Las quinas de PortugalLas quinas de PortugalTirso de MolinaActo II
Acto II
Salen don EGAS Muñiz
y don GONZALO
GONZALO:
Nuestro conde infante es santo,
porque no es inconveniente
ser religioso y valiente.
EGAS:
Séalo, pero no tanto
que le lleven a su coro
los canónigos seglares
y las armas militares,
que son espanto del moro,
cubra la sobrepelliz
cada noche en los maitines.
GONZALO:
Ansí consigue sus fines
dichosos, Egas Muñiz.
La espada y la disciplina
hacen una consonancia
de milagrosa importancia.
David era en Palestina
el más bélico monarca,
y entre sus triunfos diversos
cantaba salmos y versos
danzando delante el arca.
La Efod que se vestía
era lo mismo que ahora
la sobrepelliz. No ignora,
quien sabe su valentía
que él mismo, hablando con Dios,
dice que se levantaba
a media noche, y cantaba
sus loores. Juzgad vos
si es bien, cuando este interés
nos postra rendido al moro,
que Alfonso en el campo y coro
sea David portugués.
EGAS:
Basta haberle edificado
al cielo tanto convento
para obligarle que atento
su vida ampare y estado.
El célebre monasterio
de Santa Cruz de Coimbra,
cuando conquistó a Cecimbra,
y del africano imperio
sacó a Elvas, al Francoso
Serpa, Corbele, Alanquer
y otros mil que en su poder
hacen su nombre famoso,
fundó rico con las rentas
que a sus canónigos dio
cuando a Santarén cercó;
haciendo con su Dios cuentas,
ofreció por su conquista
al santo de Claraval
para un monasterio real,
cuanto alcanzare la vista
desde una cuesta eminente,
los campos y posesiones,
siendo sus ojos mojones
de esta fábrica excelente.
Mil monjes ahora encierra
este edificio gallardo.
Obligado San Bernardo
a patrocinar su guerra
y a alcanzarle sus victorias,
desde Francia, donde vive,
le comunica y escribe:
materia dé a las historias
nuestro Alfonso con la espada,
y los monjes del Cistel
recen y canten por él;
allá María elevada,
y Marta acá solicite
con las manos el acero.
Sale don ALFONSO Enríquez
y trae puesto sobre las
armas un roquete, y don PEDRO
ALFONSO:
Egas Muñiz, lo primero,
porque amparo os facilite,
es Dios, que lición nos da
de que su reino busquemos
y por él conseguiremos
lo demás, porque será
desdoro de un rey, que esfuerza
con oraciones su celo,
conquistar primero el cielo
si el cielo parece fuerza.
No se proporcionan mal
ni el tiempo se desperdicia
con la terrestre milicia
la milicia celestial,
ni del valor portugués
será acción menos feliz
con Dios la sobrepelliz
que con el moro el arnés.
Lo uno y otro al cielo agrada
alentando el corazón,
con Moisés en la oración.
y Josué con la espada,
porque ésta sola promete
......................... [ -oto]
poca dicha. Éste es mi voto
y quitarme este roquete,
que desde el coro dirige
el cielo mejor mi estado.
EGAS:
Yo hablé, en fin, como soldado,
sin saber lo que me dije.
Pelead--¡cuerpo de Dios!--
y rezad también, Alfonso,
con la espada y un responso
huirá el morisco de vos.
Comunicad serafines
entre monjes en el coro,
y acobardaráse el moro
mientras vos cantáis maitines,
que yo desde ahora os juro
seguir siempre vuestro lado
engerto en fraile y soldado.
ALFONSO:
Y yo el premio os aseguro.
Pero ¿qué es esto?
Tocan un clarín y sale poco a poco
ISMAEL sobre un alazán, con adarga
y lanza, y en el extremo de ella,
en lugar de banderola, el guante
de doña LEONOR
PEDRO:
La vega
mide un moro airoso y fiero
sobre un alazán ligero.
EGAS:
Hacia nuestros muros llega.
ALFONSO:
¡Bizarro alarde!
EGAS:
¡Infelice!
a lo menos, si me aguarda.
ALFONSO:
¡Presencia ostenta gallarda!
Veamos lo que nos dice.
