Las píldoras de Salomón

​Las píldoras de Salomón​ de José Zorrilla

LEYENDA SESTA. edición de 1840-1841 de Cantos del Trovador

LAS PÍLDORAS DE SALOMON (Cuento). Entrega IX. editar


Vivia en cierto lugar
De la Estremadura un juez
De ir llegando á la vejez
Con grandísimo pesar.

Era el tal un hombre obeso,
De gran nariz, buen color,
Formidable bebedor...
Hombre en fin de mucho seso.

Hombre á quien nunca ablandaron
Las desventuras mayores,
Ni las palabras mejores
Crédito con él lograron.

Hombre de peso y medida
Que por los dedos contaba
Pero que no equivocaba
Número alguno en su vida.

(204)
Juez tan recto y justiciero
Que tendió con gran pericia
La izquierda á la justicia
Y la derecha al dinero.

Y así solia decir:
«El que dinero no tenga
»Que no litigue, ni venga
»Justicia mia á pedir.

»Porque si hacerla es mi oficio
»No he de ser tan majadero
»Que no sea yo el primero
»Que goce su beneficio.»

Y con este parecer
Y con tan sana opinion
Era el oro su razon,
Su porvenir el placer.

Vivir bien era su afan,
Vivir y gozar sin tasa,
De modo que era en su casa
no el señor, sino el sultan.

(205)
No se escaseaba delicias
Ni se negaba placeres,
Y su mesa y sus mugeres,
Fruto eran de sus justicias.

Egoista hasta lo sumo,
Voraz por naturaleza
Y de una rancia nobleza
Embriagado con el humo,

Era este juez, (sin rodeos)
Un ricote de lugar
Que nunca pensó en tasar
Su ambicion, ni sus deseos.

Tan satisfecho y casado
Con sus propias opiniones
Como asido á los doblones
Que le sudaba el juzgado,

Jamás pensó en su egoismo
Que mirar por los demas
Debia, ni vió jamás
á nadie como á sí mismo.

(206)
Jamás su opípara mesa
Parásitos asaltaron,
Ni sus sentencias fallaron
Sino en razon de la presa.

Con mas razon litigaba
Quien mas ofrenda esponia,
Y mejor causa tenia
Quien mejor se la pagaba.

Tal era, amigo lector,
Este golilla Estremeño,
Que alcanzaba mucho empeño
En la corte, y gran favor.

Pues poderosa le ausilia
Por su gran privanza en ella
Una negocianta bella
Allegada á su familia.

Mas es tan frágil, tan vana
La felicidad terrena
Que toda nos la envenena
La desazon mas liviana.

(207)
Gozaba este juez sin tino
Sin mas bien, ni porvenir,
Dejándose en brazos ir
De su pródigo destino.

Mas habia un pensamiento
En su cabeza empotrado
Que le tenia agobiado,
Desabrido y mal contento.

La idea de que tan poco
La vida mortal duraba
Era cosa con que andaba
El buen estremeño loco.

Pensar que al fin era ley
Imposible de evitar,
La existencia abandonar
Lo mismo el patan que el Rey;

Y pensar que un grosero
Sayal áspero enterrado,
Habia de ser pateado
Por algun sepultero;

(208)
Era un pensamiento cruel
Que afanado le traia,
Y apechugar no podia
El Estremeño con él.

Continuamente al espejo
El semblante se miraba,
Sobre la edad que mostraba
Demandándole consejo.

Y porque de sus cabellos
No hubiese blanco ninguno,
Arrancaba uno por uno
Cuantos encontraba entre ellos.

Y en fin, si medio le hallára
De vivir un año mas,
Aun del mismo Satanás
Las propuestas escuchára.

Consiguiente á esta manía
De tropezar con manera
Para hacer mas duradera
La vida mortal, tenia

(209)
Con solo un hombre amistad,
Y esta amistad era un médico,
Cronicon enciclopédico
De su oscura facultad.

Amigo de las botellas
Como el golilla, testigo
De sus proezas, y amigo
Por demas de las doncellas,

Era el único mortal
Que osaba delante de él
Representar su papel
Sin que él lo llevare á mal.

