La vuelta de Martín Fierro (1879)/3
De ese modo nos hallamos
Empeñaos en la partida
No hay que darla por perdida
Por dura que sea la suerte;
Ni que pensar en la muerte,
Sinó en soportar la vida.
Se endurece el corazon
No teme peligro alguno
Por encontrarlo oportuno
Allí juramos los dos:
Respetar tan solo á Dios
De Dios abajo, á ninguno.—
El mal es árbol que crece
Y que cortado retoña—
La gente esperta ó visoña
Sufre de infinitos modos—
La tierra es madre de todos,
Pero tambien dá ponzoña.
Mas todo varon prudente
Sufre tranquilo sus males—
Yo siempre los hallo iguales
En cualquier senda que elijo—
La desgracia tiene hijos
Aunque ella no tiene madre.—
Y al que le toca la herencia
Donde quiera halla su ruina—
Lo que la suerte destina
No puede el hombre evitar—
Porque el cardo ha de pinchar
Es que nace con espina.
Es el destino del pobre
Un continuo safarrancho,
Y pasa como el carancho
Porque el mal nunca se sacia,
Si el viento de la desgracia
Vuela las pajas del rancho.
Mas quien manda los pesares
Manda tambien el consuelo—
La luz que baja del cielo
Alumbra al mas encumbrao,
Y hasta el pelo mas delgao
Hace su sombra en el suelo.
Pero por mas que uno sufra
Un rigor que lo atormente
No debe bajar la frente
Nunca—por ningun motivo—
El álamo es mas altivo
y gime costantemente.
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El indio pasa la vida
Robando ó echao de panza—
La única ley es la lanza
A que se ha de someter—
Lo que le falta en saber
Lo suple con desconfianza.
Fuera cosa de engarzarlo
A un indio caritativo—
Es duro con el cautivo,
Le dan un trato horroroso—
Es astuto y receloso,
Es audaz y vengativo—
No hay que pedirle favor
Ni que aguardar tolerancia—
Movidos por su inorancia
y de puro desconfiaos—
Nos pusieron separaos
Bajo sutil vigilancia—
No pude tener con Cruz
Ninguna conversacion—
No nos daban ocasion,
Nos trataban como agenos—
Como dos años lo menos
Duró ésta separacion.
Relatar nuestras penurias
Fuera alargar el asunto—
Les diré sobre este punto
Que á los dos años recien
Nos hizo el cacique el bien
De dejarnos vivir juntos.
Nos retiramos con Cruz
A la orilla·de un pajal—
Por no pasarlo tan mal
En el desierto infinito,
Hicimos como un bendito
Con dos cueros de bagual.
Fuimos á esconder alli
Nuestra pobre situacion
Aliviando con la union
Aquel duro cautiverio—
Tristes como un cementerio,
Al toque de la oracion.
Debe el hombre ser valiente
Si á rodar se determina,
Primero, cuando camina;
Segundo, cuando descansa,
Pues en aquellas andanzas
Perece el que se acoquina.
Cuando es manso el ternerito
En cualquier vaca se priende—
El que es gaucho esto lo entiende
y há de entender si le digo,
Que andabamos con mi amigo
Como pan que no se vende.
Guarecidos en el toldo
Charlabamos mano á mano—
Eramos dos veteranos
Mansos pa las sabandijas,
Arrumbaos como cubijas
Cuando calienta el verano.
El alimento no abunda
Por mas empeño que se haga;
Lo pasa uno como plaga,
Egercitando la industria—
Y siempre como la nutria
Viviendo á orillas del agua.
En semejante ejercicio
Se hace diestro el cazador—
Cai el piche engordador,
Cai el pájaro que trina—
Todo vicho que camina
Va á parar al asador—
Pues alli á los cuatro vientos
La persecucion se lleva,
Naide escapa de la leva
y dende que la alba asoma
Ya recorre uno la loma,
El bajo, el nido, y la cueva.
El que vive de la caza
A cualquier vicho se atreve—
Que pluma ó cáscara lleve,
Pues cuando la hambre se siente
El hombre le clava el diente
A todo lo que se mueve.
En las sagradas alturas
Está el maestro principal,
Que enseña á cada animal
A procurarse el sustento
Y le brinda el alimento
A todo ser racional.—
Y aves, y vichos y pejes,
Se mantienen de mil modos;
Pero el hombre en su acomodo
Es curioso de oservar:
Es el que sabe llorar—
Y es el que los come á todos.