Las mil y una noches:753

Las mil y una noches - Tomo V​ de Anónimo
Capítulo 753: y cuando llego la 788ª noche

Y CUANDO LLEGO LA 788ª NOCHE editar

Ella dijo:

"... Un mozalbete que le hacía cosquillas en la planta de los pies. E incluso el mozalbete aquél, que favorecía el dormir del rey con semejante maniobra, parecía abrumado de sueño, y para no dejarse vencer por el sopor mascaba un trozo de almácigo. Al ver aquello, Akil, lleno de pavor, estuvo a punto de caerse de espaldas, y Haram le dijo al oído: "¿Por qué te asustas así compañero? ¡Tú has hablado con el kadí, y yo, a mi vez, quiero hablar con el rey!" Y dejándole escondido detrás de la cortina, se acercó al mozalbete con una agilidad maravillosa, le amordazó, le ató, y le colgó del techo como a un fardo. Luego se sentó en el sitio del otro, y se puso a hacer cosquillas al rey en la planta de los pies con la ciencia de un masajista del hammam. Y al cabo de un momento, maniobró de manera que se despertase el sultán, quien empezó a bostezar. Y Haram, imitando la voz de un mozalbete, dijo al sultán: "¡Oh rey del tiempo! ya que tu Alteza no duerme, ¿quiere que le cuente algo?" Y cuando contestó el sultán: "¡Está bien!" Haram dijo: "En una ciudad entre las ciudades había ¡oh rey del tiempo! un ladrón llamado Haram y un ratero llamado Akil, que rivalizaban en audacia y destreza. ¡Y he aquí lo que cada uno de ellos hizo un día!" Y contó al sultán la jugarreta de Akil con todos sus detalles, y llevó su audacia hasta enterarle de cuanto pasaba en su propio palacio, cambiando solamente el nombre del sultán y el lugar de la escena. Y cuando hubo terminado su relato, dijo: "Y ahora, ¡oh rey del tiempo! ¿me dirás a cuál de ambos compañeros encuentra más hábil tu señoría?"

Y contestó el sultán: "¡Indudablemente, al ladrón que se introdujo en el palacio del rey!"

Cuando hubo oído esta respuesta, Haram pretextó una urgente necesidad de orinar, y salió como si fuera a los retretes. Y fué a reunirse con su compañero, que, durante todo el tiempo que duró la conversación, estuvo sintiendo que el alma se le escapaba de terror por la nariz. Y de nuevo emprendieron el camino que ya habían recorrido y salieron del palacio tan felizmente como habían entrado.

Al día siguiente, el sultán, que estaba muy asombrado de no haber vuelto a ver a su favorito, a quien creía en los retretes, llegó al límite de la sorpresa al hallarle colgado del techo, exactamente igual que en la historia que oyó contar. Y en seguida adquirió la certeza de que él mismo acababa de ser víctima de tan audaz ladrón. Pero, lejos de irritarse contra quien así le había burlado, quiso conocerle; y a tal fin hizo proclamar, por los pregoneros públicos, que perdonaba al que se introdujo de noche en su palacio y le prometía una gran recompensa si se presentaba ante él. Y fiado en esta promesa, fué Haram al palacio y se presentó entre las manos del sultán, que hubo de alabarle mucho por su valor, y para recompensar tanta maestría, le nombró en el momento jefe de policía del reino. Y la joven, por su parte, al enterarse de la cosa, no dejó de escoger a Haram por único esposo, y vivió con él entre delicias y alegrías. ¡Pero Alah es más sabio!

Y Schehrazada no quiso dejar al rey aquella noche bajo la impresión de esta historia, e inmediatamente comenzó a contarle la prodigiosa historia que sigue.

Dijo: