en que Poro sobrepujaba la estatura ordinaria en cuatro codos y un palmo, y que á caballo nada le faltaba para quedar igual con el elefante por la talla y robustez de su cuerpo; y eso que el tal elefante de que usaba era de los más grandes; el cual manifestó en esta ocasion una extraordinaria inteligencia y sumo cuidado del Rey: pues mientras éste se sostuvo con vigor, le defendió encolerizado de los que le acometian, haciéndolos pedazos; mas cuando percibió que desfallecia por el gran número de dardos y heridas, temeroso de que cayese de golpe, se inclinó blandamente al suelo doblando las rodillas, y cogiendo despues suavemente con la trompa los dardos, se los fué sacando de uno en uno. Preguntaudo Alejandro á Poro, cuando ya quedó cautivo, cómo queria le tratase: «régiamente,» le respondió; y replicándole Alejandro si no tenía más que añadir:

«con decir régiamente está todo dicho,» le repuso. Dejóle, pues, autoridad no sólo sobre sus antiguos súbditos con el nombre de Sátrapas, sino que le añadió nuevo territorio, babiendo sujetado los pueblos libres, que eran quince naciones en varias ciudades principales (1) y muchas aldeas.

Conquistó asimismo otra region tres veces mayor, de la que constituyó sítrapa á Filipo, uno de sus amigos.

De resulta de la batalla contra Poro murió Bucéfalo, no desde luego, sino al cabo de algun tiempo, cuando, segun los más, se le estaba curando de sus heridas; pero segun dice Onesicrito, fatigado con un trabajo que no podia ya llevar por su vejez, pues tenía treinta años cuando murió.

Sintiólo profundamente Alejandro, creyendo haber perdido en él nada menos que un amigo y un doméstico; y edificando en su memoria una ciudad junto al Hidaspes, la llamó Bucefalia. Dícese que habiendo perdido tambien un perro llamado Perita, al que había criado y del que gustaba mu cho, edificó otra ciudad de su nombre. Socion escribe que así se lo oyo decir á Potamon de Lesbos.

El combate de Poro desaminó mucho á los Macedonios, apartándolos de querer internarse más en la India: pues no bien habian rechazado á éste, que les habia hecho frente con veinte mil infantes y dos mil caballos, cuando ya se hacía de nuevo resistencia á Alejandro, que se disponia á forzar el paso del rio ganges; cuya anchura sabian ser de treinta y dos estadios, y su profundidad de cien brazas, y que la orilla opuesta eslaba cubierta con gran número de hombres armados, de caballos y elefantes; porque se decia que le estaban esperando los reyes de los Gandaritas y los Pranios con ochenta mil caballos, doscientos mil infantes, ocho mil carros y seis mil elefantes de guerra. Y no se tenga esto á exageracion: porque Androcoto, (1) El original dice que fueron cinco mil las ciudades; pero en este número conocidamente hay yerro, y se ha preferido no determinarlo.

que reino de allí á poco, hizo á Seleuco el presente de quinientos elefantes, y con un ejército de seiseientos mil hombres corrió y sojuzgó toda la India. Al principio de enojo y de rabia se retiró Alejandro á su tionda, y alli permanecia encerrado, diciendo que nada agradecia lo antes hecho si no pasaba el Ganges, y que miraba aquella retirada como una confesion de inferioridad y vencimiento.

Mas representándole sus amigos lo que convenia, y rodeando los soldados su tienda con lamentos y voces para hacerle ruegos, condescendió por fin, y levantó el campamento, habiendo recurrido, para hacerse ilusion acerca de su gloria, á arbitrios necios é invenciones extrañas:

porque hizo labrar armas mucho mayores, y pesebres y frenos para los caballos de mucbo mayor peso, y los fué dejando y esparciendo por el camino. Erigió tambien aras de los dioses, á los que áun el dia de hoy veneran los reyes de los Prasios, trasladándose á aquel sitio, y ofreciéndoles sacrificios á la usanza griega. Androcolo, que era entonces muy jóven, vió á Alejandro, y se refiere haber dicho despues muchas veces que no estuvo en nada el que Alejandro se hubiera hecho dueño de todo, por el desprecio con que era mirado el Rey á causa de su maldad y de su ruin origen.

