Las noches del hogar
Apetezco su plácido cariño
Yo quiero que descanse en mis rodillas
La rubia cabecita de algún niño.
Regresar fatigado del trabajo de la diaria faena e ir a mirarse en lo hondo retratado de sus pupilas negras cerca del rico piano —mientras vaga sobre las blancas teclas su mano de marfil— soñar despierto felicidad eterna. A la luz de la lámpara brillante ver las rubias cabezas de los risueños niños— de infantiles ilusiones llenos. ¡La mirada tender sobre la cuna que cual flor entreabierta entre sus hojas perfumadas guarda una existencia nueva! ¡Oh cuadro del hogar! oh perspectiva cariñosa y risueña, cuando en el paso por el falso mundo ancha herida sangrienta, el desengaño abrió, cuando sentimos caer mustias y secas de la primera juventud las rosas, qué mortal no desea dejar en tu silencio venturoso deslizar la existencia y guardar lo divino y delicado que el alma herida encierra en tu seno feliz —¡como la concha lejos de las tormentas guarda en el fondo del movible océano las nacaradas perlas!