Las rosas de la tarde: 24

¡la muerte bienhechora! La libertad. FIAT LUX.

y, como del dolor nada ignoraba, no sucumbió a lo inmenso del dolor;

y, como la desgracia era su madre, se refugió en su seno de martirios, y sollozó estrigiendo con sus manos las ubres de ponzoñas y de hiel;

y, como la tristeza era su Musa, reclinó su cabeza de león en el fúlgido seno de la Diosa..;

y miró con cólera salvaje la densa soledad del horizonte..;

y ese horizonte se tornaba en luz, en un incendio de fulgor extraño, infinito, fulgente, rumoroso, como una mar en fuego...

era el sol de la Gloria que irradiaba, coronando su nombre, que era un sol...

¡sol de inmortalidad sobre otro Sol!...

¡incendio de los mundos siderales!

y fue hacia aquel incendio formidable, como un cisne de Arabia hacia la hoguera...

y partió...

partió sin haber podido besar aquella cabeza blonda, que había sido como el último rayo de sol sobre su vida;

¡partió! escribiendo al conde la verdad fatal, para salvar de la deshonra a la virgen heroica, que había arrojado su honor como un escudo sobre el pecho de su madre para salvarla. ¡Sacrificio estéril, como todos los sacrificios!

¡partió como espantado por este último sueño de su vida dolorosa!

¡oh, la visión blonda y suave, la mujer angélica, que después de su madre había comprendido mejor su alma solitaria y tormentosa!

¡oh, la hermana otoñal, el alma gemela, que lo dejaba así, a la aproximación del invierno inclemente, en la suprema desolación de su vida, sin ventura!...

¡solo había de marchar! ¡E iba solo! Así iría en el trayecto hacia la muerte.


*****

¡Y partió!

partió en la pompa invernal de aquella tarde blanca y fría como el seno níveo de una gardenia en flor;

¡partió, dejando detrás de él un pedazo de su corazón en aquella muerta rubia, que dormía bajo las rosas blancas, como un rayo de sol a la sombra de un rosal!

y su coche se había cruzado con el carro fúnebre que llevaba a Ada al viaje interminable, mientras él iba al viaje doloroso y miserable de la vida;

en la esquina de la Via Viminale, que lleva a la stazione, había tenido que detenerse, para dejar pasar el cortejo, que por la Via Principessa Margherita, llevaba hacia Campo Verano, el cadáver de la condesa Larti;

y había visto, con el corazón desgarrado, las rosas innúmeras que cubrían el cuerpo cariñoso de la Amada...

una selva de rosas de Sicilia, como hechas con cenizas del volcán;

¡las rosas que morían sobre la muerta!

¡y él la vio pasar así, enflorecida hacia la tumba!

y había inclinado la cabeza entre las manos, y había sollozado, y había querido llamarla, irse en pos de ella, coronar con nuevos besos la fulgente cabeza ya difunta;

¡y pasó la divina muerta, bajo las rosas! ¡Ella también, la rosa que había muerto!...

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Y él llegó a la estación, y entró en el primer vagón que halló a mano, y allí se abismó en su tristeza, desesperado y doloroso...

y murmuraba en el desastre de su corazón, en el hundimiento de ese último miraje, solitario en ese vagón que lo llevaba hacia lo desconocido, entre las brumas densas del crepúsculo:

Blanche morte étendue au plus doux de mon coeur,
Vase mélancolique! o ma sœur!...

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

Y callaba, como esperando el consuelo, tardo en venir sobre la paz de su corazón;

Y el tren partió...

*****

La tarde declinaba, como una rosa muerta, en un cielo muy triste, color de rosa té;

las rosas siderales, las rosas de los cielos, se abrían en las praderas de nubes opalinas, como una extraña flora de rosas de dolor!

y el cielo se tenía en una vaga irradiación de estrellas...

y el campo se envolvía en una vaga inhalación de rosas...

¡oh, las pálidas rosas de la tarde!...


Sorrento, en el Estío de 1900 Roma, en el invierno de 1901


FIN