Del borrico,
Bato, yo estó enamorado.
¡Oh, quién en él se volviera
y en el pesebre estuviera
junto del zagal atado!
Pardiez, porque no llorara,
que le había de arrullar,
y en vez, Bato, de cantar,
sospecho que rebuznara.
De parto estaba Fenisa,
que el día que me casé
como huevo la dejé
de dos yemas, dando prisa
por las torrijas, y yo
que goloso me comía,
Bato, más que la freía;
luego que el ángel cantó
la gloria y paz de aquel modo,
enamorado del son,
sin alzar el cucharón
salí con sartén y todo,
y alegróme de manera
en la voz, plumas y cara,
que creo, si entonces bajara,
que las torrijas le diera.
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