Las mil y una noches:0920
HISTORIA DE BAIBARS Y DE LOS CAPITANES DE POLICÍA
editarSchehrazada dijo:
Se cuenta -¡pero Alah el Invisible es más sabio!- que en otro tiempo había en el país de Egipto, en El Cairo, un sultán entre los sultanes valerosos y poderosos de la ilustrísima raza de los Baharirtas turcomanos. Y se llamaba el sultán Al-Malek Al-Zaher Rokn Al-Din Baibars Al-Bondokdari. Y bajo su reinado, brilló el Islam con un esplendor sin precedente, y el Imperio se extendió gloriosamente desde el límite extremo de Oriente a los confines profundos de Occidente. Y sobre la faz de la tierra de Alah, y bajo el cielo cerúleo no quedó en pie ninguna plaza fuerte de los francos y de los nazarenos, cuyos reyes fueron alfombra para los pies de aquel sultán. Y en las llanuras verdes, y en los desiertos, y sobre las aguas, no se elevaba ninguna voz que no fuese la voz de un Creyente, ni se oían pasos que no fuesen los pasos de quien caminaba por la vía de la rectitud. ¡Bendito sea por siempre el que nos enseñó el camino, el Bienamado. hijo de Abdalah el Khoreichita, nuestro señor y soberano Ahmad-Mahomed, el Enviado (¡con él la plegaria y la paz y las más escogidas bendiciones! ¡Amín!)
Y he aquí que el sultán Baibars amaba a su pueblo y era por él amado; y cuanto de cerca o de lejos se refería a su pueblo, bien con respecto a indumentaria y costumbres, bien con respecto a tradiciones y usos locales, le interesaba en extremo. Así es que no solamente le gustaba ver todas las cosas con sus propios y ojos y escucharlas a los narradores; y había encumbrado hasta las más altas categorías a aquellos de sus oficiales, guardias y familiares que mejor sabían contar las cosas del pasado y exponer las cosas del presente.
Así es que, una noche que se hallaba más dispuesto que de costumbre a escuchar y a instruirse, reunió a todos los capitanes de policía de El Cairo, y les dijo: "Quiero que esta noche me contéis lo más digno de contarse entre lo que conozcáis". Y contestaron ellos: ¡Por encima de nuestras cabezas y de nuestros ojos! Pero ¿quiere nuestro amo que contemos algo que nos haya sucedido personalmente, o algo que sepamos que le ha sucedido a otro?" Y dijo Baibars: "Delicada es la pregunta. ¡Por eso, que cada uno de vosotros quede en libertad de contar lo que quiera, pero con la condición de que sea de lo más sorprendente!" Y contestaron: "Está bien, ualah, ¡oh señor nuestro! ¡Te pertenece nuestro ingenio, así como nuestra lengua y nuestra felicidad!"
Y el primero que avanzó entre las manos de Baibars, para empezar su relato, era un capitán de policía que se llamaba Moin Al-Din, con el hígado ulcerado de amor por las mujeres y el corazón enredado en las colas de ellas sin cesar. Y tras de los deseos de larga vida al sultán, dijo: "¡Yo ¡oh rey del tiempo! te contaré un suceso extraordinario que me concierne personalmente y que me ocurrió en los primeros tiempos de mi carrera!"
Y se expresó así: