Las mil y una noches:71

Las mil y una noches
de Anónimo
Capítulo 71: Pero cuando llegó la 41ª noche



PERO CUANDO LLEGO LA 41ª NOCHE


Ella dijo:

He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el califa acudió todos los días a la tumba de su favorita durante un mes. Y el último día duraron las oraciones y la lectura del Corán desde la aurora hasta la aurora siguiente. Y entonces cada cual pudo regresar a su casa. Y el califa, rendido por la fatiga y el dolor, regresó a palacio, y no quiso ver a nadie, ni siquiera a su visir Giafar, ni a su esposa Zobeida. Y de pronto cayó en un sueño profundo, velándole dos esclavas.

Una de ellas estaba junto a la cabeza del califa y la otra a sus pies.

Pasada una hora, cuando el sueño del califa ya no fué tan profundo, oyó a la esclava que estaba junto a su cabeza decir a la que estaba a sus pies: "¡Qué desdicha, amiga Subhia!" Subhia contestó: "¿Pero qué ocurre, ¡oh hermana Nozha!?" Y Nozha dijo: "Nuestro amo debe ignorar todo lo ocurrido, cuando pasa las noches junto a una tumba donde sólo hay un pedazo de madera, un maniquí fabricado por un artífice". Y Subhia dijo: "Pues entonces, ¿qué ha sido de Kuat Al-Kulub? ¿Qué desgracia cayó sobre ella?" Nozha respondió: "Sabe, ¡oh Subhia! que me lo ha contado todo la esclava preferida de nuestra ama Zobeida. Por su encargo le dió banj a Kuat Al-Kulub, que se durmió inmediatamente, y entonces nuestra ama Zobeida la metió en un cajón, y lo entregó a los eunucos Sauab, Kafur y Bakhita para que lo enterrasen en un hoyo".

Y Subhia; llenos de lágrimas los ojos, exclamó: "¡Oh, Nozha! ¿Y nuestra dulce ama Kuat Al-Kulub habrá muerto de manera tan horrible?" Nozha contestó: "¡Alah preserve de la muerte a su juventud! Pero no ha muerto, pues Zobeida ha dicho a su esclava: "He averiguado que Kuat Al-Kulub ha podido escaparse, y que está en casa de un joven mercader de Damasco, llamado Ghanem ben-Ayub, hace ya cuatro meses.

Comprenderás ¡oh Subhia! cuán desgraciado es nuestro señor al ignorar que vive su favorita, mientras sigue velando todas las noches junto a una tumba en que no hay ningún cadáver". Y las dos esclavas continuaron hablando durante algún tiempo, y el califa oía sus palabras.

Y cuando acabaron de hablar ya no le quedaba nada que saber al califa. Y se incorporó súbitamente dando tal grito, que las esclavas huyeron aterradas. Y sentía una ira espantosa al pensar que su favorita llevaba cuatro meses en casa del joven llamado Ghanem ben-Ayub. Y se levantó, y mandó llamar a los emires y notables, así como a su visir Giafar Al-Barmaki, que llegó apresuradamente y besó la tierra entre sus manos.

Y el califa le dijo: "¡Oh Giafar! averigua dónde vive un joven mercader llamado Ghanem ben-Ayub. Asalta su casa con mis guardias y me traes a mi favorita Kuat Al-Kulub, y también a ese insolente mancebo, para castigarle". Y Giafar contestó: "Escucho y obedezco". Y salió con una compañía de guardias, acompañándole el walí con sus dependientes, y todos juntos no dejaron de hacer pesquisas, hasta descubrir la casa de Ghanem ben-Ayub.

En aquel momento, Ghanem acababa de regresar del zoco, y estaba sentado junto a Kuat Al-Kulub, teniendo delante un hermoso carnero asado y relleno de manjares. Y lo estaban comiendo con mucho apetito. Pero al oír el ruido que armaban los de fuera, Kuat AlKulub miró por la ventana, y comprendió la desdicha que se cernía sobre ellos, pues la casa estaba cercada por los guardias, el portaalfanje, los mamalik y los jefes de la tropa, y vió a su cabeza al visir Giafar y al walí de la ciudad.

