Las mil y una noches:188

Las mil y una noches - Tomo II
de Anónimo
Capítulo 188: Pero cuando llegó la 157ª noche



Y CUANDO LLEGO LA 157ª NOCHE

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Ella dijo:

...para correr a casa de su amigo Ben-Bekar. Y llamó a la puerta, que el portero vino a abrir, y al entrar encontró a su amigo rodeado de un gran círculo de médicos de todas clases, y de parientes y amigos.

Y unos le tomaban el pulso, otros le prescribían cada cual un remedio completamente distinto, y las viejas porfiaban echando a los médicos miradas de reojo, de tal modo que el joven sentía que se le oprimía el alma de impaciencia; y sin fuerzas ya, para no ver ni oír nada, metió la cabeza debajo de las mantas, tapándose las orejas con ambas manos.

Pero en aquel momento, Abalhassan avanzó hacia su cabecera, y le dijo sonriendo: "¡La paz sea contigo!" El joven contestó: "¡Y contigo la paz y los beneficios de Alah con sus bendiciones! ¡Plegue a Alah que seas portador de noticias tan blancas como tu cara!, ¡oh amigo mío!"

Entonces Abalhassan, que no quería hablar delante de todos aquellos visitantes, se contentó con guiñar un ojo; y cuando se marchó toda la gente abrazó a su amigo y le contó todo lo que le había dicho la esclava. Y añadió: "¡Puedes estar seguro, ¡oh hermano mío! de que mi alma entera te pertenece! ¡Y no descansaré hasta haberte devuelto la tranquilidad del corazón! "

Y tanto le conmovió el proceder de su amigo, que lloró con toda su alma, y dijo: "¡Te ruego que completes tus bondades pasando conmigo esta noche, para que yo pueda conversar contigo y distraer los pensamientos que me atormentan!"

Y Abalhassan accedió a su deseo, y se quedó con él recitándole poemas de amor. Versos dedicados al amigo, y versos referentes a la muy amada. Y he aquí, entre otros mil, los versos en honor de la amada:

¡Atravesó con el acero de su mirada la visera de mi casco, y ató para siempre mi alma a la flexibilidad de su cintura!
¡Completamente blanca se aparece a mis ojos con el grano de almizcle que adorna el alcanfor de su barba!
¡Si tiembla, súbitamente asustada, el coral de sus mejillas, toma la palidez de las perlas o el mate del azúcar cande!
¡Si suspira apesarada apoyando la mano en el pecho desnudo, oh ojos míos, contad el espectáculo que veis!
¡Vemos -dicen mis ojos- un hermoso lago del cual brotan cinco cañas cuya punta está adornada con coral de rosa!
¡Oh guerrero! ¡No creas que tu alfanje bien templado, pueda guardarte de sus hermosos párpados!
¡No tiene lanza para atravesarte, pero has de temer a su cintura recta! ¡Haría de ti, en un momento, el más humilde de sus esclavos!

Y estos otros:

¡Su cuerpo es un ramo de oro; sus pechos dos copas redondas y transparentes que reposan, boca abajo! ¡Sus labios de granada están perfumados con su aliento!

Pero entonces Abalhassan, al ver a su amigo excesivamente impresionado con estos versos, dijo:

"¡Oh Alí! ¡Voy a cantarte aquellas estrofas que tanto gustabas de recitar a mi lado en el zoco! ¡Ojalá deposite un bálsamo en tu herida!

Escucha, pues, amigo mío, estas palabras maravillosas del poeta:

¡El oro de la copa es admirable bajo el rubí de ese vino, oh copero!
¡Dispersa todas las penas del pasado sin pensar en el mañana, toma esa copa en que se bebe el olvido y embriágame completamente!
¡Tú solo has nacido para comprenderme! ¡Ven! ¡Te revelaré los secretos de un corazón que se oculta receloso!
¡Pero apresúrate! ¡Escánciame ese origen de alegría, ese licor de olvido! ¡Sírvemelo, niño de mejillas más suaves que el beso de las vírgenes!"

Al oír este canto, el príncipe Alí se sintió en tal estado de pesadumbre por los recuerdos que le acudían a la memoria, que se echó a llorar. Y Abalhassan no supo qué decirle para calmarle, y se pasó también toda aquella noche a su cabecera velándole, sin pegar los ojos ni un momento.

Por la mañana se decidió a marcharse, para abrir la tienda, que tanto había descuidado en aquel tiempo. Y estuvo allí hasta la noche. Pero cuando se disponía a irse y acababa de encerrar las telas, vió llegar, toda cubierta con un velo, a la joven esclava de Schamsennahar, que después de las zalemas de costumbre, le dijo: "¡Mi ama os envía a ti y a Ben-Bekar sus saludos de paz, y me encarga que venga a saber de su salud!"

El otro contestó: "¡Oh joven esclava! ¡No me preguntes por su salud, pues mi respuesta sería muy triste! ¡No duerme, ni come, ni bebe! ¡Los versos son lo único que le consuelan! ¡Si vieras lo pálido de su rostro!"

La esclava dijo: "¡Qué desgracia tan grande ha caído sobre nosotros! Mi ama también está muy enferma, y me ha entregado para él esta carta que llevo oculta en el pelo. Y me ha encargado que no vuelva sin la repuesta. ¿Quieres acompañarme a casa de tu amigo, pues yo no sé dónde vive?"

Abalhassan dijo: "¡Escucho y obedezco!" Y se apresuró a cerrar la tienda y echó a andar, marchando diez pasos delante de la confidente, que le seguía.

En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.