Las mil y una noches:731
PERO CUANDO LLEGO LA 766ª NOCHE
editarElla dijo:
"... Y el eunuco escogió una lámpara muy bruñida y completamente nueva, y se apresuró a llevársela a su ama Badrú'l-Budur, echándose a reír y burlándose de la locura del maghrebín.
¡Y he aquí lo referente al agha de los eunucos y al cambio de la lámpara mágica en ausencia de Aladino!
En cuanto al mago, echó a correr enseguida, tirando el cesto con su contenido a la cabeza de los pilluelos, que continuaban mofándose de él, para impedirles que le siguieran. Y de tal modo desembarazado, franqueó recintos de palacios y jardines y se aventuró por las calles de la ciudad, dando mil rodeos, a fin de que perdieran su pista quienes hubiesen querido perseguirle. Y cuando llegó a un barrio completamente desierto, se sacó del pecho la lámpara y la frotó. Y el efrit de la lámpara respondió a esta llamada, apareciéndose ante él al punto, y diciendo: "¡Aquí tienes entre tus manos a tu esclavo! ¿Qué quieres? Habla. ¡Soy el servidor de la lámpara en el aire por donde vuelo y en la tierra por donde me arrastro!" Porque el efrit obedecía indistintamente a quienquiera que fuese el poseedor de aquella lámpara, aunque como el mago, fuera por el camino de la maldad y de la perdición.
Entonces el maghrebín le dijo: "¡Oh efrit de la lámpara! te ordeno que cojas el palacio que edificaste para Aladino y lo transportes con todos los seres y las cosas que contiene a mi país que ya sabes cuál es, y que está en el fondo del Maghreb, entre jardines. ¡Y también me transportarás a mí allá con el palacio!" Y contestó el mared esclavo de la lámpara: "¡Escucho y obedezco! ¡Cierra un ojo y abre un ojo, y te encontrarás en tu país, en medio del palacio de Aladino!" Y efectivamente, en un abrir y cerrar de ojos se hizo todo. Y el maghrebin se encontró transportado, con el palacio de Aladino, en medio de su país, en el Maghreb africano.
¡Y esto es lo referente a él!
Pero en cuanto al sultán, padre de Badrú'l-Budur, al despertarse el siguiente día salió de su palacio, como tenía por costumbre, para ir a visitar a su hija, a la que quería tanto. Y en el sitio en que se alzaba el maravilloso palacio no vió más que un amplio meidán agujereado por las zanjas vacías de los cimientos. Y en el límite de la perplejidad, ya no supo si habría perdido la razón; y empezó a restregarse los ojos para darse cuenta mejor de lo que veía. ¡Y comprobó que con la claridad del sol saliente y la limpidez de la mañana no había manera de engañarse, y que el palacio ya no estaba allí! Pero quiso convencerse más aún de aquella realidad enloquecedora, y subió al piso más alto, y abrió la ventana que daba enfrente de los aposentos de su hija. Y no vió palacio ni huella de palacio, ni jardines ni huella de jardines, sino sólo un inmenso meidán, donde, de no estar las zanjas, habrían podido los caballeros justar a su antojo.
Entonces, desgarrado de ansiedad, el desdichado padre empezó a golpearse las manos una contra la otra y a mesarse la barba llorando; por más que no pudiese darse cuenta exacta de la naturaleza y de la magnitud de su desgracia. Y mientras de tal suerte desplomábase sobre el diván, su gran visir entró para anunciarle, como de costumbre, la apertura de la sesión de justicia. Y vió el estado en que se hallaba, y no supo qué pensar. Y el sultán le dijo: "¡Acércate aquí!" Y el visir se acercó, y el sultán le dijo: "¿Dónde está el palacio de mi hija?" El otro dijo: "¡Alah guarde al sultán! ¡pero no comprendo lo que quieres decir!" El sultán dijo: "¡Cualquiera creería, ¡oh visir! que no estás al corriente de la triste nueva!"
El visir dijo: "Claro que no lo estoy, ¡oh mi señor! ¡por Alah, que no se nada, absolutamente nada!" El sultán dijo: "¡Entonces no has mirado hacia el palacio de Aladino!" El visir dijo: "¡Ayer tarde estuve a pasearme por los jardines que lo rodean, y no he notado ninguna cosa de particular, sino que la puerta principal estaba cerrada a causa de la ausencia del emir Aladino!"
El sultán dijo: "¡En ese caso, ¡oh visir! mira por esta ventana y dime si no notas ninguna cosa particular en ese palacio que ayer viste con la puerta cerrada!" Y el visir sacó la cabeza por la ventana y miró, pero fué para levantar los brazos al cielo, exclamando: "¡Alejado sea el Maligno! ¡el palacio ha desaparecido!" Luego se encaró con el sultán, y le dijo: "Y ahora, ¡oh mi señor! ¿vacilas en creer que ese palacio, cuya arquitectura y ornamentación admirabas tanto, sea otra cosa que la obra de la más admirable hechicería?" Y el sultán bajó la cabeza y reflexionó durante una hora de tiempo. Tras de lo cual levantó la cabeza, y tenía el rostro revestido de furor. Y exclamó: "¿Dónde está ese malvado, ese aventurero, ese mago, ese impostor, ese hijo de mil perros, que se llama Aladino?"
Y el visir contestó, con el corazón dilatado de triunfo: "¡Está ausente de caza; pero me ha anunciado su regreso para hoy antes de la plegaria de mediodía! ¡Y si quieres, me encargo de ir yo mismo a informarme cerca de él sobre lo que ha sido del palacio con su contenido!" Y el rey se puso a gritar: "No, ¡por Alah! ¡Hay que tratarle como a los ladrones y a los embusteros! ¡Que me le traigan los guardias cargado de cadenas...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.