Formó entonces Alejandro el proyecto de ir desde alli á ver el mar exterior; y construyendo muchos trasportes y lanchas navegaba con sosegado curso por el rio. Mas no por eso era el viaje descansado y sin peligro: pues saltando en tierra y acometiendo a las ciudades, lo iba sujetando todo. Sin embargo, en los llamados Malios, que se dice ser los más belicosos de la India, estuvo en muy poco el que no pereciese. Porque á saetazos retiró á aquellos habitantes de la muralla, y puestas las escalas, subió á ella el primero; pero habiéndose roto la escala, colocados los bárbaros al pié del muro, le causaron desde abajo diferentes heridas; mas él, sin embargo de tener muy poca gente consigo, tuvo el arrojo de dejarse caer en medio de los enemigos, quedando por fortuna de pié; y habiendo recibido gran sacudimiento las armas, les pareció á los bárbaros que un resplandor y apariencia extraordinaria discurria por delante de él. Asi, al principio huyeron y se dispersaron; pero al verte con solo dos escuderos, corrieron de nuevo á él, y algunos, aunque se defendia, le herian de cerca con espadas y lanzas; y uno que estaba algo más lejos le disparó del arco una saeta con tal fuerza y rapidez, que pasando la coraza, se le clavó en las costillas junto a la tetilla. Cedió el cuerpo al golpe, y áun se trastornó algun tanto, y el tirador acudió al punto sacando el alfanje que usan los bárbaros; pero Peucestas y Limneo se pusieron delante; y siendo heridos ambos, éste murió; pero Peucestas se sostuvo, y Alejandro dió muerte al bárbaro. Habia recibido muchos golpes, y herido por fin con un mazo junto al cuello, tuvo que apoyarse en la muralla, quedándose mirando á los enemigos. Acudieron en esto los Macedonios, y recogiéndole ya sin sentido, le llevaron á su tienda; y al principio en el ejército corrió la voz de que habia muerto. Sacáronle, no sin gran dificultad y trabajo, el cabo de la saeta, que era de madera; con lo que pudo desatarse, aunque tambien á mucha costa, la coraza, descubriendo así la herida, y hallando que la punta habia quedado clavada en uno de los huesos, la cual se dice tenía tres dedos de ancho y cuatro de largo. Al sacársela Luvo desmayos, en los que creyeron se quedara; pero luego se restableció. Aunque habia salido del peligro, quedó lodavía muy débil, y tuvo que pasar bastante tiempo guardando dieta y medicinándose; mas habiendo un dia sentido á la parle de fuera á los Macedonios alborotados é inquietos por el deseo de verle, poniéndose una ropa salió adonde estaban. Sacrificó despues á los dioses, y volviendo á embarcarse y dar la vela, sujetó nuevas regiones y muchas ciudades.

Vinieron a su poder diez de los filósofos Gimnosofistas; aquellos que con sus persuasiones habian contribuido más á que Sabas se rebelase, y que mayores males habian causado á los Macedonlos. Como tuviesen fama de que eran muy hábiles en dar respuestas breves y concisas, les propuso ciertas preguntas oscuras, diciendo que primero daria la muerte al que más mal respondiese, y así despues por órden á los demas, intimando al más anciano que juzgase. I'reguntó al primero si eran más en su opinion los vivos ó los muertos; y dijo que los vivos, porque los muertos ya no eran. Al segundo, cuál cria mayores bestias, la tierra ó el mar; y dijo que la tierra, porque el mar hacía parte de ella. Al tercero, cuál es el animal más astuto; y respondió: aquel que el hombre no ha conocido todavía.

