Las mil y una noches:528

Las mil y una noches - Tomo IV
de Anónimo
Capítulo 528: Pero cuando llegó la 529ª noche


PERO CUANDO LLEGO LA 529ª NOCHE

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Ella dijo:

... Y de pronto levantó la cabeza la joven y habló así, sonriente... "¡Oh rey magnánimo, soberano nuestro! ¡oh león valeroso! ¡sabe que Alah ha respondido a tu ruego, porque estoy encinta de ti! ¡Y en breve daré a luz! ¡Pero no sé si el hijo que llevo en mi seno es hembra o varón! ¡Sabe, además, que de no haberme fecundado tú, estaba completamente resuelta a no dirigirte la palabra nunca ni a decirte una sola frase en mi vida!"

Al oír estas palabras inesperadas, el rey sintió tanta alegría, que se encontró imposibilitado por el momento para articular una palabra o hacer un movimiento; luego se iluminó y se transfiguró su rostro; y se dilató su pecho; y se sintió él alzado de la tierra por la explosión de su júbilo. Y besó las manos a la joven y le besó la cabeza y la frente, y exclamó: "¡Gloria a Alah por haberme concedido dos gracias que anhelaba, ¡oh luz de mis ojos! ver que me hablas y oír que me anunciabas la nueva de tu embarazo! ¡Alhamdolillah! ¡la alabanza a Alah!

Luego se levantó el rey y salió de allí después de anunciar que volvería en seguida, y fue a sentarse con gran pompa en el trono de su reino; y se hallaba en el límite de la dilatación y de la satisfacción. Y dió orden a su visir para que anunciara a todo el pueblo el motivo de su alegría y distribuyera cien mil dinares entre los indigentes, las viudas y cuantos estaban en general necesitados, en acción de gracias a Alah (¡exaltado sea!). Y el visir ejecutó inmediatamente la orden que había recibido.

Entonces fué el rey en busca de su hermosa esclava, y se sentó junto a ella, y la apretó contra su corazón y la besó, y le dijo: "¡Oh dueña mía, oh reina de mi vida y de mi alma! ¿me dirás ahora por qué guardaste conmigo y con todos nosotros ese silencio inquebrantable de día y de noche desde hace un año que entraste en nuestras moradas, y por qué te decidiste a dirigirme la palabra hoy solamente?" La joven contestó: "¿Cómo no guardar silencio, ¡oh rey! si me veía reducida aquí a la condición de esclava y convertida en una pobre extranjera con el corazón roto, separada para siempre de mi madre, de mi hermano, de mis parientes, y alejada de mi país natal?"

El rey contestó: "¡Tomo parte en tus penas y las comprendo! Pero, ¿cómo me dices que eres una pobre extranjera, cuando eres ama y reina de este palacio, y cuanto hay en él es de tu propiedad, y yo mismo, el rey soy un esclavo a tu servicio? ¡En verdad que no son oportunas esas palabras! Y si tenías pena por estar separada de tus padres, ¿por qué no me lo dijiste para que yo enviara a buscarlos y te reuniera aquí con ellos?"

Al oír estas palabras, la bella esclava dijo al rey: "Sabe, pues, ¡oh rey! que me llamo Gul-i-anar, lo que en la lengua de mi país significa Flor-de-Granada; y he nacido en el mar, donde era rey mi padre. Cuando mi padre murió, tuve queja un día por ciertos procederes de mi madre, que se llama Langosta, y de mi hermano, que se llama Saleh; y juré que ya no permanecería en el mar con ellos, y que saldría a la orilla y me entregaría al primer hombre de la tierra que me gustara. Así, pues, una noche en que mi madre la reina y mi hermano Saleh se habían dormido temprano y nuestro palacio se hallaba sumido en el silencio submarino, me escapé de mi aposento, y subiendo a la superficie del agua, fui a tenderme a la luz de la luna en la playa de una isla. Y halagada por el fresco delicioso que caía de las estrellas y acariciada por la brisa de tierra, me dejé invadir del sueño. Y de pronto me desperté al sentir caer sobre mí una cosa, y me vi presa de un hombre que cargó conmigo a su espalda, y a pesar de mis gritos y lamentos, me transportó a su casa, donde me tiró de espaldas y quiso tomarme por la fuerza. Pero al ver que aquel hombre era feo y olía mal, no quise dejarme poseer, y con todas mis fuerzas le aplique en el rastro un puñetazo que le hizo rodar por el suelo a mis pies, y me arrojé sobre él y le administré tal paliza, que no quiso tenerme ya consigo y me condujo a toda prisa al zoco, donde me subastó y hubo de venderme a ese mercader al cual me compraste tú mismo, ¡oh rey! Y como ese mercader era un hombre lleno de conciencia y de rectitud, no quiso robarme mi virginidad al verme tan joven; y me llevó a viajar con él y me condujo entre tus manos. ¡Y tal es mi historia! Pero al entrar aquí, yo estaba completamente resuelta a no dejarme poseer; y me hallaba decidida a arrojarme al mar por las ventanas del pabellón para reunirme con mi madre y mi hermano a la primer violencia de parte tuya. Y por orgullo guardé silencio durante todo este tiempo. Mas, al ver que tu corazón me amaba verdaderamente y que por mí habías abandonado a todas tus favoritas, empecé a sentirme conquistada por tus buenos modales. Y al notarme, por último, encinta de ti, acabé por amarte, y deseché toda idea de escaparme en lo sucesivo y de saltar a mi patria el mar. Y además, ¿con qué cara y con qué audacia iba a hacerlo ahora que estoy encinta y mi madre y mi hermano casi se morirían de pena al verme en tal estado y al saber mi unión con un hombre de la tierra, pues no me creerían si les dijese que había llegado a ser la Reina de Persia y del Khorassán y la esposa del más magnánimo de los sultanes? Y he aquí lo que tenía que decirte, ¡oh rey Schahramán! ¡Uassalam...


En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discreta.