Las palmeras
«¡Quiero sol!» Moribunda dijo un día
una palmera que en umbroso huerto,
amortajada en su ramaje yerto,
cual alma sin amor languidecía.
Y elevando sus ramas con porfía,
descubrió al fin su copa el campo abierto,
y vio marchita, en medio del desierto,
otra palmera que de sed moría.
«¡Quiero sombra!» Decía esta palmera,
gimiendo por un soplo de frescura.
«¡Quiero sol!» Repetía la primera...
Y de ambas condolida el aura pura,
compaginó las cosas de manera
que gozaron de igual temperatura.