Preguntado el cuarto con qué objeto habia hecho que Sabas se rebelase, respondió: con el deseo de que viviera bien, ó muriera malamente. Siendo preguntado el quinto cuál le parecia que habia sido hecho primero, el dia ó la noche, respondió que el dia precedió á ésta on un dia, y añadió, viendo que el Rey mostraba maravillarse, que siendo enigmáticas las preguntas, era preciso que tambien lo fuesen las respuestas. Mudando, pues, de método, preguntó al sexto cómo lograria ser uno el más amado entre los hombres; y respondió: si siendo el más poderoso, no se hiciere temer. De los demas, preguntado uno cómo podria cualquiera de hombre hacerse Dios, dijo: si hiciese cosas que al hombre es imposible hacer; y preguntado otro de la vida y la muerte cuál podia más, respondió que la vida, pues que podia soportar tantos males. Preguntado el último hasta cuándo le estaria bien al hombre el vivir, respondió: hasta que no tenga por mejor la muerte que la vida. Convirtióse entónces al juez, mandándole que pronunciase; y diciendo éste que habian respondido á cuál peor, repuso Alejandro: «pues tú morirás el primero, juzgando de esa manera; á lo que le replicó: «no hay tal, ob Rey, á no que tú te contradigas, habiendo dicho que moriria el primero el que peor hubiese respondido.» Dejó, pues, ir libres á ústos, habiéndoles hecho presentes; y á los que teniendo tambien nombradía vivian de por si, envió á Onesicrito para que les dijera fueran á verle.

Era Onesicrito filósofo de los de la escuela de Diógenes el Cínico, y dice que Calano le mandó con desden y ceño que se quitara la túnica y escuchara desnudo sus lecciones, pues de otro modo no le dirigiria la palabra, aunque viniera de parte de Júpiter; pero que Dandamis le trató con más dulzura; y habiéndole oido hablar de Sócrates, Pitágoras y Diógenes, habia dicho que le parecian hombres apreciables; aunque á su entender habian vivido con sobrada suinision á las leyes. Otros son de opinion no haber dicho Dandamis más que esto: «¿Pues con qué motivo ha hecho Alejandro un viaje lan largo para venir aqui?» y de Calano alcanzó Taxiles que fuera á ver á Alejandro. Su nombre era Esfines; pero como saludaba á los que le hablaban en lengua india, diciendo Calé, en lugar de Dios te guarde, los Griegos le llamaron Calano. Dícese que se presentó á Alejandro este emblema y ejemplo del poder y la autoridad; que fué poner en el suelo una piel de buey seca y tostada, y pisando uno de los extremos, comprimida en aquel punto, se levantó por todas las demas partes: hizo lo mismo por todo alrededor, y el suceso fué igual, hasta que puesto en medio la detuvo, y quedó llana y dócil: queriendo con esta imágen significar que el imperio debia ejercerse principalmente sobre el medio y centro del reino, y no haberse ido Alejandro á tanta distancia.

La bajada por los rios al mar le consumió el tiempo de siete meses; y entrando con las naves en el Océano, se dirigió á una isla, que él llamó Escilustis, y otros Psiltuquis.

Descendiendo en ella á tierra, sacrificó á los Dioses, y se hizo cargo de la naturaleza de aquel mar y sus riberas, basta donde pudo alcanzar; y haciendo plegarias á los Dioses para que no fuera dado á ningun hombre el pasar los términos de su expedicion, retrocedió. En cuanto a las naves, dió órden de que costeasen, teniendo la India á la derecha; y nombró comandante á Nearco, y primer piloto á Onesicrito. Por lo que á él toca, siguió la marcha á pié por la region de los Oreitas, donde llegó hasta el último extremo de escasez, y perdió grandísima parte de su gente:

en términos que no volvió de la India ni con la cuarta parte de la de guerra, siendo así que la infantería subia á ciento veinte mil hombres, y la caballería á unos quince mit; pero enfermedades peligrosas, malas comidas, calores abrasadores y el hambre acabaron con los más, caminando por un país estéril, habitado por hombres que llevaban una vida miserable, sin tener más que algun ganado lanar ruin y desmedrado, acostumbrado á alimentarse con pescado de mar; por lo que su carne era poco sana y de mal olor.

Con trabajo pudo atravesarle en sesenta dias; mas entrando al cabo de ellos en la Gedrosia, al punto se vió sobrado de todo: siendo los sátrapas y los reyes de las inmediaciones los que le abastecian.

Repuso allí sus tropas, y marchó entre banquetes y festines unos siete dias por la Carmania. Conducíanle á él y á sus amigos con gran reposo ocho caballos en una especie de escena colocada en un tablado alto y descubierto banqueteando continuamente de dia y noche. Seguíanle gran número de carros, cubiertos unos.con cortinas de púrpura de diferentes colores, y defendidos otros con ramos de árboles verdes y recien cortados; y en ellos caminaban los demas amigos y caudillos, ceñidos de coronas y bebiendo.

