Las mil y una noches:679
PERO CUANDO LLEGO LA 713ª NOCHE
editarElla dijo:
"... Y fueron introducidos en el diwán de audiencias, rodeados por los guardias del palacio. Y cuando estuvieron en la presencia augusta del califa, se prosternaron ante él, y besaron la tierra entre sus manos. Y dijo el chambelán que estaba de servicio entonces: "¡Oh Emir de los Creyentes! he aquí a la princesa Mariam, hija del rey de los francos, y a Nur, su raptor, hijo del mercader Corona, de El Cairo. ¡Y siguiendo órdenes del walí de la ciudad, se les ha detenido a ambos en Damasco!"
Entonces el califa posó sus ojos en Mariam, y quedó entusiasmado de la elegancia de su figura y de la belleza de sus facciones; y le preguntó: "¿Eres tú la que se llama Mariam y es hija del rey de los francos?"
Ella contestó: "Sí, yo misma soy la princesa Mariam, esclava tuya únicamente, ¡oh Emir de los Creyentes, protector de la Fe, descendiente del príncipe de los enviados de Alah!" Y el califa, muy asombrado de aquella respuesta, se encaró luego con Nur, y también quedó encantado de los hechizos de su juventud y de su hermosura; y le dijo: "¿Y tú eres el joven Nur, hijo de Corona, el mercader de El Cairo?" El aludido contestó: "Sí, soy yo, tu esclavo, ¡oh Emir de los Creyentes, sostén del imperio, defensor de la Fe!"
Y le dijo el califa: "¿Cómo te has atrevido a raptar a esta princesa franca, con menosprecio de la ley?" Entonces Nur, aprovechándose del permiso para hablar, contó toda su aventura con los menores detalles al califa, que escuchó su relato con mucho interés. Pero no hay utilidad en repetirlo.
Entonces Al-Raschid se encaró con la princesa Mariam, y le dijo: "Has de saber que tu padre, el rey de los francos, me ha enviado a este embajador que ves aquí, con una carta escrita de su puño y letra. ¡Y me afirma su gratitud y su intención de levantar una mezquita en su capital si consiento en mandarte a sus Estados! ¿Qué tienes que responder a eso?" Y Mariam levantó la cabeza, y con voz segura y deliciosa a la vez, contestó: "¡Oh Emir de los Creyentes! eres el representante de Alah sobre la tierra y el que mantiene la ley de Su Profeta Mahomed (¡con El por siempre la paz y la plegaria!) Yo me he vuelto musulmana, y creo en la unidad de Alah, y la profeso en tu augusta presencia, y digo: ¡No hay más Dios que Alah, y Mahomed es el Enviado de Alah! ¿Podrás, pues, ¡oh Emir de los Creyentes! enviarme al país de los infieles que buscan competidores a Alah, creer en la divinidad de Jesús, hijo del hombre, adorar a los ídolos, reverencian la cruz y rinde un culto supersticioso a toda clase de criaturas muertas en la impiedad y precipitadas en las llamas de la cólera de Alah? Si obrares así, entregándome a esos cristianos, yo en el día del Juicio, en que nada valdrán todas las grandezas y sólo se mirará a los corazones, te acusaré, por tu conducta ante Alah y ante nuestro Profeta, primo tuyo (¡con El la plegaria y la paz!) "
Cuando el califa hubo oído estas palabras de Mariam y su profesión de fe, se entusiasmó con toda el alma al saber que era musulmana semejante heroína, y exclamó con lágrimas en los ojos: "¡Oh Mariam, hija mía! ¡ojalá no permita nunca Alah que yo entregue a los infieles una musulmana que cree en la unidad de Alah y en Su Profeta! ¡Que Alah te guarde y te conserve y esparza sobre ti su misericordia y sus bendiciones, aumentando la convicción de tu fe! ¡Y ahora, en vista, de tu heroísmo y tu bravura, puedes reclamarlo todo de mí; y juro que no te rehusaré nada, aunque sea la mitad de mi imperio! ¡Alegra, pues, tus ojos, dilata tu corazón y desecha toda inquietud! Y para que a tal fin haga yo lo que sea preciso, dime si te gustaría que se convirtiese en tu esposo legal ese joven, hijo de nuestro servidor Corona, el mercader de El Cairo".
Y contestó Mariam: "¿Cómo no voy a desearlo, ¡oh Emir de los Creyentes!? ¿No es él quien me ha comprado? ¿No es él quien ha tomado lo que había que tomar en mí? ¿No es él quien ha expuesto por mí su vida con frecuencia? ¿Y no es él, en fin, quien ha dado paz a mi alma revelándome la pureza de la fe musulmana?"
Al punto el califa hizo llamar al kadí y a los testigos, y extender inmediatamente el contrato de matrimonio. Luego mandó acercarse al visir, embajador de los francos, y le dijo: "Ya ves con tus propios ojos y oyes con tus propios oídos que no puedo acceder a la demanda de tu señor, ya que la princesa Mariam nos pertenece al hacerse musulmana. ¡De no obrar así, cometería yo una acción de la que tendría que dar cuenta a Alah y a su profeta el día del Juicio! Porque está escrito en el Libro de Alah: "¡Nunca será posible a los infieles prevalecer sobre los creyentes!" ¡Vuelve pues, al lado de tu señor, y entérale de lo que viste y oíste...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.