ISMAEL:
Conde Alfonso lusitano,
que del árbol borgoñón
blasonas ser rama ilustre;
pimpollo de aquella flor
que pone Francia en sus armas,
nieto de Alfonso, león
que, conquistando a Toledo,
se intitula emperador;
a Santarén me ganaste,
no de valor a valor,
precediendo desafíos
y partiendo el campo el sol,
sino hurtando a las tinieblas
la enlutada confusión
de noche, más que soldado,
codicioso escalador.
Préciate de la conquista
que su descuido te dio,
pues huye siempre las luces
el pirata y salteador;
que yo, no con los engaños
del silencio obscuro, no
cohechando al sueño perezas,
tapando al bronce la voz,
sino en la mitad del día,
solo, si es que solo estoy
cuando cuantos héroes viven
me llanian su comprehensión,
a vista de esos cobardes,
tímido y breve escuadrón
que de Ulises descendiente
sus ardides le heredó,
digo que asaltar murallas
de noche, sin prevención,
es infamia, es cobardía.
ISMAEL:
¡No es hazaña, no es valor!
Ismael, me tiembla el orbe;
rey me llama Badajoz,
su príncipe Extremadura;
la Vandalia su señor.
Sólo domina en mi pecho
hermosa constelación,
una beldad portuguesa,
feliz, pues su esclavo soy;
doña Leonor es, Cautiño,
porque sola tal Leonor
por lo que de leona tiene,
amansara tal león.
Conde, suyo es este guante,
del muro se le cayó,
en mi fe de más estima
que de Asia la posesión.
El castillo de Palmela,
con las llamas de mi amor
conquisté, dando a su alcaide
honras por matarle yo.
Llevéme a Leonor conmigo
imperiosa su prisión,
pues, cautiva, la obedezco
pues me vence vencedor.
Yo he jurado a su hermosura,
si en vosotros hay valor,
por cada dedo del guante
un portugués, el mejor.
ISMAEL:
De esta prenda y de su dueño
será la restauración
el que a vencerme se obligue,
uno a uno o dos a dos.
Al extremo de esta lanza
sirve de airoso pendón.
Rescatadle, portugneses
que salvoconduto os doy
para los campos de Obrique,
donde Marte convocó
cinco ejércitos alarbes
de quien rey unico soy.
Doscientos mil africanos
enjambres inmensos son
que al Tejo el cristal agotan,
al valle y monte la flor.
Cobardes, alli os espera
Ismael, Marte español.
Parca que os hiela las vidas,
rayo que Arabia forjó,
segundo A1á, otro Mahoma
de Alcides competidor,
pestilencia del bautismo,
de su iglesia contagión,
cuchillo de portugueses,
Atila, azote de Dios
y Ismael, que vale más
que el cielo, que Alá, que el sol.
Vuelve a tocar el clarín.
Vase ISMAEL
EGAS:
Frenético, espera, arguarda.
ALFONSO:
Dejad que al cielo Nebrot
quimerice Babilonias,
llorará su confusión.
Las manos y no las lenguas,
amigos, en la ocasión
precisa consiguen triunfos
y dan asiento al valor;
de lengua es forma la espada,
vocinglero el vil temor;
espere en su muchedumbre
que yo solo espero en Dios.
Trece mil soldados tengo,
cada cual un Cipión,
un portugués Viriato
un Hércules vengador;
doscientos mil los infieles
--¡numerosa ostentación!--
ceros que por sí con nada,
mosquitos de Faraón.
Lusitanos, ¡alto, a Obrique!
Que cuanto fuese mayor
la suma de los contrarios
tanta más ganancia os doy
de su despojo y riquezas.
La cruz es nuestro blasón,
armas que dio a Portugal
mi excelso progenitor;
con su señal Constantlno
los tiranos debeló;
su mesmo celo me guía,
yo conde, él emperador;
la victoria tenéis cierta.
GONZALO:
¡Oh, gloria de tu nación!
Al arma, gue la fortuna
de César llevamos hoy.
Tocan alarma.
Vanse, si no es don EGAS
EGAS:
¿Cautiva mi Leonor? ¡Cielos!
¿Presa la beldad que adoro,
usurpador suyo un moro,
y ya africanos mis celos?
Eso no, mientras yo viva,
que es oprobio portugués.
Yo haré que postre a los pies
de mi adorada cautiva
la alarbe y torpe cerviz
el sacrílego arrogante.
Yo haré finezas de amante
y hazañas de Egas Muñiz.