No verias alli ni adarga, ni morrion, ni azcona; sino que por todo el camino los soldados con tazas, con copas y con vasos de oro tomaban vino de grandes toneles y tinajas, y se lo alargaban mutuamente: bebiendo unos y andando al mismo tiempo, y otros deteniéndose y reclinándose. Habia mucha música de flautas y chirimías, y todo resonaba con versos y canciones, y con algazara de mujeres poseídas de Baco; y á este desórden y confusion de camine seguia el coro y tumulto de la báquica descompostura, como si el. mismo Dios se hallara presente y concurriera á aquellos festines. Cuando de la Gedrosia y Carmania llegó al palacio, todavía volvió á dar al ejército reposo y holganza en continuos banquetes; y se dice que beodo asistió al certamen de unos coros, en los que salió vencedor Bagoas, su favorito, que era conductor de uno de ellos, y que pasando desde el teatro con el adorno de vencedor, fué y se le sentó al lado; lo que visto por los Macedonios, aplaudieron y gritaron sin cesar que lo besase, hasta tanto que abrazándole le dió un beso.

Mientras allí permanecía llegó Nearco; de lo que recibió gran placer; y habiéndole oido referir los sucesos de su navegacion, se embarcó él mismo con ánimo de recorrer con una grande escuadra, partiendo del Eufrates, la Arabia y el Africa, y de penetrar en el mar interior por las columnas de Hércules, para lo cual se construian toda especie de embarcaciones en Tapsaco, y se recogian en todas parLes marineros y pilotos; pero lo trabajoso de la expedicion de la India, la opugnacion peligrosa de la ciudad de los Malios, y la gran pérdida de tropas de que habia corrido voz (por la desconfianza de que pudiera salir con bien de su empresa), movieron á sediciones y alborotos, au n á los más obedientes, y fueron para los generales y sátrapas ocasion de grandes injusticias y de codicias é insolencia: discurriendo por todas partes el espíritu de inquietud y novedad hasta el extremo de haberse sublevado contra Antipatro Olimpiada y Cleopatra, dividiéndose el reino, del que tomó para sí Olimpiada el Epiro, y Cleopatra la Macedouia; y oido que esto fué por Alejandro, dijo que la madre habia andado más acertada en su eleccion, pues los Macedonios no sufririan ser gobernados por una mujer.

Con este motivo hizo que Nearco volviera al mar, teniendo.

resuelto llevar la guerra por todas las regiones marítimas; y marchando él mismo por tierra, castigó á los caudillos que encontró delincuentes; y de los hijos de Abulites por sí mismo dió la muerte á Oxuarles, pasándole con una azcona; y como Abulites no le acadiese con las provisiones necesarias, contentándose con presentarle tres mil talentos en dinero, le mandó que lo echara á los caballos: no lo gustaron, y diciéndole entonces «pues de qué me sirvon tus provisiones?»» puso á Abulites en un encierro.

En Persia lo primero que ejecutó fué hacer á las mujeres el donativo de dinero; porque acostumbraban los reyes cuantas veces entraban en Persia dar una moneda de oro á cada una; por lo cual se dice que algunos iban allá pocas veces, y que Oco no hizo este viaje ni siquiera una, desterrándose por mezquindad de su patria. Descubrió al cabo de poco el sepulcro de Ciro, y hallando que habia sido violado, dió muerte al que tal insulto habia cometido, sin embargo de que era de los Peleos, y no de los menos principales, llamado Polimaco. Habiendo leido la inscripcion, mando que se grabara en caracteres griegos; y era en esta forma: «HOMBRE, QUIENQUIERA QUE SEAS, Y DE DONDE QUIERA QUE VENGAS, PORQUE DE QUE HAS DE VENIR ESTOY CIERTO, YO SOY CIRO, QUE ADQUIRÍ Á LOS PERSAS EL, IMPERIO: NO CODICIES PUES ESTA POCA TIERRA QUE CUBRE MI CUERPO. Cosa fué esta que puso muy triste y pensativo á Alejandro, haciéndole reflexionar sobre aquel olvido y aquella mudanza. Alli Calano, habiendo sufrido por algunos dias una incomodidad de vientre, pidió que se le levantara una pira; y llevado á ella á caballo, hizo plegarias á los Dioses y libaciones sobre sí mismo, ofreciendo las primicias de sus cabellos; y al subirá la hoguera abrazó á los Macedonios que se hallaban presentes, y los exhortó á que aquel dia lo pasaran alegremente y en la embriaguez con el Rey: diciendo que á éste lo veria dentro de poco tiempo en Babilonia.

