​Jícaras Tristes​ (1932) de Alfredo Espino
Lamatepec

El padre de los cerros se levanta
de Siguatehuacán siendo ornamento;
en sus cumbres el trueno es dulce acento
con que le aduerme el cielo entre su manta...

No asombra su altitud, sino que espanta...
Parece que es el claro firmamento
la túnica que el cíclope irredento
pone en sus regios hombros que agiganta.
 
Mas aunque se alce como inmenso tumbo,
en su garganta —abismo cavernoso—
está mudo el lenguaje del retumbo...

Y ese silencio secular provoca,
a verlo como un cíclope de roca,
¡eternizado en éxtasis piadoso!