El era quien de las multas
Cargaba con el producto
Por el seguro conducto
De sus continuas consultas.

Y con su docto consejo
Y acertadas opiniones
Gastaba el juez sus doblones
Para no llegar á viejo.

Y asi la melancolía
De la vida iban matando
En la noche prolongando
Las bacanales del dia.

Y asi contentos los dos
Aunque con diversos fines,
Con récipes y festines
(210)
Iban del placer en pos.

El médico, del golilla
Imperturbable verdugo
Iba sacándole el jugo
Del juzgado á maravilla.

E iba creyéndose el juez
Que con remedios tamaños
Iba alargando los años
Y esquivando la vejez.


Es una noche de marzo
Turbia por demás y lóbrega,
En que con ira los vientos
Desencadenados soplan,
Desiertas están las calles
De Medellin, y en la sombra
Todo solitario yace
Todo tranquilo reposa,
Solo el silencio interrumpe
La voz destemplada y bronca
Del ábrego que se estrella
Contra las murallas sólidas
Y el ágrio son con que giran
En las ahuzas mohosas
Las veletas al impulso
De las ráfagas sonoras.
Era ya tarde y estaba
La media noche muy próxima
Cuando en la casa postrera
(212)
De una callejuela angosta,
Se oyeron voces confusas
De diferentes personas
Que del portal se acercaban
Por la cavidad recóndita.
Brilló la luz de la puerta
Por entre las tablas rotas,
Jiró la llave y salieron
Cinco hombres en faz de ronda.
Llevaba el uno delante
Encendida una farola
Con que alumbraba los pasos
De otro que á distancia corta
Le seguia y los demas
Daban á este último escolta
Embozados en sus capas
Y asidos á sus tizonas.
Cruzaban asi á buen paso
Las calles una tras otra
Y ya tocaban al término
De su marcha silenciosa,
Cuando al salir á una plaza
Dieron de manos á boca
Con la figura de un hombre
Que la cruzaba á deshora.
Su aventajada estatura,
Serena y magestuosa,
(213)
Su tez y su barba negra
Y el traje con que se adorna
Su oriental origen pronto
Y á claras voces pregonan.
Mas no era de Medellin
La gente en trajes muy docta
Y asi se quedó un momento
Ante esta vision atónita.
¿Quién vá?---(dijéronle)
                       ---Un hombre.
---¡Buena razon!
               No tengo otra.
---¿Vuestro nombre?
                  ---Es un secreto
Que á mi tan solo me importa.
---¿De dónde venís?
                  ---Del mundo.
---¿Dónde vais?
              ---Donde me arroja
El impulso á que obedezco.
Mi rumbo es la tierra toda.
Por ella camino siempre
Sin consultar mi derrota.
Donde amanece principia
Donde anochece se corta,
E igualmente me cobijo
En la corte que en la choza.
(214)
Quedó el juez meditabundo
Y con sus miradas torbas
Tomando del extranjero
Las señas mas minuciosas.
Y al fin como quien sospecha
Idéntica la persona
Con las señales que tiene
Repuso con voz de mofa.

Veníos, señor viajero,
A la cárcel por ahora
Y aclararemos mañana
Respuestas tan misteriosas.
---Solo la verdad he dicho
Y no añadire otra cosa.
---Mañana habeis de contarme
Sin rebozo vuestra historia,
Y si me engaño ireis libre,
Si sois quien busco á la horca.
A esta amenaza el incógnito
Con sonrisa melancólica
Dijo: ¡Si fuera posible
Esa promesa engañosa!
---Ya lo veremos mañana.
---Mañana ¡ay! saldrá la aurora
Y á otros lugares la brisa
Me arrebatará imperiosa.
---Eso será lo que sea
(215)
Vuestra merced.
              ---En buen hora
---Ea asidle y registrarle,
Y prevenir que no esconda
Papel ni objeto que aclare,
Su relacion sospechosa.


