Las mil y una noches:470
PERO CUANDO LLEGO LA 471ª NOCHE
editarElla dijo:
"... Y he aquí que el viaje despertó un gran apetito en Juder, que tenía mucha hambre. Pero como no veía provisiones en el saco de viaje, dijo al moghrabín: "¡Oh mi señor peregrino, me parece que se te olvidó de coger víveres para comer durante el viaje!" El otro contestó: "¿Acaso tienes hambre?" Juder dijo: "¡Ya lo creo! ¡Ualah!" Entonces el moghrabín paró la mula, echó pie a tierra seguido de Juder, y dijo a éste: "¡Dame el saco!"
Y cuando le dio el saco Juder, le preguntó: "¿Qué anhela tu alma, oh hermano mío?" Juder contestó: "¡Cualquier cosa!" El moghrabín dijo: "¡Por Alah sobre ti, dime qué quieres comer!" Juder contestó: "¡Pan y queso!" El otro sonrió, y dijo: "¿Nada más que pan y queso, ¡oh pobre!? ¡Verdaderamente, es poco digno de tu categoría! ¡Pídeme, pues, algo excelente!"
Juder contestó: "¡En este momento todo lo encontraría excelente!" El moghrabín le preguntó: "¿Te gustan los pollo asados?" Juder dijo: "¡Ya Alah! ¡Sí!" El otro le preguntó: "Te gusta el arroz con miel?" Juder dijo: "¡Mucho!" El otro le preguntó: "¿Te gustan las berenjenas rellenas? ¿Y las cabezas de pájaros con tomate? ¿Y la cotufas con perejil y las colocasias? ¿Y las cabezas de carnero al horno? ¿Y los buñuelos de harina de cebada rebozados? ¿Y las hojas de vid rellenas? ¿Y los pasteles? ¿Y ésta y aquella cosa y la de más allá?" Y enumeró así hasta veinticuatro platos distintos, en tanto que Juder pensaba: "¿Estará loco? Porque, ¿de dónde va a sacar los platos que acaba de enumerarme, si no hay aquí cocina ni cocinero? ¡Voy a decirle que ya basta en verdad!" Y dijo al moghrabín: "¡Basta! ¿Hasta cuándo vas a estar haciéndome desear esos diferentes manjares sin mostrarme ninguno?"
Pero contestó el moghrabín: "¡La bienvenida sobre ti, ¡oh Juder!" Y metió la mano en el saco, y extrajo de él un plato de oro con dos pollos asados y calientes; luego metió la mano por segunda vez, y sacó un plato de oro con chuletas de cordero, y uno tras otro, sacó exactamente los veinticuatro platos que había enumerado.
Estupefacto quedó Juder al ver aquello. Y le dijo el moghrabín: Come, pobre amigo mío!" Pero exclamó Juder: "¡Ualah! ¡oh mi señor peregrino! sin duda has colocado en ese saco una cocina con sus utensilios y cocineros!" El moghrabín se echó a reír, y contestó: Oh Juder, este saco está encantado! ¡Lo sirve un efrit que, si quisiéramos nos traería al instante mil manjares indios y mil manjares chinos!"
Y exclamó Juder: "¡Oh, qué hermoso saco, y qué prodigios contiene y qué opulencia!" Luego comieron ambos hasta saciarse, y tiraron lo que les sobró de la comida. Y el moghrabín guardó otra vez en el saco los platos de oro; luego metió la mano en el otro bolso de las alforjas, y sacó una jarra de oro llena de agua fresca y dulce.
Y bebieron e hicieron sus abluciones y recitaron la plegaria de la tarde, metiendo después la jarra en el saco junto a uno de los botes, poniendo el saco a lomos de la mula y montando en la mula ellos para continuar su viaje.
Al cabo de cierto tiempo, el moghrabín preguntó a Juder: "¿Sabes ¡oh Juder! el camino que hemos recorrido desde El Cairo hasta aquí?" Juder contestó: "¡Por Alah, que no lo sé!" El otro dijo: "En dos horas hemos recorrido exactamente un trayecto que exige un mes de camino, por lo menos!" Juder preguntó: "¿Y cómo es eso?"
El otro dijo: "¡Sabe oh Juder que esta mula que montamos es nada menos que una gennia entre los genn. En un día suele recorrer el trayecto de un año de camino; pero hoy va despacio, al paso, para que no te fatigues".
Y así prosiguieron su camino hacia el Maghreb; y todos a días, por la mañana y por la tarde, el saco atendía a todas las necesidades; y Juder no tenía más que desear un manjar, aunque fuera el más complicado y el más extraordinario, para encontrarlo al punto en el fondo del saco, completamente guisado y servido en un plato de oro.
Y de tal suerte, al cabo de cinco días llegaron al Maghreb y entraron en la ciudad de Mas y Miknas.
Y he aquí que todos los transeúntes que se encontraban a lo largo de las calles conocían al moghrabín, y le deseaban la zalema o iban besarle la mano, hasta que llegaron a la puerta de una casa, donde se apeó el moghrabín para llamar. Y enseguida se abrió la puerta y en el umbral apareció una joven absolutamente como la luna, y bella esbelta cual una gacela sedienta, que les sonrió con una sonrisa de bienvenida.
Y el moghrabín le dijo, paternal: "¡Oh Rahma, hija mía! Date prisa a abrirnos la sala principal del palacio!" Y contestó la joven Rahma: "¡Sobre la cabeza y sobre los ojos!" Y los precedió al interior del palacio, balanceando sus caderas. Y Juder perdió la razón; y dijo para sí: "¡No cabe duda! ¡Esta joven es, indiscutiblemente, la hija de un rey!"
En cuanto al moghrabín, comenzó primero por coger del lomo de la mula el saco, y dijo: "¡Oh, mula, vuélvete al sitio de donde viniste! ¡Y Alah te bendiga!"
Y he aquí que de pronto se abrió la tierra y recibió en su seno a la mula para cerrarse sobre ella inmediatamente.
Y exclamó Juder: "¡Oh, Protector! ¡Loores a Alah, que nos libró de tal cosa y veló por nosotros mientras estuvimos a lomos de esta mula!" Pero el moghrabín dijo: "¿Por qué te asombras, ¡oh Juder!? ¿No te previne que era una gennia entre los efrits? ¡Pero démonos prisa a entrar en el palacio y a subir a la sala principal!"
Y siguieron a la joven.
Cuando Juder hubo penetrado en el palacio, quedó deslumbrado...
En este momento de su narración, Schherazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.