Luego que así les hubo hablado se reclinó y se cubrió con TOMO IV.

6 la ropa, y no hizo el menor movimiento al llegarle el fuego; sino que manteniéndose en la misma postura en que se habia recostado, se ofreció á sí mismo en víctima, segun el rito patrio de los sofistas de aquel país. Esto mismo hizo muchos años despues otro Indio de la comitiva de César en Alenas; y hasta el dia de hoy se muestra su sepulcro, que se llama el sepulcro del Indio.

Vuelto Alejandro de la hoguera, convidó á muchos de sus amigos y de los generales á un banquete, en el que propuso un certámen de intemperancia en el beber, y corona para el que más se desmandase. Promaco, que fué el que bebió más, llegó hasta siete azumbres y cuartillo, y recibiendo la corona de la victoria, estimada en un talento, sobrevivió tres dias. De los demas dice Gares que cuarenta y uno murieron en el acto de beber, habiéndoles acometido un frio violento en seguida de la embriaguez. Celebró en Susa las solemnes bodas de sus amigos; y tomando él mismo por mujer á la hija de Darío, Estatira, repartió las más principales á los más ilustres, y de una vez hizo á éstos y álos demas Macedonios, que ya ántes se habian casado, el obsequio del banquete nupcial; en el que se dice que siendo nueve mil los convidados, se dió á cada uno una copa de oro para las libaciones; y å este respecto fué todo lo demas en maravillosa manera. Pagó sobre esto de su caudal á los banqueros el dinero que aquellos les debian: habiendo subido todo su importe á la suma de diez mil talentos, ménos ciento y treinta. Sucedió que el tuerto Antigenes se inscribió falsamente entre los deudores; y presentando en la mesa uno que dijo haberle hecho el préstamo, se le entregó el dinero; mas como despues se descubriese la falsedad, irritado el Rey, le arrojó de la corte, y le despojó de la dignidad de general. Era Antigenes muy distinguido entre los militares; v siendo todavía muy jóven cuando Filipo sitió á Perinto, se le metió por un ojo una saeta lanzada con catapulta, y no permitió que se la sacasen, ni aflojó en el combate hasta que los enemigos fueron rechazados y encerrados dentro de los muros. Sintió, pues, vivísimamente esta afrenta, y todo daba á entender que estaba resuelto á quitarse la vida de disgusto y pesadumbre. Temiólo así el Rey, y aplacándose en su enojo, hasta vino en que se quedase con el dinero.

Aquellos treinta mil jóvenes que había dejado para que se ejercitaran é instruyeran, dieron muestras de valor en sus personas, y como además fuesen de recomendable figura, y dóciles y prontos para lo que se les encargaba, Alejandro se manifestó muy satisfecho; pero de los Macedoníos se apoderó el disgusto y el recelo, pareciéndoles que el Rey hacía ménos caso de ellos. Por lo tanto, como hubiese dispuesto licenciar á los enfermos y estropeados, enviándolos por mar, dijeron que era una afrenta y un oprobio haberse valido de aquellos hombres para todo, y desecharlos ahora con vergüenza, y arrojarlos á su patria y á su familia, no habiéndolos recibido de aquella manera.