(216)
De la mañana siguiente
Rayaba la aurora apenas,
Y ya el juez de Medellin
Asentado ante su mesa
Con ojos devoradores
Registraba una cartera,
Que en su pupitre tenia
Cuidadosamente puesta.
Era un libro de memorias,
Mas de tan antigua fecha
Que ya de usarlas andaban
Todas sus hojas revueltas.
Veíase que añadido
Estaba en distintas épocas,
Segun el papel menguaba
Y crecia la materia.
Y era indudable que el dueño
Conocia muchas tierras,
Muchas distintas costumbres
Y muchas gentes diversas.
Porque en sus hojas se hallaban
(217)
Corolarios y advertencias
De los sucesos mas célebres
Que en las historias se cuentan.
En seis hojas de papiro
Escrita en latinas letras,
Estaba de Marco Antonio
Toda la historia secreta.
Su amor hácia Cleopatra,
Las lágrimas de la bella,
Su fuga de los Romanos
Y su muerte lastimera.
Mas adelante unas notas,
De oscuras cifras hebreas
Con una imágen de Cristo,
Obra de mano maestra.
Leíase en una parte:
«Y oí de su boca mesma
Decir esto á Constantino
De su madre Santa Elena.»
En otra parte decia,
«Copia de las cifras negras
Con que escribió en una gruta
David su salmo cincuenta.
Hízomelas ver su hijo
Cuando visitó esta cueva
Donde iba el Rey pecador
A cumplir sus penitencias.»
(219)
Y eran unos caractéres
Inteligibles apenas.
Leíase en otra hoja.
«En mil trescientos setenta
De don Pedro de Castilla,
En Burgos ví las exequias.»
En otra parte una página
De preguntas y respuestas,
De el Rey Luis XI de Francia,
Y el dueño de la cartera.
Aqui variaba el papel
Y con pluma mas moderna
La escritura ejecutada
Leíase toda entera.
Habia allí muchas firmas
De persona de gran cuenta
De Luis XIV de Francia,
De Ricardo de Inglaterra,
Del emperador don Cárlos
De Alemania, y en pos de esta
La del cardenal Cisneros
y Cárlos XII de Suecia.
Parecia que aquel hombre
Sabia todas las lenguas,
Pues notas tenia escritas
De su mano en todas ellas.
Y era muy sábio sin duda,
(219)
Pues las artes y las ciencias
Igualmente sometía
A su crítica severa.
Pasaba el juez muchas hojas
Que probablemente eran
Aquellas que no alcanzaba
Su mezquina insuficiencia.
Pero con ansia indecible
Se apoderaba de aquellas
Que escritas en castellano
Suministrábanle ideas.
Sobre todo ávidamente
Devoraba las postreras
Que estaban la mayor parte
De historias y versos llenas.
Muchas habia de insígnes
Desconocidos poetas,
De quien por mas que valieron
Huyó la fortuna adversa.
Mas siempre del juez dejaba
La imaginacion incierta
Cuanto en las hojas leía
De la confusa cartera:
Porque esparcidos á trozos
En desordenadas piezas
Sus misteriosos fragmentos
Decian de esta manera:

(220)

PRIMER FRAGMENTO editar

Jamás me pararé: siempre á mis ojos
Se estiende y á mis pies algun camino.
Por breñas, por pantanos, por abrojos
Sin término vagar es mi destino.

He corrido sin ver por todo el mundo
Mas que miseria, ingratitud y dolo,
He sentido tal vez duelo profundo
Por falta de un hermano vagabundo
Con quien girar... pero mejor voy solo.

Que en esa farsa insensata,
Esa órgia que llaman mundo
Al plomo apellidan plata
Y madre á la tierra ingrata
Y hermosura al cieno inmundo.

(221)
Y si es que brilla en el cielo
Tan magnífico farol,
Es porque en vez de consuelo
Reverberando en el suelo
Los ojos deslumbra el sol.

