Las alas en el agua

​Las alas en el agua​ de Antonio Domínguez Hidalgo


LAS

ALAS

EN

EL

AGUA…


(Poemario en 5 actos)




OBRA POEMÁTICA COMPLETA.
TOMO 2
 



PRIMER ACTO
 
Estoy sintiendo estallarme la tristeza
por un odio sin fin,
antes amores,
que va naciendo mezclado de temblores
parturientos de rencores
y de duelos
en el centro
de mis sueños
derrotados,
frustrados en sus hilos deshilados
por la estatua interior sin osamentas
que me sostuvo
de la nada.

Estoy mirándome las horas muertas
en vigilias inútiles al cielo
que me calla cada día
de cada nuestro
y los puños estrellados que me sangran
de tantas caricias desangradas
se oprimen su furia de horizontes
agotados de huracanes.

Estoy empezando a odiar hasta lo incierto
de mis fantasías desnudas
y una guerra en mi universo de chatarra en órbita
me despoja de ternuras huecas.

¡Odio por sincera vez
hasta el vocablo mustio de insolación!

Odio al árbol que me da su sombra,
a la flor que me cantó su aroma
y a la paloma...

Odio el sueño que me sueña,
la fatiga que no cansa,
la mañana que me salva
y los días que se me agrandan...

Las nostalgias...
las entregas...
las volanzas...
las cadenas...

¡Odio todo...!

Odio todo lo que hice en el insomnio...

Reniego de mi ser antiguo.

Detesto a quien se acerque a mis confianzas
para ver si las vuelve sus ganancias.

Odio como nunca mi locura de galaxias...
y mi sed de noche inmensa.
Odio a todos los que me marcaron su odio
a media hoz.

Y me odio a mí
por este odio disfrazado de amor
en tantos brazos;
por este odio vencido de odio
en tantas lágrimas;
por este odio murmurado entre la lluvia de unos
(besos
que me amaban las ventajas de un encuentro...

Odio el tiempo que no vivo
y el que vivo.

Odio el tiempo donde muero
y no me muero.
Odio el amor que se cayó al silencio
y tuvo miedo de levantar su voz
por no ser ruego.

Odio los ojos que me cegaron los sentimientos
y que me hundieron sus mares de utilería.

Odio mi ruta de pensada llama
que no fundió la soledad sonora
que la acompañaba.

Odio los cauces prostituidos,
los vientos enajenados,
la tierra comprometida
y el agua...


Estoy cayendo en mí,
despedazado en odios,
mas del derrumbe...
erguido ascenderé desde mi abismo
sin que manos intrusas me levanten a mi cumbre,
sólo yo mismo,
solo yo,
porque el odio me ha de dar la fuerza
que el amor nunca me dio.

 
Reviviendo en ti
me voy muriendo como tú
y sin ser yo,
me siento herido como el ala que sucumbe al vuelo
de una garra y la sofoca en su buscar de cielos.

Muriendo en ti me revivo al paño
que me vuelve llanto por tu rostro
escarnecido en dentelladas de hombres
ausentes de grandezas de ave
y esplendores.

Me desangra tu sangre derramada,
tú... ametrallado...
que si vivieras nuevamente...
crucificado...
morirías...
presidente...
como yo
comandante...
ahora muero
y sin embargo vivo
para vivir mi muerte.


 
Y a mitad de los gritos contenidos
en mis ojos
descubrí que mi añoranza de ave...
eran alas de cera
desgajándose.

Y sentí que mis vuelos se callaban su aventura
de plumajes
y quedaban suspensos al vacío
que los colmaba,
sin nadie para amar,
sin algo en quien creer,
sin nada que esperar,
sin alguien para ser...

La soledad me poseyó sin lucha
ni resistencia violentada.
Fluyó su carne entre mi carne rota
y sin dolores ni placeres nuevos
me deshizo su nostalgia de oro
en los despojos de mi arcón baldío.

Y en el residuo de mi sed cansada
acurruqué el silencio de mis manos
y me puse a deshojar verdades
magulladas de falacias maquilladas
hasta dejar en esqueleto insólito
sus cadáveres...

Y sorprendí los arenales sin oasis
aclamando verdores drogadictos
entre lagos consumidos de agua inmóvil
en su mundo desvestido en oblaciones.

Y penetré en la bambalina oculta de los escenarios
donde distinguí las máscaras
de sus muecas verdaderas
grabando las tomas arenarias
que después repetirían
en su carnaval de lágrimas.

El tiempo se detuvo pálido
y en el recuento de sus horas
fui contemplando mi ceguera antigua
en la mirada que se hacía de amores...

Y comprendiendo los acechos mustios
de risotadas que se callaban ante mis ojos
me desnudé los vuelos de emigrante
para estrellarme en la hojarasca muerta
de realidad.
…Y no escuché más la risa que me fecundaba orgullos
ni miré los ojos que me prometían audacias,
solo...
sólo vi movimientos imprecisos de manos extendidas,
de cuerpos en receso
de pasos en cadena...

No sentí más los brazos derramándome alegrías
ni la sinfonía de alondras que escalaban
mis pautas infinitas...

Solo.

Sólo contemplé mi estatua en el desierto
que lloraba por su carne vuelta roca
a fuerza de cinceles escondidos
en voces disfrazadas por su miedo
a ser constructores de planetas.
Y cansado de soñares muertos
regresé con mi silencio de cristales
al mismo césped donde siempre consumía
mis noches
a la espera prometida
de otras mañanas...

Y adormecido de sirenas prófugas
no acerté a sembrarme de palabras
como en las chispas de la flama hoy cierzo
y la mirada que de rostros me anegaba
de pronto cesó las fantasías,
porque un espejo que mis alas reflejaba
me florecía en espinas...

ahí...

ahí donde el recuerdo mucho más las desangraba...
Y sin poder murmurarse de sorpresas,
callando su encuentro desnudado,
se apaciguaron los presagios de la ira,
puños aferrando su odio,
boca envenenando mieles,
ante la imagen altiva que burlante me tajaba
los vocablos...

