Las tres musas últimas castellanas 005

A Lísida, pidiéndole unas flores que tenía en la mano, y persuadiéndola imite a una fuente

(Las tres musas últimas castellanas)

de Francisco de Quevedo


Ya que huyes de mí, Lísida hermosa,
imita las costumbres de esta fuente,
que huye de la orilla eternamente,
y siempre la fecunda generosa.


Huye de mí cortés, y, desdeñosa,
sígate de mis ojos la corriente;
y, aunque de paso, tanto fuego ardiente
merézcate una yerba y una rosa.


Pues mi pena ocasionas, pues te ríes
del congojoso llanto que derramo
en sacrificio al claustro de rubíes,


perdona lo que soy por lo que amo;
y cuando, desdeñosa, te desvíes,
llévate allá la voz con que te llamo.