SEGUNDO FRAGMENTO editar

El mundo dijo á la hermosa:
«Puro tu honor guardarás.»
La hermosa dijo: «Soy débil.»
Y entonces la sociedad
Encerró el honor en claustros,
Y dorando su desman
Delante de los cerrojos
Alzó traidora un altar
¿Qué debes, muger, al mundo?
Guardó tu honor, bien está,
Pero por darte la honra
Te robó la libertad.
Ciñó á tu cuello una toca
Que fué para tí un dogal,
Que en vez de ahogar tus pasiones
Te las hizo acariciar.
(223)
Puso á tus puertas un templo,
Un muro entre la ciudad,
Celosías en las rejas,
Locutorios para hablar:
Y tú en tu largo abandono
Con descuído criminal
Profanaste el santo templo,
El muro pasaste audaz,
El mundo á las celosías
Te sentaste á contemplar,
Y abriste apenada tornos
Que al mundo van á llevar
En primorosos juguetes
Los suspiros de tu afan.

(224)

TERCER FRAGMENTO editar

¿Qué quieren esas nubes que con furor se agrupan
Del aire transparente por la region azúl?
¿Qué quieren cuando el paso de su vacío ocupan
Del cénit suspendiendo su tenebroso túl?

¿Qué instinto las arrastra? ¿qué esencia las mantiene?
¿Con qué secreto impulso por el espacio van?
¿Qué ser velado en ellas atravesando viene
Sus cóncavas llanuras que sin lumbrera están?

¡Cuál rápidas se agolpan! cual ruedan y se ensanchan
Y al firmamento trepan en lóbrego monton,
Y el puro azul alegre del firmamento manchan
Sus misteriosos grupos en torva confusion!

(225)
Resbalan lentamente por cima de los montes,
Avanzan en silencio sobre el rujiente mar,
Los huecos oscurecen de entrambos horizontes,
El orbe en las tinieblas bajo ellas va á quedar.

La luna huyó al mirarlas; huyeron las estrellas:
Su claridad escasa la inmensidad sorbió;
Ya reinan solamente por los espacios ellas,
Do quier se ven tinieblas, mas firmamento nó.

En vano nuestros ojos se afanan por hallarle
Del tenebroso velo que le embozó detras,
Que cuanto mas los ojos se empeñan en buscarle,
Se esconde el firmamento de nuestros ojos mas.

¡Las nubes solamente!---¡Las nubes se acrecientan
Sobre el dormido mundo!---¡Las nubes por doquier!
A cada instante que huye la lobreguez aumentan,
Y se las ve en montones sin límites crecer.

Ya montes gigantescos semejan sus contornos
Al brillo de un relámpago que aumenta la ilusion,
(226)
Ya de volcanes ciento los inflamados hornos,
Ya de movibles mónstruos alígero escuadron.

Ya imitan apiñadas de los espesos pinos
Las desiguales copas y el campo desigual,
Ya informes pelotones de objetos peregrinos
Que mudan de colores, de forma y de local.

¿Qué brazo las impele? ¿qué espíritu las guía?
¿Quién habla dentro de ellas con tan gigante voz
Cuando retumba el trueno y cuando va bravía
Rugiendo por su vientre la tempestad veloz?

Acaso en medio de ellas á visitar los mundos
El Hacedor supremo del universo va,
Y envuelto en su vapores sus senos mas profundos
Estudia y sus cimientos por si caducan ya.

Acaso de su carro tras la viviente rueda
Con impotente saña caminará Luzbel,
Y porque allí cegarle su resplandor no pueda
Agolpará esas nubes entre su gloria y él.

Y acaso alguna de ellas será la formidable
Que circundó la cumbre del alto Sinaí,
En tanto que el ardiente misterio impenetrable
(227)
Que iluminó al profeta se fermentaba allí.

Acaso sera alguna la que vertió en Sodoma
En inflamadas fuentes la cólera de Dios,
Acaso sea alguna la que en los mares toma
Las aguas de un dilubio que la acompaña en pos.

¡Señor, yo te conozco! la noche azul serena
Me dice desde lejos: «TU DIOS SE ESCONDE ALLI.»
Pero la noche oscura, la de nublados llena,
Me dice mas pujante «TU DIOS SE ACERCA Á TI.»

Te acercas, sí; conozco las orlas de tu manto
En esa ardiente nube con que ceñido estás;
El resplandor conozco de tu semblante santo
Cuando al cruzar el éter relampagueando vas.

Conozco, sí, tu sombra que pasa sin colores
Detrás de esos nublados que vogan en tropel;
Conozco en esos grupos de lóbregos vapores
Los pálidos fantasmas, los sueños de Daniel.