Salvoconducto me da,
mas quien torpe desatina
sin guardar la ley divina
mal la humana guardará;
juntemos la industria, pues,
al valor para librarla;
hoy tengo de restaurarla,
o no seré portugués.
El artificlo me ofrece
un discreto estratagema.
Sale BRITO
BRITO:
Estése el perro en su tema;
que yo me estaré en mis trece.
Yo le juro a non de tal
que si el guante le quitó
el galguicuzcuz, que yo
desagravie a Portugal.
EGAS:
¿Qué es eso, Brito?
BRITO:
Sentir
que un morillo desafíe
a nueso conde, y que críe
humos, que le han de salir
en el alma, si yo puedo.
EGAS:
¿Viste al bárbaro Ismael?
BRITO:
Vi que en su lanza la piel
o el guante, por cada dedo
a su fembra ha prometido
una cholla portuguesa,
y ¡voto al sol que me pesa
que se nos haya escorrido!
¿Cinco cabezas barbadas?
Pues, con ellas, ¿qué ha de her
la Leonor? Debe querer
madurarla a cabezadas.
Yo quedé tan golosmero
después que a lidiar aprendí
por vos, que no estaré en mí
hasta her un matadero,
do por arseldes se pese
carne mora.
EGAS:
¡Desatino!
BRITO:
Mas huyendo del tocino
Barrabás que la comiese.
EGAS:
¡Atreveráste tú a hacer
conmigo una honrosa empresa?
BRITO:
Si es la Leonor portuguesa
y bondara ser mujer;
¿qué aguardamos vos y yo
que no la descautivamos?
EGAS:
¡Oh, Brito animoso! Vamos.
BRITO:
Desque el conde se quitó,
al encontrarle en la sierra
sin cochillo, ni ganzúa,
lo que llamáis guante o lúa,
piel en paz, malla en la guerra,
cuidando yo que la mano
entonces se desollaba,
mal con los guantes estaba;
mas agora que este alano
Ismarrel tanto le estima
que mos desafía por él,
desollándole la piel
que trae el mastín encima,
la he de convertir en guantes.
EGAS:
Arábigo sé escribir
y en hábito hemos de ir
de moros.
BRITO:
Haya turbantes,
almalafas, alquiceles,
y déjame a mí con él.
EGAS:
¿Te atreverás a Ismael?
BRITO:
Y a una recua de Ismarreles.
EGAS:
Pues sígueme, que si engañas
su atención, en mis venturas
probarás que sin locuras
nunca el amor logró hazañas.
De moro te vestiré.
BRITO:
Con tal que haya sopa en vino,
porque sin él y tocino
desde aquí desmórome.
Vanse los dos.
Sale doña LEONOR llorando,
e ISMAEL saca el guante
de doña LEONOR
ISMAEL:
Tu conde me vio en su vega
hacer de esta prenda alarde,
y a su ejército cobarde,
no sólo el combate niega,
mas, multiplicando miedos,
las caras descoloridas
tiemblan de ver que sus vidas.
tu guante les mida a dedos.
Si estas finezas merecen
en tu cielo algún agrado,
serenándose el nublado
que sus rayos entristecen,
alcance yo sin enojos,
sin desdenes, sin agravios,
una razón de tus labios,
un resplandor de tus ojos.
Y advierte, Leonora mía,
que si con rigor pretendes
helar mi fuego, le enciendes
con más rebelde porfía.
Finge de burlas favores,
podrá ser que de esta suerte
más tibio llegue a quererte
que duplicando rigores,
porque en la amorosa escuela,
la que por sus cursos pasa,
con hielos dicen que abrasa,
con llamas dicen que hiela.
LEONOR:
¿Posible es, torpe homicida,
que tu ciego frenesí
ose a amar a quien por ti
llora a su padre sin vida?
Dame sepulcro con él;
rasga, tirano, este pecho
y habrás a mis ruegos hecho
una finesa crüel,
una piedad rigurosa,
y si mis súplicas sigues,
una acción con que me obligues
en la otra vida.
ISMAEL:
¡Qué hermosa!
La aurora de tu semblante
vierte perlas. Si enloqueces
cuando llorando amaneces
cada aljófar un diamante,
¿qué hicieras perdido el ceño
con que eclipsas su arrebol
amaneciéndome el sol
en dos orientes risueños?
