Las nacionalidades :9

Las nacionalidades, Francisco Pi y Margall, 1876


Libro primero (Criterio para la reorganización de las naciones)


Capítulo VII

El criterio histórico. Holanda. Bélgica. La Escandinavia. Rusia

Por la Historia no se determinará, a buen seguro, mejor las demás naciones de Europa. Holanda fue a los ojos de toda la antigüedad parte de Germania; en ella estaban los frisios y los bructeros, y, principalmente, los bátavos. Una mientras vivió subyugada, ya por los latinos, ya por los francos, se dividió, como los demás pueblos del Continente, en Estados autónomos apenas se lo permitió la debilidad de los sucesores de Carlomagno. Tuvo condes en la Holanda propiamente dicha, obispos soberanos en Utrecht, duques, en Güeldre; señores, en Frisia y Brabante. Volvió a formar cuerpo en el siglo XV; pero no por su voluntad, sino por la de los duques de Borgoña, que la incorporaron a sus vastos dominios. Pasó después de la casa de Borgoña a la de Austria, de la de Austria a la de España; y hubo de verter raudales de sangre para ser independiente. Se constituyó, al conseguirlo, en república federal, no en nación unitaria. No fue unitaria mientras no la convirtieron en monarquía, primero, Napoleón, y después, el tratado de Viena, que la reunió a Bélgica y creó con las dos naciones el reino de los Países Bajos. ¿Cuáles eran los verdaderos límites de Holanda? ¿Bélgica o Francia? Holanda entendería, probablemente, que debía tenerlos en Francia, cuando tan cara hizo pagar a Bélgica la independencia. Y en verdad que, ni por la naturaleza, ni por la diversidad de lenguas, ni por la misma Historia, se explica la separación de los dos pueblos. La capital de Bélgica está en Brabante, que fue parte de Holanda.

Por ninguno de los criterios adoptados para definir las naciones, podría realmente constituir una el pueblo belga. Jamás fue Bélgica dueña de sí misma. Después de haber pasado por la dominación de los latinos y los francos, hoy formó parte de Austria, mañana, de Lotaringia; al otro día, de Lorena. Cuando la Lorena se dividió, dividida pasó a ser feudataria del Imperio; cuando la Lorena se volvió a reunir en manos de los duques de Borgoña, borgoñona fué, y como tal entró en los dominios de la casa de Austria. De la casa de Austria vino a la de España, de la de España, volvió a la de Austria, y de la de Austria no salió sino para ser francesa o bátava. ¿Qué le separa, por otra parte, ni de Francia ni de Holanda? En lengua es mitad francesa, mitad flamenca.

Hay en esa misma parte de Europa naciones que parecen formadas por la naturaleza, y desde el punto de vista histórico ofrecen las mismas dificultades. Me refiero a la Escandinavia; es decir, a Dinamarca, Suecia y Noruega. Dinamarca es una península entre el mar Báltico y el del Norte, cuya base está entre las bocas del río Drave y las del Elba; Suecia y Noruega, otra península entre el golfo de Botnia, el Océano Atlántico y el Artico, cuya base, aunque no tan bien definida como la de Dinamarca, lo está casi del todo por la embocadura del río Tornea y la del Tana. Se presentan estas dos penínsulas como destinadas a formar un solo cuerpo con la de Finlandia, fronteriza de la de Suecia y Noruega. Alguna vez las hallamos unidas en la Historia, pero ¡cuán poco tiempo! Lo estuvieron sólo desde 1397 a 1523; y aun dentro de este periodo, Suecia, que miraba la unión como un yugo, luchó repetidas veces por romperla, y lo consiguió en 1448. Se renovó el pacto de Calmar, a que debia la unión su origen, en 1454, en 1465 y en 1520, y se lo rasgó tres años más tarde. No formaron una sola nación ni siquiera Suecia y Noruega. No la formaron sino mientras duró la unión de Calmar, y cuando Bonaparte regaló Noruega a Suecia en pago de servicios a Francia. Noruega, y es más, después de roto el pacto de Calmar, continuó unida a Dinamarca, de cuyas manos no salió sino para caer en las de Suecia. Ya dividida en pequeños Estados, ya constituída en reino bajo el cetro de diversas dinastías, había vivido, sin embargo, del siglo IX al XIV con toda independencia. ¡Y qué! ¿Le negaba acaso la naturaleza motivos para estar separada de Suecia? Corre de Sur a Norte, entre los dos pueblos, una de las más altas cordilleras de Europa, los montes Dofrines, cubiertos de nieves eternas. He dicho ya cuán fácilmente se encuentra, para disgregar naciones, fronteras naturales dentro de las que podrían unirlas.

En cambio, Suecia se extendió por más de seis siglos a toda la península de Finlandia, que no habría tal vez perdido si el año 1792 no se hubiese empeñado Gustavo IV en una guerra verdaderamente insensata con Francia y Rusia. Y poseyó, aunque por muchos menos años, a Estonia y Livonia, provincias rusas del mar Báltico, parte de Pomerania, los ducados de Brema y Verden, las bocas del Oder, hoy prusianas, y algunas regiones de Dinamarca.

Dinamarca, lejos de vivir en paz, estuvo con Suecia en lucha. Orgullosa por sus antiguas conquistas, quiso tenerla a sus plantas, y le hizo sentir largos siglos el peso de su grandeza. De Dinamarca y Noruega bajaron esos terribles normandos que en el sigIo IX asolaron a Francia, Alemania y España, redujeron a sus armas casi toda Inglaterra, la conquistaron por segunda vez en el siglo XI y la dominaron cerca de treinta años. Aunque, bajo la dinastía de los Estrítidas, fué Dinamarca feudo de Alemania, recobrada su independencia, adquirió en el siglo XII la isla de Rugen, la Eslavonia y el Mecklemburgo, y en el XIII, la Pomerelia y la Estonia. No quiso, por la unión de Calmar, ser ya la compañera, sino la señora de Suecia y Noruega. De ahí que tan pronto se rompiera aquel pacto. Aun roto, ¡qué prepotencia tuvo Dinamarca sobre toda la Escandinavia! Se quedó, como dije, con Noruega, y además, con cinco provincias marítimas de Suecia, provincias que Suecia no recobró hasta el año 1660. Era ya entonces dueña del Holstein y de todo el archipiélago de su mismo nombre.

La guerra de los treinta años fué el principio y la causa de la decadencia de Dinamarca. Dinamarca perdió por de pronto las provincias suecas; siglo y medio después, a Noruega, y no hace aún trece años, los ducados del Elba: Schleswig, Holstein y Lauemburgo. Schleswig, Holstein y Lauemburgo forman parte de la península en que está sentada: se los arrebató, no obstante, Alemania, invocando el principio de las nacionalidades. Así, en virtud del mismo principio, según el criterio con que se lo aplica puede un mismo territorio pertenecer a dos pueblos.

Rusia es hoy, como he dicho, el más vasto imperio del mundo, la nación monstruo. Se extiende por la mitad de Europa y Asia desde el Báltico al Pacífico. El mar Blanco es todo suyo; suyos los golfos de Finlandia y Riga; suyas las playas orientales del de Botnia; suyas las septentrionales del mar Negro; suyas casi todas las occidentales del Caspio; suyo todo el mar de Azof, el de Kara y el de Okhotsk; suya una buena parte del mar del Japón; suyas todas las costas asiáticas del estrecho de Behring. Cuenta setenta y cinco millones de habitantes, más de un millón de soldados. ¿Ha de ser ésta, por la Historia, la nación rusa? ¿Cuáles son, de no, sus límites? Lejos de creer que los haya traspasado, se afana Rusia por retirarlos. Tres veces intentó apoderarse de Constantinopla. Rebasó el Cáucaso, y está ya en las orillas del Aras, el antiguo Araxes. ¿Se detendrá mucho tiempo en las del Amur, que la separa de China?

No ignoro que respecto a Rusia se está, no por la agregación, sino por la disgregación de pueblos. Mas Rusia tiene también su criterio sobre las nacionaIidades. En el de las fronteras naturales podría, como dije, hallar motivo bastante para corregir sus límites de Occidente y llevarlos a los montes Balcanes y los Cárpatos; lo halla para ensancharlos todos en la teoría de las razas. "Yo soy -dice- la raza eslava: los eslavos todos me pertenecen." Fueron eslavos todos los que fundaron los reinos de Bohemia y Hungría; y eslavos son los que pueblan la Servia, la Lituania y la que fué Eslavonia. Lo son en gran parte los habitantes de la misma Prusia, de Pomerania, de Lusacia, de Silesia, de Moravia, de Bosnia, de Valaquia; cuando menos lo son por mitad los de Meklemburgo y Brandeburgo. ¿No deberemos darnos por satisfechos con que Rusia no lleve más allá sus conquistas?

Por ser eslavo en su origen y en su base el reino de Polonia, se cree Rusia con doble derecho a ocuparlo; por ser en el fondo eslavas Moldavia, Valaquia y Servia, las casi emancipó de Turquía no hace medio siglo y las mantiene bajo su protección y escudo; por ser en gran parte eslava Herzegovina, la amparó en la reciente lucha con la Puerta. No combate, antes fomenta la idea del paneslavismo; pretende sólo que ha de ser la cabeza y el corazón de todos los pueblos de la raza. Criterio que, de ser admitido, vendría a descomponer lo que por otro se compuso.

Pero no debo abandonar aún el examen del criterio histórico. Afirmo que por él no es menos difícil determinar la nación rusa que las otras. Inútil buscar antecedentes en los antiguos tiempos. Del Cáucaso al Océano Artico no se distinguían entonces sino dos grandes pueblos: uno, al Mediodía, los sármatas; otro al Norte, los escitas, que se extendían por Asia. Teníase a los sármatas por los habitantes primitivos de aquellas regiones, tanto que se los creía empujados del Septentrión al Mediodía por los escitas. Los sármatas eran precisamente los eslavos de que hablaba.

En el siglo III ocurrió la primera invasión de los godos, que venían de la Escandinavia. Bajaron por la Escitia y la Sarmacia hasta el mar Negro, y fundaron un imperio que tenía al Sur por limites el Don, el Volga, el Dniéper y el Niemen. Era ya este imperio casi de la extensión que ahora Rusia tiene en Europa; pero en el siglo IV fué destruído por los hunos, y en mas de cuatrocientos años objeto de sucesivas irrupciones y campo de batalla de casi todos los pueblos bárbaros. Creo excusado decir que en todo este tiempo, lejos de constituir Rusia cuerpo de nación, estuvo dividida en multitud de naciones de mal seguras lindes. Sólo allá, por el siglo IX, acertó Ruric, jefe de los Varegos, a fundar un Estado sobre bases sólidas. Ese Estado era entonces reducidísimo. Comprendía, cuando más, desde el golfo de Finlandia y los lagos de Ladoga y Onega a las márgenes del Dwina. Lo fueron agrandando los sucesores de Ruric, pero sólo por la violencia. En el siglo X se extendía mucho hacia el Austro. No tenía como antes por capital a Novgorod, que está en el lago Ilmen, sino a Kiew, que está en las orillas del Dniéper.

No se crea, sin embargo, que desde entonces caminó aquel Estado a la constitución del vasto imperio que hoy conocemos. Descompúsose el siglo XI en pequeños principados, gracias a la costumbre que tenían los monarcas de distribuir el reino entre sus hijos; y en el XII vinieron a aumentar la división las sucesivas invasiones de Oriente. En el XIII pasaron los mongoles el Volga, se apoderaron de gran parte de la Rusia Meridional y fundaron el ya no pequeño Estado de Khaptchak, o de la Horda dc Oro; Estado que, luego de tomada Kiew, se extendió a la Padolia, a la Volhynia y a la parte oriental de Galitzia. Los reyes de la Rusia del Norte pasaron entonces a ser vasallos de los jefes de los mongoles, y sólo el principado de Moscú quedó con absoluta independencia.

Moscú puede decirse que fué dos siglos más tarde el origen y el núcleo del actual imperio. Vióse repetidas veces amenazada y aun saqueada por los mongoles ; pero consiguió en el siglo XV arrojarlos definitivamente de sus fronteras y les tomó sin descanso Novgorod, Pskov, Biarmia y aun parte de Siberia. En el siglo XVI llegaba ya por el Sudoeste más allá del Dniéper, y por el Este y el Sudoeste hasta las riberas del Ural y del mar Caspio. De Siberia ocupaba ya lo más, y en cambio, no podía al otro lado conquistar la Livonia, a pesar de grandes esfuerzos.

Perdió Moscovia mucho a fines del mismo siglo, extinguida la dinastia de los Ruric; pero no tardó en reponerse apenas subieron los Romanovs al trono. Miguel III conquista en el siglo XVII la Siberia, de que se habían hecho señores los polacos. Pedro el Grande, en el mismo siglo, domina del mar Báltico al mar Negro. Catalina II, en el XVIII, adquiere la Lituania, la Curlandia, la Crimea, el Cáucaso y la mitad de Polonia. Alejandro I se apodera en nuestros mismos días de Finlandia, del Oriente de Botnia, de Besarabia y de Georgia, y llega a ser dueño de las dos terceras partes de la desgraciada nación de Poniatowski. Nicolás I arranca al shah de Persia lo más de Armenia, y al sultán de Turquía, el bajalato de Akhaltiriski y las bocas del Danubio.

Por una serie de conquistas se ha ido formando ese formidable Imperio. ¿Lo habremos de dejar en sus actuales límites? Por el criterio de la unidad de razas y el de las fronteras naturales, ya hemos visto que deberíamos permitirle que los ensanchara. Si hay en él multitud de pueblos de distinto origen, predominan los de la raza eslava, que siguen más allá de Rusia. No podríamos ya consentirle igual extensión por el criterio de la unidad de lenguas. Son, por lo menos, treinta las que se hablan dentro de Rusia. Mas ¿habría, por este criterio, división racional posible? Tratemos de aplicar el de la Historia, y no sabremos en qué época fijarnos. Si tomamos por norma los tiempos del imperio romano, apenas hallaremos nada que cercenar a la Rusia de Europa; si el período de la dominación de los godos, sólo podremos formar nación aparte con las tierras que cerca el Don, el Volga, el Dniéper y el Niemen; si el reinado de los primeros Rurics, tendremos que encerrar a Rusia entre el Dniéper y los lagos Onega y Ladoga; si los siglos medios posteriores, dividir esa misma Rusia en pequeños Estados, que unirían, cuando más, reyes de nombre; si la época de la ocupación por los tártaros o mongoles, crear un Estado alodial al Sur y otro feudal al Norte, constituyendo a Moscovia en principado independiente; si los primeros años de la reconquista, dejar reducida a Moscovia toda Rusia; si los tiempos sucesivos, ¿en qué Rusia nos detendremos? ¿En la de Miguel III, en la de Pedro el Grande, en la de Catalina II o en la de Alejandro? Es muy para tenido en cuenta que Rusia, antes de ser vencida por los mongoles, no formaba cuerpo de nación ni tenía de mucho, aun contando como uno de los pueblos en que se había dividido, los limites que después ha tenido y tiene; que no sucedía con ella como con España, que nación habia sido, y de la misma o mayor extensión que ahora, al ser invadida por los árabes.