Las mil y una noches:593
PERO CUANDO LLEGO LA 594ª NOCHE
editarElla dijo:
"... Tras de lo cual, tocó la piel de gallo del tambor y montó en un dromedario de carrera que hubo de presentarse; y después de reiterar por segunda vez a su madre todas sus recomendaciones, le besó la mano. Luego habló al dromedario, que estaba en cuclillas, y al punto se levantó sobre sus cuatro patas y salió disparando por los aires mejor que por tierra, entregando sus miembros al viento y devorando a su paso la distancia. Y no fué ya más que un punto en la lejanía del espacio.
No tiene utilidad, en verdad, decir la intensidad de alegría con que fue recibido Hassán a su llegada ante las siete princesas, y sobre todo la dicha que sintió Botón-de-Rosa y cómo adornaron el palacio con guirnaldas de flores y lo iluminaron. Mejor será que le dejemos contando a sus hermanas cuanto tenía que contarles, especialmente el nacimiento de sus dos hijos gemelos Nasser y Manssur; dejémosle, además, dedicarse con ellas a la caza y a las diversiones; hacedme el favor, ¡oh mis honorables y generosos oyentes que me rodeáis! de volver conmigo al palacio de Hassán, en Bagdad, donde dejamos a la anciana madre de Hassán y a su esposa Esplendor. ¡Hacedme ese favor, ¡oh mis señores de mano abierta! y veréis y oiréis lo que vuestros oídos honorables y vuestros ojos admirables jamás oyeron, escucharon ni sospecharon! Y desciendan sobre vosotros las bendiciones del Distribuidor y sus favores más escogidos. ¡Escuchadme bien, señores!
Es el caso ¡oh ilustrísimos! que cuando partió Hassán, su esposa Esplendor no se movió ni abandonó un instante a la madre de Hassán en el transcurso de dos días. Pero, a la mañana del tercer día, besó la mano de la anciana señora, dándole los buenos días, y le dijo: "¡Oh madre mía, quisiera ir al hammam, pues hace mucho tiempo ya que no tomo baños a causa de estar criando a Nasser y a Manssur!" Y la anciana señora dijo: "¡Ya Alah! ¡qué palabras tan fuera de lugar, hija mía! ¡Qué calamidad sería ir al hammam! ¿No sabes que tú y yo somos extranjeras que no conocemos para nada los hammams de esta ciudad? ¿Y cómo vas a ir allí sin que te conduzca tu esposo, que te habría de preceder para pedir de antemano una sala y asegurarse de que todo está limpio y de que no caen de la bóveda piojos, chinches y polillas? Pero tu esposo se halla ausente, y yo no conozco a nadie que pueda reemplazarle en una circunstancia tan grave; y no puedo acompañarte yo misma a causa de mi mucha edad y de mi debilidad. ¡No obstante, si quieres, hija mía, haré que te calienten agua aquí mismo, y te lavaré la cabeza y te daré un baño delicioso en el hammam de nuestra casa!
¡Precisamente tengo todo lo necesario para el caso, y hasta he recibido anteayer una caja de tierra perfumada de Alepo, y ámbar y pasta depilatoria, y henné! Así, pues, hija mía, puedes estar tranquila en cuanto a eso. ¡Será un baño excelente!"
Pero Esplendor contestó: "¡Oh mi señora! ¿desde cuándo se niega a las mujeres permiso para ir al hammam? ¡Por Alah, que si hubieses dicho esas cosas a una esclava misma, no las hubiera soportado, y antes que continuar en vuestra casa te hubiera pedido que la subastaras en el zoco! ¡Los hombres ¡oh mi señora! son tan insensatos, que imaginan que todas las mujeres se parecen y que hay que tomar contra ellas mil precauciones, a cuál más tiránica, para impedirles hacer cosas ilícitas! ¡Tú, sin embargo, debes tener muy bien sabido que, cuando una mujer ha resuelto firmemente hacer una cosa, siempre encuentra manera de conseguir su propósito, a despecho de todos los obstáculos, y que nada puede detenerla en sus deseos, aunque sean irrealizables o estén llenos de desastres!
¡Ah! ¡ay de mi juventud! ¡se sospecha de mí, y no se tiene fe ninguna en mi castidad! ¡Y ya sólo me resta morir!" ¡Y habiendo dicho estas palabras, se puso a verter lágrimas, y a llamar sobre su cabeza las más negras calamidades!
Entonces la madre de Hassán acabó por dejarse conmover por sus lloros y gemidos, comprendiendo, por otra parte, que en adelante no habría modo de apartarla de su propósito. Levantóse, pues, a pesar de su mucha edad y de la prohibición expresa de su hijo, y preparó todo lo que se necesitaba para el baño en cuanto a ropa blanca limpia y perfumes. Luego dijo a Esplendor: "¡Vamos, hija mía, ven y no te entristezcas más! ¡Pero líbrenos Alah de la cólera de tu esposo!" Y salió del palacio con ella y la acompañó al hammam más renombrado de la ciudad.
¡Ah! ¡cuánto mejor hubiera hecho la madre de Hassán en no dejarse conmover por las quejas de Esplendor, y en no franquear el umbral de aquel hammam! ¿Pero quién puede leer en el libro de los Destinos, aparte del Único Vidente? ¿Y quién puede decir de antemano lo que ha de hacer entre dos pasos de camino? ¡No obstante, nosotros, que somos musulmanes, creemos y nos confiamos a la Voluntad Suprema! Y decimos: "¡No hay más Dios que Alah y Mohamed es el Enviado de Alah!" Rogad al Profeta, ¡oh creyentes, ilustres oyentes míos!
Cuando la bella Esplendor, precedida por la madre de Hassán, que llevaba el paquete de ropa blanca limpia, hubo penetrado en el hammam, las mujeres que había echadas en el salón central de entrada lanzaron un grito de admiración, de tanto como las sedujo la belleza de la joven...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.