Y oyendo parabienes,
gozando aclamaciones,
cantándome vitorias
Homeros y Anfiones,
veo a mi padre ingrato
--¡Ay si muriera entonces!--
del rey Orbel de Lidia
honrando embajadores.
Traíanle el retrato
de la princesa Doris,
y el sí con el de esposa
para mi hermano Orontes.
Pagaba el rey albricias
con gracias y con dones,
y el príncipe lozano
exageraba amores.
Cuando los dos me dicen,
"A tus victorias nobles,
añade, Periandro,
la dicha que hoy conoces
en tu mayor hermano,
pues es ya su consorte
el sol que a Lidia alumbra
en tálamos conformes."
Dejáronme el retrato,
solícitos disponen
recibimientos reales;
mandan que palios borden,
triunfales arcos labran
con versos y con motes.
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