Tu padre murió a mis manos,
mas sírvate de consuelo
que he de conquistar el cielo
vencidos los lusitanos.
Mi valor a cargo toma,
si su pavimento piso,
que goce a Alá en su paraíso
a la diestra de Mahoma;
yo haré que con él dispense
el haber cristiano sido.
Salen de moros don EGAS,
y BRITO a lo gracioso
BRITO:
Héteme aquí convertido
en morabito de Orense,
engerto un gallego en moro.
EGAS:
Ya sabes lo que has de hacer;
no te turbes.
BRITO:
La mujer
que buscas es como un oro;
con el mastín perrenquea.
EGAS:
A buena ocasión llegamos;
si mis ardides logramos.
BRITO:
Ojalá orégano sea.
ISMAEL:
¿Quién, sin avisar primero,
se atreve a entrar donde estoy?
BRITO:
Señor, estafeta soy
morisca, mas no arriero,
ni en toda mi casta le hubo,
ni quiera Dios, cuando venga
con cartas, que oficio tenga
que el señor don Mahoma tuvo.
ISMAEL:
¿Cartas traes? Dime de quién.
EGAS:
(Este necio lo ha de echar (-Aparte-)
a perder; quiero llegar.) LLégase a él
El rey de Murcia y Jaén
y el de Córdoba te escriben.
BRITO:
Sí, señor; juntos están
con el rey de Cordobán
murciélagos, porque viven
de comer uvas jaenes,
y son tres reyes de bien
el murciélago, el Jaén
y el cordobán.
ISMAEL:
¡Loco vienes!
EGAS:
Hase, gran señor, turbado
y gasta siempre este humor.
BRITO:
Humor gasto; sí, señor;
de una huente que han mandado
que en aqueste brazo me abra;
gracias a santa Locía,
que casi casi no veía
por un hartazgo de cabra
que éste y yo nos dimos solos,
y aun es dicha si lo alcanzo,
métome, en vez de garbanzo
toda una bola de bolos,
y en lugar de hoja de hiedra
traigo una resma de estraza,
con que, aunque algo me embaraza,
puedo tirar una piedra,
y her que la salud asista
en los ojos, aunque creyo
que cuando a su merced veyo,
tengo muy bellaca vista.
Aparte a BRITO
EGAS:
Necio, mira lo que dices.
ISMAEL:
¡Salada es vuestra razón!
BRITO:
Tengo la sal de un jamón,
y cómolos con perdices.
ISMAEL:
¿Las cartas?
BRITO:
Helas aquí.
Dáselas
ISMAEL:
¡Donoso talle mostráis!
BRITO:
Sí, señor
ISMAEL:
¿Cómo os llamáis?
BRITO:
El moro Zaquizamí.
ISMAEL:
¿Tan alto?
BRITO:
En caramanchones
empleo todo mi trato,
y vuelto de perro en gato
ando a caza de ratones.
Lea vuestra morería
para que me vuelva luego.
ISMAEL:
¿No esperaréis que a este pliego.
responda?
BRITO:
Sí, morería.
ISMAEL:
¿Es Córdoba gran ciudad?
BRITO:
Sí morería.
ISMAEL:
Y su rey,
¿no se llama Alí Muley?
BRITO:
Sí, morería.
ISMAEL:
Esperad. Leyendo para sí
¿Qué tiene, que está en la cama
conforme me avisa aquí?
BRITO:
Sí, morería.
ISMAEL:
Decí,
¿qué mal tiene?
BRITO:
Se derrama
todo en mantas y en colchones.
EGAS:
(¿Hay disparate como éste?) (-Aparte-)
BRITO:
Y diz que es ramo de peste
la sarna con sabañones,
y el reye se rasca mucho.
ISMAEL:
(Éste debe de ser loco.) (-Aparte-) Aparte a BRITO
EGAS:
Necio, vete poco a poco.
en hablar.
BRITO:
Yo no estoy ducho
en esto de enfermedades;
su morería perdone.
EGAS:
(Como Brito me ocasione (-Aparte-)
mientras teje necedades
a que hable a mi Leonor,
que aún no me ha echado de ver,
comenzaré a disponer
los ardides de mi amor. Aparte a BRITO
Entreténmele, y advierte
que en el ínterin hablamos
mi Leonor y yo.
BRITO:
A eso vamos.