Y todos daban vueltas alrededor de la casa como lo negro de los ojos da vuelta alrededor de los párpados. Y adivinó que el califa lo había averiguado todo, y que estaría celosísimo de Ghanem, que desde hacía cuatro meses la tenía en su casa. Y al pensar estas cosas, se contrajeron sus hermosas facciones, palideció de terror, y dijo a Ghanem: "¡Oh querido mío! Ante todo piensa en tu salvación. Levántate y escapa". Y Ghanem contestó: "¡Alma mía! ¿Cómo voy a salir si está la casa cercada de enemigos?" Pero ella le vistió con un ropón viejo y roto que le llegaba a las rodillas, cogió una marmita de las de llevar carne, y se la puso en la cabeza. Colocó en la marmita pedazos de pan y unos tazones con las sobras de la comida y dijo:

"Sal sin ningún temor, pues creerán que eres el criado del fondista, y nadie te hará daño. Y en cuanto a mí, ya me las sabré arreglar, pues conozco el poder que ejerzo sobre el califa". Entonces Ghanem se apresuró a salir, y atravesó las filas de guardias y mamalik, con la marmita en la cabeza. Y no le ocurrió nada majo; porque le protegía el Unico Protector que sabe guardar a los hombres bien intencionados, librándoles de los peligros y de la mala suerte.

Entonces el visir Giafar echó pie a tierra, entró en la casa y llegó hasta la sala, llena de fardos y de sederías. Mientras tanto, Kuat Al-Kulub había tenido tiempo para hermosearse y vestirse la ropa más rica con todas sus alhajas. Y se había reunido en un cajón los efectos más preciosos, las joyas y pedrerías y todas las cosas de valor. Y apenas penetró Giafar en la habitación, se puso de pie, se inclinó, besó la tierra entre sus manos, y dijo: "¡Oh mi señor! he aquí que la pluma ha escrito lo que había de escribirse por orden de Alah.

En tus manos me entrego". Y Giafar contestó: "¡Oh mi señora! El califa me ha dado orden de prender únicamente a Ghanem ben-Ayub. Dime dónde está".

Y ella dijo: "Ghanem ben-Ayub, después de empaquetar sus mejores mercancías, marchó hace algunos días a Damasco, su ciudad natal, para ver a su madre y a su hermana Fetnah. Y no sé más, ni puedo decirte otra cosa. Y este cajón que aquí ves es el mío, y he colocado lo mejor que poseo. Y espero que me lo guardes bien y lo mandes transportar al palacio del Emir de los Creyentes".

Giafar contestó: "Escucho y obedezco". Y cogió el cajón, y mandó a sus hombres que lo llevasen, y después de haber colmado de honores a Kuat Al-Kulub, le rogó que le acompañase al palacio del Emir de los Creyentes, y todos se alejaron, no sin haber saqueado antes la casa de Ghanem, según había ordenado el califa.

Cuando Giafar se presentó entre las manos de Harún Al-Raschid, le contó todo lo ocurrido, enterándole de que Ghanem se había marchado a Damasco y que la favorita se hallaba en palacio. Pero el califa estaba convencido de que Ghanem había hecho con Kuat Al-Kulub todo cuanto se puede hacer con una mujer hermosa que pertenece a otro, y ni siquiera quiso ver a Kuat Al-Kulub, y mandó a Massrur que la encerrase en un cuarto oscuro, vigilada por una vieja encargada de estas funciones.

Y envió jinetes para que buscasen por todo el mundo a Ghanem. También se lo encomendó al sultán de Damasco, su vicario Mohammad ben-Soleimán El-Zeiní, para lo cual cogió el cálamo, el tintero y un pliego de papel, y escribió la carta siguiente:


"A SU SEÑORÍA EL SULTÁN MOHAMMAD BEN-SOLEIMAN EL-ZEINI, VICARIO DE DAMASCO, DE PARTE DEL EMIR DE LOS CREYENTES HARUN AL-RASCHID, QUINTO CALIFA DE LA GLORIOSA DESCENDENCIA DE LOS BENI-ABBAS.

"EN NOMBRE DE ALAH, EL CLEMENTE SIN LÍMITES Y MISERICORDIOSO.

"Después de pedir noticias de tu salud, que nos es querida, y de rogar a Alah que te conserve largos días en la dilatación y el florecimiento,

"Sabe, ¡oh nuestro vicario! que un joven mercader de tu ciudad llamado Ghanem ben-Ayub, ha venido a Bagdad, y ha seducido y forzado a una de mis esclavas, y ha hecho con ella lo que ha hecho. Y ha huido de mi venganza y de mis iras, y se ha refugiado en tu ciudad, donde debe estar en estos momentos con su madre y su hermana.

"Te apoderarás de él y le mandarás dar quinientos latigazos. Luego le pasearás por todas las calles montado en un camello. Y delante irá un pregonero, gritando: "¡Este es el castigo del esclavo que roba los bienes de su señor!" Y después me lo enviarás, para darle el tormento que se merece y hacer de él lo que haya de hacerse.

"Y saquearás su casa, destrozándola desde los cimientos, hasta la techumbre, y harás desaparecer el rastro de su existencia.

"Y te apoderarás de la madre y hermana de Ghanem, y durante tres días las expondrás desnudas a la vista de todos los habitantes, y luego de esto las arrojarás de la ciudad.

"Pon gran diligencia y celo en ejecutar estas órdenes. "

¡Uassalam! ".


Un correo fué el portador de esta carta, y viajó con tal celeridad, que llegó a Damasco a los ocho días, en vez de tardar veinte cuando menos.

Y cuando el sultán Mohammad tuvo en sus manos la carta del califa, se la llevó a los labios y a la frente. Y luego de leerla, ejecutó sin ninguna tardanza las órdenes. Y los pregoneros anunciaron por todas partes: "¡Los que quieran saquear la casa de Ghanem ben-Ayub, vayan a saquearla a su gusto!"

Inmediatamente el sultán se dirigió en persona a la casa de Ghanem, acompañado de los guardias. Llamó a la puerta, y Fetnah, hermana de Ghanem, salió a abrir. Y preguntó: "¿Quién llama?" Y el sultán respondió: "Yo soy". Entonces Fetnah abrió la puerta, y como nunca había visto al sultán Mohammad, se tapó la cara con una punta del velo y corrió a avisar a su madre.

Y la madre de Ghanem estaba sentada bajo la cúpula del sepulcro que había mandado construir en recuerdo de su hijo, al cual creía muerto, pues desde hacía un año que no sabía nada de él. Y no hacía más que llorar, y apenas comía ni bebía. Y ordenó a su hija Fetnah que dejase entrar al sultán. Y el sultán entró en la casa, llegó hasta la tumba, y vió a la madre de Ghanem que lloraba. Y lo dijo: "Vengo a buscar a Ghanem, pues lo reclama el califa".

Y ella respondió: "¡Desdichada de mí! Mi hijo Ghanem, fruto de mis entrañas, nos abandonó hace más de un año, y no sabemos lo que ha sido de él".

Pero el sultán Mohammad, a pesar de su generosidad, tuvo que ejecutar lo ordenado por el califa. Y mandó que se apoderaran de las alfombras, jarrones, cristalería y demás objetos preciosos, y después echó abajo toda la casa, y arrastraron los escombros fuera de la ciudad. Y aunque le repugnara mucho hacerlo, mandó desnudar a la madre de Ghanem y a su hermana la hermosa Fetnah, y las expuso tres días en la ciudad, prohibiendo que se las cubriera ni con una camisa sin mangas. Y después las expulsó de Damasco. Así fueron tratadas la madre y la hermana de Ghanem, por el odio del califa.

En cuanto a Ghanem ben-Ayub El-Motim El-Masslub, al salir de Bagdad con el corazón hecho trizas, fué caminando sin comer y sin beber. Y al terminarse el día estaba muerto de cansancio. Así llegó a una aldea, y entró en la mezquita, cayendo extenuado sobre una esterilla, apoyado contra la pared. Y allí permaneció sin sentido, palpitándole desordenadamente el corazón y sin fuerzas para hacer un movimiento ni pedir nada.

