La viva llama dais y luz ardiente
La viva llama dais y luz ardiente del rosado esplendor y faz serena, la gracia y risa eterna, de amor llena, a Venus bella, a Faetón luciente; al cielo el que vos dio valor presente, la suave armonía que resuena en vuestra dulce boca a su sirena, el olor, perlas y oro al Oriente; la mano y color lúcido al aurora, las flechas al Amor, que en mí herido pecho gasta cruel con ardor ciego; a mi triste vos place dar, Señora, sólo esquivo desdén, ingrato olvido, que en nuestro hielo encienden mi impío fuego.