Abre el moro ISMAEL otra carta
ISMAEL:
Dice Muley de esta suerte, Lee
"El compañero del que ésta lleva es
el moro más sabio en las ciencias de
astrología, magia y futuros contingentes
que conoce Egipto; envíosele a vuestra
alteza para que, sirviéndose de sus
habilidades, venza con ellas lo que dudo
de sus armas, porque el conde de Portugal
tiene de su parte el valor de sus
antecesores y la fortuna de los hados.
Guarde Alá a vuestra alteza, etc.
Muley, Rey de Córdoba."
¡Válgame Mahoma!
BRITO:
Y lleve
por siempre jamás amén.
Mirando el, moro ISMAEL muy atento a don EGAS
ISMAEL:
Ven acá.
BRITO:
Obedezco al ven.
ISMAEL:
Habla veras.
BRITO:
Pues sea breve,
porque en hablando en joicio,
luego me da torozón. Hablan en secreto LEONOR y don EGAS
ISMAEL:
¿Quién es éste?
BRITO:
Es un varón
milagro del reino egipcio:
No sabe tanto el diMúño;
cuantos diabros el infierno
ahucha en su huego eterno
todos los tiene en el puño.
ISMAEL:
¿Qué dices?
BRITO:
Que si le pruebas,
tien tales encantaciones
que hará llover naterones,
albaricoques y brevas.
ISMAEL:
Si él me supiera ablandar
el rigor de una mujer
que me obliga a enloquecer,
yo le llegara a adorar.
BRITO:
Si de sus artes se fía,
déla por blanda. ¿Es aquélla?
ISMAEL:
La misma.
BRITO:
Ya habla con ella,
porque sus cuitas sabía;
verá cuál se la madura. Hablan don EGAS y doña LEONOR aparte
LEONOR:
¡Ay, mi don Egas Muñiz!
moriré más infeliz
si inventas esa locura;
no arriesgues vida, que estimo
lo que mi temor recela.
BRITO:
¿No ve cómo se le enmiela?
EGAS:
Leonor, en balde reprimo
la paciencia ni el acero.
Yo he de sacarte de aquí.
ISMAEL:
¡Vive Alá! ¡Que conseguí
toda la dicha que espero!
Tan domesticada está
con él como si los dos
fueran hermanos.
BRITO:
¡Par Dios!
por no decir por Alá,
que obrigue a una peña fría
a que eche llamas, señor.
ISMAEL:
¿Que hará que me tenga amor
Leonor?
BRITO:
Sí, morería.
ISMAEL:
Toma este anillo y cadena. Dáselos
BRITO:
Sí, morería, sí tomo.
¿Es el engaste de promo,
que pesa más que ell arena?
EGAS:
Esto tenemos trazado
LEONOR:
¡Qué buena suerte la mía!
ISMAEL:
¿Riyóse?
BRITO:
Sí, morería;
los colmillos ha mostrado.
EGAS:
Disimula con el moro
hasta que te libre de él. Esto lo dice recio
LEONOR:
Merece mucho Ismael.
ISMAEL:
¿Qué dijo?
BRITO:
Que es como un oro
su merced en la gallardía.
ISMAEL:
Que mucho Ismael merece
le escuché.
BRITO:
Ansí me parece.
ISMAEL:
¡Gran suerte!
BRITO:
Sí, morería.
ISMAEL:
¡Qué apacible y que en sazón
habla, pregunta y propone!
BRITO:
Él verá que se la pone
más tierna que un requesón.
EGAS:
¿Oyes lo que al moro pasa
con aquel loco?
LEONOR:
Donoso
e igualmente provechoso.
EGAS:
De placer es esta casa,
en lo despoblado está.
Para que te saque de ella
fíngele amor, Leonor bella. Llégase LEONOR al rey ISAMEL muy afable
LEONOR:
¡Mi rey!
ISMAEL:
¡Soberano Alá,
que a oír tal he merecido
al sol que el alma ofrecí!
BRITO:
¿Mi "re" dijo? Hétele el "mí."
soberano Alá te he oído.
Hétele también el "la."
"Sol" la llamaste después.
Hétele a amor portugués
con su "re, mi, fa, sol, la."
