​Las palmeras​ de Pedro Antonio de Alarcón


 «¡Quiero sol!» Moribunda dijo un día
 una palmera que en umbroso huerto,
 amortajada en su ramaje yerto,
 cual alma sin amor languidecía.
 

 Y elevando sus ramas con porfía,
 descubrió al fin su copa el campo abierto,
 y vio marchita, en medio del desierto,
 otra palmera que de sed moría.
 

 «¡Quiero sombra!» Decía esta palmera,
 gimiendo por un soplo de frescura.
 «¡Quiero sol!» Repetía la primera...
 

 Y de ambas condolida el aura pura,
 compaginó las cosas de manera
 que gozaron de igual temperatura.