 ¡Cómo florecer trigales
si tu semilla es de ortiga!
¡Cómo acrecentar promesas
si se carece de enigmas!

Si eres tú...
sueño engañado,
mentira enmascarada de mentiras,
miedosa carcajada de tus ansias,
intento de una dádiva egoísta.
Si eres tú...
alas ridículas,
quien se muere de su vida confundida
en la arrogancia de sus llamas opacadas;
quien se engaña sin creer en el engaño
que lo engaña;
quien se calla su rencor tras de la mueca
que lo encanta.

Si eres tú...
herida herida,
islote abandonado,
abortado entre el océano que te impide
tu ansiedad de continente,
Adán lanzado,
errante al paraíso,
prisionero de su sombra,
desnudo en tus enigmas de misterio resguardado,
hierático velado,
jeroglífico
en discretas risotadas revelado,
descubierto,
muerto.
Dios desprestigiado,
deshabitado,
hambriento de ternuras regresivas,
pretexto de alas,
apócrifas,
fingidas.

Si eres tú,
esclavo solazado en sus cadenas,
mártir de un calvario imaginado.

Si eres tú lo que te hiere,
un abrazo sin brazos que lo estrechen,
un beso sin labios que lo besen
y una caricia...
una caricia sin cuerpo que acaricie su infinito
de ave.

Y ante aquel duplicado de mi esfinge abofeteada
nada dije.

Nada dijo mi sollozo ahogado
ni mi labio que temblaba llantos...

Sólo el corazón velero
se agitaba por salvar su nave
del arrecife oculto...

 
Soy culpable...

yo soy culpable de transformar caminos,
mi culpa es.
Lo reconozco.

Sí...

duermo días;
desvelo noches...

Soy culpable de nacer en albas
y caer en sombras.

Soy culpable de buscar estrellas
y forjar oscuras.

Soy culpable de cantar arrullos
despertando afrentas.
Soy culpable de mis propias manos
que se siembran marchitando siembras
y de mis pasos tristes
que regresan...

Soy culpable de todo lo que digo en el silencio,
de todo lo que hago en el fastidio,
de todo lo que callo en griterío,
de todo lo marchito en mis inciensos.

Y soy causante de mis propias penas
y de mis tristezas
y mis soledades.

Yo he provocado toda mi alegría
y mis liviandades
y mis armonías.
Soy culpable de abrasar fogatas
y congelar sus fríos;
de ilusionar montañas con celajes prometidos
y en mi mundo adormecidos.

Soy culpable de mi sed marina,
de mi oleaje muerto que revive,
de la playa ausente que me habita
y del fuego llama que me llama ardiente
rumbo al sol que me ama...
y amo.
AMO.
¡AMO!
 
Soy culpable de cada sufrimiento germinado,
de cada asesino perdonado,
de cada perdón asesinado.

Soy culpable del hambre que no siento,
de las bocas desgarradas en su aliento
de labios murmurados por un beso desangrado.

Soy culpable del aire y de la tierra,
del agua y de la lumbre,
de cada molécula perversa
que da vida a la muerte de la vida,
a la vida de la muerte que revive
en cada vida
y a cada vida que muere en cada muerte.

¡Soy culpable de todo!
Mi culpa es.

Y ni así me crucifico

ni me incinero,

porque algún día...

algún día...

algún día el amor ha de salvarme de los odios
y rehaciéndome en su llamas llamarada
acaso el horizonte comprenda por fin mis osadías
y mi culpa se mire liberada
con el perdón de un llanto
suspendido en una cruz amortajada
por mentes solares en parvada
de naciente canto consumada.

 
Escucha tú...
tú que sigues el sendero que yo sigo,
tú que has visto descubrir mi llanto:
ya no vuelvas a mirar mis manos.
No siembran.
Falsifican sembradíos.
Ni regreses a mirar mis ojos.
Ya no sueñan.
No persistas en seguir mi mundo.
Está roto de infinitos.
Ya no creas en lo que digo,
sólo miento para ahorrarme las verdades
que me existen.

Escucha...
tú que conociste la presencia de otro cuerpo
que me orlaba.
Ya no vive.
Concluyó su rehilvanar de hilos,
dispersó su agitación de fuegos
en inciensos
y se destruyó.

Escucha...
busca diferentes panoramas a mi oleaje
de sol que se va ahogando en las sombras
de su playa abandonada...
donde encuentres palabras que no mientan,
donde nazcan caricias que no hieran
y miradas que no ofendan
por sinceras.

Escucha tú...

tú que forjaste en ufanías
monumentos de tinieblas merecidos.
Tú que defendiste mi arrogancia
en inocencias de engañado.

Tú que afrontaste la miseria opaca
de voces que me descubrían...
no busques nunca más mis compañías:

Sólo soy un actor en el exilio
y a cada rostro,
a cada paso,
mi vestuario se adapta al escenario
donde vivo.

Escucha...
tú.

No persistas en buscarme lozanías,
porque en todo finjo,
hasta en el hastío.
 
 








INTERMEDIO



 
 
Qué haces hoy soledad con tu silencio...
por qué no me has dicho lo de siempre,
como antes...
cuando apenas vislumbraba el nacer de cada día,
cuando apenas mis ojos en sorpresa
insinuaban que eras tú a quien yo quería.

Por qué has enmudecido la silueta
que hace poco me guiaba de cadencias,
si yo persisto amando,
no obstante los odios que me tiemblan de nocturnos,
tu mirada de mutismo virgen,
tu sonrisa de riachuelo mudo
y la espiga de tu cuerpo que florece
en el huerto de mi ausencia consolada.

Qué haces hoy soledad con tu tristeza...
acaso no sabes que te espero
como antes te esperaba entre los gritos
que callaban su agonía,
como siempre te aguardaba en la balumba
que reía sus amarguras,
como eterno me gozaba con tu encuentro
que le daba a mi esperanza tu aventura...

Qué haces hoy soledad,
ven...
amemos nuevamente nuestros brazos,
nuestros labios,
nuestros pasos.

Hablemos otra vez de los caminos
donde nunca encontraremos llantos
ni fracasos
ni la burla de una risa que se esconde
en la boca que te escucha
palpitando encantos.

Ven...
soledad...
aquí te espero.

 
 
Nadie ha llamado a mi puerta
ni siquiera el viento atrevido
miedoso de mis audacias...
y mi guarda de siempre
ha dejado sus brazos abiertos
sin cerrarse ante el cuerpo que llegue
a sembrarle ternuras
y flamas
o lluvias.

Nadie más ha llamado a mi puerta
porque nadie ha descubierto los senderos...
los caminos que los lleven encendidos
al solar de mis recintos
donde bullen fantasías
y murmullos de tiempos prometidos,
escondidos,
gestándose en aromas de universos...
Nadie ha llamado a mi puerta,
nadie ha venido
para no interrumpir mis amores



con el vacío.

 
Y con los labios sangrando confesiones
me dijo el alma su secreto oculto
y pareció que derramara luces
ahí donde se estancan los dolores.

Me reveló su sed de amor sin sexos
-escalas de seda amortajadas-
descubriendo en las escorias de la carne
la floración de su inmortalidad en balsa.

Y luego...

como agotada de su hastío
que le dejara su angustia confesada
se refugió en mis brazos
con la esperanza de mi propia entrega,
pero no pude...
no pude consumar sus ansias,
porque al besarla se me quedó muerta,
ahogada en mi caer de
l
á
g
r
i
m
a
s.

 
A veces…
uno se desnuda el alma
sin que lo reclame el cuerpo
y es cuando florecen cauces
en nuestros torrentes huérfanos.

Y se pregunta al silencio
testigo de nuestros ecos,
si acaso las inquietudes
se han vuelto telón de niebla
que descorre los misterios.

Y aunque uno pregone ardiente
por los aires vuelto llamas
su agonizar de tristezas,
su renacer de alegrías,
nadie nos cree
y nos cubre con sonrisas
su incredulidad de nieve.

A veces…
uno se desnuda el alma,
pero nadie se conmueve.
 








SEGUNDO ACTO



 
 
Hasta dónde he descendido
en mi esperanza de armonía.

He besado las manos
que golpearon mi alegría
y he reído con los ojos
que miraron mi agonía.

Hasta el paso que me hollaba
los senderos
he palpado entre ilusiones
de mis huertos
y fundiéndome en sus labios prisionero
he sentido su rechazo encaretado
como mano estrechándose a mi mano
en amorío perpetuo.

Hasta dónde hoy he caído
por seguir una palabra derramada
entre las burlas del camino
y en su ultraje he bendecido
las ofensas del martirio.

Hasta dónde he descendido
por ser como su siembra,
como su espina,
como su huella
y el amor me ha degradado
entre palomas que anunciaban
campanas con su vuelo.
Y en la sed de dar caricias
a los cuerpos de las noches
y los días
he caído donde el mal me clava
su destino,
en la afrenta de mis manos que se sangran
en su entrega de amores
y de cielos.

Y hoy aquí…
humillado,
desnudado ante los ojos que han reído
mis palabras;
ofendido,
calumniado,
señalado en la vejez de su locura,
sonreí para el insulto de unos labios,
de unos puños desondados
y di mis sueños al cuidado
de la tierra que me hería
su tristeza de extraviado.
Hasta dónde he descendido,
porque a fuerza de amar cada simiente
con llantos y sorpresas escondidos,
con alas y soles liberados,
con fuegos y ternuras consumidos,
he perdonado.

 
A solas entre mí mismo
sólo quiero estar conmigo
para descubrir misterios
y precisar pensamientos,
porque en la angustia del cuerpo
sólo se agranda el silencio
de los voceríos callados
que persisten de recuerdos
en mis desalados pasos
agrietados por las cumbres,
confundidos por el tiempo,
agotados en su intento
de trigales...

A solas, sin compañías,
apenas con el anhelo
de estar a gusto en mis huertos;
apacible,
sin soberbias,
tranquila el agua y el fuego;
sin marchitarme florestas
ni florecerme desiertos.

A solas y entre mí mismo
solo quiero estar conmigo
para edificar respuestas
en mis preguntas eternas.

 
No sé si después de tanta comprensión
vayan a nacerme incomprensiones
y no me importe más
ni la tristeza del ausente
ni la asfixia del hundido
ni la bruma adolescente.

No sé si después de tanta entrega
vayan a brotarme egolatrías
y sólo yo sea el objetivo
de las ansias de mis noches
y del trabajo de mis días.

No sé si después de tanto llanto
calladamente construido
me reedifique en espectral pirámide
y evaporando mares,
nada conmueva mi figura en roca.
No sé si después de mis andanzas
derramantes de amores y presencias,
de manos y de labios esbozados,
de brazos abiertos en sonrisas,
de miradas vencidas al encuentro,
de cuerpos estrechados al asombro,
me convierta en clamor petrificado
y solamente...
solamente el mundo que sea mío será mío
sin regresar a las euforias rotas
de mis sueños fatuos.

No sé si después de tanta comprensión
ni yo mismo me comprenda.

 
No están hechas las huellas
a la medida de mis pasos,
porque nacido para los senderos
que surcan de trigos campesinos
cada uno de mis cantos,
cada una de mis voces...
sólo me pierdo en el aroma errante
dispersado por el viento
que pregona inmensidades
y me diluyo en los intentos tímidos
de mi sonrisa
sin terminar los recorridos de águila
para extinguir serpientes.

No...
no están hechos mis pasos
para el tamaño de las huellas...
porque apenas si una breve primavera
puede exuberarlos
o un murmullo apenado de silencios
puede hacerlos clamorosos;
porque apenas si un suspiro en cierzo
puede marchitarlos
o un vocablo desnudo en sus amores
sofocarlo.
 
