Las mil y una noches:776

Las mil y una noches - Tomo V
de Anónimo
Capítulo 776: pero cuando llego la 810ª noche

PERO CUANDO LLEGO LA 810ª NOCHE editar

Ella dijo:

... Y tras de abrazarse con mucha ternura y felicitarse mutuamente por su dichoso arribo, los tres príncipes se sentaron a comer juntos. Y después de la comida tomó la palabra el príncipe Alí, que era el mayor, y dijo: "¡Oh hermanos míos! tenemos por delante toda la vida para contarnos las particularidades de nuestro viaje. ¡Ahora sólo se trata de mostrarnos unos a otros la rareza traída, motivo y fruto de nuestra empresa, a fin de que podamos hacernos justicia de antemano y ver aproximadamente a quien dará la preferencia nuestro padre el sultán con respecto a nuestra prima, la princesa Nurennahar!"

Y se calló por un momento, y añadió: "Por mi parte, como soy vuestro hermano mayor, voy a revelaros mi hallazgo. Sabed, pues, que mi viaje fué a la India marítima, al reino de Bischangar. Y todo lo que he traído es esta alfombra de plegaria sobre la cual me veis sentado, y que es de lana corriente y de una apariencia sin suntuosidad. ¡Pero, merced a esta alfombra, espero conquistar a nuestra prima!" Y contó a sus hermanos toda la historia de la alfombra volante, y sus virtudes, y cómo se había servido de ella para, en un abrir y cerrar de ojos, regresar desde el reino de Bischangar. Y para dar más valor a sus palabras, rogó a sus hermanos que se sentaran con él en la alfombra, y les hizo efectuar por el aire un viaje, que duró lo que un parpadeo, y que en otros vehículos hubiera necesitado meses para llevarlo a cabo. Luego añadió: "¡Ahora supongo que me diréis si lo que habéis traído puede compararse con mi alfombra!" Y cuando hubo acabado de ensalzar de tal suerte el objeto que poseía, se calló.

Y a su vez tomó la palabra el príncipe Hassán, y dijo: "En verdad ¡oh hermano mío! que esta alfombra volante es cosa prodigiosa, y en mi vida la he visto parecida. Pero por muy admirable que sea, ambos convendréis conmigo en que puede haber en el mundo otras cosas dignas de atención; y para daros prueba de ello, aquí tenéis este canuto de marfil, que a primera vista no parece una rareza tan extraordinaria. No obstante, podéis creer que me ha costado lo que me ha costado y que, a pesar de su apariencia modesta, es un objeto de lo más maravilloso. Y no dudaréis en creerme cuando hayáis aplicado un ojo al extremo de este canuto, donde tiene este cristal. ¡Mirad de la manera que voy a enseñaros!"

Y acercó el canuto de marfil a su ojo derecho, cerrando su ojo izquierdo, y diciendo: "¡Oh canuto de marfil, hazme ver en seguida a la princesa Nurennahar!" Y miró a través del cristal. ¡Y sus dos hermanos, que tenían los ojos fijos en él, llegaron al límite del asombro al ver que de repente se le demudaba el semblante y se ponía muy amarillo, como bajo la pesadumbre de una gran aflicción! Y antes de que tuviesen tiempo de interrogarle, exclamó: "¡No hay fuerza ni recurso más que en Alah! ¡Oh hermanos míos! ¡en vano fué que los tres emprendiéramos un viaje tan penoso en espera de la dicha! ¡Ay! dentro de algunos instantes nuestra prima estará sin vida ya, porque acabo de verla en su lecho rodeada por sus mujeres llorosas y por los eunucos desesperados. ¡Vosotros mismos juzgaréis, por cierto, del estado lamentable a que se ve reducida para calamidad nuestra!" Y así diciendo, entregó el canuto de marfil al príncipe Alí, indicándole que formulara mentalmente el anhelo de ver a la princesa. Y el príncipe miró a través del cristal y retrocedió tan afligido como su hermano. Y el príncipe Hossein le quitó de las manos el canuto, y vió el mismo espectáculo entristecedor. Pero, lejos de mostrarse tan afligido como sus hermanos, se echó a reír, y dijo: "¡Oh hermanos míos! ¡refrescad vuestros ojos y calmad vuestra alma, pues, aunque a juzgar por lo que hemos visto, es bastante grave la enfermedad de nuestra prima, no podrá resistir a las propiedades de esta manzana que aquí veis, y cuyo solo aroma resucita a los muertos en el fondo de sus sepulcros!" Y en pocas palabras les contó la historia de la manzana y sus virtudes y los efectos de sus virtudes, y les aseguró que sin duda curaría a su prima.

Al oír estas palabras, exclamó el príncipe Alí: "En ese caso, ¡oh hermano mío! no tenemos más que transportarnos con toda diligencia a nuestro palacio, utilizando para ello mi alfombra. Y experimentarás en nuestra bienamada prima la virtud salvadora de esa manzana".

Y los tres príncipes dieron orden a sus esclavos de que montaran a caballo para reunirse con ellos más tarde, y les despidieron. Luego, sentándose en la alfombra, formularon a su vez el mismo deseo de ser transportados al aposento de la princesa Nurennahar. Y en un abrir y cerrar de ojos encontráronse en medio de la habitación de la princesa sentados en la alfombra.