Dijéronle, pues, que no dejara á ninguno; y ántes mirara como inútiles á todos los Macedonios, debiendo bastarle aquellos jóvencitos bailarines, con los que podia ir á conquistar todo el orbe. Incomodóse con esto Alejandro sobre.manera; y habiéndoles dicho mil denuestos con el calor de la ira, les mando salir de su presencia; encomendó las guardias á los Persas, y tomó de ellos sus ayudantes y sus ministros; y entonces cuando ya le vieron acompañado de éstos, y á sí mismos desechados y vilipendiados, se abatieron, trabaron pláticas entre sí, y se convencieron de que les faltaba poco para estar locos de celos y de cólera. Por fin, vueltos en sí se fueron sin armas y en ropilla al palacio, ofreciéndosete á discrecion con lamentos y suspiros, y'pidiéndole que no los tratara como á hombres malos é ingratos. No les hizo caso, sin embargo de que ya estaba aplacado; y ellos no desistieron, sino que le rodearon de aquella manera dos dias y dos noches, y continuaron en sus plegarias, llamándole amo y señor. Al tercer dia salió, y viéndolos miserables y abatidos, no pudo contener las lágrimas por largo rato. Reprendiólos despues con blandura, y saludándolos afablemente, licenció á los inútiles, remunerándolos con largueza, y escribiendo á Antipatro que en todos los juegos y en todos los teatros se sentaran coronados en lugar preferente. Señaló asimismo pensiones á los hijos huérfanos de los que habian muerto.

Luego que arribó á Ecbatana de la Media, y ordenó los negocios urgentes, volvió al punto á los espectáculos y regocijos, mayormente con el motivo de haberle llegado tres mil artistas de la Grecia. Ocurrió en aquellos dias que á Hefestion le dió calentura; y como á fuerza de jóven y militar no quisiese sujetarse á la debida dieta, y además su médico Glauco se hubiese ido al teatro, se sentó á comer á la mesa, y habiéndose comido un pollo asado, y bebídose un gran vaso de vino puesto á enfriar, se sintió mucho peor, y al cabo de poco tiempo murió. Alejandro no tuvo modo ni término ninguno en esta pesadumbre, sino que inmediatamente mandó cortar las clines por luto á todos los caballos y á todas las acémilas, y quitar las almenas en las ciudades del contorno, y al pobre médico lo puso en una cruz. En el ejército cesó el toque de flautas y toda música por largo tiempo, hasta que vino un oráculo de Amon para que se diera veneracion á Hefestion, y se le hicieran sacrificios como á héroe. Tomando además la guerra por consuelo de aquel pesar, salió á ella como á una caza ó á una batida, y acabó con la nacion de los Cuseos, dando muerte á todos sin distincion, y á esto le daba el nombre de exequias de Hefestion. Habia pensado impender diez mil talentos en su túmulo, en su sepulero y en todo el ornato correspondiente, y teniendo la idea de que el artificio y el primor sobrepujaran al gasto, deseaba sobre todo tener por director de los artistas á Estasierates, que habia manifestado cierta magnificencia, osadía y boato en sus invenciones; pues en una ocasion en que le habia hablado le dijo que de todos los montes el Atos de Tracia era el que recibiria mejor la disposicion y conformacion humana: por tanto, que si se lo mandase, le haria una estatua muy duradera y muy vistosa del monte Alos; la cual tendria en la mano izquierda una ciudad de diez mil vecinos, y con la derecha derramaria el perenne caudal de un río que desaguaba en el mar. Este proyecto lo desechó; pero en aquellos dias estuvo tratando y dísponiendo cosas todavía más absurdas y costosas que esta con los artistas.