Nada tengo para mi rostro de fuego solar,
lo que yo tenía hace tiempo en vuelo
ocultó sus muecas entre los recintos
de la eterna llama que me florecía
y hasta los contornos de mi sed...
se cayeron de los cielos que me iluminaban
la tristeza
para consumirse de mis abandonos
cuando descubrí el vacío de mis universos
sin dioses imaginados en mis fantasías
de angustia desprotegida,
donde no hubo amor para mis entregas,
porque en tanta búsqueda de nacer canciones
se perdió la nota de mis sinfonías
y el afán camino de mis pasos huecos
se detuvo inerte para desnudarme
entre la hojarasca
y dejar mi cuerpo a las algarabías
de los sentimientos ultrahumedecidos
al espasmo místico
del retorno mítico
a los paraísos
de mi ser hundido
en la noche oscura
de la nada.
 








INTErMEDIO



 
 
Yo que nací con esta sed de cosmos,
volátil de búsquedas y ensueños,
he visto aparecer tras el espejo
las alas que impulsaban mi alegría
desprovistas de plumajes oros

Y ante el encuentro desnudo
de mi silueta imprevista
me contemplé los abismos
que la desgajaban
como quien sabía sus llantos
pero los guardaba
entre las cegueras de sus ufanías.

Y al proyectar los enigmas de sus amores
se detuvieron las alas
para comprender los giros
que las desangraban,
que las confundían
y las desolaban.
 
Yo que nací con ansiedad de soles
en un cuerpo angustiado de cadenas
que lo rompen en caída de cristales asombrados,
me desgrano en mi dolor de hallazgos
como gota que evapora sus temblores
y los hereda al viento...
ráfaga incolora,
presa entre las redes mudas
de quien me golpea los ecos descifrados.

Así...
desconocido en mis presencias
como si un fuego acorralado por el peso de sus flamas
se agitara entre mis ansias de ceniza dispersada,
como si un olvido eterno
se hubiera posado entre mis manos
y arrebatara en soliloquios mudos
los despojos de un recuerdo deshebrado,
así...
desfallecido en mis impulsos de carruaje herido,
sin antiguas hojarascas humilladas por el viento
bailarín de cuatro tiempos
que las despojó temprano
de sus fulgores de siembra,
así...
descubriendo la sombra de mi vuelo,
mirando mi otro ser en el espejo,
floreciendo sorpresas
me dije sin hablar
a los ojos que gritaban mis siluetas:
Ya no soy yo,
este rostro no es mi rostro,
esta mano no es mi mano.
Se han perdido las fragancias de mis albas
en la huella de mis tardes deshojadas...
y mi risa labradora,
envejecida en primaveras,
se fatiga en las arenas de sus surcos sin semillas
de praderas
ni planetas

Ya no soy yo,
el antaño pregonante de confianzas
donde nadie le pedía sus esperanzas
ni el alegre vorágine de alientos
donde a nadie le importaban sus tormentos.

Ya no soy yo.

Desconozco mis cantos y mis fuegos.
Ya no encuentro mi ufanía de huerto
en verde estera
ni los inciensos temblores de las esperas...

Ya no soy yo.

Ya no soy yo.

Todo está consumado en mi universo




sin sol.
 










TERCER ACTO


 
 
Ave mía...
Cada uno somos dos,
imagen mía,
sombra y luz,
antigua imagen en agonía,
vida y muerte,
cisne sin lago,
agua disfrazada mares,
te miro con el rostro que me mira en el espejo,
removida en ríos,
duplicado,
construida en lagos de nieves derramados,
confrontando,
Y fuego,
sintiéndome brotar en las heridas de tu cuerpo,
flama,
casi muerto,
infierno,
desierto,
sol...
sofocado.
arboledas
Ave mía...
y arenales
te contemplo,
y tristezas bañadas de alegrías,
templo derruido en mis ufanías,
y risas inundándose de lágrimas.
No me tires a la suerte
Cada todo somos uno
de mis días,
y dos
suspira,
cantata y silencio,
respira,
fulgores y nieblas,
no me mueras con tu muerte
abismos y cumbres,
que delira,
materia voluble,
no me agrandes más la herida sin el verte,
cambiable,
espera...
girable,
no me dejes también abandonado,
mutable,
aislado en mi yo,
movible,
sin alas,
sin paz.
Consumiendo mi cuerpo fragmentado
Ideales sin muerte,
en las cenizas de sus veinte hogueras,
perpetuos,
marchitando mi añoranza de cadencias
eternos
en los tiempos humillados,
y más...
percibiendo el sollozo de un encuentro
La bestia se actúa,
que me insulta la derrota
el hombre se oculta
de mi ser nublado,
y todo parece lo que nunca es...
desgajado,
dos
destruido,
y no obstante uno,
agotado en sus impulsos de alegrías,
aunque después ninguno,
dolorido,
pero múltiples en uno,
sorprendido por un mundo en precipicio
ahí donde la vida es una vida
que no sabe de armonías...
y muchas vidas.

Ave mía...
no me dejes,
no me dejes asilado en los vacíos
que bostezan sus hastíos
sin la entrega prometida
de otros cielos,
no te mueras...
aún hay algo que te queda,
no termines de ser lo que me era,
espera...

Aún vives en los rayos que se ultrajan
en la calma de un paisaje vespertino
a medio día
y en la lluvia que transforma las arenas
en trigales que pregonan melodías.
Aún vives en los ruidos de cascadas que no caen
o en las voces que han callado sus harpías,
en el canto de un cenzontle que acaricia
mañanas desvestidos
o en la estrella fatigada de esplendores
que pierde la noche en sus caminos.
Aún vives ave mía,
tú que miras los labios que me hablan,
yo que siento el pensamiento que te hortiga,
doble yo frente al espejo,
en las alas que me vuelan de esperanzas
por tu levántate
y anda...
vislumbrado en los rostros asombrados
al comienzo de los gritos deslumbrados
y en la risa que se aguarda a la caricia
de un insulto enamorado.
Aún vives en el llanto que se agota
y nos llovizna su frescura de consuelo.
Aún vives en la súplica de manos que se tiemblan
su miseria provocada
o en los ojos que se llenan de infinitos
esperando una presencia que no llega.
Aún vives en mi vida y muchas vidas,
aunque sientas las espinas de unos labios
que la encuentran tan vacía.

Aún vives en mi cuerpo carcelero
de una mente asesinada en pleno vuelo.
No me mueras con tu muerte,
aún te queda
vivificarte de tu propia vida,
mi propia vida,
como el agua que toma los deseos
de su sombra flotante entre los mares
y acrecienta transparencias en los aires
al caer de sus sonrisas estivales.
Aún te queda
vivificarte como un árbol que se apresta
a cubrir sus desnudez de primaveras
en espera de pájaros que posen
sus cantos promisorios de ufanías
en la eterna soledad de sus ramajes.

Aún te queda
vivificarte en la búsqueda inconclusa
de universo que no acaba de abrir panoramas
al asombro
o de palabra jamás elaborada,
pero ya entre las historias del recuerdo,
vencida y olvidada.
Aún te queda
vivificarte en tu mundo de tristezas
que opacan con sus gritos los silencios
y en tu agonía...
aún te queda insistir en vivir de siempresueños
para volver a existir a cada día
y hacerte sentir en cada noche
como sombra que no desaparece
a pesar de las luces que preludien
un marchito corazón de fuego
por el eco secular de los hallazgos
surgidos en encuentros imprevistos.

Ave mía...
imagen mía,
aún te queda tornar a sembrar en nuestros huertos
lozanías de crisálidas invictas
que rompan la prisión de los capullos
con sus alas amantes de los aires.

Ave mía...
no me mueras con tu muerte,
aún nos queda,
tú y yo,
renacer de los vuelos confundidos
purificándonos de cienos en el cieno,
vivificándonos del placer hecho dolores,
saturándonos de llantos en la risa,
invadiéndonos de amor entre los odios
hasta hallar los universos que buscamos
desde el génesis primario del aliento.
Aún nos queda
seguir esperando que la vida,
tu vida,
nuestra vida,
se vivifique en otra vida...
otra vida que comprenda que a veces es el sol
el que respira por tus ojos,
nuestros ojos,
y en fuga de alegrías
extiende sus fulgores a las ondas
que vagan sus tristezas
y sus sombras...
Otra vida que comprenda que a veces es el mar
quien nos alienta
a navegar por los océanos de los sueños
y vistiéndonos de rutas sin confines
nos inunda de gaviotas
y de vuelos.
Otra vida que comprenda que a veces es un pájaro
que canta su agonía,
como tú,
ave tan mía,
quien invade interminable los silencios
y realzando las angustias de sus llantos,
las pregona en esperanzas de herbazales.
Otra vida que comprenda que a veces son los pasos
que caminan por las calles extraviadas de vacíos
los que van profundizando sus cadencias
al callado adormecer de los oídos
y los despierta…
Otra vida que comprenda que a veces es el fuego
quien nos habla confundiendo las andanzas
y aumentando los impulsos de la voz
para aunarlos con los aires
que conocen nuestra sed...
Otra vida que comprenda que a veces nuestra sombra
es quien danza en el asfalto de días mercuriales
y acarícianos de noches en el césped
de prados musicantes de alegría.
Otra vida que comprenda que a veces...
chispa,
lumbre,
sol,
somos nosotros,
yo,
tu...
y a veces,
luna,
niebla,
mar,
no sabemos dónde estamos,
si en él que nos llaga pensamientos
o en ella que nos hierve sentimientos.

Ave mía...
no sucumbas a mi súplica que marcha
en romería;
quiero verte más allá de los reflejos
que me asfixian con el canto de tu muerte
y opacarlo con mis manos amorosas,
temblorosas,
para estar en nuestro siempre desolado
en compañía.
Ave mía...
no me dejes tú también caído,
herido,
vencido.

Espera a que renazcan los senderos,
no nubles tu imagen al espejo,
subsiste como yo sobre el escarnio,
aferrado a la promesa de una nueva primavera.

Ave mía...
no mueras sin mí porque te vivo
en los giros que me laten los olvidos
y en los ruidos que me punzan los plumajes
de mi piel cambiada.

Espera...
no me abandones a la intemperie del llanto,
mis ojos no resisten más diluvios
derramados por sus sueños inconclusos
en su sed de fantasías.

No ciegues la distancia al horizonte de mi cruz,
no rompas el paisaje de tu rostro que me sangra
ni el aroma de tu huerto
que corona mis olivos

Ave mía...
dolor mío,
espera a que sucumban las palabras
deshechas en su afán de estar calladas
y quédate...
quédate en tu olvido de azucenas desmayadas...
en mi pecho.
 







INTERMEDIO



 
 
Pluvioso de recuerdos
mi cuerpo se derrama en el silencio
y mis ojos inundan sus ausencias
como si en su cauce de épocas
vitalizaran intentos de mis intentos navíos
y entre la oceánica huella
de mis ayeres volados
eclosionara cambiado
mi pensamiento solar
y en giros de hélice que se enciende,
humedecido por eras que no alcanzaron sus horas
y las perdieron en vértigos
de nacimientos sin fin,
se me desbordan tristezas
por los promisorios huecos
de una sonrisa
por mí,
Amadís desnudo.

Y aumentando pirotecnias de palomas
que me ondulan sus vuelos en mis sombras,
hecho canciones de fronda que reverdece,
modelo mis nuevos cantos
bajo el compás de otros sueños,
en el rumor de otros vientos.

Pluvioso de recuerdos que me encuentran,
vitalizo mi aroma de huerto perdido,
callado en mi angustia de inciensos,
deslavado al dolor del hallazgo,
aislado en mi páramo.

Y punto equinoccial del alba
me reencuentro en la cumbre degastada,
renazco sobre abismos infinitos,
levanto mis anclas enrejadas
para aligerar mis naves
y partir hacia el misterio
de mi sed...
tránsito de horizontes,
despertar de soles,
punto final de un punto sin conclusión,
donde una lid entre mis ojos y mis manos,
mis labios y mis brazos
se triunfa y se derrota;
donde una lid entre mis luces y mis sombras
mis flores y mis águilas que se devoran,
me inundan de cantos y batallas;
donde un recuerdo sufriéndome presencias
subvertidas de volanzas extraviadas
que me invaden de huracanes desnudados
en mí mismo y otros mismos,
me serena apaciguando nuestros pechos
en espasmos
que se tiemblan de latidos renacidos
en la huella que se abre a los caminos
para ser en mis previstos renaceres
sobre tiempos acabados en olvido
como el antaño consumido
en lo futuro del presente doblegado
que me viste en albores que me nacen
de brazos y ternuras sin pregones...

Para ser como futuro en lo pasado deshojado
en las promesas de un presente
vislumbrado a cada rostro evitado
por cadenas y serpientes.

Para ser como ser en el ser que se me habita,
sin bullicios delatores,
sin alas transparentes al espejo
que las vuelva sollozadas alegrías
de los vuelos que las guían a sus dolores
de inexistentes soles.

Para ser un paso más a la verdad que me despoja
de mentiras confundidas.

Para ser...
ser...
ser un horizonte que se extiende
ante los ojos que lo siguen
esperando que termine de mostrarles
su infinito que acrecienta la sonrisa
que se abre de luz al universo.
Ser un camino que prosigue
sus desvíos en el cuerpo calcinado
del viajero que subsiste en el ensueño
de llegar al poblado que no existe
en el jolgorio del silencio bullanguero.
Ser la estrofa no cantada
por la boca humedecida de soberbias
que se forman de miedos y miserias
en la voz donde no anida
la esperanza de las aves oprimidas
en la jaula que formaron los veranos
con sus lluvias libertinas.
Ser lo mismo que se ha sido en el mutismo
de los ojos que contemplan
y los labios que se encierran.
Ser el corazón que late sus deseos,
pero los calla en los vocablos que se marchan
de amor uniformados a otras sendas
que los llaman y los palpan.
Ser lo que sería en el seré
sin ser lo que fui cuando no era este ser
mi propio ser
que hoy es al fin
lo que no es.
 
 








CUARTO ACTO
 
 
Calla soledad tus voces...
Flota apenas en mis labios,
no me hieras con tus huellas los adentros
desnudados al silencio
que me palpa.

No recuerdes las imágenes antiguas
de las sombras encendidas
que fingieron sus hortigas
en caricias aprendidas.

No persistas aumentando
tu amenaza de vacíos
en tumultos de veredas confundidas
por el vuelo enloquecido de mis alas
recaídas.

Nada digas,
nada digas en tu grito de mañana humedecida
ni en la noche de tus lágrimas reídas,
porque sabes que te escuchan los secretos
de un vocablo adormecido
en mis castillos.

Calla...
no murmures más hallazgos a mis manos,
no levantan más pinceles al telaje
de paisajes muertos
ni a mis ojos clausurados
No miran más colores imprecisos.

Calla soledad...
mejor desnuda tu cuerpo y sin ropaje
deja penetrar mi corazón en tus sosiegos
y sin palabras,
déjame amar tu boca sin conciencia,
sin protesta arrepentida,
sin fantasmas descendidos
para humillar en placeres
el dolor de los espejos...

 
 
Esta mañana desperté mi cuerpo
como sin nada hubiera pasado en tantos siglos
de durmiente,
como si cada ala desgajada en el tiempo
hubiera regresado hasta su cuerpo de águila
y se agitara en los cielos
sin el lamento burlado del recuerdo.

Todo a mi lado era infinito
y aunque mis brazos extendían sus besos
para tocar la sinfonía de la esperanza regresada,
nada creí reconstruir de nuevo
en el mismo panorama de mis huertos,
sólo el claro de mi encuentro.

Y mis ojos concluyeron que mi vida
construida entre huecos de carrizos
aspirantes a cósmicas entregas,
se habían equivocado de caminos,
de celajes,
de estrategias
y era nuevo mi silencio de un minuto,
diminuto tiempo antiguo de mis sueños.

Y pregunté a la luz que me vestía,
si con su risa de ventana abierta
podría reconstruir otros senderos
sobre pasos deambulados en mis eras...
mas sus labios que sangraban soles
no respondieron a mi sed de anhelo,
sólo sus brazos me dejaron fuegos
murmurando otros comienzos
apenas presentidos como ciertos.

Y al mirarme nuevamente en el espejo,
después de mi muerte cotidiana,
asistí al renacimiento de mis días
para volver a labrar en mis escombros
la búsqueda sin fin de la armonía,
cuando dijo el silencio de su imagen:

Yo soy tú.

Te has visto en mí
y has florecido soles en tu olvido
de sueños descifrados,
reformados,
reafirmados,
sorpresas comprendidas,
brazos que cierran su abertura de heridas
que labraron tus enigmas,
mis enigmas sin enigma,
fantasías...

Yo soy tú…

estando en mí

sin ti,

aunque tú sin mí serás un otro
que te busque para verse sus hastíos
de vuelo inmóvil.

Yo soy tú,
uno más de los que cantan su esperanza
de encontrar los senderos en el caos
donde agotan las selvas sus entrañas
y se vuelven laberintos de misterios
que retornan con sus dioses reencarnados.

Yo soy tú...
uno más de los que sueñan
descubrir en una lágrima el secreto
para hacer con su humedad sonrisas
de verano en el invierno.

Yo soy tú...
uno más de los que sienten pensamientos
palpitar de buen amor
en el silencio que construye cada noche
la fatiga
y despierta al nuevo día de los intentos.

Y tú eres yo...
uno más de los que buscan
descubrir en toda senda la belleza
para dejar al caminante próximo
motivos de vivir en sus ausencias.

Tú eres yo...
uno más de la nostalgia hilante
por una noche iluminada en llantos
que brotaron de brazos que temblaban
su miedo al descubrirse en sentimientos
que callaban su confusa excitación de espigas
removidas por los vientos de solares movimientos
en entrega del efluvio preso
en los infiernos muertos.

Tú eres yo...
redivivo,
conmigo,
lo mismo de siempre,
como todos,
cada día...
a pesar de que mis ojos,
tus ojos,
nuestros ojos,
florezcan mañanas en las sombras;
a pesar de que mis manos,
tus manos,
nuestras manos,
preludien sembradíos en los desiertos;
a pesar de que mis pasos,
tus pasos,
nuestros pasos,
naveguen más allá del horizonte desflorado,
cansados de esperanzas que no existen
y de ausencias que no quieren llenarse vacuidades.

Yo soy tú...

lo mismo que el pobre,
a pesar de tus riquezas nunca vistas,
escondidas en un mundo donde el sueño
es acaso la respuesta a tus miserias
ufanías.

Tú eres yo...

lo mismo que el rico,
a pesar de las hambres degastadas
en constantes encuentros con el trigo,
sin hallar la conclusión para tu sed
de melodías.
Soy igual,
sin diferencia que me vuele
o que me abisme,
como tú,
yo...
caminante de otros mundos.
como él,
tú...
añorante de otras eras.

Soy igual,
sin siquiera imaginar estrellas
que me vistan de brazos que me faltan.

Sin siquiera poseer un eco
que repita mis hallazgos ignorados
por mi voz.
Soy igual,
como todos...
lo mismo que al principio en el final,
semejante a los fines que principian.

Soy igual,
como tú que eres yo,
como él que eres tú,
mirando caminos que nos lleven a un ideal
escondido en nuestro interno laberinto
de cadenas,
de sorpresas,
de soberbias.

Tú y él...
somos.

Tú, uno.

El, otro...

y no obstante el mismo,
como si roto en centurias
fuera él lo que eras
y fueras tú lo que ya no...
y sin embargo el mismo,
somos...

Somos aquél a quien colgaron sus días
en los cabellos,
en las miradas,
en las sonrisas,
en las palabras
y sin ser otros
somos el mismo
aunque seamos otros.


Los misterios han quedado sumergidos
en el mundo que hoy no sueñas,

que hoy no sueña,

que hoy no sueño,

que hoy no miras,

que hoy no mira,

que hoy no miro,
que hoy no das,

que hoy no da,

que hoy no doy,

que hoy no sientes,

que hoy no siente,

que hoy no siento...

que ha pasado,

que ha dejado en el reloj encarcelado
de tu cuerpo,
de mi cuerpo,
nuestro cuerpo,
instantes que sólo son recuerdos asombrados
que repiten incesantes los encuentros
de aquel tiempo...

otro tiempo,

distanciado,
abandonado,
olvidado en tu ser,
en mi ser,
seres que son el ser tan nuestro
de cada día
y los intentos.

Hoy...
aquí.
Ayer...
allá.

Antes...
floreciendo rebeldías tuyas.

Ahora...
haciendo florecer otras no tuyas.

Tú...
siendo él...
eres yo,
encerrado en tu carne que se agota,
nuestra carne
y siendo el mismo,
no eres el mismo,
sino él...
sino yo,
sino aquél que vivió de sus caminos
para hacer la caminata eterna,
caminata mía,
caminata nuestra,
nuestra propia caminata.


Triunfarás sobre ti mismo
a pesar de tus derrotas
y doblegarás tus yermos
inundándolos de aromas...

...y sobre tus cenizas

vivirás...

Ave Fénix revivida
 








INTERMEDIO
 
 
Hoy he vuelto a ver mi imagen
proyectada en el espejo
y me ha parecido otra...
más distante, más extraña,
liberada de pasiones,
diluida en sus deseos.

La he mirado renovada,
transformada de milenios
como si el tiempo la hubiera
rescatado de sus yermos,
como si un aroma errante
la emancipara de fuegos
y la convirtiera en ecos
de mis sueños...

Hoy he vuelto a ver mi imagen
devorada de silencios,
despojada en sus bullicios,
moribunda en sus misterios
y descubrí en su agonía
de cansancios que concluyen,
su rostro enigma de huerto
que aún no florece trigos,
aunque se siembre de sol.

Y ante el hallazgo imprevisto
de otro ser que me habitaba,
comprendí que era yo mismo
sin disfraces de mañanas
ni telones de delirios

Hoy he vuelto a ver mi imagen,
remozada en su esperanza
como quien mira a los cielos
y se remonta en sus alas.
Si con tan sólo los pensamientos
que a veces brotan como palomas
de nuestro sueños
se transformaran las realidades
en otros tiempos,
las añoranzas de vivir nocturnos
en conversiones de soles
nos besarían las palabras
y se vestirían de amores.

Si con tan sólo los pensamientos
que nos incendian de ensoñaciones
se apaciguaran los sentimientos
en sus ardores,
los labios tristes
sonreirían,
los ojos húmedos
se secarían,
los brazos lánguidos
se estrecharían
los cuerpos áridos
florecerían.

Si no tan sólo los pensamientos...

 
Hacía sueños que mis ojos no reían
ni mi mundo desfloraba sus enigmas
en el cauce sigiloso de una risa.

Hacía sueños que mis manos agrietadas
por sus siglos de agonías
no mostraban alegrías de martilleos
ni se alzaban de su abismo opreso
desgarrando nostalgias
y fatigas.

Hacía sueños que mis huellas no encontraban
las veredas de mis pasos
ni vertían sus impulsos en andanzas
trashumantes de galaxias,
porque hoy…
ventana abierta,
sabiendo con certeza donde existo
trazando geografías sin mapas,
el corazón ya no sangra
en su añoranza de aromas,
porque han florecido auroras
en su nocturno sin notas.

Y aunque estremece su canto
desgranado en ansiedades
que solamente fraguaron
la soledad de sus valles,
prosigue sus melodías
expectante del arribo
de la pretérita espiga
sembrada en aquellas horas
de sus enigmas...

El corazón ya no llora
a pesar de sus tristezas;
ha trasmutado sus sombras,
ha iluminado sus nieblas,
se ha transformado su vuelo
y sólo...
muy solo en silencio espera.

Espera el instante náutico,
luego de vivir sus años luces
en que mis ojos se clausuren de su vida
para ocluir en la llanura eterna
y ser estatua de infinito
—Quetzalcóatl—
que se propulse en llamas…

 
 









QUINTO ACTO



 
 
Hay muchos como yo...
lumínicos de sol,
perseguidos,
confundidos,
sollozados,
derruidos,
maldecidos,
pisoteados
que sabemos mirar los infinitos,
aunque hediondos de calumnias
los arqueros prisioneros de antifaces
pretenden impedir las alas
abiertas a los cielos
que liberen al ser enajenado
en sus prisiones heredadas
por máscaras sagradas de egoísmos.

Hay muchos como yo...
como yo que van soñando...
pero se pierden de caminos que no encuentran
y en su extravío
sucumben angustiados su esperanza
de cadencias
y detienen sus sueños al hastío
de buscar en el desierto
los oasis que no existen.

Hay muchos como yo
que fincaron su búsqueda de soles
en cometas disfrazados
y lloraron su llama equivocada,
derrotados sus ensueños,
abandonado el intento
al azar de los misterios...
y exhaustos de hilvanar esfuerzos
inútiles al fuego,
precipitaron sus cuerpos
derretidos en sus alas
a la excitación de mares
que los recibían,
pródigo regreso del vencido
que cobarde se enrejaba
en la madre que cantaba
su retorno al egoísmo.

Para qué tornar diluvios
las lloviznas cotidianas
si en la vida pasajera
cada océano se contenta con sus aguas.

Para qué fraguar hogueras
con las flamas consumidas,
si en las horas del espasmo
nadie piensa en sus cenizas.
Mas yo...
herido al vuelo...
seguiré volando con nuevos vuelos
que no se engañen de amores
tras los senderos
y resembrando mis alas
con panoramas insólitos
voy a renacer en albas
donde se apaguen luceros.

Y cada noche...

solo,

sólo voy a dormirme con mis sueños
ya tan míos,
siempre míos,
los únicos que no ignoran mis secretos
de sol
y se dejan amar en el silencio
sin siquiera prometerles otros tiempos
de esplendor;
sin siquiera comprarles sus afectos
de momento...

Cada noche…

cada noche vestiré mis ilusiones desnudadas,
calladas para siempre en sus gritos de deseos
con mi sed escondida en sembradíos anónimos
para ver renacer a la mañana
las nuevas alas,
distantes a la imagen,
caballero del espejo
que a gritos descubrió lo cierto
de sus giros engañados,
burlados por ropajes espantajos
de las máscaras pegadas a los rostros
que murieron
el punto consumido de sus diástoles.

Y así,

aquí...

libre de engaños,
sin despeñar más sacrificios
a precipicios tránsfugas,
seguro de mis alas transformadas,
sin darse más allá de quien las quiera,
de quien las pida,
de quien las sienta,
mentes solares verdaderas
dispuestas a la entrega
de su ausencia,
firme en mi despegue próximo,
aunque aún las arenas y las brisas
en sus risas me erosionen los intentos
de presencias…
encadenado a un cuerpo
sin cuerpo en el camino,
hundido en los oleajes que me van
y me regresan...
como inerte,
sin cambiar ante horizontes que no cambian
de ser
al ser los mismos trasmutados,
Aquí...
donde el sol me fecunda la sombra que me dobla
y me acrecienta estatua de infinito
al levantarme,
preparo el vuelo,
casi muerto,
como el ave marina que intentara
alcanzar las nubes altaneras
que se alejan de los mundos que no existen
ni existieron.

Aquí...
sin saber en qué momento de mi historia precisada
se ha corrido el escenario que enredaba mis vaivenes
y mis alas...
y al cerrarlo,
a pesar que no quería,
un grito ahogado entre los sueños
ha resuelto el vaticinio
de los hechos que más hablan.

Y sin palabras que no dije en el mutismo
de mi cobardía
ni en las protestas de mi llanto mudo,
me despojo de playas ancladas en mi sed
que es necesario asesinar en el desierto
y sin más brazos,
inútiles en sus estrechamientos,
sin más manos,
inútiles en sus miradas,
me distancio...

Me distancio a la búsqueda finita
de mi encuentro...
del encuentro esperado hace milenios
cuando apenas despertaba hecho de arcilla
en el vientre de una tierra florecida
de mazorcas en otoño;
del encuentro que se ha hallado
en mi buscar insólito
entre valles de sembrados vírgenes,
entre cumbres de semblantes gélidos
y mirares asombrados;
del encuentro llegado en mis fatigas mustias
entre oleajes de barcazas en descanso;
del encuentro llegado a mi alegría de primavera
en los huertos de llantos arbolados.

Me distancio...
más allá de los génesis dolientes
y los éxodos risueños;
más allá de lunas medias encubiertas
de fértiles noches que no duermen;
más allá de los pájaros cansados
que perdieron sus nidos confundidos
al retorno inexplicado
en sus vuelos de enseñanza hueca,
incomprendida.

Me distancio...
me alejo a donde un mundo se desvele
con mis sueños
y sin miedos
no quiera escaparse a cada hora
huyendo del hastío que la devora
y se quede esperando mi presencia
para dormirse al día solar
en mi universo.

Me distancio...

perdido el cuerpo de bullicios concluidos,
callado el paso de latidos engañados,
mudo el vocablo de silencios declarados,

desierto el corazón
sin imposibles;

vacío de la esperanza equivocada
que me guiaba...
cambiado en mí,
sin hojarascas,
sin pedir ya nada a cada cuerpo consumido,
a cada boca desflorada,
a cada mente confundida.

Me distancio...

ligero al viento,
tibio el oleaje.

Renuncio al agua.

Sofoco el huerto.

Dejo la tierra.


Muere el incienso.

El sol me llama...

Mi ser se eleva
en cruz sin dogmas
con alas nuevas.

Dejo la tierra,
renuncio al agua,
sofoco el huerto,
el sol me llama...
muere el incienso.

Mi ser se eleva
en cruz sin dogmas
con alas nuevas
ligero el viento
dejo la tierra
el sol me llama
mi ser se eleva
muere el incienso
renuncio al agua
dejo la tierra
con alas nuevas
el sol me llama
sofoco el huerto
muere el incienso
mi ser se eleva
dejo la tierra
ligero el viento
en mi universo
con alas nuevas
el sol me llama
en cruz sin dogmas
con alas nuevas
con alas nuevas
dejo la tierra
dejo la tierra


el sol me llama


el sol me llama


el sol me llama


el sol me llama

el sol me llama


el sol me llama


el sol me llama