Volví a ver mi agraviada,
y hallé que los colores
de nieve y rosicleres,
con un desmayo inorme,
en gualdas y violetas
trocaba, dando entonces
premisas a la muerte,
obsequias a las flores.
Pero, reconociendo
sus eclipsados soles,
originales bellos
de aquella imagen noble
que el alma me ha robado
agravios y favores,
agradecí con quejas
al ciego Amor sin orden.
¿Qué hallazgo tan divino
con tal pesar congoje?
Mas ¿cuándo dio el Amor
deleites sin dolores?
Cogíla alegre y triste
en brazos, y sirvióme
al cuello de cadena
libre en tales prisiones,
y en un grosero albergue,
sobre unas pajas pobres,
deposité aquel cielo,
de Amor primero móvil.
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