Yo, sobre el humilde lecho
de una despreciada choza,
mis vestidos descompuestos,
ausente el que aquí me trajo,
conjeturad pensamientos,
mi desdicha y vuestro daño,
y dadme muerte si es cierto.
¿Quién duda que si violó
un cuerpo sin alma el dueño
bárbaro de este hospedaje,
que con las alas del miedo
huiría el justo castigo
encomendando al silencio
afrentas que ya la fama
esparcirá por los vientos?
¡Triste de mí! ¿Qué he de hacer?
Mil veces maldiga el cielo
al inventor que los gustos
cifró en el errante vuelo
de un pájaro codicioso,
que entre leves pasatiempos
de plumas que lleva el aire,
Ícaro al honor ha hecho.
Mas de la misma cabaña,
sino del mal que sospecho,
parece que un pastor sale.
Hombre, ¿qué buscas adentro?
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