Las mil y una noches:197
PERO CUANDO LLEGO LA 166ª NOCHE
editar"Apenas estaba en aquel rincón oscuro, cuando se me unió la confidente, y ya entonces me decidí a hablar con ella, puesto que no teníamos testigos. Empezó por preguntarme: "¿Cómo estás, amigo Amín?"
Le contesté: "Perfectamente de salud. ¡Pero prefiero la muerte a esta constante inquietud en que vivimos!"
"Ella prosiguió: "¿Qué dirías si conocieras el estado en que se halla mi pobre señora?" ¡Ah! ¡Ya rabbi! ¡Me desmayo sólo con recordar el momento en que la vi regresar a palacio! ¡Yo pude llegar antes, huyendo de azotea en azotea, y tirándome al suelo desde la última casa! ¡Si la hubieras visto llegar! ¿Quién habría podido creer que aquella cara tan pálida como la de un cadáver desenterrado era la de Schamsennahar, la luminosa? Así es que al verla rompí en sollozos, echándome a sus pies y besándoselos. Ella me mandó entregar al barquero mil dinares de oro por su trabajo, y después le abandonaron las fuerzas y cayó desmayada en nuestros brazos. La llevamos a la cama, y empecé a rociarle el rostro con agua de flores; le sequé los ojos, le lavé pies y manos, y la mudé de ropa. Entonces tuve la alegría de verla volver en sí, y le di enseguida un sorbete de rosa, le hice oler jazmines, y le dije: "¡Oh mi señora, por Alah sobre ti! ¿Adónde iremos a parar si seguimos así?"
Ella contestó: "¡Oh mi fiel confidente! ¡Ya no hay en la tierra nada que me invite a la vida! Pero antes de morir quiero tener noticias de mi amado. ¡Ve, pues, a buscar al joyero Amín, y llévale estas bolsas llenas de oro, y ruégale que las acepte en compensación de los daños y perjuicios que le ha causado nuestra aventura!"
"Y la confidente me alargó un paquete muy pesado que llevaba y que debía contener más de 5.000 dinares de oro, de lo cual, efectivamente, pude cerciorarme más adelante.
Después prosiguió: "¡Schamennahar me ha encargado después que te pida, como última súplica, que nos des noticias, sean buenas o malas, del príncipe Alí!"
No pude negarle lo que me pedía como un favor, y a pesar de mi firme resolución de no meterme más en aquella aventura peligrosa, dije que aquella noche en mi casa le facilitaría noticias sobre el príncipe. Y después de rogar a la joven que fuese a mi tienda para dejar el paquete, salí de la mezquita y me dirigí a casa del príncipe Alí ben Bekar.
Y allí me enteré de que todos, mujeres y servidores, me estaban aguardando hacía tres días, y no sabían cómo hacer para tranquilizar al príncipe Alí, que me reclamaba sin cesar, exhalando hondos suspiros. Y le encontré con los ojos casi apagados, y con más aspecto de muerto que de vivo. Entonces me acerqué a él con lágrimas en los ojos, y le estreché contra mi pecho...
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.