Las mil y una noches:613

Las mil y una noches - Tomo IV
de Anónimo
Capítulo 613: Y cuando llegó la 614ª noche


Y CUANDO LLEGO LA 614ª NOCHE

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Ella dijo:

"¡... Pues bien; voy a tirar al aire una piedra, y el gorro será para aquella de vosotras dos que antes me la traiga". Y dijeron las pequeñas amazonas: "¡Excelente idea!" Entonces Hassán cogió un guijarro de la playa y lo lanzó a lo lejos con todas sus fuerzas. Y en tanto que las muchachas corrían en pos del guijarro, Hassán se puso el gorro en la cabeza, para probárselo, y se lo dejó puesto. Pero, al cabo de unos instantes, volvieron las niñas, y gritaba la que había cogido el guijarro: "¿Donde estás, ¡oh hombre!? ¡He ganado yo!"

Y llegó hasta el sitio en que estaba Hassán, y se puso a mirar por todos lados, sin ver a Hassán. Y su hermana también miraba en torno suyo por todas direcciones, pero no veía a Hassán. Y Hassán se preguntaba: "¡El caso es que estas pequeñas amazonas no son ciegas! ¿Por qué no me ven, entonces?" Y les gritó: "¡Estoy aquí! ¡Venid!" Y las chiquillas miraron en la dirección de donde partía la voz, pero no vieron a Hassán; y tuvieron miedo, y se echaron a llorar. Y Hassán se acercó a ellas y las tocó en el hombro, y les dijo: "¡Heme aquí! ¿Por qué lloráis, niñas?" Y las muchachas levantaron la cabeza, pero no vieron a Hassán. Y se aterraron tanto entonces, que echaron a correr con todas sus fuerzas, lanzando gritos estridentes, como si las persiguiese un genni de mala especie. Y a la sazón se dijo Hassán: "¡No cabe duda! ¡Este gorro está encantado! ¡Y su encanto consiste en hacer invisible a quien lo lleva en la cabeza!" Y se puso a bailar de alegría, diciéndose: "¡Alah me lo envía! ¡Porque, con este gorro en la cabeza, puedo correr a ver a mi esposa sin que a mí me vea nadie!"

Y al punto retornó a la ciudad, y para comprobar mejor las virtudes de aquel gorro, quiso experimentar su efecto ante la amazona vieja. Y la buscó por todas partes, y acabó por encontrarla en su aposento del palacio, sujeta con una cadena a una anilla empotrada en la pared, por orden de la princesa. Entonces, para asegurarse de si era invisible realmente, se acercó a un estante en el que habían colocado vasos de porcelana, y tiró al suelo el vaso más grande, que fué a romperse a los pies de la vieja. Y lanzó entonces ella un grito de espanto, creyéndolo una fechoría de los malos efrits que estaban a las órdenes de Nur Al-Huda. Y le pareció oportuno pronunciar las fórmulas conjuratorias, y dijo: "¡Oh efrit! ¡Por el nombre grabado en el sello de Soleimán, te ordeno que me digas tu nombre!"

Y contestó Hassán: "¡No soy un efrit, sino tu protegido Hassán Al-Bassri! ¡Y vengo a libertarte!" Y diciendo estas palabras, se quitó su gorro mágico y dejóse ver y reconocer. Y exclamó la vieja: "¡Ah! ¡Desgraciado de ti, infortunado Hassán! ¿Acaso no sabes que la reina se ha arrepentido ya de no haber hecho que te dieran la muerte a su vista, y que por todas partes ha enviado esclavos en tu persecución, prometiendo un quintal de oro como recompensa a quien te entregue a ella, muerto o vivo? ¡No pierdas un instante, pues, y salva tu cabeza apelando a la fuga!" Luego puso a Hassán al corriente de los suplicios terribles que para hacer morir a su hermana preparaba la reina con el asentimiento del rey de los genn.

Pero Hassán contestó: "¡Alah la salvará y nos salvará a todos de las manos de esa princesa cruel! ¡Mira este gorro! ¡Está encantado! ¡Y merced a él puedo andar por todas partes siendo invisible!" Y exclamó la anciana: "¡Loores a Alah, que reanima las osamentas de los muertos, ¡oh Hassán! y te ha enviado para salvación nuestra ese gorro! ¡Date prisa a libertarme, a fin de que te enseñe el calabozo en que está encerrada tu esposa!" Y Hassán cortó las ligaduras de la vieja, y la cogió de la mano, y se cubrió la cabeza con el gorro encantado. Y al punto se hicieron invisibles ambos. Y la vieja le condujo al calabozo en que yacía su esposa Esplendor atada por los cabellos a una escala y esperando a cada instante la muerte en medio de suplicios. Y la oyó él recitar a media voz estos versos:

¡La noche es oscura, y triste es mi soledad! ¡oh ojos míos, dejad que corra el manantial de mis lágrimas! ¡Mi bienamado está lejos de mí! ¿De dónde ha de llegarme la esperanza, si mi corazón y la esperanza han partido con él?
¡Brotad, oh lágrimas mías ¡brotad de mis ojos! pero ay! ¿conseguiréis apagar alguna vez el fuego que me devora las entrañas? ... ¡Oh fugitivo amante! ¡sepultada en mi corazón está tu imagen, y ni los mismos gusanos de la tumba conseguirán borrarla!

Y aunque hubiera preferido no obrar precipitadamente, a fin de evitar a su esposa una emoción demasiado grande, Hassán, al oír y ver a su bienamada Esplendor, no pudo resistir por más tiempo los tormentos que le agitaban, y se quitó el gorro y se abalanzó a ella, rodeándola con sus brazos. Y ella le reconoció, y se desmayó contra su pecho. Y ayudado por la vieja, Hassán cortó las ligaduras, y con mucho cuidado, la hizo volver en sí, y se la sentó en las rodillas, haciéndole aire con la mano. Y abrió los ojos ella, y con lágrimas en las mejillas, le preguntó: "¿Has bajado del cielo, o has salido del seno de la tierra? ¡Oh esposo mío! ¡ay! ¡Ay! ¿Qué podemos contra el Destino? ¡Lo que está escrito debe suceder! ¡Date prisa, pues, a dejar que mi destino siga su curso, y vuélvete por donde viniste para no causarme el dolor de verte a ti también víctima de la crueldad de mi hermana!"

Pero Hassán contestó: "¡Oh bienamada! ¡oh luz de mis ojos! ¡he venido para libertarte y llevarte conmigo a Bagdad, lejos de este país cruel!" Pero exclamó ella: "¡Ah Hassán! ¿qué nueva imprudencia vas a cometer todavía? ¡Por favor, retírate, y no aumentes mis sufrimientos con los tuyos!" Pero Hassán contestó: "¡Oh Esplendor, alma mía! has de saber que no saldré de este palacio sin ti y sin nuestra protectora, que es esta buena tía que aquí ves. ¡Y si me preguntas de qué medio voy a valerme, te enseñaré este gorro ...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.