Las mil y una noches:570

Las mil y una noches - Tomo IV​ de Anónimo
Capítulo 570: Y cuando llegó la 571ª noche


Y CUANDO LLEGO LA 571ª NOCHE editar

Ella dijo:

¡... Me los ha dado mi criado y aprendiz, que tiene el oficio de clarinete y se llama Harún Al-Raschid!"

Al oír estas palabras, los habitantes del khan, vecinos de Califa, sintieron que el espanto les invadía el alma, y se dijeron unos a otros: "¡No conviene que nadie oiga hablar así a este insensato! ¡Pues si se enteran le va a prender la policía y le ahorcarán sin remisión! ¡Y destruirán completamente nuestro khan, y acaso también a nosotros por culpa suya, nos ahorquen a la puerta del khan o nos castiguen con algún castigo terrible!"

Y en extremo aterrados, le obligaron a guardarse la lengua en la boca, y para acabar antes, le ayudaron a llevar el arca a su vivienda y cerraron la puerta detrás de él.

Pero la vivienda de Califa era tan exigua, que el arca la llenaba por entero, exactamente como si estuviese hecha para embutirse allí. Y sin saber ya dónde meterse a pasar la noche, Califa se echó encima del arca cuan largo era, y de aquella manera se puso a reflexionar acerca de lo que le había ocurrido durante la jornada. Y se preguntó de pronto: "Pero, vamos a ver, ¿a qué espero para abrir el arca y enterarme de su contenido?" Y saltó sobre ambos pies y trabajó con las manos cuanto pudo para abrirla, pero en vano. Y se dijo: "¿Cómo se me turbaría la razón hasta el punto de decidirme a comprar esta arca que ni siquiera puedo abrir?" Y de nuevo intentó romper el candado y hacer saltar la cerradura, pero sin conseguirlo. Entonces se dijo: "¡Esperemos a mañana para ver cómo nos arreglamos!" Y otra vez se echó sobre el arca cuán largo era, y no tardó en dormirse, roncando a más y mejor.

Pero al cabo de una hora de hallarse allí, se despertó, sobresaltado de espanto, y dió con la cabeza en el techo de su vivienda. Porque acababa de sentir que se movía algo en el interior del arca. Y de improviso huyó de su cabeza el sueño en compañía de la razón, y exclamó: "¡Sin duda hay algún genni aquí dentro! ¡Loor a Alah, que me inspiró al no dejarme abrir la tapa! ¡Pues si la hubiera abierto, habría salido, abalanzándose a mí en medio de la oscuridad, y quién sabe lo que me hubieran hecho! ¡Y al fin y al cabo, ciertamente que no saldría yo ganando entonces!" Pero en el mismo instante en que formulaba de aquel modo su pensamiento de terror, redobló el ruido en el interior del arca, y llegó a oídos de Califa una especie de gemido. Entonces, en el límite del espanto, Califa buscó por instinto una lámpara para encender luz; pero se olvidaba de que la pobreza le impidió siempre tener lámpara, y mientras iba tanteando con las manos en las paredes de su vivienda, le rechinaban los dientes, y se decía: "¡Esto ya es terrible, completamente terrible!" Luego, como aumentaba su miedo, abrió la puerta y se precipitó fuera en medio de la noche, gritando con todas sus fuerzas:

"¡Socorro! ¡Oh habitantes del khan! ¡oh vecinos! ¡acudid! ¡socorro!"

Y los vecinos, que en su mayoría dormían tranquilamente, se despertaron muy sobresaltados y fueron a él, en tanto que las mujeres asomaban por las puertas entreabiertas sus cabezas a medio velar. Y le preguntaron todos: "¿Pero qué te ocurre, ¡oh Califa!?" El contestó: "¡Pronto, dadme pronto una lámpara, porque han venido a visitarme los genn!"

Y los vecinos se echaron a reír, y uno de ellos, a pesar de todo, acabó por darle una lámpara. Y Califa cogió la lámpara y volvió a su casa algo más reanimado. Pero cuando se inclinaba sobre el arca, oyó de repente una voz que decía: "¡Ah! ¿dónde estoy?" Y más espantado que nunca, lo abandonó todo y se precipitó fuera como un loco, gritando de nuevo: "¡Oh vecinos! ¡Socorredme!" Y los vecinos le dijeron: "¡Oh maldito Califa! ¿pero qué calamidad te ocurre? ¿Acabarás de molestarnos?" El contestó: "¡Oh buenas gentes, el genni está en el arca! ¡Se mueve y habla!" Ellos le preguntaron: "¡Oh embustero! ¿y qué dice el genni?"

El contestó: "Me ha dicho: «¿dónde estoy?»" Los vecinos le contestaron, riendo: "¡Pues en el infierno, sin duda, oh maldito! ¡Ojalá no disfrutes de sueño nunca hasta tu muerte! ¡Has puesto en movimiento a todo el khan y a todo el barrio! ¡Cómo no te calles, bajaremos a molerte los huesos!" Y aunque estaba medio muerto de terror, Califa se decidió a volver una vez más a su vivienda, y haciendo acopio de todo su valor, cogió un pedrusco y rompió la cerradura del arca, e hizo saltar a golpes la tapa.

Y vió echada dentro, lánguida y con los párpados entreabiertos, a una joven hermosa como una hurí y brillante de pedrerías. ¡Era Fuerza-de-los-Corazones! Y al sentirse libre, y respirando a plenos pulmones el aire fresco, se despertó del todo, y cesaron completamente los efectos adormecedores del bang.

¡Y allí estaba ella pálida y hermosa y verdaderamente deseable!

Al advertir aquello, el pescador, que en su vida había visto al descubierto, no sólo una belleza semejante, sino ni siquiera una mujer vulgar, cayó de hinojos ante ella, y le preguntó: "¡Por Alah, oh mi señora! ¿quién eres? ...

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.