Conozco de tus pasos las invisibles huellas
Del repentino trueno en el crugiente son,
Las chispas de tu carro conozco en las centellas
Tu aliento en el rugido del rápido Aquilon.

(228)
¿Quién ante tí parece? ¿quién es en tu presencia
Mas que una arista seca que el aire va á romper?
Tus ojos son el dia; tu soplo es la existencia:
Tu alfombra el firmamento: la eternidad tu ser.

¡Señor! yo te conozco, mi corazon te adora:
Mi espíritu de hinojos ante tus pies está;
Pero mi lengua calla, porque mi lengua ignora
Los cánticos que llegan al grande Jehová.

Palomas de los valles, prestadme vuestro arrullo;
Prestadme, claras fuentes, vuestro gentil rumor;
Prestadme, amenos bosques, vuestro feliz murmullo,
Y cantaré á par vuestro la gloria del Señor.

Si su álito llegara al harpa del poeta,
Si á mí, Señor, bajara tu espíritu inmortal,
Mi corazon henchido del fuego del profeta
Cantára, y no tuvieran sus cánticos igual.

Mi voz fuera mas dulce que el ruido de las hojas
Mecidas por las auras del oloroso abril,
Mas grata que del Fénix las últimas congojas,
Y mas que los gorgeos del ruiseñor gentil.

(229)
Mas grave y magestuosa que el eco del torrente
Que cruza del desierto la inmensa soledad,
Mas grande y mas solemne que sobre el mar hirviente
El ruido con que rueda la ronca tempestad.

¡Mas ay! que solo puedo postrarme con mi lira
Delante de esas nubes con que ceñido estás,
Porque mi acento débil en mi garganta espira
Cuando al cruzar el éter relampagueando vas.

Tu espíritu infinito resbala ante mis ojos,
Y aunque mi vista impura tu aparicion no vé,
Mi alma se estremece, y ante tu faz de hinojos
Te adora en esas nubes mi solitaria fé.

IV. editar

Cuando sentí de tus ojos
Las miradas sobre mí,
Humildemente de hinojos
Ante tus plantas caí.

Señor, tu soplo me impele,
Tu voz me sigue detrás,
No hay nadie que me consuele
Ni me conozca jamás.

Muchos siglos viví, mas no envejezco,
Cada noche ¡ay de mi! que oscura cierra
Imagino que es mi última en la tierra,
Mas con el nuevo sol siempre amanezco.


Aqui perdió los estribos
El buen juez, y empezó á dar
Furiosos campanillazos,
Con desatinado afan.

(231)
¡Jesus mil veces! (decia)
Sino lo comprendo mal
Este hombre ha vivido siglos
Sin envejecer jamás.
Ya dí con lo que buscaba
¡Voto va Dios! aqui está,
Este hombre tiene un secreto
Con que obra prodigio tal,
Y como instantes los años
Dulcemente se le van.
De qué modo se compone
Para hacerlo me dirá,
O por quien soy que esta noche
Con Lucifer va á cenar.
¡Lo hemos de ver á fé mia!
Lorenzo, Justo, Damian,
---¡Señor!
         ---El preso de anoche
Idme corriendo á buscar,
Y á mi presencia traedle
En diez minutos lo mas.


Hízose asi, y tan á tiempo
Que este plazo al espirar
Con el extranjero á solas
El juez se encontraba ya.

(232)
EL JUEZ: De este lugar no salís
Mientras no sepa de vos
Vuestra edad, pátria y oficio,
Qué buscais aqui y quién sois.
Responded pues francamente.

