Las mil y una noches:159
PERO CUANDO LLEGO LA 128ª NOCHE
editarElla dijo:
Y al desenrollar la tela, cayó un papel, en el cual aparecían estas líneas, escritas por la propia mano de Aziza:
"¡Oh mi primo muy amado!, sabe que fuiste para mí más querido y más preciado que mi propia sangre y mi vida. Así es que después de mi muerte seguiré suplicando a Alah que te haga feliz y puedas vencer a todas las que elijas. ¡Conozco las muchas desgracias que ha de acarrearte la hija de Dalila la Taimada! Sírvanle de lección, ¡y ojalá puedas alejar para siempre el amor nefasto de las mujeres infames! ¡Ojalá aprendas a librarte de ellas! ¡Bendito sea Alah, que se me lleva antes que a ti, para no obligarme al dolor de presenciar todos tus sufrimientos!
"Te ruego, por Alah, que conserves como recuerdo de mi despedida esa tela en que aparece bordada una gacela. Me ha acompañado durante tus ausencias. Me la envió la hija de un rey, la princesa de las Islas del Alcanfor y el Cristal, llamada Sett-Donia.
"Cuando te veas agobiado por las desgracias, acude en busca de la princesa Donia, en el reino de su padre, en las Islas del Alcanfor y el Cristal. Pero sabe, ¡oh Aziz! que no están destinados a ti la hermosura ni los encantos incomparables de esa princesa. No vayas a inflamarte de amor por ella, porque no ha de ser para ti más que la causa que te saque de tus aflicciones y ponga fin a las tribulaciones de tu alma.
- "¡Uassalam! ¡Oh Aziz!"
Al leer esta carta de Aziza, ¡oh príncipe Diadema! me conmovió más hondamente la ternura, y lloré todas las lágrimas de mis ojos. Mi madre lloró conmigo, y aquello duró hasta que cayó la noche. Permanecí un año entero sumido en esta tristeza, sin encontrar alivio.
Entonces pensé en la partida, dispuesto a buscar a la princesa Donia en las Islas del Alcanfor y el Cristal. Y mi madre me alentó mucho, diciéndome: "Ese viaje te distraerá, y hará que se alivien tus pesares. Y he aquí que va a salir de nuestra ciudad una caravana de mercaderes que se está preparando para la marcha. Únete, pues, a ella, compra mercaderías, y vete. Pasados tres años, podrás regresar con esta misma caravana. ¡Y habrás olvidado toda la amargura que pesa sobre tu corazón! Y entonces, al ver desahogado tu corazón, me consideraré feliz".
Hice, pues, lo que me había indicado mi madre, y después de comprar excelentes mercancías, me uní a la caravana, y viajé con ella por todas partes, pero sin tener ánimos para exhibir mis géneros. ¡Al contrario! Todos los días me sentaba aparte, y cogía la tela, recuerdo de Aziza, la extendía delante de mí, y la miraba durante mucho tiempo, llorando. Y así siguieron las cosas, hasta que después de un año llegamos a las fronteras en que reinaba el padre de la princesa Donia. Eran las Siete Islas del Alcanfor y el Cristal.
Ahora bien, el rey de ese país, ¡oh príncipe Diadema! se llama el rey Schahramán.
Y es, efectivamente, el padre de la princesa Donia, que sabe bordar con tanto arte esas gacelas que envía a sus amigas.
Pero al llegar a este reino, pensé: "¡Oh Aziz! ¿De qué pueden servirte, ¡oh pobre lisiado! todas las princesas y todas las jóvenes del mundo? ¿De qué han de servirte cuando te han dejado el vientre tan liso como el de una mujer?"
En este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y discreta, según su costumbre, se calló hasta el otro día.