Las mil y una noches:407
Y CUANDO LLEGO LA 407ª NOCHE
editarElla dijo:
... dejó escapar profundos suspiros, y recitó estos versos:
- ¡Si estás prendada de amor como yo, oh tórtola! invoca al Señor y arrulla: "¡Oh generoso!" ¿Quién sabe si es tu canto un grito de alegría o la queja de amor de un corazón turbado?!
- ¿Gimes a causa de la partida de tu amigo, o porque te dejó débil y lánguida, o acaso porque perdiste al objeto de tu amor? ¡Si es así, no temas exhalar tus quejas y proclamar a gritos el amor antiguo que te rebosa del corazón!
- ¡En cuanto a mí, conserve Alah a mi bienamada, y prometo no olvidarle nunca, hasta cuando mis huesos sean ya polvo!
Después de recitar estos versos se echó a llorar de tal manera, que cayó desvanecido. Y cuando recobró el conocimiento anduvo hasta llegar a la segunda jaula, en la que halló una paloma zorita, que al verle se puso a cantar, diciendo: "¡Oh Eterno, yo te glorifico!" Entonces Delicia-del-Mundo suspiró prolongadamente, y recitó estos versos:
- ¡La paloma zorita ha dicho quejosa!: ¡Oh Eterno, yo te glorifico a pesar de mis calamidades!
- ¡Oh Eterno, espero que tu bondad me permita reunirme con la bienamada en este destierro!
- ¡Cuántas veces se me apareció con sus labios de miel aromática, y me dejó más abrasado que nunca!
- Mientras el fuego consume mi corazón y lo reduce a cenizas, lloro lágrimas de sangre, que se desbordan inundando mis mejillas, y me digo: "¡La criatura no se fortalece más que con sinsabores!"
- ¡Por eso es que quiero tomar mis males con paciencia!
- ¡Y si quiere Alah que me reúna con la dueña de mi corazón, gastaré mis riquezas en albergar a la tribu de mis semejantes los enamorados!
- ¡Libertaré de su prisión a las aves, y en mi felicidad, me despojaré de mi duelo!
Cuando hubo acabado de recitar estos versos, se acercó a la tercera jaula, y vió que contenía un ruiseñor, que, tan pronto como se dió cuenta que le observaban, se puso a cantar. Y al oírle, recitó estos versos Delicia-del-Mundo:
- ¡Oh! ¡cómo me encanta el ruiseñor cuando deja oír su voz gentil, que se asemeja a una enamorada voz desfalleciente de amor!
- ¡Piedad para los enamorados! ¡Cuántas noches no pasan víctimas de las zozobras, los deseos y la inquietud!¡Tan crueles son sus angustias, que parece que nunca conocieron ellos más que noches sin sueño y sin mañana!
- ¡En cuanto a mí, desde que vi a mi amiga me encadenó su amor, y encadenado de tal suerte, dejo que de mis ojos se deslicen cadenas de lágrimas! Y me digo: "¡He aquí las cadenas que al deslizarse de mis ojos encadenan toda mi persona!" ¡Y en esta forma se desborda mi ardor!
- ¡Al mismo tiempo estoy herido por el alejamiento de la amiga! ¡Se agotaron los tesoros de mi paciencia, y mis fuerzas se rindieron!
- ¡Si, de ser equitativa la suerte, me reuniría con mi amiga!
- ¡Y ahora, cúbrame con su velo Alah, para que pueda yo desnudar mi cuerpo ante la amiga y hacerle ver así el grado de agotamiento a que me redujeron las alarmas, la inquietud y el abandono!
Cuando acabó de recitar estos versos, se adelantó hasta la cuarta jaula y vió en ella un bulbul que al punto se puso a modular notas melancólicas. Y al oír aquel canto, Delicia-del-Mundo dejó escapar profundos suspiros, y recitó estos versos:
- ¡En las albas y las auroras, el bulbul consuela el corazón del enamorado con el sonido melodioso de las cuerdas de su voz!
- ¡Oh Delicia-del-Mundo, quejumbroso y languideciente! ¡Aniquilado por el amor está tu ser!
- ¡Hasta mí llegan no sé cuántos cánticos maravillosos, que enternecerían la dureza del hierro y de la piedra!
- ¡Y he aquí que el aire ligero de la mañana viene a nosotros pasando por los edenes de las praderas y las flores exquisitas!
- ¡Oh, los cantos de pájaros en las albas y las mañanas, y tú, embalsamada brisa de las primeras claridades del día, cómo transportáis mi alma!
- ¡Pienso entonces en la amiga lejana, y mis lágrimas se precipitan en lluvia torrencial, mientras en mis entrañas arde un fuego terrible entre chispas y llamas!
- ¡Haga por fin Alah que el enamorado apasionado vuelva a ver a su amiga y a disfrutar de sus encantos! Porque, ¿acaso el enamorado no tiene una excusa manifiesta? ¡Digo esto porque sé que no hay como el hombre avisado para ver claro y disculpar!
Luego, cuando acabó de recitar estos versos, Delicia-del-Mundo anduvo un poco...
En este momento de su narración, Schehrazada vio aparecer la mañana y se calló discretamente.