Las mil y una noches:546
Y CUANDO LLEGO LA 547ª NOCHE
editarElla dijo:
"... Y le contó la operación nocturna que hubo de efectuar la maga.
Al oír estas palabras, el jeique Abderrahmán sintió gran cólera, y exclamó: "¡Ah maldita! ¡maldita, pérfida, perjura, que no quiere cumplir su juramento! ¡Nada, por lo visto, la corregirá de su magia funesta!" Luego añadió: "¡Ya es hora de que termine yo con sus maleficios!" Y fué a un armario, sacó de él una torta en un todo semejante a la confeccionada por la maga, la envolvió en un pañuelo y se la entregó a Sonrisa-de-Luna, diciéndole: "Merced a esta torta que te doy, recaerá sobre ella el mal que quiera hacerte. Porque al cabo de cuarenta días de estar con sus amantes, les da a comer tortas confeccionadas por ella, que les transforman en esos animales de cuatro patas que llenan la isla. ¡Pero tú, hijo mío, guárdate bien de tocar la torta que te presente! ¡Intenta, por el contrario, hacerle tragar a ella un pedazo de la que yo te doy! Luego le harás exactamente lo que ella haya intentado hacer contigo para sus hechicerías, pronunciando sobre ella las mismas palabras que ella haya pronunciado sobre ti. ¡Y de ese modo la convertirás en el animal que te plazca! Y te montarás encima y vendrás a verme. Y entonces sabré yo lo que tengo que hacer". Y después de dar gracias al jeique por el afecto y el interés que le mostraba, Sonrisa-de-Luna le dejó y regresó al palacio de la maga.
Y encontró a Almanakh esperándole en el jardín, sentada ante un mantel puesto y en medio del cual estaba la torta preparada a medianoche. Y al quejársele ella por su ausencia, dijo él: "¡Oh dueña mía! como hacía tiempo que no veía a mi tío, he ido a visitarle; y me ha recibido efusivamente y me ha dado de comer; y entre otras cosas excelentes, me ha dado pasteles tan deliciosos, que no he podido por menos de traerte uno para que lo pruebes".
Y sacó el pequeño envoltorio, desenvolvió el pastel, y la dió a comer un pedazo. Y para no desairarle, Almanakh partió el pastel y cogió un pedazo, tragándoselo. Luego ofreció a su vez del suyo a Sonrisa-de-Luna, quien para no desairarla, cogió un pedazo, pero lo dejó caer por la abertura de su traje, fingiendo que se lo tragaba.
Como creía que realmente habíase tragado el pedazo de pastel, la maga al punto levantóse con viveza, cogió de una pila cercana un poco de agua en el hueco de la mano y le roció con ella, gritándole: "¡Oh joven debilitado, conviértete en asno potente!"
Pero cuál no sería el asombro de la maga al ver que el joven, lejos de transformarse en asno, se levantaba a su vez y se aproximaba con viveza a la pila, de donde tomó un poco de agua para rociarla con ella, gritándole: "¡Oh pérfida, abandona tu forma humana y conviértete en burra!"
Y en el mismo momento, antes de que tuviese tiempo para volver de su sorpresa, la maga Almanakh quedó convertida en burra. Y Sonrisa-de-Luna montó en ella y se apresuró a ir en busca del jeique Abderrahmán, al cual contó lo que acababa de pasar. Luego le entregó la burra, que se mostraba reacia a ello.
Entonces el jeique puso al pescuezo de la burra Almanakh una cadena doble que sujetó a una anilla de la muralla. Luego dijo a Sonrisa-de-Luna: "Ahora, hijo mío, voy a dedicarme a poner en orden los asuntos de nuestra ciudad, y voy a comenzar por romper el encanto que tiene convertidos a tantos jóvenes en animales de cuatro patas. ¡Pero antes, aunque me cueste mucho trabajo separarme de ti, quiero hacerte regresar a tu reino para que cesen las inquietudes de tu madre y de tus súbditos! ¡Y a tal fin voy a facilitarte el camino más corto!"
Y diciendo estas palabras, el jeique se metió dos dedos entre los labios y lanzó un silbido prolongado y penetrante, y al punto apareció ante él un gran genni de cuatro alas, que se irguió sobre la punta de los pies, y le preguntó por qué motivo le había llamado. Y le dijo el jeique: "¡Oh genni Relámpago! ¡vas a echarte a hombros al rey Sonrisa-de-Luna, que es este que aquí ves, y le transportarás inmediatamente a su palacio de la Ciudad-Blanca!"
Y el genni Relámpago se dobló bajando la cabeza; y después de besar la mano a su libertador el jeique y de haberle dado las gracias, Sonrisa-de-Luna se subió a los hombros de Relámpago, y dejando colgar sus piernas sobre el pecho del genni, se le montó a horcajadas en el cuello. Y el genni se elevó por los aires y voló con la rapidez de la paloma mensajera, haciendo con sus alas un ruido como el de un molino de viento...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discreta.