EGAS:
Señor, yo que por mis ciencias
de tu amorosa fatiga,
supe el incendio que obliga
a apacibles impaciencias,
vine a servirte de modo
que ya es tuya Leonor bella;
pero si a solas con ella
nos dejas, para que en todo
se te rinda este diamante,
tu esperanza lograrás,
en especial si me das
por sola una hora su guante,
que impide por él el hado
lo que el arte facilita,
porque sus efectos quita
cualquier favor violentado.
ISMAEL:
Toma el guante, el alma toma. Dásele
BRITO:
(Tened, el perm, por cierto (-Aparte-)
que vos damos perro muerto.)
ISMAEL:
Tú serías mi Mahoma,
mi Alá, si me consintiese
que una mano la besase.
EGAS:
Hasta que el término pase,
no es posible.
BRITO:
En seco bese,
chero decir, desde ahí,
que según unum modernum,
non besabis in aerternum.
ISMAEL:
No lo entiendo.
BRITO:
Hablan ansí
nigromantes motilones.
ISMAEL:
Luego ¿tú nigromancía
estudias?
BRITO:
Sí, morería.
Mire, do hay pares hay nones,
chero decir, que preñada
una mujer, o se muere
o habrá pares; si pariere,
y habrá nones que es nonada
para vuesa morería,
como no tempre pesáres
aguardándose dos pares
de horas, hasta el mediodía,
que es cuando cesan los nones,
y toca a nona el donado;
mas habiendo los dos dado,
que en todos los ésquilones
cuando dan dos dan un par,
cesan entonces azares,
porque, en fin, los dos pares,
si no llegan a parar,
¿cómo tienen de parir
el efecto del planeta,
ni comprirse la receta
de su amor? ¿Chérelo oír?
Pues venga a her. Esta mujer,
¿no es nones? Sí, porque es una,
y con pares no hay ninguna
hasta que llega a parir;
él, aqueste moro y yo
somos tres, no somos nones;
en esto no hay opiniones,
pues si el nones engendró
la nonada, oiga estos puntos,
hasta que lleguen a estar
hombre y mujer hendo un par,
y no todos cuatro juntos,
si no le ama sí se queje;
pero vuélvase después
que nones quedamos tres,
y como a los tres mos deje,
después de la nona dada,
si vuelve a sus aficiones
ya se habrán ido los nones
y parará el par en nada.
Esto enseña la escretura,
que entre sus negros Macías
mordió el gigante Golías,
Galeno y Nuño Rasura.
ISMAEL:
Los principios de una ciencia
son obscuros de saber;
no te he podido entender.
EGAS:
Pues, señor, es evidencia
todo cuanto te ha explicado,
mas como son rudimentos,
de nuestros encantamentos,
está su estilo intrincado.
Vuelve aquí dentro un hora,
lograréis gustos los dos.
LEONOR:
Querido Ismael, adiós.
ISMAEL:
Adiós. ¿Volveráste mora?
BRITO:
Conforme huere el moral.
ISMAEL:
Adiós, luz de mi esperanza.
Vase ISMAEL
BRITO:
Si mora dice tardanza,
vendrá a ser mora, y qué tal.
EGAS:
A caballo.
BRITO:
No hay si dos...
EGAS:
Vendrá en mi gropa;
yo Jove, Leonor mi Europa.
BRITO:
Pues galguimorisco, adiós.
Vanse. Suben desde el tablado a caballo los tres, ella a las ancas del de don EGAS y salen a las voces del moro ISMAEL y otros, y puédalos seguir a caballo y escaramuzar. Habla BRITO adentro
BRITO:
Aprisa, que mos espía
un perro, y temo que lluevan
virotazos.
ISMAEL:
¡Que nos llevan
a Leonor!
BRITO:
Sí, morería.
ISMAEL:
Seguidlos, vasallos míos;
volad, cual vuelan mis celos.
¿Sufriréis, ingratos cielos,
tal burla?
BRITO:
Sí, moreríos.
ISMAEL:
Corred, que queda abrasada
el alma entre mis pasiones.
BRITO:
Acá corremos los nones,
y allá vos cupo nonada.
ISMAEL:
¡Tocad al arma, africanos! Tocan al arma
¡Mis ejércitos juntad!
¡Por Alá eterna deidad
que he de hacer en los cristianos
tal destrozo, que no quede
memoria de su bautismo.
De incendios soy un abismo,
sufrirme el mundo no puede;
abrase la llama mía
cuanto el sol con rayos doma.