Las mil y una noches:519
Y CUANDO LLEGO LA 520ª NOCHE
editarElla dijo:
"... y de improviso se me quedó estupefacto de admiración el espíritu, ¡oh mis huéspedes honorables! ¡Porque era ella verdaderamente cual la luna en su decimocuarto día, y sólo con el modo que tuvo de corresponder a mi zalema, acabó de arrebatarme la razón a causa del tono de su voz, más melodiosa que los acordes del laúd; y toda ella era hermosa, y graciosa y simétrica por todos lados, en verdad! Y sin ninguna duda a ella se refieren estos versos del poeta:
- ¡La hermosa! ¡Si apareciese en medio de los infieles, abandonarían por ella sus ídolos y la adorarían como a única divinidad!
- ¡Si sobre el mar se mostrara ella desnuda por completo, sobre el mar de olas amargas y saladas, se endulzaría el mar con la miel de su boca!
- ¡Si desde Oriente se mostrara a algún monje cristiano de Occidente, es seguro que el monje abandonaría el Occidente y volverá hacia Oriente sus miradas!
- ¡Pero yo que la vi en la oscuridad iluminada por sus ojos, me grité a mí mismo: “¡Oh noche! ¿Qué veo? ¿Es una aparición ligera que me engaña, o es una virgen intacta que reclama un copulador?”
Y vi que al oír estas palabras, apretaba con su mano la flor que tiene en medio, y me decía suspirando con tristes y dolorosos suspiros:
- "¡Los dientes hermosos, para parecer lo bastante hermosos, necesitan que se los frote con el tallo aromático! ¡Y el zib es a las vulvas hermosas lo que a los dientes jóvenes es el tallo aromático. ¡Oh musulmanes, ayudadme! ¿Es que no hay en vosotros un zib superior que sepa tenerse en pie?"
- ¡Entonces sentí que mi zib crujía en sus coyunturas y me levantaba la túnica para adquirir un impulso triunfante! ¡Y en su lenguaje dijo a la bella: "¡Hele aquí! ¡Hele aquí!"
- ¡Entonces rasgué sus velos! ¡Pero ella tuvo miedo, y me dijo: "¿Quién eres?" Contesté: "¡Un valiente cuyo zib erguido acaba de responder a tu llamamiento!"
- ¡Y la asalté sin más tardanza, y mi zib, poderoso como un brazo la apuntaba triunfalmente entre los muslos!
- ¡De modo que cuando acabé de meter el tercer clavo, me dijo ella: "¡Más adentro, ¡oh valiente! más adentro!" Y contesté: "¡Más adentro, ¡oh dueña mía! ¡más adentro! ¡Ya llegó!"
"Y he aquí que la deseé la paz, y correspondió ella a mi deseo, lanzándome miradas de una languidez acerada, y me dijo: "¡Amistad, comodidad y generosidad al huésped!" Y me cogió de la mano, ¡oh mis señores! y me hizo sentarme junto a ella; y entraron unas jóvenes de senos hermosos y nos sirvieron en bandejas los refrescos de bienvenida y frutas exquisitas, conservas selectas y un vino delicioso como no se bebe más que en los palacios de los reyes; y nos ofrecieron rosas y jazmines, mientras a nuestro alrededor exhalaban sus suaves perfumes los arbustos odoríferos y los áloes que ardían en los pebeteros. Después una de las esclavas le llevó un estuche de raso, del cual extrajo ella un laúd de marfil, que templó, y cantó estos versos:
- ¡No bebas el vino más que cuando te lo brinde la mano de un tierno jovenzuelo; pues si el vino produce embriaguez, el jovenzuelo hace mejorar el vino!
- ¡Porque el vino no procura delicias a quien lo bebe, a menos que el copero tenga mejillas en que brillen puras rosas, cándidas y frescas!
"Y he aquí ¡oh huéspedes míos! que me enardecí tras estos preludios, y mi mano se tornó audaz, y mis ojos y mis labios la devoraban; y le encontré cualidades tan extraordinarias de saber y belleza, que no solamente me pasé con ella el mes que había pagado, sino que seguí pagándole a su padre el anciano blanco un mes tras de otro mes, y así sucesivamente durante un largo transcurso de tiempo, hasta que, a causa de aquellos dispendios considerables, no me quedó ni un solo dinar de todas las riquezas que había traído conmigo del país de Omán, mi patria. Y al pensar entonces en que muy pronto me vería forzado a separarme de ella, no pude impedir que corrieran mis lágrimas a ríos por mis mejillas, y no supe distinguir ya el día de la noche...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente