Las mil y una noches:459

Las mil y una noches - Tomo III​ de Anónimo
Capítulo 459: Pero cuando llegó la 461ª noche


PERO CUANDO LLEGO LA 461ª NOCHE editar

Ella dijo:

¡... Has de saber que hizo juramento de no dejarse cabalgar de frente por ninguno sin que la hubiese llevado antes, como presentes nupciales, el traje recamado de oro de la joven Kamaria, hija del judío Azaria, así como su corona de oro, su cinturón de oro y su babucha de oro!" Entonces exclamó Azogue: "¡Si no es más que eso, deseo perder todo derecho a casarme con Zeinab como no la lleve esta misma noche los presentes reclamados!"

Al oír estas palabras, le dijo Hassán-la-Peste: "¡Desgraciado de ti, ¡ya Alí! lo que acabas de jurar! ¡Eres hombre muerto! ¿Acaso no sabes que el judío Azaria es un mago pérfido, taimado y lleno de malicia? ¡A sus órdenes tiene a todos los genn y los efrits! ¡Vive fuera de la ciudad en un palacio construido con ladrillos de oro y plata alternados! Pero ese palacio, visible sólo cuando le habita el mago, desaparece a diario cuando su propietario viene a la ciudad para ventilar sus asuntos de usurero. Todas las noches, una vez que ha regresado a él, el judío se asoma a su ventana y enseña en una bandeja de oro el traje de su hija, gritando: "¡Oh vosotros todos, maestros en el arte de robar y bergantes del Irak, de Persia y de Arabia! ¡venid, si podéis, a apoderaros del traje de mi hija Kamaria! ¡Y daré a Kamaria en matrimonio al que logre llevarse su traje!" Pero, ¡ya Alí! ni los ladrones más listos ni los bergantes más astutos de entre nosotros pudieron hasta ahora intentar la aventura sin sufrir sus consecuencias; porque el insigne mago ha convertido, a los que pretendieron emprender la hazaña, en mulas, en osos, en burros o en monos. ¡Te aconsejo, pues, que renuncies a la cosa y te quedes con nosotros!"

Pero Alí exclamó: "¡Qué vergüenza para mí si por esa dificultad renunciara yo al amor de la sensible Zeinab! ¡Por Alah, que me traeré el traje de oro y vestiré a Zeinab con él la noche de la boda, y pondré en su cabeza la corona de oro, y el cinturón de oro en torno de su talle exquisito, y la babucha de oro en su pie!" Y salió inmediatamente en busca de la tienda del judío mago y usurero Azaria.

Llegado que fué al zoco de los cambistas, Alí preguntó por la tienda, y le enseñaron al judío, que precisamente estaba ocupado en pesar oro en sus balanzas para meterlo luego en sacos y cargar los sacos a lomos de una mula atada a la puerta. ¡Era muy feo y de aspecto avinagrado! Y a Alí le impresionó un poco su fisonomía. Sin embargo, esperó a que el judío acabase de alinear los sacos, de cerrar su tienda y de cinchar su mula, siguiéndole sin ser notado. Y de tal suerte llegó tras él fuera de las murallas de la ciudad.

Comenzaba a preguntarse Alí hasta dónde iba a seguir andando aún, cuando de pronto vio al judío extraer del bolsillo de su manto un saco, meter en él la mano, sacarla llena de arena y arrojar la arena al aire soplando por encima de ella. Y al punto vio elevarse ante él un magnífico palacio de ladrillos de oro y plata alternados, con un inmenso pórtico de alabastro y escalones de mármol, por los que subió el judío con su mula para desaparecer en el interior. Pero algunos instantes más tarde, apareció en la ventana con una bandeja de oro en la que había un traje espléndido recamado de oro, una corona, un cinturón y la babucha de oro, y exclamó: "¡Oh vosotros todos, maestros en el arte de robar y bergantes del Irak, de Persia y de Arabia! ¡venid, si podéis, a apoderaros de todo esto, y os pertenecerá mi hija Kamaria!"

Al ver y oír aquellas cosas, Azogue, que era muy juicioso, se dijo: "¡Por lo pronto, lo más prudente es ir a buscar a ese maldito judío y pedirle el traje con buenas palabras, explicándole lo que me ocurre con Zoraik!" Y levantó un dedo en el aire, gritando al mago: "¡Yo, Alí Azogue, el primero de los subalternos de Ahmad el mokaddem del califa, deseo hablarte!"

Y le dijo el judío: "¡Puedes subir!" Y cuando estuvo Alí en su presencia, le preguntó: "¿Qué quieres?" Y Alí le contó su historia, y le dijo: "¡Ahora, por último, necesito ese traje de oro y los demás objetos para llevárselos a Zeinab, la hija de Dalila!"

Al oír estas palabras, el judío se echó a reír, enseñando unos dientes espantosos, cogió una mesa con arena adivinatoria, y después de haber sacado el horóscopo de Alí, le dijo: "¡Escucha! ¡si aprecias tu vida y no quieres perderte sin remedio, sigue mi consejo! ¡Renuncia a tu proyecto! ¡Porque los que te impulsaron a emprender esa aventura no lo hicieron más que para perderte, como se han perdido todos los que intentaron ya la cosa! ¡Y cuenta que si no acabase yo de sacar tu horóscopo y saber por la arena que tu fortuna sobrepujará a mi fortuna, no hubiera vacilado, ciertamente, en cortarte el cuello!" Pero Alí, a quien inflamaron y estimularon estas últimas palabras, sacó de repente su alfanje, y amenazando con él al pecho del mago judío, exclamó: "¡Si no consientes en darme esos efectos ya, y en abjurar, además, de tus herejías y hacerte musulmán pronunciando el acto de fe, tu alma va a salir de tu cuerpo!" Entonces el judío extendió la mano como para pronunciar el acto de fe, y dijo: "¡Que se te seque la mano derecha!" E inmediatamente la mano derecha de Alí, con la cual sostenía el alfanje, se secó en la posición en que estaba, y el alfanje cayó al suelo. Pero lo recogió Alí con la mano izquierda y amenazó de nuevo el pecho del judío; mas éste pronunció: "¡Oh mano izquierda, sécate!" Y se secó la amenazadora mano izquierda de Alí, y el alfanje cayó al suelo. Entonces Alí, en el límite del furor, levantó la pierna derecha y quiso dar una patada en el vientre al judío; pero extendiendo éste su mano, pronunció: "¡Oh pierna derecha, sécate!" Y la pierna derecha de Alí se secó en el aire en la misma posición en que estaba, y Alí se encontró sostenido sólo con el pie izquierdo...

En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana, y se calló discreta.