EL EXTRANJERO: Ya os dije anoche, señor,
Que es un misterio mi nombre
Que á no descubrirle yo
No hay quien le alcance en la tierra
Ninguna interpretacion.
Yo voy sin fin caminando
De la tierra enderredor
Sin poder elegir sitio
En que fijar mi mansion.
Llego á poblado de noche,
Descanso hasta el nuevo sol,
Pero al despuntar el alba
¡«Marcha!» me dicen, y voy.
En vano el poder del hombre
Su capricho ó su temor,
Torcer intentan el rumbo
(233)
Que el cielo me señaló.
En vano á necias sospechas
Abriendo su corazon
En un lugar como espía,
En otros como traidor
Asegura mi persona
En una oscura prision,
Y ata mis pies fatigados
En un potro infamador.
Yo sé á la nueva aurora
Volveré á oir esa voz
Que siempre me grita «¡marcha!»
Y á cuyo mandato, voy.
Y entonces todo es inútil
El torbellino velóz
De mi destino á otra parte
Me arrastra sin compasion.
Este es mi oficio y mi suerte
Mi ser es éste, señor.
No pretendais saber mas
De lo que os digo.

EL JUEZ: ---¡Eso no!
En vano inventa tu lengua
Tan insensata ficcion;
(234)
Pese á ese fatal destino
Que dices llevarte en pos
Si á mis preguntas te niegas
Tu fin verdadero es hoy.

EL EXTRANJERO: Las amenazas no pueden
Torcer mi resolucion
Mas ya que es tanto el antojo
Preguntad.

EL JUEZ: ¿De dónde sois?

EL EXTRANJERO: De Jerusalen.

EL JUEZ: ¿Qué años
Contais?
(235)
EL EXTRANJERO: Veinte y dos
Siglos lo menos.

EL JUEZ: ¡Es cierto
Lo que decís! con que vos
Que contais veinte y dos siglos...
Mas me falta la razon:
¡Hablad, hablad esplicadme
Ese misterio por Dios!
Yo he visto en esa cartera
Que habeis llorado el dolor
De caminar siempre solo
Estraño á toda aficion.
Pues bien del secreto hacedme
Partícipe, y por mi honor
Os juro que desde ahora
Vuestro compañero soy.

EL EXTRANJERO:
¡Oh delirais! mas oidme
Toda mi historia señor.

(236)
Yo he sido el mejor amigo
Del sábio rey Salomon,
(Y al escuchar esto el juez
Dos pasos retrocedió
Y asi siguió el extranjero
Sin notar su conmocion)
Cuando aquel rey descarriándose
A los vicios se lanzó,
Y vió de su muerte cierta
El gesto amedrentador,
Me dijo: «Abasuero, en prueba
»De que aun en mi corazon
»Vive tu amistad ilesa,
»A hacerte una ofrenda voy.
»Mezcla lo que ves escrito
»En esa tablilla, pon
»Esa receta por obra
»Y vivirás mas que yo.
»Eso ha alcanzado mi ciencia
»Mas con la cruel condicion,
»De que ha de gozar otro hombre
»Su beneficio, y yo no.
»Tú solo no has olvidado
»A tu rey: toma, y á Dios.»
A estas palabras el alma
Entre mil congojas dió.
Mirad, con esta receta
(237)
Hice yo la confeccion
De estas píldoras que llevo
En esta caja: y con dos
Que tomo cada cien años
Otros cien años me doy.
Oid sin interrumpirme,
Que hay poco tiempo, señor;
Yo ¡necio! con mi secreto
Volvime duro, feroz,
Híceme en fin un malvado
De perversa condicion.
Vivia en Jerusalen
Al morir el Redentor,
Y al conducirle al suplicio
En que la vida nos dió.
Lleváronle por delante
De mi casa, y al rumor
De los gritos y el tumulto
Del pueblo salí al balcon.
Tendióme Jesus las manos
Pidiéndome por fávor
Un vaso de agua, y un punto
De reposo y detencion.
---«Marcha (le dije inhumano
Y con ademan feroz)
»Vé sin descansar al sitio
»Que la ley te señaló.»
(238)
Entonces él con voz mansa
Mas que me heló el corazon
Me dijo: «Tú tambien ¡bárbaro!
»Andarás en derredor
»De tu sepulcro girando
»Sin descanso ni mansion.»

Yo soy el Judío errante,
Esta es mi historia, señor:
Estas píldoras me alargan
La vida, y con ellas Dios
Rejuvenecer me ordena,
Y rejuvenezco y voy.