Cuando se acercaba á Babilonia, Nearco, que habia vuelto al Eufrates por el gran mar, dijo que le habian hablado algunos Caldeos, instándole para que Alejandro no entrara en Babilonia; pero éste no hizo caso, sino que continuó su marcha, y cuando ya tocaba á las murallas, vió muchos cuervos que peleaban y se herian unos á otros; de los cuales algunos cayeron donde estaba. Hizosele en seguida denuncia contra Apolodoro, gobernador de Babilonia, de que habia hecho sacrificio acerca del mismo Alejandro; de resulta de lo cual envió á llamar al agorero Pitágoras; y como éste no negase el hecho, le preguntó sobre la disposicion de las víctimas. Dijole que al higado le faltaba el lóbulo, sobre lo que exclamó Alejandro: «¡Ay, ay! esta es terrible señal;» y con todo en nada ofendió á Pitágoras. Solamente se incomodó consigo mismo por no haber creido á Nearco; y de resultas pasó mucho tiempo, ó acampado fuera de Babilonia, ó navegando por el Eufrates. Agolpábansele en tanto los prodigios: porque al leon más grande y más hermoso de los que habia criado, uD asno doméstico le acometió y lo mató de una coz. Habiéndose desnudado para ungirse, se puso á jugar á la pelota; y los jóvenes que con él jugaban, al ir despues á tomar la ropa, vieron sentado en el trono sin decir palabra á un hombre adornado con la diadema y la estola régia. Pásosele en juicio y á cuestion de tormento para saber quién era, y por mucho tiempo estuvo sin articular nada; mas vuelto con dificultad en su acuerdo, dijo que se llamaba Dionisio, y era natural de Mesena; que traido allí por mar con motivo de cierta causa y acusacion, había estado en prision mucho tiempo; y que muy poco ántes se le habia aparecido Serapis, le habia quitado las prisiones, y conduciéndole á aquel sitio, le habia mandado tomar la estola y la diadema, sentarse y callar.

Cuando esto oyó Alejandro, lo que es del hombre aquel dió fin, como los agoreros se lo proponian; pero decayó de ánimo y de esperanzas con respecto á los Dioses, y empezó á tener á todos los amigos por sospechosos. Temia principalmente de parte de Antipatro y sus hijos; de los cuales Iolas era su primer escanciador, y Casandro hacía poco que habia llegado; y habiendo visto á unos bárbaros hacer el acto de adoracion, como hombre que se habia criado al estilo griego, y nunca habia visto cosa semejante, se echó á reir desmandadamente; de lo que Alejandro concibió grande enojo, y asiéndole por los cabellos, le dió de testeradas junte å la pared. En otra ocasion, queriendo Casandro hablar contra unos que acusaban á Antipatro, le interrumpió, y qué dices? le preguntó; crees tú que hombres que no hubieran recibido ningun agravio habian de haber andado tan largo camino para calumniar?» y replicándole Casandro que esto mismo era señal de que calumniaban, tener tan lejos la redargucion y el convencimiento, se echó á reir Alejandro; y estos mismos son, le dijo, los sofismas de Aristóteles para argüir por uno y por otro extremo: tendreis que sentir como se averigue que les habeis agraviado en lo más mínimo.» Dicese, por fin, que fué tal y tan indeleble el miedo que se infundió en el ánimo de Casandro, que largos años despues, cuando ya reinaba en Macedonia y dominaba la Grecia, paseándose en Delfos y viendo las estatuas, al poner los ojos en la imágen de Alejandro, se quedó repentinamente pasmado, y se le estremeció todo el cuerpo; de tal manera que con dificultad pudo recobrarse del susto que aquella vista le causó.

Luego que Alejandro cedió á los temores religiosos, quedó con la mente perturbada de terror y espanto; y no habia cosa tan pequeña, como fuese desusada y extraña, de que no hiciese una señal y un prodigio, con lo que el palacio estaba siempre lleno de sacerdotes, de expiadores y de adivinos. Si es, pues, abominable cosa la incredulidad y menosprecio en las cosas divinas, es tambien abominable por otra parte la supersticion, que como el agua se va siempre á lo más bajo y abatido, y llena el ánimo de incertidumbre y de miedo, como entonces el de Alejandro.

Mas, sin embargo, habiéndosele traido ciertos oráculos de parte del Dios acerca de Hefestion, poniendo término al duelo, volvió de nuevo á los sacrificios y los banquetes.

Dió, pues, un gran convite á Nearco, y habiéndose bañado ya, como lo tenia de costumbre, para irse á acostar, á peticion de Medio marchó á su casa á continuar la cena; y habiendo pasado alli en beber el dia siguiente, empezó á sentirse con calentura, no al apurar el vaso de Hércules, ni dándole repentinamente un gran dolor en los lomos, como si lo hubieran pasado con una lanza: porque estas son circunstancias que creyeron algunos deber añadir, inventando este desenlace trágico y patético, como si fuera el de un verdadero drama. Aristóbulo dice sencillamente que le dió una fiebre ardiente con delirio, y que teniendo una gran sed, bebió vino; de lo que le resultó ponerse frenético, y morir en el dia 30 del mes Daisio.

