La vieja y el gato


La vieja y el gato
de Félix María Samaniego

Tenía cierta vieja de costumbre,

al meterse en la cama,

arrimarse en cuclillas a la lumbre,

en camisa, las manos a la llama.

En este breve rato,

le hacía un manso gato

dos mil caricias tiernas:

pasaba y repasaba entre sus piernas.

Y como en tales casos la enarbola,

tocaba en cierta parte con la cola.

Y la vieja cuitada

muy contenta decía: -Peor es nada.