Aqui el juez de Medellin
Tras grave meditacion,
Ante el Judío de hinojos
De repente se postró,
Y asi llorando le dijo:
---Dadme una corta porcion
De esas píldoras, y os juro
Caminar siempre con vos.
Yo nada tengo que daros
Mas que mi amistad, mi amor...
Dadme cien años de vida...
Y...
(239)
   ---¡Callad, mísero!
                     ---No,
No partireis sin que logre...
---Pues bien, tomad esas dos,
Y si os vale su asombroso
Poder regenerador
Cien años os doy de vida
Para que alabeis á Dios.


En esto se oyó en los aires
Tronar la gigante voz
Que dijo al Judío: ¡Marcha!
Y al punto mismo partió.


Cuando el golilla á sus solas
Se encontró ya en su aposento
Turbósele el pensamiento
Con una idea fatal.
¿Si habrá atentado á mi vida
Dijo, con tal vil engaño?
¿Si invecion suya en mi daño
Será esta trama infernal?

Y absorto en tan triste idea
Sombrío y meditabundo
Quedó en silencio profundo
Y en profunda distraccion,
A su oscura incertidumbre
Solucion buscando en vano,
Las píldoras en la mano,
Y el miedo en el corazon.

(241)
Decíase allá en su mente:
¡Si yo algun medio alcanzára
Que alguna luz arrojára
Sobre la oscura verdad!
¡Oh si cien años de vida
Me asegurára el comellas!...
¿Mas si las trago y con ellas
Me voy á la eternidad?

¿Diréle al médico?... nunca.
Si la lengua no me muerdo
Por Dios que el hombre no es lerdo
Y se las sopla por mí!
¿Iré al confesor?... tampoco.
Dirá que es cosa de hechizo
Y acaso algun bebedizo
Hará de ellas para sí.

¿Qué hacer, Santo Dios? tomarlas
Puede salir cara fiesta,
Mas necedad manifiesta
No tomarlas puede ser.
¡Si las tomo y torno á joven!...
¿Mas si las tomo y estallo?
Probable á la par lo hallo.
¡Válgame el diablo que hacer!

(242)
Y en duda tal se pasaba
Un dia tras otro dia,
Y nunca se decidia
Por ningun partido el juez.
En contemplar á sus solas
Sus píldoras se ocupaba,
Y del cajon las sacaba
Y las guardaba otra vez.

Al fin tras largas vigilias
Dijo una vez decidido:
«Mas vale mal conocido
»Que dicha por conocer.
»Iré pasando la vida
»Como hasta aqui la he pasado
»Y si obro como un menguado
»¡Qué diablos! ¿Cómo ha de ser?

»Pero, con una esperiencia
»Quisiera al fin convencerme...
»¡Con el médico que duerme
»¡Todavía! ¡ea, valor!
»Está en su casa; no hay otro
»Diez leguas á la redonda,
»Cuando el efecto responda
»Sea en contra ó en favor,

(243)
»Nadie dará con la causa.
»¡Bah! salga lo que saliere
»Allá voy. ---Y si se muere
»Vaya por los que él mató.»
Y en una copa de leche
Que junto al lecho vió llena
El juez con mano serena
Las dos píldoras echó.

Fuese tras esto el suceso
A esperar solo á su casa:
Cada instante que se pasa
Es todo un siglo de afan.
A cada paso que siente
Por la torcida escalera,
Cree que la noticia fiera
De su muerte á darle ván.

Al fin despues de tres horas
De afanosa espectativa,
Llegó mas muerta que viva
Del médico la muger
Con mil suspiros contándole
Que en su aposento tendido
Está su pobre marido
Muy próximo á fenecer.

(244)
Turbóse el juez á estas nuevas,
Mas cauto disimulando
Con la muger razonando
Parte á su casa veloz;
Y al llegar al aposento
Que el terrible arcano encierra,
Encontró al médico en tierra
Sin movimiento ni voz.

Cárdeno el rostro, morado,
Los lábios frios, y lleno
De manchas que del veneno
Señal evidente son;
Estaba ya el miserable,
Pero vivo todavía
Débilmente le latía
Oprimido el corazon.

Lloraba á voces la esposa
Y el juez que no se apartaba
Del médico, contemplaba
Los progresos de su mal,
Y cuanto mas le miraba
Mas y mas se convencia
De que hacerse no podia
Mas por él que un funeral.