Así es que, cuando las mujeres y los eunucos de Nurennahar vieron de pronto en la estancia a los tres príncipes, sin comprender cómo habían llegado, se sintieron poseídos de terror y asombro. Y los eunucos les desconocieron en un principio, tomándoles por extranjeros, y ya estaban a punto de arrojarse sobre ellos, cuando volvieron de su error. Y los tres hermanos se levantaron de la alfombra en seguida; y el príncipe Hossein se acercó con presteza al lecho en que yacía Nurennahar en la agonía, y le acercó a las narices la manzana maravillosa. Y la princesa abrió los ojos, movió de un lado a otro la cabeza, mirando con ojos asombrados a las personas que la rodeaban, y se incorporó. Y sonrió a sus primos y les dió a besar su mano, deseándoles la bienvenida, y se informó de su viaje. Y le hicieron presente cuán dichosos eran de haber llegado a tiempo para contribuir a su curación, con ayuda de Alah. Y las mujeres la enteraron de cómo habían llegado los tres hermanos, y de cómo la había vuelto a la vida el príncipe Hossein, haciéndole aspirar el olor de la manzana. Y Nurennahar les dió las gracias a todos, y al príncipe Hossein en particular. Luego, como mandara ella que la vistiesen, sus primos se despidieron, haciendo votos por la larga duración de su vida, y se retiraron. Y dejando a su prima al cuidado de las mujeres, los tres hermanos fueron a echarse a los pies de su padre el sultán, y le presentaron sus respetos. Y el sultán, que ya estaba prevenido por los eunucos de la llegada y de la curación de la princesa, les levantó y les abrazó y se alegró de verles llegar con buena salud. Y tras de dar rienda suelta de aquel modo a su mutuo afecto, los tres príncipes presentaron al sultán la rareza que había traído cada uno de ellos. Y después que le hubieron explicado lo que tenían que explicarle acerca del particular, le suplicaron que diera su opinión y manifestara su preferencia.

Cuando el sultán hubo oído todo lo que sus hijos quisieron decirle para encomiar lo que habían traído, y cuando hubo escuchado sin interrumpirles lo que le contaban con respecto a la curación de su prima, se quedó silencioso por algún tiempo reflexionando profundamente. Tras de lo cual levantó la cabeza, y les dijo: "¡Oh hijos míos! el asunto es muy delicado, y resulta todavía más difícil de resolver que antes de vuestra marcha. Porque por un lado encuentro que las rarezas que me traéis se equiparan con toda justicia, y por otro lado veo que, cada una por su parte, todas han contribuido por igual a la curación de vuestra prima. En efecto, el canuto de marfil fué el primero en descubrir lo que ocurría a la princesa; y la alfombra os transportó a presencia suya con toda diligencia; y la ha curado la manzana. Pero no se habría producido, con asentimiento de Alah, tan maravilloso resultado si hubiese faltado alguna de esas rarezas. Así es que al presente veis a vuestro padre más perplejo aún que antes para hacer su elección. ¡Y vosotros mismos, que estáis dotados del sentido de la justicia, debéis hallaros tan perplejos y fluctuantes como yo me hallo!"

Y habiendo hablado de tal suerte con sabiduría e imparcialidad, el sultán se puso a reflexionar acerca de la situación. Y al cabo de una hora de tiempo exclamó: "¡Oh hijos míos! me queda un solo medio para salir del atolladero. Y voy a indicároslo. Consiste ¡oh hijos míos! en lo siguiente: Como hasta la noche os queda tiempo todavía, coged cada cual un arco y una flecha, y saliendo de la ciudad, id al meidán donde se celebran las justas de caballeros y yo iré con vosotros. ¡Y declaro que daré por esposa la princesa Nurennahar a aquel de vosotros que tire la flecha más lejos!" Y los tres príncipes contestaron con el oído y la obediencia. Y fueron juntos al meidán, seguidos de numerosos oficiales de palacio.

Y como el príncipe Alí era el mayor, cogió su arco y una flecha y tiró el primero; y el príncipe Hassán tiró el segundo, y su flecha fué a caer más lejos que la de su hermano mayor. Y el tercero en tirar fué el príncipe Hossein; pero ninguno de los oficiales apostados de trecho en trecho en un largo recorrido vió caer su flecha, que hendió los aires en línea recta y se perdió en la lejanía. Y corrieron y la buscaron; pero a pesar de todas las pesquisas y de la atención que en ello se puso, no fué posible encontrar la flecha.

Entonces, ante todos sus oficiales reunidos, el sultán dijo a los tres príncipes: "¡Oh hijos míos! ¡ya veis que la suerte está echada! Aunque parezca que tú, ¡oh Hossein ! eres quien llegó más lejos, no eres el vencedor, porque es necesario que se encuentre la flecha para que la victoria se pronuncie evidente y cierta. Y me veo en la obligación de declarar vencedor a mi segundo hijo Hassán, cuya flecha ha caído más lejos que la de su hermano mayor. Así, pues, ¡oh hijo mío Hassán! eres tú, incontestablemente, quien llegará a ser esposo de la hija de su tío, la princesa Nurennahar. ¡Porque ése es tu destino!"

Y habiendo decidido de tal suerte, el sultán dió al punto las órdenes oportunas para los preparativos y las ceremonias de las bodas de su hijo Hassán con la princesa Nurennahar. Y pocos días después se celebraron las nupcias con gran magnificencia. ¡Y he aquí lo referente al príncipe Hassán y a su esposa Nurennahar!

En cuanto al príncipe Alí, no quiso asistir a las ceremonias del matrimonio, y como era muy viva su pasión por su prima y no tenía objeto en lo sucesivo, no pudo resolverse a vivir en palacio, y en sesión pública renunció de buen grado a la sucesión al trono de su padre. Y vistió el hábito de derviche y fué a ponerse bajo la dirección espiritual de un jeique reputado por su santidad, su ciencia y su vida ejemplar en el fondo de la más retirada de las soledades. ¡Y esto es lo referente a él!

¡Pero por lo que atañe al príncipe Hossein, cuya flecha habíase perdido en la lejanía, he aquí lo que le aconteció...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.