Las mil y una noches:737

Las mil y una noches - Tomo V​ de Anónimo
Capítulo 737: pero cuando llego la 772ª noche

PERO CUANDO LLEGO LA 772ª NOCHE editar

Ella dijo:

"¡... Vengo, pues, a suplicarte que me permitas mandar venir al palacio a una santa vieja llamada Fatmah, que ha llegado a nuestra ciudad hace unos días, y a quien todo el mundo venera por las curaciones y alivios que proporciona y por la fecundidad que otorga a las mujeres sólo con la imposición de sus manos!"

Aladino, que no quería contrariar a su esposa Badrú'l-Budur, no puso ninguna dificultad para acceder a su deseo, y dió orden a cuatro eunucos de que fueran en busca de la vieja santa y la llevaran al palacio. Y los eunucos ejecutaron la orden y no tardaron en regresar con la santa vieja, que iba con el rostro cubierto por un velo muy espeso y con el cuello rodeado por un inmenso rosario de tres vueltas que le bajaba hasta la cintura. Y llevaba en la mano un gran báculo, sobre el cual apoyaba su marcha vacilante por la edad y las prácticas piadosas. Y en cuanto la vió la princesa salió vivamente a su encuentro, y le besó la mano con fervor, y le pidió su bendición. Y la santa vieja, con acento muy digno, invocó para ella las bendiciones de Alah y sus gracias, y pronunció en su favor una larga plegaria, con el fin de pedir a Alah que prolongase y aumentase en ella la prosperidad y la dicha y satisficiese sus menores deseos. Y Badrú'l-Budur la rogó que se sentara en el sitio de honor en el diván, y le dijo: "¡Oh santa de Alah! ¡te agradezco tus buenas intenciones y tus plegarias! ¡Y como sé que Alah no ha de negarte nada de lo que le pidas, espero de su bondad, por intercesión tuya, lo que es el más ferviente anhelo de mi alma!"

La santa contestó: "¡Yo soy la más humilde de las criaturas de Alah; pero El es el Omnipotente, el Excelente! ¡No tengas miedo, pues, ¡oh mi señora Badrú'l-Budur! a formular lo que anhele tu alma!" Y Badrú'l-Budur se puso muy colorada, y bajó la voz, y con acento muy ardiente dijo: "¡Oh santa de Alah! ¡deseo de la generosidad de Alah tener un hijo! ¡Dime qué tengo que hacer para eso y qué beneficios y qué buenas acciones habré de llevar a cabo para merecer semejante favor! ¡Habla! ¡Estoy dispuesta a todo para obtener ese bien, que lo estimo en más que mi propia vida! ¡Y para demostrarte mi gratitud, yo te daré, en cambio, cuanto puedas anhelar y desear, no para ti, que ya sé ¡oh madre de todos nosotros! que te hallas al abrigo de las necesidades de las criaturas débiles, sino para alivio de los infortunados y de los pobres de Alah!"

Al oír estas palabras de la princesa Badrú'l-Budur, los ojos de la santa, que hasta entonces habían permanecido bajos, se abrieron y se iluminaron tras el velo con un brillo extraordinario, e irradió su rostro cual si tuviese fuego dentro, y todas sus facciones expresaron el sentimiento de un éxtasis de júbilo. Y miró a la princesa durante un momento sin pronunciar ni una palabra; luego tendió los brazos hacia ella, y le hizo en la cabeza la imposición de las manos, moviendo los labios como si rezase una plegaria entre dientes, y acabó por decirle: "¡Oh hija mía! ¡oh mi señora Badrú'l-Budur! ¡los santos de Alah acaban de dictarme el medio infalible de que debes valerte para ver habitar en tus entrañas la fecundidad! ¡Pero ¡oh hija mía! entiendo que ese medio es muy difícil, si no imposible, de emplear, porque se necesita un poder sobrehumano para realizar los actos de fuerza y valor que reclama!" Y al oír estas palabras la princesa Badrú'l-Budur no pudo reprimir más su emoción, y se arrojó a los pies de la santa, rodeándola las rodillas con sus brazos, y le dijo: "¡Por favor, ¡oh madre nuestra! ¡indícame ese medio, sea cual sea, pues nada resulta imposible de realizar para mi esposo bienamado, el emir Aladino! ¡Ah! ¡habla, o a tus pies moriré de deseo reconcentrado!"

Entonces la santa levantó un dedo en el aire, y dijo: "Hija mía, para que la fecundidad penetre en ti es necesario que cuelgues en la bóveda de cristal de esta sala un huevo del pájaro rokh, que habita en la cima más alta del monte Cáucaso. ¡Y la contemplación de ese huevo, que mirarás todo el tiempo que puedas durante días y días, modificará tu naturaleza íntima y removerá el fondo inerte de tu maternidad! ¡Y eso es lo que tenía que decirte, hija mía!" Y Badrú'l-Budur exclamó: "¡Por mi vida, ¡oh madre nuestra! que no sé cuál es el pájaro rokh, ni jamás vi huevos suyos; pero no dudo de que Aladino podrá al instante procurarme uno de esos huevos fecundantes, aunque el nido de esa ave esté en la cima más alta del monte Cáucaso!"

Luego quiso retener a la santa, que se levantaba ya para marcharse, pero ésta le dijo: "No, hija mía; déjame ahora marcharme a aliviar otros infortunios y dolores más grandes todavía que los tuyos. ¡Pero mañana ¡inschalah! yo misma vendré a visitarte y a saber noticias tuyas, que son preciosas para mí" Y no obstante todos los esfuerzos y ruegos de Badrú'l-Budur, que, llena de gratitud, quería hacerle don de varios collares y otras joyas de valor inestimable, no quiso detenerse un momento más en el palacio, y se fué como había ido, rehusando todos los regalos.

Algunos momentos después de partir la santa, Aladino fué al lado de su esposa y la besó tiernamente, como lo hacía siempre que se ausentaba, aunque fuese por un instante; pero le pareció que tenía ella un aspecto muy distraído y preocupado; y le preguntó la causa con mucha ansiedad...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.