Los vecinos del pueblo que fueron a orar a la mezquita por la mañana lo vieron tendido y exámine. Y comprendiendo que tendría hambre y sed, le llevaron un tarro de miel y dos panes, y le obligaron a comer y beber. Después le dieron para que vistiera una camisa sin mangas, muy remendada y llena de piojos. Y le preguntaron: "¿Quién eres, ¡oh forastero! y de dónde vienes?" Y Ghanem abrió los ojos, pero no pudo articular palabra, no haciendo más que llorar. Y los otros estuvieron allí algún tiempo, pero acabaron por irse cada cual a sus quehaceres.

Las privaciones y el dolor hicieron que Ghanem cayera enfermo, y gritó echado sobre la esterilla de la mezquita durante un mes, y se debilitó su cuerpo, y cambió de color, y le devoraban las pulgas. Al verle reducido a tan mísero estado, los fieles de la mezquita se concertaron un día para llevarlo al hospital de Bagdad, qúe era el más próximo. Y fueron a buscar a un camellero, y le hablaron así: "Colocarás a este joven en tu camello, lo llevarás a Bagdad, y lo dejarás a la puerta del hospital. Y seguramente el cambio de aires y los cuidados del hospital acabarán por curarle del todo. Y vendrás después a que te paguemos lo que se te deba por el viaje y por el camello". Y el camellero dijo: "Escucho y obedezco". Y ayudándole los demás, cogió a Ghanem y la esterilla en que estaba echado y lo colocó sobre el camello, sujetándole bien para que no se cayese.

Y cuando iban a marchar, lloraba Ghanem sus desdichas, y entonces se aproximaron dos mujeres miserablemente vestidas que estaban entre la muchedumbre. Y al ver al enfermo, exclamaron: "¡Cuánto se parece a nuestro hijo Ghanem! Pero no es posible que sea este joven reducido a su sombra". Y aquellas dos mujeres, que estaban cubiertas de polvo y acababan de llegar al pueblo, se pusieron a llorar pensando en Ghanem, pues eran su madre y su hermana Fetnah, que habían huido de Damasco y seguían ahora su camino hacia Bagdad.

En cuanto al camellero, no tardó en montar en el burro, y cogiendo al camello del ronzal, se encaminó hacia Bagdad. Y en cuanto llegó, se fué al hospital, bajó a Ghanem del camello, y como era muy temprano y el hospital no estaba abierto todavía, lo dejó en la escalera y se volvió al pueblo.

Y allí permaneció Ghanem hasta que los vecinos salieron de sus casas. Y al verle echado en la esterilla y reducido al estado de sombra, empezaron a hacer mil suposiciones. Y mientras tanto pasó uno de los jeiques entre los principales jeiques del zoco. Apartó la muchedumbre, se acercó al enfermo, y dijo: "¡Por Alah! Si este joven entra en el hospital, lo veo perdido por falta de cuidados. Lo voy a llevar a mi casa, y Alah me premiará en su Jardín de las Delicias".

Mandó, pues, a sus esclavos que cogieran al joven y lo llevasen a su casa, y él los acompañó. Y apenas llegaron, le preparó una buena cama, con magníficos colchones y una almohada muy limpia. Y luego llamó a su esposa y le dijo: "He aquí un huésped que nos envía Alah. Lo vas a asistir con mucho cuidado". Y ella respondió: "Le pondré sobre mi cabeza y mis ojos". Y se arremangó, mandó calentar agua en el caldero grande, le lavó los pies, las manos y todo el cuérpo. Le vistió con ropas de su esposo, le llevó un vaso de sorbete y le roció la cara con agua de rosas.

Entonces Ghanem empezó a respirar mejor y a recuperar las fuerzas poco a poco. Y con las fuerzas le acudió el recuerdo de su pasado y de su amiga Kuat Al-Kulub.

Esto en cuanto a Ghanem ben-Ayub El-Motim El-Masslub.

En cuanto a Kuat Al-Kulub, el califa se encolerizó tanto contra ella...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, e interrumpió discretamente su relato.