En el diario se hallan así descritos los trámites de la enfermedad: en el día 18 del mes Daisio se acostó en el cuarto del baño por estar con calentura. Al día siguiente, despues de haberse bañado, se trasladó á su cámara, y lo pasó jugando á las tablas con Medio. Bañóse á la tarde otra vez, sacrificó á los dioses, y habiendo cenado, tuvo de nuevo calentura aquella noche. El 20 se bañó, é hizo tambien el acostumbrado sacrificio, y habiéndose acostado en la habitacion del baño, se dedicó á oir á Nearco la relacion que le hizo de su navegacion y del grande Océano. El 21 ejecutó lo mismo que el anterior, y babiéndose enardecido más, pasó mala noche, y al dia siguiente fué violenta la calenlura. Trasladósele á la gran pieza del nadadero, donde se puso en cama, y trató con los generales acerca del mando de los regimientos vacantes, para que los proveyeran, haciendo cuidadosa eleccion. El 24, habiéndose arreciado más la fiebre, hizo sacrificio, llevado al efecto al altar; y de los generales y caudillos mandó que los principales se quedaran en su cámara, y que los comandantes y capitanes durmieran á la parte de afuera. Llevósele al traspalacio, donde el 25 durmió algun rato; pero la fiebre no se remitió. Entraron los generales, y estuvo. aquel dia sin habla, y tambien el 26; de cuyas resultas les pareció á los Macedonios que habia muerto, y dirigiéndose al palacio grilaban y hacian amenazas á los más favorecidos de Alejandro, hasta que al fin les obligaron á abrirles las puertas; y abiertas que les fueron, llegaron de uno en uno en ropilla hasta la cama. En aquel mismo dia Piton y Seleuco, enviados á consultar á Serapis, le preguntaron si llevarian allí á Alejandro; y el Dios les respondió que lo dejaran donde estaba; y el 28 por la tarde murió.

Las más de estas cosas se hallan así escritas al pié de la letra en el diario; y de que se le hubiese envenenado nadie tuvo sospecha por lo pronto: diciéndose solamente que habiéndosele hecho una delacion á Olimpiada á los ocho años, dió muerte á muchos; y que aventó las cenizas de Iolas, entonces ya muerto, por haber sido el que le propinó el veneno. Los que dicen que Aristóteles fué quien aconsejó esta accion á Antipatro, y que tambien proporcionó el veneno, designan á un tal Agnolemis como divulgador de esta noticia, habiéndosela oido referir al rey Antígono; y que el veneno fué una agua fria y helada que destilaba de una piedra cerca de Nonacris; la que recogian como rocío muy tenue, reservándola en un vaso de casco de asno: pues ningunos otros podian contenerla, sino que los hacía saltar por su nimia frialdad y aspereza. Pero los más creen que esta relacion del veneno fué una pura invencion, teniendo para ello el poderoso fundamento de que habiendo altercado entre sí los generales por muchos dias, sin haberse cuidado de dar sepultura al cuerpo, que permaneció expuesto en sitio caliente y no ventilado, ninguna señal tuvo de semejante modo de destruccion, sino que se conservó sin la menor mancha y fresco. Quedó Rojana en cinta; por lo que los Macedonios la trataban con el mayor honor; y ella, como se hallase envidiosa de Estatira, la engañó por medio de una carta fingida con el objeto de hacerla venir; y llegado que hubo, le quitó la vida y tambien á la hermana; y los cadáveres los arrojó á un pozo, y despues lo cegó:

siendo sabedor de ello Perdicas, y cómplice y auxiliador..

Porque éste alcanzó desde luego gran poder, llevando consigo á Arrideo (1), como un depositario y guarda de la autoridad real: pues que había sido tenido en Filina, mujer de baja estirpe y pública, y no tenía cabal el juicio por enfermedad no natural, ó que le hubiese venido por sí sin causa; sino que habiendo manifestado, segun dicen, una indole agradable, y buena disposicion siendo todavía niño, despues Olimpiada le hizo enfermar con hierbas, y le perturbó la razon.

(1) Hijo natural de Filipo, tenido en la mujerzuela que aqui se nombra.