(245)
Y á media noche el golilla
Convencido firmemente
De que á la aurora siguiente
Sería cadáver ya
Volvió á su casa diciendo
Consigo mismo. «¿Eh? ¡ya escampa!
»Si llego á dar en la trampa,
»Me largo por donde él vá.»

CONCLUSION editar

Despues de una larga noche
De congoja y desazon,
Que en lucha consigo mismo
El juez criminal pasó
Rindióse por fin en brazos
De sueño reparador
Aunque acosado á las veces
Por fatigosa vision.
Ya vía espirara al médico
Cuya moribunda voz
Decia ese es mi asesino,
Ese, ese es quien me mató.
Ya le veía á deshora
Fantasma amenazador
Embozado en el sudario
Entrar por algun balcon.

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Ya cercado se creia
De los hijos que dejó,
De la muger y los deudos
Que le venian en pos
El sustento demandándole
De que con él les privó,
Cuya fatal pesadilla
Le oprimía el corazon.

Al medio de su carrera
Llegaba el siguiente sol
Cuando á unas desaforadas
Voces el juez despertó.
Furiosos golpes se oían
En su misma habitacion
A la puerta de su cuarto
Redoblando con furor.
¿Quién es? dijo y respondieron
De fuera --- Abrid, que soy yó.
Hincóse el juez de rodillas
Traspasado de pavor,
Y con angustia horrorosa
Cuantos santos recordó
Empezó á llamar á voces
En balbuciente oracion.
El médico era en persona
Que no era de otro la voz.
---Voto á mil diablos (decia)
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¿Quereis abrir ó me voy?
---Vuelve enemiga fantasma
(Decia el juez) vuelve á Dios
Yo haré por ti penitencia.
---Pero hombre, por san Cenon
Haced cuanta os diera gana
Pero abridme!
            ---¡Abrirte! nó.
Vuélvete en paz al sepulcro.
---¿Perdido habeis la razon
Hombre dado á Barrabás?
¿No estoy diciendo que soy
Yo, don Lucas vuestro médico
En cuerpo y alma.
                ---¡Gran Dios!
---Abridme y oireis cosas
Que os parecerán ficcion.

Abrió por último el juez
Pero cual fué su furor
Al ver el rostro del médico
Vertiendo satisfaccion
Y rebosando alegría
Y juventud y vigor.
Clavó en él una mirada
El juez con una expresion
Tan desesperada y torba

(249)
Tan siniestra y tan feroz
Que el médico percibiéndola
Dos pasos retrocedió.
¿Con qué es verdad dijo el otro
Que vivo estais?
               ---Sí señor.
---Mas vigoroso, mas jóven!
---Venia por ello yo
A pediros las albricias
Aunque ignoro la razon.
---La ignorais ¡nécio de mí!
(Replicó el juez) pues yo nó.
---Como señor de un milagro.
---Yo he sido solo el autor
Y si quereis de mi saña
Salvaros...
          ---En conclusion
Que es esto?
           ---Que os aparteis
De mi vista ó voto á Dios
Que os voy á hacer mil pedazos
Sin poder con mi furor.

Ya estas palabras asiendo
De un larguísimo espadon
Iba á caer sobre el médico
Que echó por un corredor.
Un aposento tras otro
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Amedrentado cruzó
Y dió por fin en la calle:
Mas al tender en redór
Los ojos despavoridos
Con espanto grande vió
Que el juez se arrojaba á ella
Lanzado por un balcon.

Cayó en las piedras el triste
Y de tanta elevacion,
Que si intentaba matarse
Con tino lo ejecutó.
Llegósele el pobre médico
Movido de compasion
Mas era el golpe de muerte
E inútilmente acudió.
El juez le dijo mostrando
En su rostro y en su voz
Las mas certeras señales
De honda desesperacion.

«Soy el hombre mas estúpido
»Que de mugeres nació,
»¡Maldita sea mil veces
»La ciencia de Salomon.»!

A cuyas ruines palabras
El miserable espiró,
No comprendiendo el buen médico
Tan estraña confesion.

FIN